Argentina

 

Un balance necesario

La ruptura de Izquierda Unida y el MST

Por Isidoro Cruz Bernal
Socialismo o Barbarie, periódico, 26/08/05

No vamos a ser sarcásticos ni a formular ironías respecto a la partición de la “izquierda que se une” (lema de la ex coalición “Izquierda Unida”). Ya los hechos hablan bastante por sí mismos. Y aunque esbozamos un duro balance, no pretendemos hacer leña del árbol caído, ni sacar tajada.

Desde este periódico hemos dicho varias veces lo que pensábamos de Izquierda Unida (IU) en tanto que proyecto político. La ruptura que se ha consumado se veía venir al orientarse el PC (Partido Comunista) hacia la participación en el Encuentro de Rosario, reagrupamiento centroizquierdista más afín a la tradición y a la política del PC que busca aliados únicamente hacia su derecha (PS, Alicia Castro, un casi inexistente PI, etc). Lo único que pudo haber resultado algo sorpresivo es la rapidez con que se consumó, ya que se pensaba que ambos socios (el PC y el MST-Movimiento Socialista de los Trabajadores) iban a tratar de aprovechar por última vez el pequeño, pero real, espacio electoral que había conseguido IU en 8 años. Pero el hecho de que IU tuviera patente de vencimiento en 2007 (momento en que, aparentemente, haría su aparición electoral el Encuentro) aceleró el pasaje de IU a mejor vida.

¿Qué fue Izquierda Unida?

IU siempre fue un frente engañoso. Era un acuerdo electoral permanente, que se sugería como casi “estratégico”, en nombre de una “unidad de la izquierda” sin bases políticas reales, pero que, al mismo tiempo, estaba sujeto a las conveniencias coyunturales de ambos socios. Era un acuerdo electoral que tenía el objetivo de explotar las ilusiones políticas de un sector del electorado que se identifica genéricamente como “de izquierda” pero que no adhiere a la política de ningún sector en particular.

IU contenía, desde su inicio dos proyectos, parcialmente contradictorios: el “frentepopulismo” del PC, partidario de la colaboración de clases; y la política del MST, de acusados rasgos centristas, oportunistas y despolitizados, que intentaba construirse como organización genéricamente socialista a partir de aparecer públicamente como la abanderada de la unidad de la izquierda. Esto permitió una coexistencia, una cohabitación entre el PC y el MST basada en intereses crudamente electorales, pero no sirvió como una forma de acumulación real para una fuerza política con un programa anticapitalista y socialista. IU tampoco sirvió como primer paso para procesar una representación política de los trabajadores en lucha, como fue el PT brasileño en sus inicios, a pesar de que éste incluía al ala izquierda de la burocracia sindical ligada a la Iglesia y de levantar un programa ambiguo.

Fue siempre un frente que se daba lustre de ser “la primera piedra” para edificar la “unidad de toda la izquierda”, pero que contenía en su interior tensiones que más tarde o más temprano la lucha de clases haría estallar. Y que, por lo tanto, iba a tener continuidad sólo en tanto el PC y el MST sofocaran toda discusión política real, o la redujeran a maniobras diplomáticas y cortinas de humo. Al aflorar las primeras contradicciones en cuanto a hacia dónde orientar IU –con la presión crudamente derechista introducida por la llegada al gobierno de Lula, Tabaré Vásquez, etc.– , se vino abajo todo el decorado que ocultaba las endebles bases en las que se apoyaba.

Conclusión: IU fue un frente sin principios que, como tal, no permitió realmente hacer una acumulación ni para la vanguardia obrera ni para un proyecto de izquierda consecuente. Por el contrario, la ruptura de IU, ha dejado también en puerta la ruptura del propio MST, como veremos más abajo.

