Argentina

 

Debates en la izquierda

Nuestra posición ante la “autoconvocatoria por el reagrupamiento”

Socialismo o Barbarie, 26/01/06

El 17 de diciembre pasado se realizó una reunión en la Facultad de Filosofía y Letras por parte de una serie de grupos políticos, dirigentes sindicales y personalidades. Particularmente, participaron del evento ambas fracciones del MST, que vienen del proceso de división de IU.[1] En nuestro caso, nos hicimos presentes con dos compañeros de la dirección en calidad de observadores. En las líneas que siguen pretendemos fijar nuestra posición respecto de esta convocatoria.

El proceso internacional

Para abordar la “autoconvocatoria” se debe partir de un marco más general: es un hecho que, internacionalmente, está en curso un proceso de delimitación a izquierda respecto de los gobiernos de centro izquierda o socialdemócratas al frente de varios países, tanto europeos como latinoamericanos.

Este proceso hace parte de algo mayor: con el comienzo del nuevo siglo está en curso –aun desigualmente de país a país– un proceso de refundación-recomposición-reorganización de la clase trabajadora. Este proceso tiene dos expresiones que no siempre se encuentran en sintonía: un flujo de fondo en lo que hace al comienzo de experiencias independientes y de organización a nivel de las luchas y la organización sindical de una amplia vanguardia de la clase trabajadora, que marca la creciente emergencia de esta última en las luchas en varios países.

Ejemplos de esta realidad son el caso de la UNT (Unión Nacional de Trabajadores) en Venezuela, el caso del Conlutas (Coordinadora Nacional de Luchas) en el Brasil, el desarrollo en nuestro país de importantes luchas de trabajadores ocupados, con perspectivas de continuar con todo este año, en varios casos con direcciones independientes y de la izquierda “clasista”. Incluso en el Norte imperialista, aunque venga de más atrás, estuvo la reciente huelga del transporte en Nueva York, el caso de las luchas de los ferries en Córcega (Francia) e Irlanda, etc.

Al mismo tiempo, este proceso de recomposición tiene otra cara, el proceso político. Es decir, la tendencia al surgimiento de agrupamientos a izquierda de los partidos o gobiernos de centro izquierda, socialdemócratas, nacionalistas burgueses o de frente popular. En las condiciones de la situación mundial de polarización y de irrupción de importantes luchas, esta experiencia se está procesando en diversos países y tienen características diversas: es decir, en ninguno de los dos andariveles de la recomposición hay “modelos” a copiar. Se trata de precisar el análisis concreto de cada caso.

Hablamos de experiencias de distinto valor que no se pueden igualar: está desde el caso reformista del Partido de Izquierda en Alemania (coalición reformista entre el ex PC y una ruptura del PSD encabezada por el ex ministro de economía de Schroeder), el caso de Respect en Inglaterra (coalición electoral hegemonizada por el SWP inglés), del P-SOL en el Brasil, el PRS en Venezuela, el por ahora frustrado IPT en Bolivia, etc.

Insistimos: se trata de casos diversos y que no admiten copias mecánicas. Una cosa son las formaciones directamente reformistas y pro-capitalistas como el Partido de Izquierda en Alemania; otra los casos de formaciones de izquierda “amplias”, como pueden ser Respect (o, algo más a izquierda, el propio P-SOL); otros que tienen más la forma de movimientos de trabajadores, como el caso del PRS o el posible del IPT en Bolivia. Estas características diversas responden tanto a las improntas de cada proceso y la circunstancia en la cual emergen así como de los actores o corrientes que se ponen al frente o hegemonizan las mismas.

En otro plano, y en ausencia de una verdadera Internacional marxista revolucionaria, aun en un proceso plagado de contradicciones y presiones, hay también una cierta tendencia a poner en marcha eventuales experiencias de reagrupamiento internacional. El caso de los Seminarios Internacionales del P-SOL (en los cuales, como corriente Socialismo o Barbarie Internacional, estamos participando) es uno de los ejemplos de esto.

Es decir, internacionalmente hay varios ejemplos de experiencias de formaciones a izquierda que surgen ante el choque de las duras condiciones de vida, las luchas de resistencia y la emergencia de gobiernos de centro izquierda neoliberal o en su variante 100% capitalistas que defraudan –o caminan a defraudar– las expectativas populares, experiencias que plantean la necesidad y oportunidad de una orientación para intervenir y dar la pelea en ellas.

