Las vueltas
del Argentinazo

 

La coyuntura política

Estabilización y ofensiva sobre la vanguardia

Por Roberto Sáenz
Socialismo o Barbarie, periódico, 11/11/04

“El gran actor italiano Vittorio Gassman solía culminar sus cursos magistrales de actuación con una suerte de broma (...). Pedía a sus alumnos que se comportaran como el publico al concluir una buena representación: es decir que aplaudiesen. Reaparecía para agradecer, saludaba, se inclinaba y movía las manos con modestia (basta por favor, es demasiado, no lo merezco) mientras (...) parecía retroceder hacia bambalinas (...). Todo era un maravilloso truco del actor para avanzar hacia la platea y estimular el aplauso (...). Mientras (...) parecía que se iba, sus movimientos reales lo aproximaban al publico, enardeciéndolo (...). A un año y medio de su gestión, es preciso preguntarse seriamente si el gobierno de Néstor Kirchner hace como Gassman o al revés. Si parece que retrocede y en realidad avanza; o si simula avanzar mientras retrocede”[1].

Luego de las elecciones del 2003 y de la legitimación del gobierno de Kirchner, se abrió una nueva situación política de estabilización burguesa. En marzo de este año decíamos que “uno de los aspectos destacados del argentinazo fue haber cuestionado la institucionalidad burguesa y haber puesto en aguda crisis al régimen político de conjunto. La burguesía y en especial Kirchner, hicieron una lectura correcta del problema y se dieron una política (...). Estas acciones han logrado darle cierta credibilidad a las instituciones y sobre todo a la institución presidencial (...) el resultado de conjunto es una vuelta a la ‘normalidad’ del régimen democrático burgués. La aguda crisis se ha cerrado (...) lo más probable es que por uno o dos años no veamos cuestionamientos globales a las instituciones por la acción independiente de los trabajadores[2].

En los últimos meses, esta situación de estabilización no ha hecho más que profundizarse. La campaña reaccionaria alrededor de la seguridad, el haber dado pasos en sacar de las calles a los movimientos piqueteros, el que a prácticamente un año de las elecciones las mismas ya estén tiñendo la coyuntura política; todo esto es un indicador de cómo ha ido avanzando la política de estabilización.

Porque la perspectiva para el próximo año, es que va a estar cruzado de arriba a abajo por las elecciones de octubre. Es un hecho que en el 2005, los procesos políticos a nivel de las masas seguramente van a ser canalizados hacia allí.

Combinado con esto, es un hecho también que la experiencia de las masas con el gobierno de Kirchner viene siendo muy lenta. Éste es un resultado de la situación de estabilización y recuperación económica; y de la no radicalización política de las masas hacia la izquierda, lo que no se produjo siquiera en los momentos álgidos del argentinazo. Las masas permanecieron –básicamente– en el centro político inclinándose a veces algo hacia la izquierda, otras veces algo hacia la derecha.

Incluso más: en los últimos meses el gobierno se ha venido recuperando de los incipientes elementos de crisis que se expresaron entre marzo, abril y mayo alrededor de los problemas con la ESMA, en el PJ y de las marchas de Blumberg. Esto se expresa en una cierta recuperación de su nivel de aceptación popular, el que había bajado en esos meses. Todo esto ha atenuado (por ahora) los elementos de polarización que parecían empezar a esbozarse, aunque no se puede dejar de señalar el giro a derecha de un importante sector de las clases medias.

En estas condiciones, se ha vivido desde agosto una importante ofensiva reaccionaria sobre la vanguardia, en particular sobre los movimientos piqueteros. Ofensiva que ha logrado poner a los mismos a la defensiva, sacándolos en gran medida de las calles, aunque no ha logrado (por lo menos, no todavía) derrotarlos.

El gobierno de Kirchner paso de una orientación (exitosa) de buscar aislarlos, a una más directamente “represiva-disuasiva”, aunque sin jugarse todavía a barrerlos del todo. Lo que significaría, evidentemente, otro salto en su política que sigue combinando mecanismos “represivos” y de cooptación, llegándose hoy a casi 40 presos por luchar.

Su política sobre la vanguardia sigue, entonces, combinando dos elementos, donde el principal sigue siendo la división, aislamiento y cooptación (la “zanahoria”); junto a esto, a los “duros” busca escarmentarlos mediante el “garrote”. Todo esto se desarrolla sobre la base del ya señalado giro a la derecha de una importante porción de las clases medias e incluso de cómo ha calado esta campaña antipiquetera entre sectores atrasados de los trabajadores.