El PC: de IU a ala izquierda del “progresismo”

El PC llevó a cabo la segunda edición de IU en 1997 como una forma de salir de la crisis en que lo había sumido su virtual expulsión del Frente Grande dado que el en ese momento ascendente “Chacho” Alvarez lo veía como un aliado indeseable. El PC buscó recomponerse con una política más “a la izquierda”, que proclamaba que “la revolución era socialista” (con Cuba como modelo), al mismo tiempo que, en nombre de la “unidad contra el neoliberalismo”, trataba de hallar aliados entre los políticos pequeño-burgueses y “progresistas” en general.

Desde los últimos tiempos del menemismo y durante la Alianza, mientras la política neoliberal se expresó de forma pura y dura, el PC mantuvo este curso más a la izquierda. Pero bastó que pasara la rebelión popular de 2001 y empezara a aparecer la actual ola de gobiernos “progresistas” en América Latina para que el PC pensara seriamente en abandonar una alianza que le estorbaba para llevar a fondo su política de fondo. Política que hoy se expresa limitadamente a través de un acuerdo con el PS, Alicia Castro (que oficia como “embajadora” de Chávez) y otros sectores, y que es algo parecido a lo que en los conciertos de rock se llama “grupo soporte”. Un frentecito “progresista”, en espera del gran frente progre para el  2007 eventualmente encabezado por el amigo de Kirchner, Hermes Binner.

El MST e IU: una doble ruptura

En lo que respecta al MST, el balance es distinto. Mientras el PC tiene, claramente, un plan B, el MST había jugado los elementos más decisivos de su perfil político a IU. Sin que reivindiquemos de ninguna manera la versión 1989 de IU, en aquella todavía aparecía el viejo MAS con un perfil definido (a pesar de todas las desviaciones oportunistas que lo llevaron a su crisis). En la segunda edición de IU, el MST ha quedado casi disuelto, sin contornos políticos propios. Lo que decía su propaganda cotidiana era paródicamente cierto: era el MST en Izquierda Unida. Y nada más.

Este resultado fatalmente obtenido tiene su origen en uno de los rasgos más persistentes de la dirección del MST: su arraigado tacticismo. Esta corriente se caracteriza por definir su política exclusivamente a partir de tácticas de construcción partidaria que funcionan como atajos respecto a la dura y paciente tarea de construir un partido revolucionario. Ahora mismo, con el fracaso de IU en ciernes, el MST fracción Alternativa Socialista ha pasado, como se puede leer en el informe internacional de AS 411, del 17-8-05, de teorizar el “frenteizquierdismo” a plantear el movimientismo como panacea universal.

Es que los análisis que plantea esta corriente no son solamente superficiales, como piensa el resto de la izquierda revolucionaria en todos sus matices, sino que cumplen la función de justificativo de su tacticismo. Primero se plantea una táctica de construcción y después se acomoda la realidad para que entre en ese plan.

Veamos cuál es el resultado general del tacticismo del MST. Ya dijimos que IU no sirvió ni como forma de construir una fuerza política anticapitalista y socialista ni como representación política de clase de los sectores de la vanguardia obrera. El tacticismo del MST solía tener una respuesta: “con el PC tenemos las mismas diferencias que el resto de los trotskistas, pero IU es una táctica para construir un gran partido”. Es hora de hacer un balance: ¿sirvió para eso? Desgraciadamente, no sólo el MST no es un gran partido ni tiene influencia de masas sino que, en este momento, son dos partidos. [En los hechos y desde hace casi dos años el MST está dividido en dos fracciones muy enfrentadas y que parecen acercarse a una ruptura final en el corto plazo.] Con el siguiente inconveniente: como apostaron fuertemente a IU como táctica de construcción y, peor aún, como perfil político diferenciador del resto de la izquierda trotskista, la defunción de IU los deja desguarnecidos para enfrentar el futuro, sin un proyecto político claro. Y, para colmo, al borde de la división política entre las dos fracciones que integran hoy el partido.

