Argentina

 

29 de mayo de 1969

Un nuevo aniversario del Cordobazo

Por Guillermo Pessoa
Socialismo o Barbarie, periódico, 03/06/05

El Cordobazo, como todo acontecimiento histórico, tiene un proceso detrás que lo explica y lo carga de significado. Partimos, para su correcta ubicación temporal y espacial, de una caracterización realizada por uno de los mejores textos que se han escrito sobre él: “(...) ocurre en el eslabón débil del capitalismo argentino. Lo suficientemente débil como para recibir con mayor crudeza y profundidad las crisis que afectan al país, y lo suficientemente fuerte como para poder reaccionar”.[1] Lo mismo vale para otro suceso contemporáneo del mismo también acaecido en un eslabón débil, como es el Rosariazo.[2]

El plan Krieger Vasena de la dictadura de Ongania (1967) profundiza el proceso de transnacionalización de la economía argentina y su correspondiente concentración, que se venía insinuando desde el triunfo de la Libertadora más de diez años atrás y luego con su sucesor político, el desarrollismo de Frondizi. La Córdoba pastoril y agraria sufre durante las décadas del 40 y el 50 un fuerte impacto industrializador, que aumenta el peso específico de los sectores obreros en la población, provenientes tanto del campo como de estudiantes de clase media empobrecida, mayoritariamente de carreras técnicas y con un alto grado de calificación. La avanzada de este proceso fue la rama automotriz: con la llegada de Fiat y Renault (Ford tenía sus plantas en el cordón industrial porteño), la ciudad mediterránea disputaba la hegemonía en ese rubro. Este desarrollo desigual y combinado, en el cual se construye un proletariado industrial doblemente concentrado (geográficamente, viviendo en barrios cercanos a la ciudad capital, y productivamente, con pocas plantas que hegemonizan el grueso de la actividad económica) hace de Córdoba uno de los eslabones débiles del capitalismo semicolonial argentino.

¿Cómo se organiza sindicalmente este nuevo contingente obrero? En 1965 se crea el SITRAC (Sindicato de Trabajadores de Fiat Concord) que contaba con alrededor de 2500 afiliados, y el SITRAM (Sindicato de Trabajadores de Fiat Materfer), que tenía 1200, con la idea de mantenerse independientes de los sindicatos nacionales como el SMATA o la UOM que se disputaban su representación. Otro gremio de vital importancia en las jornadas cordobesas será el de Luz y Fuerza con su secretario general, Agustín Tosco, cercano políticamente al Partido Comunista y parte excluyente de este movimiento antiburocrático que estaba cobrando vida. A nivel nacional, la CGT hegemonizada por el vandorismo –la expresión más pérfida de la burocracia sindical peronista– sufre una división en 1968 con el surgimiento de la CGT de los Argentinos, a cuyo frente estará un dirigente gráfico ligado a las corrientes socialcristianas peronistas, Raymundo Ongaro. El mismo realineamiento se producirá en la central sindical cordobesa, en donde Atilio López, de la UTA, estará cercana a esta última.

Pero el Cordobazo tendrá como sello distintivo la conformación de una alianza entre estos sectores obreros con franjas importantes del estudiantado. Este sector, proveniente de la pequeño burguesía y tradicionalmente antiperonista, empieza a sufrir las diversas decepciones que tanto el frondicismo desde el poder como la izquierda tradicional (PS y PC) le van ocasionando. La dictadura de Onganía, con un recorte ostensible de los derechos ciudadanos tan caros a esta fracción de la sociedad, empuja a un proceso de radicalización masiva. El análisis no sería completo si no mencionásemos también la influencia de la revolución cubana y su estrategia foquista que recorre toda América Latina, además de la impronta por demás significativa del Mayo Francés del 68.

