Argentina

 

Kirchner después de las elecciones

Entre contradicciones y “metidas de pata”

Editorial de Socialismo o Barbarie, periódico, 17/11/05

Las últimas semanas mostraron una evolución política un poco inesperada. El gobierno de Kirchner venía de anotarse un triunfo importante en las elecciones nacionales, con una relegitimación que alcanzaba también al régimen político. Era de suponer que con esta inyección de capital político, el gobierno iba a salir a ocupar el centro de la escena con renovados bríos. Sin embargo, lo que sucedió fue que se dieron una serie de hechos políticos de los que el gobierno no salió bien parado y que lo muestran presa de un momentáneo desconcierto. Esto no significa que el triunfo del gobierno tras las elecciones se haya licuado, pero sí muestra que ese innegable fortalecimiento no es absoluto: tiene límites precisos.

Repasemos los acontecimientos. Primero fue el estallido popular en Haedo, que el gobierno intentó utilizar como palanca de apoyo para una campaña virulenta contra la izquierda (ver pág.6), en vez de tomar nota de la indignación general por el estado del transporte público y en especial los ferrocarriles, que además reciben jugosos subsidios estatales. El gobierno se aferró tozudamente a su denuncia de la “izquierda violenta”, lo que además de ser falso iba a contramano de lo que la población esperaba oír: un rechazo a la concesión escandalosa de TBA, empresa cuyos dueños tienen excelentes relaciones con el kirchnerismo.

Enseguida llegó la Cumbre de Mar del Plata. Si bien la Cumbre se analiza en nota aparte, cabe adelantar que –además de seguir errando el blanco respecto de la campaña contra la izquierda–, Kirchner compró un serio problema, como resultado de un manejo inadecuado de la relación con Bush y EEUU. El problema es que difícilmente los yanquis colaboren en lograr un acuerdo con el FMI para 2006.

Como parte de una tendencia que ya habíamos mencionado, hubo una serie de conflictos de características más duras, con enfrentamientos físicos, patotas de la patronal y vista gorda del gobierno. Fue el caso, por ejemplo, de los trabajadores telefónicos de Atento, pero sobre todo del conflicto en el diario Crónica ( ver pag.4 y 5). Esto también permite una lectura política: la relación de fuerzas de conjunto no admite que una empresa amiga del gobierno pueda resolver sin más un conflicto laboral con un grupo de tareas de tipo paramilitar.

Finalmente, el otro gran hecho político es la suspensión y el inicio del juicio político al jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Aníbal Ibarra, por el caso Cromagnon. Este desenlace era algo que el gobierno había intentado evitar por todos los medios. Y “todos los medios” no es una figura: el bochornoso traspaso de Eduardo Lorenzo “Borocotó” desde las filas del macrismo a las del kirchnerismo fue de una impudicia tal que repugnó a toda la población. El jefe de gabinete, Alberto Fernández, salió a decir –con total desparpajo– que “habíamos prometido cuatro diputados y acá están” (en las elecciones el kirchnerismo sólo había logrado tres).

El tiro le salió por la culata: el voto de Borocotó en la Legislatura fue contra Ibarra, otros oficialistas se dieron vuelta y así se alcanzaron los votos necesarios para el juicio político, de la mano de la tremenda presión que pusieron los familiares de las víctimas de Cromagnon (con escarches, escaramuzas en la Legislatura, etc.).

Se trata, sin dudas, de una doble derrota política para el gobierno: primero, porque Ibarra fue siempre un aliado, y segundo, porque los métodos para intentar defenderlo no sólo fueron ineficaces sino que agravaron el daño político infligido al gobierno. Kirchner, después de sacarse fotos abrazado a Borocotó, huyó a El Calafate y no volvió a decir esta boca es mía respecto del juicio político a Ibarra. Certeramente los familiares le cantaron “es para Kirchner que lo mira por TV”.

Todos estos elementos, aunque de origen y características distintas, tienen en común que hacen referencia a, y muestran la continuidad de, problemas más de fondo en la estructura política, económica y social. Si bien hemos definido el cierre del Argentinazo en tanto proceso que cuestionó a fondo la gobernabilidad e institucionalidad burguesa, queda claro que en Argentina y en toda América Latina estamos en un nuevo ciclo político abierto en el siglo XXI, con coordenadas radicalmente diferentes a las de los 90 y una relación de fuerzas más favorable al desarrollo de la lucha de clases.

