Las vueltas
del Argentinazo

 

El asesinato de Diego Lucena

“Gatillo fácil”: Represión preventiva

Desde que la vendieron como esclava a los cinco años, el amo le daba puntualmente, una vez por mes, una paliza que la dejaba llena de sangre y sin poder moverse por varios días. La esclavita preguntaba: “¿por qué me pega, si no hice nada?”. El amo respondía: “No te pego por lo que hiciste, te pego por lo que vas a hacer.” Un cuento latinoamericano


Socialismo o Barbarie, periódico, 08/07/04

Kirchner firma. Firma los cheques para la mafia internacional, firma la vigencia de la esclavitud de la deuda externa en la Argentina, firma la ley Blumberg que viene con cien millones de pesos para las fuerzas represivas del Gran Buenos Aires. El resultado: cien niños muertos cada día por hambre, tres obreros por día en “accidentes” de trabajo (aunque a veces, como en Río Turbio, el presidente bate su propio récord), y desde los dos pibes de Jujuy hasta Diego Lucena, cientos de hijos de la clase obrera han caído asesinados por la policía. En lo que hace a crímenes de las fuerzas represivas, el presidente de la firma fácil supera a Duhalde: la Correpi tiene registrados, en lo que va de este año y sólo en Buenos Aires, sesenta casos denunciados. Y lo que hemos visto y oído en estos días de lucha por el castigo a los asesinos de Diego, nos indica que por cada caso que se da a conocer, hay muchos, muchísimos, de los que nadie se entera.

Los Lucena son una familia de luchadores, no sólo porque son parte de un movimiento. Pelearon por la tarifa social, pelearon en el Argentinazo, pelearon en otros casos de crímenes policiales, echaron del barrio a matones del PJ y delincuentes con y sin uniforme, lucharon cuando tenían trabajo y cuando no lo tuvieron: toda la vida. Por eso este crimen no “pasó” como tantos otros, porque ni ellos ni el FTC (Frente de Trabajadores Combativos) lo dejaron pasar, convocando así a las otras fuerzas políticas y sociales, y sobre todo a otros familiares de chicos asesinados, a renovar la lucha.

Todos estos crímenes son represión social y política

La represión no es sólo en las marchas o piquetes, como los asesinatos de Darío y Maxi. Ni es sólo cuando matan a un luchador como Diego o el Oso. La más negra represión del estado consiste en largar sobre los barrios pobres a una policía convencida de su propia impunidad, con la orden de hacerse dueños del lugar, y probar una y otra vez, con cada crimen, que vas a tener la vida hasta que ellos decidan que no. Kirchner vino a matar una rebelión que puede resurgir en cualquier momento. Reprimir abiertamente a los trabajadores que se están organizando para no morir víctimas del trabajo, o a los piqueteros cuando se movilizan a la vista de todo el mundo, afectaría la imagen del presidente ante los despistados que le creen sus versos y lagrimitas. Jura que no va a reprimir a “los compañeros”, y mientras tanto, refuerza el poder legal y económico de sus asesinos a sueldo para que maten a “los compañeros” en los barrios, donde nadie se entera y le pueden echar la culpa a una patota. Y todo el aparato del Estado y el capitalismo se pone en marcha para encubrir los crímenes.

La justicia en contra

Presentarse en una causa cuesta más que un plan, aunque el abogado no cobre nada. Los familiares tienen que hacer colectas hasta para viajar, y el que no tiene una organización atrás (la inmensa mayoría) queda afuera. Las causas quedan durmiendo en los tribunales. Si gracias a la solidaridad y movilización popular se sortea este primer filtro, viene otro: al ser causas contra la policía, la investigación, la búsqueda de testigos, todo queda en manos de los familiares, ya que no se puede confiar en que la policía se investigue a sí misma. Por eso muchos casos “terminan” en esta etapa: familiares destrozados por el dolor, muchas veces madres solas, sin medios ni conocimientos, acosados por las amenazas, con terror de que les maten otro hijo en represalia, tienen que hacer el trabajo que debería hacer la justicia. Muchas veces Roberto Lucena denunció: “el fiscal me espera en la oficina tomando café y me dice, ¿trajo a los testigos? ¿Cómo me pide eso? ¿Qué está haciendo él, por qué no fue al lugar donde encontraron a Diego?”.