Bases de la estabilización

Esta estabilización del régimen, encuentra un fundamento en el freno de los elementos más brutales de las catástrofe social. A esto se ha sumado una situación económica de cierta reactivación. En este marco, es necesario destacar que hay una mayor unidad burguesa; los sectores más concentrados del país en líneas generales acuerdan con la orientación del gobierno tanto en lo económico como en lo político. Y no sólo ellos, sino también todo un amplio espectro de pequeños y medianos burgueses. Esta situación y coyuntura política de estabilización y cierto retroceso de las luchas, tiene entonces las siguientes bases:

a) El sostenido crecimiento del PBI en los últimos dos años, lo que seguirá en el 2005 (entre el 4 y 7%).

b) El triunfo económico y político para el gobierno y la burguesía que significara que el país salga del default con el apoyo mayoritario de la población a esto. Esto implicará no simplemente un “déficit cero”, sino la tremenda carga de la necesidad de generar un superávit presupuestario de al menos 3% del PBI por años y años.[3]

c) La administración de un mecanismo de conquistas, concesiones y trampas sobre sectores amplios de las masas y la vanguardia (en la mayoría de los casos, migajas). Este es un fenómeno tremendamente contradictorio que expresa la presión de las masas sobre el gobierno y la burguesía; y, al mismo tiempo, la búsqueda de su utilización por parte del gobierno como instrumentos de dominio y domesticación. Así como hoy, al mismo tiempo, se intenta avanzar (a medida que se consolida la estabilización) sobre estas mismas conquistas.

d) El operativo de limpieza y relegitimación de ciertas instituciones del régimen (como el caso de la Corte y la justicia en general), así como el uso a pleno al mecanismo de las elecciones burguesas.

e) La actual unidad burguesa en torno al gobierno y lo esencial de su orientación, lo que ha dejado –hoy por hoy– sin mayor sustento (inmediato) a las oposiciones burguesas encarnadas por Macri, López Murphy o la Carrió.

f) Una coyuntura de fortalecimiento del gobierno, que paso a la ofensiva sobre la vanguardia dando pasos en sacarlas de las calles, aunque sin lograr aún derrotarla.

g) La división de las clases medias, con un sector muy importante (si no mayoritario) que ha girado a la derecha detrás de la campaña reaccionaria de la seguridad de Blumberg.

h) El haber logrado (mediante la CGT y el CTA) evitar el ingreso a la lucha de porciones mayoritarias de los trabajadores ocupados, al mismo tiempo que impone el aislamiento de los movimientos de desocupados en particular y de la vanguardia y la izquierda en general. Esto respecto de porciones amplísimas de las clases medias e incluso de sectores atrasados de los trabajadores.

La combinación de todos estos elementos –en sus distintos niveles– son los que explican y han creado las bases de la estabilización política del país y de la actual coyuntura adversa a la vanguardia.

El “milagro K”

¿Es Kirchner un “manosanta” que en solo dos años ha logrado que el país pase de una situación de catástrofe económica sin precedentes al augurio de una bonanza como las mejores? Para responder a esto, veamos algunos elementos de la situación económica y los mecanismos sobre los que se asienta.

En primer lugar, es un hecho el crecimiento del PBI por segundo año consecutivo y se prevée que este crecimiento (con un índice algo menor) continuaría a lo largo del 2005. Esto, evidentemente (en el corto plazo), ha servido para “limar” los aspectos más brutales de la crisis económica. Junto con esto, la salida del default (que esta negociándose estas semanas) constituye un triunfo de Kirchner porque como ya hemos señalado, a nivel de las masas, hay cierta aceptación de que “no hay otra que pagar”: no hay movilizaciones ni rechazo de masas al pago de la deuda.

El tercer elemento (el de más importancia), es la naturalización de la situación de penuria de las grandes masas populares y de los trabajadores, verdadera base económica del “milagro K”. Veamos:

a) 3.000.000 de desempleados (incluyendo los que reciben planes jefa y jefe).

b) 2.000.000 de subempleados (esto es, trabajadores que trabajan por debajo de 35 horas semanales).

c) 44.3% de la población por debajo de la línea de pobreza. Esto es, 16.4 millones de personas (familia tipo de 4 integrantes) que tienen un ingreso colectivo menor de 750 $ al mes.

d) 17 % de indigentes. Es decir familias (de cuatro integrantes) que reciben un ingreso colectivo menor de 350$ al mes, lo que totaliza 6.3 millones de personas (la canasta familiar es de 1500 $ al mes)

e) El salario mínimo real (niveles africanos) son los 150 $ de los Planes Trabajar. Esto es, 50 dólares al mes.

f) El salario promedio real de los ocupados sobre base 100 en diciembre del 2001 (2º trimestre de este año) alcanza el 75% de antes de la devaluación. O sea, se ha perdido un 25% real.

g) Continuidad del conjunto de las leyes esclavistas de los ’90 y de una situación de completa fragmentación en la contratación laboral entre trabajadores ocupados en blanco y efectivos, contratados, terciarizados, en negro, etc.

