Argentina

 

Un triunfo de la movilización popular

La caída del amigo Aníbal”

Socialismo o Barbarie, periódico, 10/03/06

“«Ya se fue Ibarra, y la puta que lo parió», cantaron. «¡Primera pelea ganada!», gritó un familiar, con el puño en alto, mientras recibía palmadas en la espalda. Algunos lloraban y se abrazaban (...). «Esto implica que hemos hecho algo en estos 14 meses de lucha (...). Es un triunfo contra la impunidad. Vamos a seguir para que la sociedad se pregunte porque se matan pibes de esta forma y buscando el resto de las responsabilidades hacia el gobierno nacional»” (Página 12, 8/3).

El martes 7 se logró un gran triunfo político: pasados 14 meses de la masacre de Cromagnon, terminó cayendo de su cargo Aníbal Ibarra, el principal responsable político de la “tragedia”. Una inmensa alegría nos embargó a todos los que estamos comprometidos con la lucha popular.

Desde el vamos hay que decir que esto no se debe centralmente a los bloques parlamentarios del PRO o del ARI o a que “por una vez, funcionaron las instituciones”: se debe a la tesonera, abnegada y sistemática movilización de los familiares, amigos, corrientes de la izquierda y demás sectores que, de no haberse dado, ni de lejos se habría logrado imponer la caída de Ibarra.

Inmediatamente después de la tragedia –pleno enero de 2005– se salió a las calles. En medio de su inmenso dolor padres, hermanos y amigos (conjuntamente con las corrientes de la izquierda y movimientos de desocupados) tomaron en sus manos la única instancia y elemento real para lograr el objetivo de que la masacre no quedara impune: los métodos de la movilización masiva como condición para imponer las reivindicaciones. Es decir, se ha apelado una y otra vez a la acción directa: rodeando la casa de Chabán y persiguiéndolo hasta el Delta, marchando hacia la Legislatura y Casa de Gobierno, escrachando legisladores vendidos como Baltroc, metiéndole presión a los que se querían vender (caso Romagnoli). Es decir, tomando métodos y formas de lucha que vienen de los trabajadores, de la lucha democrática contra el genocidio y –sobre todo– de las brasas aún calientes del Argentinazo.

Cuando se va por lana y se sale trasquilado

Un elemento que llamó la atención fue la inconsistencia  del staff de Ibarra, que festejaba antes de tiempo una “absolución” que no ocurrió. Como dice el dicho popular, Ibarra fue a la Legislatura por lana y salió trasquilado. Todos los medios daban cuenta de la confianza del ibarrismo que se aprestaba a asistir a “una votación histórica” de la que saldría nuevamente como Jefe de Gobierno. Pero a medida que transcurría la votación, en su cara se fue dibujando una mueca de sorpresa y desazón (disfrazada bajo una aparente “apatía”), seguramente preguntándose para qué había asistido a su propio funeral.

Es que acarrear gente a una concentración que no es auténtica, gobernar sobre bases clientelares, rodearse espuria e hipócritamente de algunos símbolos de la lucha democrática contra la impunidad (como Estela de Carlotto) no alcanzó ni podía alcanzar para tapar la magnitud de la masacre: se trata de casi 200 pibes asesinados, intentos de suicidio de otros varios, familias destrozadas, todo por el negocio capitalista de la diversión y la complicidad de los gobiernos patronales con estos negocios capitalistas.

En medios burgueses se analiza como “falta de estructura propia” que no haya tenido “política hacia la Legislatura”, su “aislamiento”, etc. Pero éste no es más que el aspecto superficial del asunto. El problema central es que la Capital Federal (uno de los dos principales distritos electorales del país) ha heredado del Argentinazo una persistente crisis de representatividad y fragmentación de las fuerzas políticas patronales. Esta fragmentación es la que atravesó a la mayor parte del gobierno de Ibarra, como también a bloques improvisados como el “kirchnerista” (cuyos tres integrantes de la sala juzgadora votaron de manera distinta). Es esta fragmentación y debilidad política persistente la que explica que “hayan votado a conciencia” y que no se haya logrado imponer la “disciplina” de la estructura partidaria patronal. En última instancia, Ibarra no era más que un resto fósil de la Alianza y el Frepaso, un sobreviviente circunstancial y sin bases sólidas, que tampoco podían aportarle el PJ, el “Frente para la Victoria”, el PS o cualquier rejunte de fuerzas de un escenario fragmentario de fuerzas, en la ciudad que supo cantar a voz en cuello “que se vayan todos”.