La familia Lucena y sus vecinos son seguidos día y noche por coches misteriosos. Los helicópteros pasan la noche sobre el barrio, alumbrando la casa de los testigos. A pesar de esto, los hermanos de Diego hicieron el trabajo del fiscal: fueron al lugar del asesinato, a la vuelta del boliche Invasión, y todos los vecinos salieron a hablar con ellos. Muchos fueron al otro día a declarar venciendo su propio miedo, y allí se encontraron con otro filtro más: la gran mayoría declararon sin un abogado presente, porque había cinco fiscales tomando declaración al mismo tiempo. No necesitás un abogado, sino cinco.

Conclusión: los famosos jueces corruptos son sólo el último filtro. Antes de llegar a ellos, hay que pasar por una sucesión interminable de vicios del aparato judicial, miedo, persecución, pobreza de medios, engaños.

Los medios en contra

Todos vemos como espectadores la parcialidad, la estupidez y las mentiras de la televisión, pero cuando estás adentro, el estómago se te revuelve. En la puerta de la fiscalía de San Justo, cuando los periodistas y camarógrafos empujaban contra la policía para poder entrar a hacer su trabajo, una de las periodistas que intentaba entrar y empujaba con toda la furia, decía mientras tanto por el micrófono: “los piqueteros están haciendo disturbios, empujan la puerta y quieren entrar al tribunal, la policía intenta contenerlos, los periodistas estamos siendo empujados por los piqueteros”. Esta joven cerda del chiquero de canal 9 es la misma que se mete en las movilizaciones a “investigar” a los movimientos. 

Ni hablar del bueno de Mauro. La producción de su programa le dijo al padre de Diego: “venga que le vamos a dar una colaboración”. Aparecieron con cien pesos y un papel para que firmara la exclusividad del canal sobre la foto de Diego. En todos los canales, los familiares se ven rodeados de chicas muy dulces de la producción, que los acarician y les dicen “confíen en nosotros, no los vamos a abandonar”. Al momento siguiente, el imbécil de Majul abre su programa pidiendo represión para los “vándalos” que queman patrulleros. ¿Qué otra reacción humana puede haber ante esto como no sea la furia?

El intendente “preocupado”

El martes 6, los familiares de Diego tuvieron una reunión en el hotel Bauen (recuperado por sus trabajadores) con familiares de víctimas de la policía y organizaciones sociales, políticas y de derechos humanos. Al final llegó Balestrini, el intendente de La Matanza. Los compañeros, junto a otras fuerzas de la zona, tenían programada una movilización a la intendencia y a la fiscalía para el día siguiente. Balestrini les ofrece abogados, peritos, dinero. Les dice que el podría poner “compañeros” (de él) en las esquinas a hacer vigilancia, con un permiso municipal, pero que “ahí ya nos meteríamos en un lío”. Pregunta un hermano de Diego: “¿Y nosotros no podemos hacer eso con un permiso municipal?”. El intendente mira para arriba con cara de sufrimiento, y no contesta.

Al otro día, van los compañeros al municipio. Se encuentran con la patota municipal y policías de civil que les impiden la entrada, a una reunión que habían programado la noche anterior con el intendente. Cuando finalmente entran, el ladero que los atiende (el intendente no estaba) les dice que a la patota siempre la tienen allí por seguridad. “¿Y los infantes?”, preguntan los compañeros, porque había como cincuenta. “No sé, están ahí porque están”... En la pared del despacho hay un cuadro, un dibujo de dos tipos abrazados apuntando con armas hacia adelante.

Ese fue el recibimiento del intendente sensible, preocupado por que no ocurran más crímenes en su distrito.

A favor: la unidad y la lucha

En la reunión del Bauen, los familiares y organizaciones presentes decidieron lo siguiente: formar una comisión permanente de familiares de víctimas de la policía, que crezca y se unifique a nivel nacional y regional. Convocar para el jueves 15 a movilizarse en todos los distritos, a comisarías, tribunales, o donde cada barrio crea conveniente según el caso. Volver a reunirse el viernes 16 en el Bauen, para programar una gran movilización nacional, unificada, a la Plaza de Mayo.

Los familiares que ya están organizados serán la punta de lanza, pero el objetivo es llegar a todos, a los que están solos con su tragedia, a los que tuvieron miedo en su momento pero ahora, al verse apoyados, vuelvan a la lucha por sus hijos y hermanos.

El padre de Diego ya planteó la necesidad de unirse a la pelea de los trabajadores del subte y ferroviarios que están procesados por hacer huelga.

Si esta pelea se agranda, la muerte de Diego no habrá sido en vano. Hay que verles las caras ahora a los policías, después de tantas puebladas contra las comisarías, cada vez que se enfrentan a un barrio dispuesto a hacer justicia. Ahora que el miedo lo tienen ellos, no los dejemos respirar.

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