Así, los presuntos éxitos que implicaba obtener algunos diputados (a nivel local, con excepción de Patricia Walsh) se vuelve nada en comparación con la pérdida de perfil político propio y sólida construcción que implicó la apuesta absoluta a un frente sin principios como IU. El tacticismo puede cosechar algunos éxitos coyunturales (y, en general, superestructurales), pero se revela incapaz de procesar una acumulación política de orientación socialista revolucionaria. La pregunta que, obligatoriamente, hay que hacerles a los compañeros del MST después de IU cae de madura: ¿qué balance hacen? ¿Qué resultado práctico y real les significó su larga sociedad con el PC? ¿Fue una táctica que les permitió desarrollarse como partido? Nosotros creemos que se van con las manos vacías. O peor que eso, perdieron su perfil político como partido y tienen su organización dividida en dos mitades.

Perfil peronista y trasbordo de arribistas: los frutos del tacticismo

Ha sido evidente para cualquier observador que los cabildeos con el PC alrededor de la continuidad o no de IU introdujeron a una variopinta serie de personajes: Rivas (PS), Alicia Castro, Mario Cafiero, el “resucitado” PI, etc. Por fuera de las diferencias políticas entre esta gente se puede decir que, a excepción de Rivas (que representa al tradicional socialismo amarillo), se trata de personajes y corrientes poco orgánicas que oscilan entre la burguesía y las clases medias sin una representación social muy definida, pero con una función política muy precisa: marcar “por derecha” los límites de cualquier acuerdo político. Un desarrollo posible de esta situación era que toda esta gama de personajes y corrientes quedara del lado del PC y que el MST rompiera con IU salvando mínimamente la cara, aún sin comprensión política de su deriva de estos años ni haciendo ningún balance. Sin embargo, a partir del hecho de que las candidaturas en juego eran verdaderamente pocas y del juego de tensiones PC-MST, el peronista Mario Cafiero quedó del lado del MST. Y éste lo recibió con los brazos abiertos.

Ya desde un tiempo antes el MST armó a su militancia con el argumento de que la crisis de los partidos patronales ha llevado a que exista un conjunto de sectores y personalidades de la centroizquierda y el peronismo que rompen con sus núcleos de origen y convergen con la izquierda.

Esto no tiene pies ni cabeza. Por más que el Argentinazo conmocionó al sistema de partidos del país, no alcanzó a matarlo. Esto es especialmente cierto respecto del PJ, cuya peculiar "interna abierta" busca tener en vilo a la sociedad. Por más empeñosamente que se busque no se va a encontrar a un sector peronista progresivo real que se oriente hacia la izquierda. Mario Cafiero es un político semi-marginado de su propia clase, con un curso político incierto y que, sobre todo, no refleja ningún proceso real ni de la clase obrera ni de sectores populares sanos que todavía, con suerte, pudiera llegar a haber dentro del PJ. Darle un lugar protagónico en la campaña electoral de una fuerza que se reivindica obrera y socialista es un despropósito. Aunque los compañeros del MST nos digan por abajo que “no va a entrar”, es un completo desatino que Mario Cafiero vaya en un lugar de la lista que está claramente por encima del que ocupan militantes obreros del MST. Como ya dijimos en nuestro número anterior: no rechazamos a priori y en toda circunstancia que sectores o personalidades emigrados de la burguesía y las clases medias se unan honestamente o integren listas electorales con la vanguardia obrera. Pero no pueden ni deben ocupar los primeros puestos. De paso, es la única forma que tiene una fuerza obrera y socialista de testear la firmeza o la sinceridad del paso dado por estos sectores.

¿Política de masas?

Esta política ha sido argumentada y justificada mediante la idea de que hacer esto es tener “política de masas”. Pero creemos que este tipo de planteos continúa y profundiza la lógica tacticista a la que se ha reducido la política del MST. Esta pretensión de hacer “política de masas” o “gran política” que “huye de lo testimonial” no es más que una ilusión. Muerta IU, bueno puede ser “probar un perfil peronista”, parecen decir los compañeros. Pero no es una salida: es otra fuga hacia adelante. Es continuar con las mismas mañas después de haber llevado una experiencia parecida hasta su consumación y bancarrota.