La ruptura de IU

En el caso de la autoconvocatoria, tiene un claro antecedente: el reciente estallido de IU como expresión del crudo y abierto giro a derecha del PC en la búsqueda a cualquier precio de las mieles de cargos gubernamentales (siguiendo la experiencia del FA en Uruguay o del PT en el Brasil).

Desde el nuevo MAS, siempre estuvimos en contra de Izquierda Unida, que no fue más, a nuestro modo de ver, que una cooperativa electoral que no servía como ámbito de acumulación en el sentido de la construcción de una alternativa y organización realmente independiente, de lucha y revolucionaria. Esto es lo que explica –entre otras cosas– lo señalado por uno de los dirigentes del MST 1 cuando dice “estamos peor que hace 15 años”, pero sin sacar ningún balance al respecto. Ni tampoco, claro está, sobre las razones y lecciones dejadas por la crisis y estallido del viejo MAS.

Sin embargo, sería un error dejar de tomar nota que IU se rompió y que este hecho, hasta cierto punto, abre un cierto “barajar y dar de nuevo” a nivel de las corrientes de izquierda en lo que hace al terreno político general.

En gran medida, la iniciativa que se está poniendo en pie parece querer responder a esta ruptura de un proyecto sostenido por más de una década, y que estaba viciado por elementos frente populistas desde sus mismos orígenes. Pero a priori, esto no puede servir para negar el valor objetivo que tiene la ruptura de IU y que plantea un debate y una pelea por una orientación de recomposición política en un sentido de clase e independiente.

Si bien ambas fracciones del MST participaron en las recientes elecciones mediante un frente electoral armado de apuro (UNITE, de la mano de Mario Cafiero), la ruptura de IU dejó planteado un proceso más de conjunto, que ahora ha incluido una ruptura de sectores provenientes del PC tras el giro derechista de su dirección, entre otros elementos.

La “auto convocatoria” podría recoger así algunos elementos reales donde lo que está en discusión es que repuesta se le debe dar para que pueda tener una evolución progresiva.

El Argentinazo: ausente sin aviso

Una cuestión que llama poderosamente la atención en la mayoría de los textos y artículos publicados acerca de la autoconvocatoria y en el texto mismo de ella es la ausencia de mayores referencias al proceso del Argentinazo.

Es un grave problema hacer caracterizaciones de la izquierda, hablar de su “dispersión”, etc., de manera casi- totalmente independiente del proceso revolucionario y la rebelión popular vivida en el país en los últimos años. ¿Nada se desprende de él? ¿Ningún aprendizaje, ninguna lección estratégica, de organización y para la lucha?

Esto es llamativo porque de los alcances y límites mismos de la experiencia vivida surgen conclusiones y lecciones de la lucha de clases que deben servir a la forja revolucionaria del futuro. Esto, claro, si el punto de referencia es, en última instancia, la revolución social. A nuestro modo de ver, no puede haber otro.

Esto plantea una comprensión no derrotista respecto del problema de la “división” de la izquierda, que nunca debería ser entendida como un factor en sí mismo, independiente de los problemas políticos y estratégicos. Hasta cierto punto, la no emergencia de una alternativa independiente y revolucionaria con peso real entre las masas tuvo que ver con los límites del proceso mismo: básicamente, la falta de ingreso a la pelea de la clase obrera ocupada, así como de un proceso real de radicalización política de amplios sectores de masas.

Pero a estos factores “objetivos” se le deben sumar los de tipo subjetivo: las graves responsabilidades de la izquierda a la hora de no haber sido capaz de poner en pie ámbitos reales de frente único, ámbitos de unidad de clase que hubieran servido para la pelea por las masas y por el imprescindible ingreso a la lucha de la clase obrera ocupada. Es decir, el haber sostenido estrategias “piqueteristas”, el haber armado absurdos “corralitos” alrededor de las asambleas populares, los movimientos de desocupados y las fabricas recuperadas, sin apuntar a una organización de tipo “soviético”, de conjunto, nacional, que pudiera de manera efectiva plantearse el problema del poder.[2]

El criterio debe ser de clase

Venimos subrayando una serie de problemas que creemos deben ser debatidos a la hora de la autoconvocatoria. Para nosotros, sobre todo hay uno que es fundamental no sólo en la discusión aquí, sino internacionalmente: el criterio de clase a la hora de la definición del proyecto político que se pretenden poner en pie. A nuestro modo de ver, lo que hay que crear es un agrupamiento o movimiento político que expresamente se defina como de los trabajadores: es decir, la referencia en la clase obrera y su independencia de clase deben ser el componente fundamental del proyecto que se pretenden poner en pie.