En mayo de 1969, en la ciudad de Corrientes, sede de la Universidad del Nordeste, se produce una importante movilización contra la reciente privatización del comedor universitario, donde sobreviene una salvaje represión policial que se cobra la vida del estudiante Juan José Cabral y la detención de decenas de universitarios. La CGT correntina realiza un paro de repudio. Lo mismo ocurre en Rosario, en donde muere un estudiante y obrero metalúrgico: Luis Blanco. También hay movilizaciones importantes en La Plata, Tucumán, Resistencia, San Juan y Salta. En Córdoba, un grupo de estudiantes se atrinchera en el Barrio Clínicas y es desalojado luego de violentos combates callejeros con la policía.

En forma paralela, la ofensiva del gobierno contra conquistas históricas del movimiento obrero aviva la conflictividad social en muchas provincias. A comienzos de año, la implantación de los descuentos zonales le da vía libre a las patronales de Mendoza, San Juan, Santiago del Estero, Tucumán y Córdoba para pagar salarios 11% inferiores a los de Buenos Aires. El 13 de mayo, el gobierno deroga los regímenes especiales que existían para el descanso del llamado sábado inglés (trabajar ese día media jornada y cobrar jornada completa). Esto lleva a una asamblea del gremio mecánico cordobés con casi 4500 trabajadores, que termina con el abucheo al secretario nacional de SMATA, Dirk Kloosterman, y la irrupción de la policía en el local donde se realizaba la reunión. Al día siguiente salen a la huelga por 48 horas. El movimiento obrero de esa provincia, en solidaridad con estas luchas parciales y contra la represión estudiantil ya mencionada, decreta un paro general de 37 horas para el 29 de Mayo. Asoma entonces el Cordobazo.

El texto ya citado señala: “Ese día los obreros cordobeses abandonaron sus puestos de trabajo en cumplimiento del paro. Encolumnados, marcharon hacia el centro de la ciudad. Dirigidos por el sindicato mecánico, a los que se fueron sumando estudiantes, empleados y vecinos, las columnas de las fábricas fueron llegando a la ciudad. Allí las atacó la policía, que intentó dispersarlas. Desde las 11 hasta las 14 horas se produjeron violentos enfrentamientos en diversos puntos de la ciudad. Por la tarde, la mayoría de los testimonios coinciden en que la policía apenas controlaba las diez manzanas en torno al Departamento de Policía. Hacia las 17, el Ejército se dispuso a entrar en acción. Esa noche, el Ejército ocupó el centro de la ciudad y comenzó la tarea de recuperarla”.

Una de las lecciones fundamentales de aquellas jornadas las da otro autor cuando afirma: “(Se) muestra una nueva alineación de clases sociales. Al calor del combate obrero, los sectores medios modificaron drásticamente su comportamiento político y, en lugar de servir de base de reclutamiento de comandos civiles, nutrieron las barricadas en Barrio Clínicas. La política de la Libertadora logró lo que había resultado imposible durante diez años de gobierno peronista: vincular socialmente a las capas medias con el proletariado y empujar a la clase obrera hacia las banderas que la juventud rebelde enarbolaba en América Latina, el socialismo. La Libertadora (ahora con Onganía) tocaba a su fin. Sólo faltaba que sus jefes entendieran la nueva situación. El costo de su error podría ser terrible; la alianza política gestada en las barricadas podría modificar sus términos; es decir, en lugar de marchar tras las imprecisas banderas de SMATA y Luz y Fuerza, marchar tras los gallardetes de la Revolución Cubana. Entonces, en lugar de disputarse cuál de los partidos tradicionales, incluido el peronismo, se haría cargo del aparato del estado, se disputaría la naturaleza del estado”.[3]

La constatación  tal vez  más importante, entonces, fue la de observar a la clase obrera acaudillando tras de sí a sectores masivos de estudiantes y clase media en general, en una típica acción directa que golpea al corazón de las instituciones del régimen y las propias relaciones sociales capitalistas que éstas garantizan y reproducen. Su limitación estuvo dada en que no logró extenderse a otros puntos neurálgicos del país, como el cordón industrial bonaerense, y que no terminó de consolidar una organización de las propias masas autodeterminadas y su Estado Mayor: el partido. Pero el éxito no fue pequeño: renuncia de Krieger, estocada furibunda al Onganiato, la aparición de tendencias clasistas que irán in crescendo junto a una no despreciable influencia de la izquierda revolucionaria en dicho proceso y la irrupción de una constelación de diversos “azos” provinciales (en la propia Córdoba, dos años después, se producirá el Viborazo).