No hay ninguna posibilidad de que esto se revierta. Porque simplemente, es lo que ocurre en toda Latinoamérica: es una de las características “estructurales” del actual régimen de acumulación capitalista en la región. O sea, las bases del funcionamiento de la economía y del actual ciclo “expansivo” son la superexplotación y penuria de los trabajadores basada en la esclavitud laboral, el desempleo de masas y la caída del salario real producto de la devaluación; las exportaciones de productos primarios (y algunos otros rubros industriales) basadas en la diferencia competitiva lograda por la devaluación; cierta recuperación de la industria sustitutiva de importaciones (producto del dólar caro que dificulta el ingreso de importaciones); la tendencia al aumento de tarifas para satisfacer a las privatizadas; cierto incremento de las inversiones extranjeras producto de la estabilización en sectores puntuales; la vuelta al consumo segmentado de la década del ’90, con euforia en las clases medias altas y miserables paliativos para los sectores más pobres y de trabajadores.

Resumiendo, “el desempleo estructural (...) acaba disciplinando a la fuerza de trabajo e imponiendo nuevas condiciones degradadas a las relaciones laborales en la nueva era de la moneda devaluada. La nueva ancla fiscal (superávit del 3% atado a los pagos de la deuda externa), monetaria (para favorecer la política de exportación de bienes primarios y asegurar al mismo tiempo el superávit, asegurando un costo salarial en pesos devaluados), y laboral (pacto social de los dirigentes sindicales y el gobierno de Kirchner para reafirmar en la nueva ley laboral toda las condiciones de precarizacion e inestabilidad del empleo), aseguran una política de ingresos nacionales que refuerzan las condiciones del patrón de acumulación de la década anterior. Esto es, basado en el consumo de las clases medias-altas y la exportación, y en la expansión del ciclo económico sobre la base de la restricción de la demanda popular. Un aumento de la tasa de ganancia que se impone sobre el empobrecimiento generalizado de la población”.[4]

Pero al mismo tiempo, en la medida que (efectivamente) no ha habido cambios sustanciales en el régimen de acumulación de los ’90; que el “efecto devaluación” en algún momento se “licuará”; a lo que se debe sumar la vuelta al pago integro de la deuda que exige la friolera de un permanente superávit de al menos 3% anual en los próximos años, una simple conclusión se impone: es sólo cuestión de tiempo para que se desarrolle la lógica de contradicciones que volverán a colocar al orden del día la crisis profunda, estructural, orgánica del país. Kirchner puede parecer un “manosanta”, pero la lucha de clases no admite soluciones mágicas[5].

Defender las conquistas obtenidas

La actual coyuntura ha puesto a la orden del día el ataque del gobierno de Kirchner sobre las conquistas obtenidas por sectores de los trabajadores. Esto se hace mediante un mecanismo pérfido de dar algunos paliativos y concesiones a algunos sectores (como el Consejo del Salario y los acuerdos con la CGT y la CTA), mientras al mismo tiempo se pretenden desarmar los movimientos de lucha.

Se trata de un mecanismo que implica que ha habido conquistas, incluso importantes como las 6 horas en el subte, una cantidad de fabricas en manos de sus trabajadores e incluso la escala “millonaria” de los subsidios de desempleo. Conquistas que en la actual coyuntura reaccionaria están en riesgo y que es obligación y tarea numero uno defender. Esto es característico de la actual coyuntura.

