Argentina

 

El imperialismo festeja

Kirchner: del “populismo” al ajuste ortodoxo

Editorial de Socialismo o Barbarie, periódico, 14/04/05

Por supuesto, Kirchner nunca fue populista, con o sin comillas. Pero cada vez pinta más para convertirse en un guardián de los sagrados principios de la economía de mercado. Queda constatado que la inflación, lejos de ser un problema “transitorio” (como dijeron en Economía) o que “no existe” (Alberto Fernández), ha pasado a la agenda oficial del FMI y el G7. Ya va un 4% para enero-marzo, pero la canasta básica aumentó mucho más. Es una ley de hierro: la inflación golpea más, inexorablemente, a los que tienen menos ingresos, y los artículos de consumo popular siempre aumentan más que el promedio. Pruebas al canto: la inflación desde la devaluación fue del 63%, pero el asado aumentó un 113%, la yerba sólo desde enero de 2004 subió un 81% y el aceite de maíz, nada menos que el 339%.

Siguiendo los consejos del finado Alsogaray

Frente a esto, el gobierno prepara su “ataque” contra los precios al más puro estilo monetarista. Los grandes capitalistas, los funcionarios del Fondo y la prensa burguesa saludan con satisfacción el giro “ortodoxo” de Kirchner-Lavagna. Terminada la payasada contra Shell (con el saldo de nuevos subsidios para la petrolera) y fracasados los “acuerdos de precios”, el gobierno recurre a las recetas de siempre: ajuste del gasto público y suba de tasas de interés. Es decir, medidas que van a enfriar la actividad económica y el consumo. No llegan a ser recesivas, pero esto demuestra los pies de barro de la fanfarria por el “crecimiento récord”: ¡el propio gobierno sale a frenarlo porque al no tener sostén estructural (inversiones) alimenta la inflación! El ministro Lavagna, desde Japón, tuvo que salir a desmontar la fábula del crecimiento milagroso: la tasa de crecimiento de 2004, del 9%, debe “converger a una del 5%, que sea compatible con el nivel de inversión” (Clarín, 11-4-05).

Pero la medicina liberal no se agota aquí. Porque además del recurso de subejecutar los presupuestos de los ministerios (algo que ya se hacía), el principal freno viene por el lado del consumo. Y eso significa salir a contener los salarios, como si ya no vinieran bastante golpeados. Para eso cuenta con los viejos alcahuetes de la CGT, que han tenido la caradurez de llamar “responsabilidad” a los 630 pesos que piden de mínimo. ¡Ni siquiera es un aumento, sino simplemente blanquear las sumas no remunerativas (en negro) que dio el gobierno! Y ni ellos lo cumplen: la UOCRA acordó en paritarias un básico de 510 pesos más las sumas no remunerativas. ¿Quién fue el firmante? Gerardo Martínez, un dirigente que “es un aliado bien valorado en la Rosada”, tanto que el convenio firmado es algo que “el oficialismo quiere exhibir como un logro” (Página 12, 10-4-05). Y si lo dice el boletín oficial en colores, no hay margen para la duda: Kirchner considera que el acuerdo de miseria que transó ese burócrata nefasto es un modelo de paritaria. De hecho, muchos de los recientes convenios se basaron en la pauta inflacionaria prevista por Economía (7,9%), que va camino a ser superada en agosto. Con “aliados” así, Kirchner tendría resuelto el problema de las “desbordes salariales” que “generan inflación”.

Eso sí, para que los asalariados no chillen, están los “acuerdos de precios”... ¿Alguien todavía cree que la intención es defender los ingresos populares? Que se despierte: “buscan actuar sobre bienes con fuerte peso en el índice oficial; un poco de cosmética estadística, como dicen los economistas” (Alcadio Oña en Clarín, 5-4-05). “Cosmética” es una palabra que resume muy bien el estilo comunicativo de Kirchner. Mientras tanto, según el INDEC, la inflación de 2005 ya ha generado medio millón de pobres.

El tarifazo viene indexado

Como siempre, de lo que se trata esta política económica es de quitarles a los trabajadores para darle a los capitalistas. En efecto: Kirchner decidió que ya es hora de poner orden en las cuentas de las pobres compañías privatizadas, que tanto han sufrido. Por eso el gobierno chucea a los legisladores para que en dos semanas les aprueben los nuevos contratos renegociados. Que, por supuesto, son un escándalo, por muchas razones. Las cifras de aumento son siderales: promedian el 25%. Además, están llenos de irregularidades, todas a favor de las empresas. Hasta el ombudsman, Eduardo Mondino –un kirchnerista, qué duda cabe– denunció que las actas de entendimiento “reproducen vicios de la década del 90” y que “prácticamente en ninguna hay aportes genuinos de las empresas. Hay financiamiento del Estado o aportes de los usuarios, por medio de la tarifa” (La Nación, 11-4-05). El resultado es tan cantado que ya el propio Lavagna admitió que la inflación puede llegar al 11%, justamente por el impacto de los tarifazos.