Generalmente, los compañeros del MST suelen remitir a Nahuel Moreno (que está fallecido y no se puede defender) para justificar este tipo de política. Consideramos que el “morenismo” es una experiencia objetivamente acabada que, en su estallido, ha dado origen a varias corrientes: el propio MST, el PTS y el MAS en la Argentina; el PSTU y el MES en Brasil. Pero por fuera de una serie de críticas importantes que se le puede hacer a aspectos de la trayectoria de Moreno y su corriente histórica, consideramos que ésta tiene un balance con muchos elementos positivos. Los compañeros del MST convierten la referencia a Moreno en un fetiche y, de hecho se limitan a conservar la forma y cambiar (para mal) el contenido. Creemos que por más que Moreno recurrió a tácticas de alianza (y de entrismo liso y llano) en relación con el peronismo, lo hizo en un momento histórico en que la clase obrera era peronista en su inmensa mayoría (y no marcada por el apoliticismo como hoy). Además, los movimientos tácticos de Moreno, siempre se relacionaron con los sectores obreros progresivos reales del peronismo. Penetrar en el peronismo siempre fue, para Moreno, un rodeo para entrar en la clase obrera. Los compañeros del MST, por el contrario, recurren a los aspectos más mitológicos del peronismo (como el culto a Evita), en un momento en que eso no llega a ningún sector progresivo. Y solamente contribuye a afirmar un montón de prejuicios conservadores en los sectores a los que su campaña pueda llegar, que de ningún modo es un auditorio de masas. Es decir, ayuda a la confusión en la gente que se siente de izquierda. En vez de plantear claramente la necesidad de acabar con el peronismo, se sigue presentando la ilusión de que podría haber “otro” peronismo que no fuera burgués y capitalista hasta los tuétanos.

Otra cuestión parecida es la recepción de arribistas emigrados de Zamora que han engrosado las listas del MST. Con gente que alcanzó la diputación merced a los votos de otro (más allá de la opinión que tengamos sobre él, que, como se sabe, en el caso de Zamora no es buena) debe regir el mismo criterio antes mencionado: no pueden ocupar un rol protagónico en la lista. La pueden integrar, pero siempre en forma subordinada.

Futuro incierto

A causa de la experiencia de varios años por la que ha atravesado el MST y que se cierra en estos días, podemos decir que es una corriente de futuro incierto. Decir esto no nos alegra, más allá de las diferencias políticas que hace más de 15 años nos separan, especialmente si los compañeros que han militado para construir esta organización no sacan conclusiones consecuentes sobre su propia historia política y se mantienen aferrados a esa deriva (ambas fracciones defienden el perfil peronista y planteaban la continuidad de IU).

Creemos que los compañeros son, desgraciadamente, fieles a la misma ceguera política que los llevó (entre otros elementos) a dividir el viejo MAS en pos del frente con el PC (1992), frustrado en ese momento por un cúmulo de circunstancias.

Los compañeros del MST fueron la corriente más conservadora y acrítica de las que se desprendieron del viejo MAS de los 80, encerrada en una defensa ciega de toda la trayectoria del viejo partido. Eso se refleja en algo que siempre ha estado en la boca de toda la izquierda revolucionaria: su total falta de elaboración teórica, afirmada en la impresentable creencia de que su organización conocía “la ruta de acceso a las grandes masas”. Y que todo el resto de los partidos marxistas revolucionarios y trotskistas éramos (y somos) sólo unas sectas... Sería importante que los compañeros del MST de ambas fracciones contrasten esa creencia con la realidad. Esta creencia, que ha animado gran parte de su acción, no ha resistido la prueba de los hechos.

Va a ser seguramente un camino de reflexión difícil y traumático, pero absolutamente necesario, el que dirigentes, sectores o compañeros de esta organización, evolucionen en un sentido de superación de las inercias y graves deformaciones oportunistas y dogmáticas de su partido. Nadie puede llevarlo a cabo en su lugar.

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