En el plano más coyuntural, y como hemos venido señalando, se consolida la tendencia a conflictos de trabajadores ocupados de características más duras –de ambas partes–, en el marco de que se mantiene la ola de luchas obreras reivindicativas con eje en el salario. Lo ocurrido en Crónica, y también con los telefónicos de Atento, son un claro indicador de esa continuidad de las luchas y de la recomposición, en un contexto de más “dureza”.

Luces amarillas que anuncian más ajuste

El resultado de la Cumbre de las Américas, como hemos dicho, no fue nada bueno para el gobierno. Es cierto que consiguió hegemonizar la Contracumbre y desplazar a la izquierda opositora (incluso arrastrando, por la vía del chavismo, a un MST políticamente muy desubicado). Pero los fuegos de artificio –como los ladridos contra Vicente Fox, el cipayo presidente mexicano que actuó por cuenta y orden de Bush en toda la Cumbre– son mayormente para consumo político interno. El saldo de política internacional le terminó dando al gobierno muy negativo: quedó mucho más lejos que antes de lograr su principal objetivo, lograr el apoyo de Bush en la negociación con el G-7 y el FMI.

Esto tendrá consecuencias inmediatas en la política económica. El Presupuesto 2006, que ya estaba listo para ser votado, partía de la base de que iba a haber acuerdo con el FMI. Esa posibilidad ahora se aleja, porque el FMI va a venir con exigencias durísimas que implican prácticamente volver a la política de Cavallo pero sin 1 a 1. El horizonte que se avecina es que no habrá acuerdo y Kirchner seguirá pagando puntualmente al Fondo y los demás organismos financieros (Banco Mundial, BID). Lo que significa un gasto adicional –porque el acuerdo implicaba renovación, no cancelación, de los vencimientos de deuda– de unos 10.000 millones de pesos para 2006 (Clarín, 16-11-05).

Eso, a su vez, se traducirá en un mayor ajuste de las cuentas del Estado. Esto es, recaudar más y gastar menos. Es sabido que, una vez más, hay previsto 0% de aumento para estatales y jubilados. Las famosas obras con gasto público quedarán para mejor ocasión, más cerca de las elecciones del 2007. A eso se suman las presiones de las privatizadas, que ven que con una inflación estabilizada en más del 10% las renegociaciones de tarifas que se venían haciendo ya no cierran.

Y lo más candente es el reanimamiento de la inflación que vuelve a instalar la llamada “puja distributiva” entre los trabajadores y la patronal. El empresariado observa con preocupación la inevitable escalada de conflictos salariales, empujada por un incesante aumento del costo de vida que se nota aún más en los artículos de consumo popular. Por eso la UIA ya propuso, con el visto bueno de la burocracia de la CGT, cerrar acuerdos salariales para todo el año con cifras “responsables” (es decir, que tengan la inflación como techo). Pero eso todavía está verde, y lo que se percibe como tendencia es más bien un recrudecimiento de conflictos por gremio, al estilo de lo que vimos en 2005.

Poner todo para ganar

La desorientación de Kirchner es evidente y todavía le dura. Entre otras cosas, no terminó de reaccionar ante la suspensión de Ibarra, y ciertas definiciones importantes, como los cambios en el gabinete, ya deberían haberse producido. Quizá el gobierno haya creído que el período entre el 23 de octubre y la asunción del nuevo Parlamento (10 de diciembre) iba a resultar políticamente “muerto”. Pero la Argentina de hoy, no está para tomarse respiros ni para “piloto automático”.

Sin embargo, esta situación no puede durar mucho más. El gobierno intentará más pronto que tarde superar estas semanas de mareo y retomar el control, blandiendo el capital político ganado en las elecciones.

Esto significa, concretamente, que intentará pasar a la ofensiva con su agenda, lo que implica casi inevitablemente y en lo inmediato un importante ajuste para que le cierren las cuentas y para sostener a capa y espada los márgenes de ganancias de su amigos empresarios, exportadores y de otra laya.

En estas condiciones, se multiplicarán conflictos como los de Crónica y otros por salario y demás reivindicaciones. Conflictos duros que las patronales (de la mano del Ministerio de Trabajo), intentarán derrotar para “planchar” la coyuntura y liquidar las presiones que vienen desde abajo y que pueden –eventualmente– hacer saltar la estantería de la estabilización económica y política de K.

Así es que la tarea primera y más importante de las próximas semanas es poner todo para que conflictos como el de Crónica, el de los no docentes de Mar del Plata y otros se ganen. Impulsemos la más amplia unidad alrededor de ellos; sigamos el ejemplo de los duros métodos de lucha que están adelantando los compañeros, como se ha visto con la ocupación de parte del edificio en Crónica o del local de Atento.

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