En el propio debate internacional de las experiencias de reagrupamiento, venimos señalando el problema de los criterios difusos como “izquierda radical” y otros por el estilo.[3] La convocatoria plantea la “necesidad de una izquierda antiimperialista y anticapitalista”. Pero no se puede perder de vista que la única clase que puede ser consecuente con ambas perspectivas es la clase obrera, que no hay “antiimperialismo y anticapitalismo” consecuente si no es a partir de la clase trabajadora. Y esto no parece estar planteado así –hasta ahora– por la mayoría de los componentes que participan de la autoconvocatoria.

Parte del problema que venimos señalando hace a precisar cuál es el punto de referencia del reagrupamiento, movimiento, frente o partido que se pretende construir: a nuestro modo de ver, la mirada de los interlocutores que esta expresando la autoconvocatoria es demasiado “desde arriba”.

Es decir, no se trata de agrupar a “figuras” (o, peor aún, personajes casi completamente desconocidos y desligados de la lucha de clases cotidiana) desplazadas de las instituciones parlamentarias. De lo que se trata es de construir un punto de referencia político que tienda a agrupar en ese terreno a los mejores compañeros que está dando el actual proceso de las luchas y de emergencia de un nuevo clasismo. Desde ya que esto no tiene porque excluir otros elementos, pero siempre, siempre, estos otros “elementos” (o componentes) tienen que estar subordinados al carácter de clase del agrupamiento que se intenta poner en pie.

El problema de Mario Cafiero

Es como parte de este criterio de reagrupamiento de “figuras” con límites de clase, como mínimo, difusos, que aparece la cuestión de Mario Cafiero. Es contradictorio y un grave problema señalar –como se plantea en otro párrafo el texto de la autoconvocatoria– la necesidad de “ofrecer una alternativa desde la clase trabajadora” y al mismo tiempo impulsar como componente y una de las figuras centrales de la autoconvocatoria a Cafiero.

Sus antecedentes políticos como parte de gobiernos patronales son un hecho que no se puede desconocer. Que sepamos, no se sabe de autocríticas respecto de esta realidad. No es que, a título individual, no se podría aceptar bajo ningún concepto a personas que vengan de la burguesía. Pero entonces se debería verificar el expreso cambio de clase social de las mismas: es decir, no pueden ir en el primer lugar de las listas o ser presentadas como uno de los principales componentes del agrupamiento que se quiere construir, so pena de cumplir el papel de “sombras de la burguesía” que denunciara Trotsky en el Frente Popular español.

En la medida en que deja de representar, aun fantasmagóricamente, a esta clase y pasa a ser parte de otra clase, debe ocupar otro lugar completamente distinto en el agrupamiento o movimiento que se pretenden poner en pie. En la medida que viene a él manteniendo su carácter de figura y corriente de raíz burguesa eso plantea el problema del carácter de clase del agrupamiento.

A nuestro modo de ver, la actitud de ambos MST –hasta donde sabemos– de colocar a Mario Cafiero en esa posición de privilegio tiene el peligro de viciar el carácter de clase de la autoconvocatoria misma.

Programa y organización

Programa y organización: ¿qué debe prevalecer a la hora de la puesta en pie de un nuevo proyecto? Según la tradición del marxismo revolucionario, no puede ni debe haber una contradicción absoluta entre ambos términos. Un ángulo meramente “organizativista” (como es el que parecen expresar los compañeros del MST 1) es peligroso porque puede dar a entender que se puede juntar el agua y el aceite y, entonces, ser pasto para el eclecticismo y oportunismo habitual.

Por el contrario, reducir todo al “programa” (el caso del MST 2) puede perder de vista que, efectivamente, es inevitable –para toda una serie de experiencias de movimientos o instrumentos políticos que se están poniendo en pie– el frente único de tendencias como instancia de mediación imprescindible.