Al mismo tiempo, no se puede perder de vista que estas mismas conquistas han tenido dos caras: son, por un lado, conquistas; por el otro, mecanismos de tramposos de dominación y cooptación de estos mismos movimientos, de no cuestionamiento de la globalidad del poder burgués. De ahí el carácter limitado, economicista, que le impusieron a la porción mayoritaria de las fabricas recuperadas. O el hecho de que la mayoría de los movimientos de desocupados negocian la manutención de sus planes a cambio de darle apoyo político al gobierno. E incluso que en el caso de las experiencias independientes, el hecho de que el impulso y defensa de las mismas se hace sin levantar una perspectiva de conjunto, un programa para el conjunto de la clase trabajadora

Como venimos señalando, en la actual coyuntura está a la orden del día la defensa de lo conquistado. Esto es muy claro nuevamente en estos días, cuando desde la Iglesia y el gobierno se esta discutiendo cómo mediante cambios en lo planes sociales se lograría “desarmar” a los movimientos de desocupados independientes. Porque éstos han retrocedido, pero la burguesía y el gobierno no ha logrado aún liquidarlos.

Lo mismo ocurre respecto de los sindicatos. Es un hecho que, como producto del proceso más general, entre los ocupados se han ido abriendo brechas al monopolio de la burocracia sindical. Esto es estratégico, y se ha expresado en primer lugar en gestas extraordinarias como es la experiencia de los compañeros del subte o de los Mineros de Rió Turbio.

Pero también ha tenido expresión alrededor de las elecciones sindicales. Como no podía ser de otra manera, en todo los casos el Ministerio de Trabajo de Kirchner ha actuado para facilitar el fraude de la burocracia sindical. Se ha permitido el escandaloso cambio de estatutos (como es el caso del gremio de la Alimentación o de los Ferroviarios) para evitar que Daer o Pedraza pudieran perder las elecciones. En el caso de Turbio, el gobierno ha regado plata luego de la tragedia para evitar que se efectivice el desplazamiento de sus amigos de la Verde por parte de la base minera. Y pende como espada de Damocles, las amenazas y posible ofensiva sobre las fabricas recuperadas (sobre todo las más combativas e independientes como Zanón).

Entonces, la tarea numero uno es defender estas conquistas: es el caso de la marcha del próximo 16/11, que llevaran adelante el Bloque Piquetero y el FTC. Así como tomar en nuestras manos los reclamos democráticos que se desprenden de estas peleas y ataques del gobierno: es decir, la movilización por la libertad de los prácticamente 40 compañeros presos por luchar, como sigue siendo el caso de los de Caleta Olivia y tantos otros.

Una bandera para toda la clase trabajadora

Al mismo tiempo, no puede ser que estas tareas defensivas se lleven a cabo sin plantear una perspectiva de conjunto: no se puede tratar de simplemente defender “una a una las conquistas”, sino de levantar una bandera que pueda ser tomada por el conjunto de la clase trabajadora, una bandera que pueda servir de puente entre esta misma vanguardia y el conjunto.

Porque “el movimiento encabezado por los trabajadores del Subte se suma al amplio espectro de las nuevas experiencias. Su fin apunta a un objetivo superior al que tradicionalmente se asigno el sindicalismo, de negociar las condiciones de la venta de la fuerza de trabajo. Se coloca como dirección del conjunto de la población laboriosa para reclamar condiciones enteramente nuevas en el mercado laboral (...) exigiendo trabajo para todos y en consecuencia trastocando los fundamentos mismos (...) del proceso de acumulación.

“Si la ocupación de empresas constituyo una respuesta revolucionaria para una fracción menor de la clase trabajadora sometida al látigo de la crisis; si el movimiento piquetero contribuyo a organizar a los no organizados, darle continuidad a la acción proletaria cuando la clase obrera ocupada sufría de un quietismo y conservadurismo histórico y cuando masifico la lucha callejera y el corte de calles para un sector particular de trabajadores; el movimiento actual por la reducción de la jornada laboral constituye una respuesta programática y política para la clase de conjunto, dando los únicos fundamentos posibles para unir al proletariado y salvar al movimiento de desocupados del circulo constante del asistencialismo y la dependencia del Estado burgués (...). En la lucha local el trabajador se ve sometido a una disputa con una fracción de si misma, porque debe competir en el mercado con la masa de desempleados. Elevándose a la lucha política por medio del reparto de las horas de trabajo, puede asimilar algunas de las implicancias de esa fragmentación y soldar la unidad de clase. Solo mediante este dispositivo pueden las fracciones dispersas de la clase constituirse como clase nacional. En este sentido el planteo de los trabajadores de Metrovias al superar el carácter corporativo de la disputa gremial, coloca a la clase trabajadora ocupada en una posición hegemónica, es decir, como dirigente intelectual y moral de los trabajadores desocupados y de las masas explotadas en general”.[6]

Ese es el inmenso valor que opinamos que tiene la campaña de las 6 horas, que viene de realizar un exitoso acto de lanzamiento en la Federación de Box, con una gran participación de compañeros del Subte, del FTC y del MÁS.