Todo lo cual abrió un período de evidente crisis de dominación para el conjunto de la clase dominante y dirigente argentina, que primero intenta reabsorber mediante las elecciones y la vuelta de Perón, y que logrará cerrar finalmente con el sangriento golpe de 1976 y la dictadura que lo siguió.

En el terreno historiográfico, el trabajo de las hermanas Balvé (colectivo CICSO de la Universidad de Ciencias Sociales de la UBA) sigue siendo de lo más sólido que se ha escrito e investigado sobre aquel proceso. A mediados de los 90, el historiador norteamericano James Brennan lanza una obra sobre el tema que adolece de algunos errores groseros y un marco teórico pobre y hasta estrechamente provinciano.[4] Muchas de estas falencias fueron acertadamente señaladas por otro investigador que de alguna manera retoma la línea de CICSO.[5] También existen los trabajos realizados por los propios protagonistas. Entre ellos merece destacarse el de Gregorio Flores (luego dirigente de Política Obrera), o una reciente biografía política de Atilio López y su activa participación en los sucesos de mayo, aunque esta última tiende a soslayar la influencia de la izquierda no peronista en el desarrollo de los hechos.

La corriente de la cual proviene el nuevo MAS cuenta con un trabajo –una recopilación de artículos del periódico y resoluciones nacionales del Partido Socialista de los Trabajadores (PST)– que en uno de los balances del Cordobazo sostiene: “La semiinsurrección cordobesa tomó de sorpresa a las tendencias guerrilleras. Contra todo lo esperado por ellas con su estrategia de guerra prolongada rural o urbana, las masas trabajadoras fueron capaces de enfrentar a la policía y derrotarla, conmocionar al ejército. Nosotros seguimos sosteniendo que Córdoba ha demostrado que con una buena dirección política podemos lograr organización, armamento y dirección insurreccional adecuada. Si se logró tanto, no hay ninguna razón para sostener que no podemos superar lo ya pasado. Por el contrario, la experiencia histórica muestra que hay un aprendizaje y superación constante del movimiento de masas. Esa es nuestra perspectiva”.[6]

Podemos decir que esas palabras conservan una renovada vigencia. El Cordobazo, al igual que la Semana Trágica de 1919 y  la huelga general (primera en la historia) contra un gobierno peronista en 1975 junto a la aparición de las Coordinadoras de los cordones industriales bonaerenses en ese mismo año. Son hitos en la organización de la clase obrera argentina y un jalón importante en la tarea de avanzar en la conformación de su conciencia histórica con vistas a lograr la hegemonía política social necesaria para construir un gobierno de los trabajadores y el pueblo. O lo que es lo mismo: un nuevo tipo de estado en transición al  socialismo, único capaz de iniciar la tarea –que en realidad es mundial– por terminar con la pobreza y la degradación social que el capitalismo imperialista le propina desde hace décadas.


Notas:

1. Balvé, Beba et al., Lucha de calles, lucha de clases . La Rosa Blindada, Buenos Aires, 1973. (Hay una reciente reedición con prólogo de las autoras: RyR, Buenos Aires, 2005).

2. Para un estudio detallado, ver de las mismas autoras El 69. Huelga política de masas. Ed.  Contrapunto.

3. Horowicz, Alejandro: Los cuatro peronismos. Editorial Legasa, Buenos Aires, 1984.

4. Brennan, James:  El Cordobazo.  Sudamericana, 1997.

5. Iñigo Carrera, Nicolás. Sobre El Cordobazo de James Brennan. Anuario IEHS, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional del Centro Nos. 12 y 13, 1997, 1998.

6. Moreno Nahuel: Después del Cordobazo. Editorial Antídoto, Buenos Aires, tercera edición, 1997.

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