Esto no quita que, dialécticamente, el régimen interior de una organización siempre esté subordinado en última instancia al tipo de programa que se busca sostener. Efectivamente, el programa es lo que manda. Si se trata de un instrumento que jerarquiza como elemento central la lucha de clases cotidiana y la vinculación con los sectores más activos de la clase obrera, el régimen interior será más sano que si se trata de un mero armado electoralista de figurones para la mera disputa de cargos electorales. Esta es también, por ejemplo, la prueba que tiene por delante la experiencia del P-SOL en el Brasil.

Frentes únicos, movimientos y partido

No se trata sólo de la discusión con los peligros más oportunistas o posibilistas. En el escenario mundial y latinoamericano tenemos también una serie de corrientes de  características sectarias y autoproclamatorias. En su actividad política están casi excluidas todo tipo de instancias de mediación, de unidad en la lucha y frente único. Esto es un clásico error infantilista “de izquierda”, tal como criticaba Lenin en su clásico trabajo El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo.

En nuestro país, tenemos los casos del PO y el PTS, lanzados básicamente a la construcción “directa” del “partido revolucionario” (es decir... la de ellos mismos).[4] La construcción del partido revolucionario es decisiva y central: esto es lo que ha demostrado y vuelto a demostrar toda la experiencia histórica y, particularmente, la de las rebeliones populares de comienzos del siglo XXI en nuestro país, agudamente en Bolivia, etc. Pero esto no quiere decir que para llegar a él no haya que pasar –obligatoriamente- por toda una serie de instancias de mediación so pena de ser toda la vida una secta.

En concreto, no hay cómo contraponer mecánicamente la construcción del propio partido al proceso de surgimiento de corrientes a izquierda del reformismo, que necesariamente vienen con todo tipo de límites problemas.

Se trata de lo contrario: en la medida en que sea posible –respetando toda una serie de criterios principistas; en primer lugar, el de independencia de clase– llevar a cabo la imprescindible construcción de las corrientes y / o partidos revolucionarios como parte de la experiencia más de conjunto de la recomposición. Es decir, poner en pie frentes únicos, coordinadoras y tendencias en el seno de la clase, así como movimientos políticos de trabajadores y, en ese marco, empujar con todo la construcción de partidos revolucionarios. Sólo así se podrá lograr fuertes y orgánicos partidos revolucionarios que son imprescindibles para dar la pelea en las rebeliones populares y luchas que están por venir.

La prueba del pastel

Los ingleses tienen un dicho que parece muy apropiado para el caso de la autoconvocatoria: la prueba del pastel es cuando lo comes. En el próximo período, la convocatoria se deberá probar a sí misma. Es decir, si de verdad es un proceso abierto y en el cual está por delante la discusión de sus bases programáticas y organizativas (y no atada a toda una serie de acuerdos previos e “inconfesos”), es algo que se verá en el desarrollo del propio debate. Debate que tiene una fecha destacada en el próximo mes de marzo, en oportunidad de la realización de un “seminario programático”.

Desde ese punto de vista, en la medida que sea realmente abierta y sin condiciones previas –más allá del respeto a reglas de juego elementales a las cuales todo participante debería comprometerse– podría ser un ámbito de participación para aquellas corrientes de la izquierda revolucionaria que lo consideren apropiado, desde ya que asegurando, al mismo tiempo, su total independencia política y organizativa.


Notas:

1. Sectores que se encuentran hoy procesando su propia separación partidaria.

2. Responsabilidades que le caben –a su nivel- tanto al MST, al PO como al PTS. Al mismo tiempo, diferenciamos a estas corrientes que provienen de la tradición del trotskismo y que mantienen más o menos los rasgos de independencia respecto de los gobiernos burgueses de aquellas de conciliación de clases (caso del PC y el PCR).

3. Ver revista Socialismo o Barbarie N°19, de reciente edición.

4. En el caso del PO, en el apogeo del Argentinazo, una y otra vez les insistimos a los compañeros acerca de la necesidad de la puesta en pie de un movimiento político de trabajadores, a lo que se negaron siempre redondamente con el argumento de que “el PO es el partido revolucionario”. En el caso del PTS, hace meses que les venimos planteando a los compañeros extender la experiencia de frente único electoral que recientemente realizamos, sin obtener respuesta alguna ni oral ni mucho menos escrita.