Argentina

 

Carta desde la cárcel de Marcos Paz: una denuncia clasista

¿Cómo es la prisión de Chabán?

Un interno de Marcos Paz
Socialismo o Barbarie, periódico, 03/06/05

Nunca más cierto ese refrán que dijera un famoso delincuente acusado de liderar superbandas dedicadas a robar camiones de caudales, Cacho “la Garza” Sosa: “La cárcel está llena de ladrones de cajones de tomate”. ¿Qué quiso decir este personaje? Que la cárcel está llena de pobres. Y es una gran verdad confirmada con las últimas medidas judiciales de mayor resonancia: salió María Julia Alsogaray, y por otro lado lo de Chabán, cortina de humo para tapar el otro gran escándalo, porque ahora ya nadie habla de la ingeniera. El gobierno nacional, como siempre, se despega de todo esto y nadie se hace cargo. Se pueden argumentar miles de cosas, que la justicia es un poder independiente, que la figura de la prisión preventiva debería ser la excepción pero se utiliza como regla, etc. Pero, como siempre, los privilegios no son para los “ladrones de cajones de tomate” sin sentencia, el 68% de un total de 60.000 personas que esperan por su destino mientras se pudren en la cárcel.

Por supuesto, no es el caso de Chabán, que en el Complejo Penitenciario Federal Nº 2 de Marcos Paz (dependiente del Servicio Penitenciario Federal) es prácticamente uno más de la “familia penitenciaria”, y si no veamos el listado de privilegios del empresario.

Está alojado en el módulo 2, pabellón 7, un minipabellón con capacidad para unas 15 personas. El está solo, y se le acondicionaron dos celdas especiales para él, se le conectó ducha a la celda, tiene TV por cable, heladera con freezer y horno a microondas. La comida que recibe no es la basura del penal: él come de rotisería; a tal efecto tiene un teléfono público sólo para él, para encargar lo que quiere comer. Se mantiene informado, porque además de la TV y el radiograbador recibe los diarios todos los días.

No tiene mucho tiempo para deprimirse, ya que goza de un régimen de visitas especial y muy amplio: todos los días recibe a familiares, amigos empresarios y artistas, como su ex pareja Katja Alemann y Gerardo Romano. Cuando no recibe visitas, se entretiene hablando por sus tres celulares, con los cuales se conecta a Internet.

Cuando le toca ir a Tribunales, no pasa por el tedioso trámite que les toca a los presos “normales”: él viaja en un auto civil sin identificación, sin esposas, placenteramente acompañado por sus amigos de la custodia, que también van sin uniforme. Este auto va acompañado por toda una comitiva en la que va además un médico, por si sufre una descompensación en el camino. Para el resto de las agobiantes jornadas que le toca vivir, tiene dos acompañantes permanentes que lo sacan al campo de deportes y lo acompañan en largas charlas y caminatas de dos horas diarias.

Estos últimos días estuvo muy tensionado por los acontecimientos que resultaron de la noticia de su pronta salida, y por eso vienen a verlo todos los días dos psicólogos y el médico psiquiatra que continuamente le prescribe antidepresivos para que pueda descansar tranquilo. Espera irse muy pronto, y es probable que en los próximos días terminen los trámites de la caución real, para lo cual pondría propiedades que son de él pero están a nombre de otras personas. Está muy agradecido a su abogado, de quien recibe a diario instrucciones.

El día que se le concedió la excarcelación hubo una celebración en la que no faltaron sus amigos, su familia, el personal penitenciario y su abogado; se brindó muy sobriamente con varias botellas de champán francés.

Estas concesiones pueden parecer pequeñas para algún desprevenido, pero no para el resto de la población penal, más de 1500 personas divididas en 5 módulos de 300 internos cada uno. Estos “ladrones de cajones de tomate” tienen un teléfono público cada 50 personas, deben cumplir rigurosos horarios para todo y comen la comida para cerdos del SPF. Olvidarse de tener radio o TV color en la celda, o cualquier lujo por el estilo.

Cuando salen en comisión viajan hacinados en camiones entre 20 y 25 personas, en jaulas, encadenados de pies y manos. El régimen es brutal y despiadado, las palizas que propinan los “readaptadores sociales” son moneda corriente. La asistencia médica es casi nula, en ocasiones se limita a un médico y un enfermero para toda la población penal durante el día, pues por la noche no hay asistencia médica.

Las visitas, para poder ingresar, deben sortear rigurosos controles y requisas ultrajantes, y no se les conceden más de dos visitas semanales de tan sólo dos horas y media. Los trámites de autorización para el ingreso son interminables, lo mismo que cualquier tipo de expediente para obtener lo que la ley prevé: como mínimo demoran de 60 a 90 días.

Se podrían enumerar miles de diferencias más, y la lista se haría interminable. Los presos VIP no son una invención del imaginario popular, son una realidad tajante y cruel que marca descarnadamente la división de clases, porque en estos bordes tan aislados de la sociedad las diferencias existen, hay cárceles para los ricos y cárceles para los pobres, los marginados del sistema.

¿Habrá alguien capaz de hacer algo para que estas diferencias dejen de existir? Más de sesenta mil personas privadas de la libertad, y sus familias, que suman otros miles, esperan una respuesta, para que la pregonada “igualdad ante la ley” sea una realidad.

Volver