Porque la pelea sólo por las “propias” reivindicaciones, ha sido parte central del aislamiento de la vanguardia, y de nuestra polémica contra las orientaciones “corporativas” en la vanguardia.

Si se quiere salir de esta situación defensiva, la única alternativa es levantar un programa de conjunto: un programa de unidad de clase de ocupados y desocupados: la bandera de la reducción de la jornada laboral a 6 horas, con aumento general de salarios. Todo el próximo período va a estar cruzado por esta lucha y esta campaña.


El ciclo del argentinazo sigue abierto

Esta pintura coyuntural hay que relacionarla con la ola de fondo del 19 y 20 de diciembre: o sea, con la etapa abierta allí.

Como método, el modo en que se plantea una cuestión es fundamental para poder responderla correctamente. En ese sentido, es un falso dilema plantear esto en los términos estrechos de “si se cerró o no el argentinazo”. En cambio, el punto de partida debe ser un hecho que creemos evidente: que las relaciones de fuerza no han vuelto a ser las de los ’90, cuando Menem era quien marcaba el paso, después de derrotar categóricamente la resistencia obrera a las privatizaciones y a su política de neoliberalismo salvaje. Aun con todo el retroceso bajo Kirchner, no han habido derrotas de importancia o definitivas a nivel de la vanguardia. Más bien, el proceso ha sido de lenta reabsorción “democrático burguesa” de la crisis, habiendo logrado Kirchner algunos progresos significativos.

Se trata, entonces, de no perderse en falsas o abstractas discusiones. Tratar de ser rigurosos, diferenciando el “argentinazo” como “acontecimiento” (las jornadas revolucionarias), de la etapa más de conjunto (nuevo ciclo de la lucha de clases); o sea, el proceso más general que esa irrupción de masas abrió. Este proceso de conjunto, a nuestro modo de ver, desde el punto de vista más “estructural”, aún sigue abierto. Tampoco se puede descartar que sea lícito hablar de “posargentinazo” haciendo hincapié en los aspectos más inmediatamente “políticos” del proceso.

Lo realmente importante no son esas cuestiones de “terminología”, sino de contenido: el Argentinazo cerró una correlación de fuerzas abrumadoramente desfavorable a los trabajadores que dominó en la década del ’90, e instauró una nueva relación de fuerzas más favorable, que impone límites políticos y sociales a la burguesía y el imperialismo. El contexto de relativa estabilidad del régimen mediatiza estos elementos generales, pero no los anula.

Es la dinámica de lenta normalización la que se ha ido imponiendo. Desde el MAS, en varias oportunidades, hemos señalado que ésta era la hipótesis más probable: la reabsorción pacifica, lenta, paulatina, democrático-burguesa del proceso, mediante concesiones. Esto es lo que se ha venido dando (combinado con garrotazos a la vanguardia). Pero insistimos, sin que Kirchner haya logrado aún imponer una derrota de conjunto; ni revertido el proceso de reorganización y recomposición de los trabajadores, ahora con las brechas que se van abriendo entre los ocupados.

Notas:

[1] “El Diplo”, nº65, noviembre 2004.

[2] “El argentinazo y los cambios en la situación política”, Francisco Torres y Marcelo Yunes, Sob nº16.

[3] Es de destacar que no hay país imperialista que tenga superávit, y menos que menos los Estados Unidos “hundidos” en sus tremendos tres déficit combinados.

[4] “Haciendo historia”, Jorge Sanmartino.

[5] Pero el limite de este ‘crecimiento’ consiste en que se basa en el empleo de la capacidad instalada antes ociosa y en las ventajas competitivas que ofrece la devaluación para la actividad exportadora y de sustitución de importaciones, pero no en un aumento significativo del flujo de nuevas inversiones (...) Varios analistas económicos desde el marxismo (...) coinciden en señalar que continúan operando serios limites de tipo estructural a la hora de iniciar un nuevo ciclo de acumulación capitalista (...) nada de esto implica que se pone en marcha un ‘nuevo modelo’ (...) a partir del cual comenzara una fase de exuberancia económica, acumulación capitalista y desarrollo sostenible. La debilidad congénita de la burguesía Argentina para poner en pie un proyecto de país sigue vigente, así como el carácter semicolonial y dependiente del pías.

[6] “Haciendo historia”, Jorge Sanmartino, en www.socialimo-o-barbarie.org

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