Pero el colmo de los colmos es que los contratos tendrán cláusula de indexación. Es decir, se revisarán cada seis meses y si la variación de sus costos (¡no el índice de precios!) supera el 5%, las tarifas deberán actualizarse. ¡La misma indexación que se rechaza para los salarios por ser “inflacionaria” se le concede graciosamente a las privatizadas! Que, por otra parte, actúan como vulgares chantajistas: Mondino reconoce que negocian desde una posición de fuerza porque tienen juicios internacionales presentados contra el Estado, algunos de los cuales pueden tener sentencia este mes (La Nación, 11-4, y Clarín, 6-4).

A Dios rogando y al Fondo pagando

Claro que el chantaje de los juicios no es el único factor. El principal apuro le viene al gobierno del lado de la presión del FMI y el G-7, que redoblan sus exigencias. Como era de esperar, los dueños del 24% de bonos que quedaron fuera del canje no se quedaron quietos. Y entre el Fondo y los gobiernos imperialistas quieren poner en la morsa al gobierno para que renegocie. ¿Se acuerda cuando el gobierno decía “ésta es la última oferta” y que “jamás” se iba a reabrir la negociación? Esa música se oyó hasta principios de abril. Pues bien, el título de tapa de La Nación del 11-4 era “Admiten que negociarán con los que no aceptaron el canje”, lo cual, según Lavagna, es una “estrategia realista”. Cosmética y verso; verso y cosmética.

La razón de estas increíbles autodesmentidas es simple: la necesidad tiene cara de hereje. El gobierno se tiene que poner este año con una pila de dólares que no tiene. Encima, aparece el despelote del famoso 24%, que no estaba en los planes. Agréguese que, sólo por la inflación de marzo, la deuda pública subió 724 millones de dólares, y que las tasas internacionales subieron, aumentando también el costo del endeudamiento. De modo que allí va la vaca sedienta al único pozo que queda: los países y organismos imperialistas. Lo que pidan, se les dará... después de algunos meses, muchas mentiras y una elección ganada.

Aprontes para el “plebiscito” de octubre

Con este cuadro, las rencillas entre Kirchner y Duhalde por las candidaturas del justicialismo en provincia de Buenos Aires son una anécdota menor. Muy probablemente, la sangre no llegará al río y habrá acuerdo. Es decir, lista única de kirchneristas, transversales y la impresentable mafia duhaldista, todo encabezado por la “compañera Cristina”. Un plato más en la habitual dieta de sapos que debe tragarse el populismo oficialista (Barrios de Pie, Patria Libre, D’ Elía y siguen las firmas). Por su parte, la oposición burguesa (UCR, ARI, López Murphy, Macri) es tan inerte y calamitosa que ni siquiera puede sacar partido del conventillo que es el PJ. Como resume un lúcido cronista de la decadencia de su propia clase, Rodolfo Terragno, el estado de la política burguesa es “una lucha de tramposos contra impotentes” (Clarín, 11-4-05).

En ese terreno, la izquierda marxista revolucionaria debería poder presentar una alternativa electoral común en el “plebiscito del gobierno” de octubre. Lo que no significa soñar con grandes confluencias estratégicas ni coquetear con fuerzas semioficialistas y frentepopulistas como el PC, como lamentablemente está haciendo el PO.

Redoblar el apoyo a la lucha salarial

Mientras tanto, los conflictos por aumento salarial no se detienen y ganan protagonismo, como la lucha de los trabajadores de los hospitales y sobre todo la gran huelga docente salteña. Pero hay muchos otros desarrollándose con menos repercusión y sin pausa. Es la primera tarea rodearlos de solidaridad para lograr que triunfen y empiecen a perforar el techo salarial que el gobierno, la patronal y la burocracia sindical.

En ese sentido, es una necesidad dar pasos en la construcción de una tendencia que agrupe al activismo obrero, a las listas, comisiones internas y sindicatos combativos, con un perfil clasista y antiburocrático que le dé pelea a la burocracia sindical por la representación de los trabajadores. Una tendencia que defina un claro norte político alrededor de la lucha por la reducción de la jornada laboral a 6 horas, verdadera llave para edificar una sólida unidad de la clase trabajadora. Con todas sus debilidades y contradicciones, el Encuentro obrero del 2 de abril mostró que hay posibilidades de avanzar en esa dirección. Y en lo inmediato, la pelea contra la burocracia tiene un objetivo concreto: evitar el fraude en el gremio de la Carne, lo que debe materializarse en la oficialización de la Lista Naranja-Violeta y en sumar esfuerzos para barrer a Peretti y sus secuaces.

Hacia el acto del 1º de mayo, esta orientación se traduce en el planteo de un gran acto de unidad de la clase trabajadora, con la presencia de las recientes luchas obreras como Subte, Taym, docentes, hospitales y otros, junto con la participación masiva de los compañeros de los movimientos de desocupados y de la izquierda.

Volver