La primera derrota

Varios medios de prensa han destacando un hecho significativo, quizá más aún que la propia caída del jefe de la ciudad. No se trata sólo de la defenestración de Ibarra: el gobierno de Kirchner sufrió un golpe político casi directo. Como refleja Morales Solá en La Nación: “Aníbal Ibarra ha caído. Su agonía (un año y dos meses) ha sido larga. En su derrumbe se lleva también algo de la autoridad política del presidente Néstor Kirchner, el hombre que lo salvó de la derrota segura en su reelección, en 2003” (8/3).

Es que en las últimas semanas Kirchner no logró disimular del todo su complicidad política con Ibarra, e incluso se envalentonó creyendo que se salvaba, expresando su apoyo en palabras: habló en un acto oficial de su “amigo Aníbal”. La derrota de Ibarra, es entonces también –y de manera muy importante, aun cuando sea algo “indirecta”– una derrota política del gobierno K, de las más importantes, si no la mayor en lo que va de su mandato.

No sólo esto: es una rotunda muestra del estado de las relaciones de fuerzas en este post Argentinazo que estamos transitando; es una muestra de que el gobierno no logra cerrar del todo la crisis abierta en diciembre del 2001, no logra hacerse valer sobre los movimientos de lucha y la activa vanguardia obrera y popular que sigue en pie y que puede empalmar con una futura reapertura de la crisis a mediano plazo.

Esto mismo refleja Página 12 del 8 de marzo: “Los familiares de las víctimas, que mayoritariamente eligieron como parte de la asunción de su duelo bregar por la defenestración de Ibarra, festejaron su triunfo. Su presencia y su presión fueron decisivas  (...) por la representatividad que la cultura política argentina concede a los familiares de las víctimas (...). Esa legitimidad básica le dio un piso de fuerza que (...) alcanzó para expulsar a Ibarra. El sistema político argentino realmente existente funciona con minorías organizadas muy representativas de sus bases aguerridas, dotadas de fuerte capacidad de movilización y de formidable astucia mediática, muy jacobinas, muy poco inclinadas a la negociación”.

La calle y el parlamento

La votación se trasmitió en vivo y en directo por la TV. Está claro que la utilización burguesa del resultado del juicio político es para dar el mensaje de que hay una “vía civilizada e institucional” para sacar a un gobierno que manifiesta “mal desempeño”: la “institución constitucional del juicio político”. Este ha sido el ángulo esgrimido por Macri, López Murphy y Carrió: “aquí nace una nueva clase política... es la primera vez que se hace justicia con los funcionarios, a tiempo” (La Nación, 8/3).

No casualmente, una mirada similarmente superficial fue la que intentó utilizar de coartada el grupo de Zamora para su traición (que no pudo ser consumada): lo que se cocinó en la Legislatura habría sido un “circo” (según la fundamentación de voto de Romagnoli). Por tanto, su verdadera orientación de voto era la “abstención”, que sólo se transformó en voto por la destitución ante el literal pavor a que los familiares lo linchen por su traición.

Efectivamente, el juicio político tuvo necesariamente, como ámbito burgués, elementos de “circo” mediático para intentar relegitimar las instituciones de la democracia patronal. Pero hay que profundizar en esta cuestión: es evidente que desde la Legislatura se montó el juicio político como forma de dar canal institucional a la crisis política abierta en la ciudad. Como ya hemos señalado, el Argentinazo está ahí y sigue muy presente en la conciencia el hecho de que a De la Rúa se lo echó con una movilización directa (e incluso, revolucionaria) en las calles. Las fuerzas del régimen trabajaron para evitar esto y que la salida de Ibarra fuera lo más indirecta, mediada e “institucional” que fuera posible. Esta es la razón de la “larga agonía” a la que se refiere Morales Solá.

Pero esta es sólo una parte de la realidad, no la más importante en este momento concreto. Lo que ha ocurrido es que la Legislatura –bajo una tremenda presión popular– terminó siendo una caja de resonancia y administradora de un proceso real que estuvo fuera de sus cuatro sucias paredes: una importantísima, activa y sistemática movilización, que si bien no logró la caída del conjunto del gobierno ibarrista, terminó imponiendo la salida de éste. Bajo estas circunstancias, lo que se vivió fue bastante real y no un mero “circo”. Y la alegría y el festejo de los familiares y toda la militancia de la izquierda allí presentes fue legítima, no un autoengaño.

Al mismo tiempo, sin duda, hay una intervención específica de la Legislatura para “evitar los daños” y hacer valer con todo una relegitimación de las instituciones. Pero este es otro costado del problema, no el más importante en esta situación concreta, que no puede ser disuelta sobre la base de consideraciones abstractas y generales.

Desde las calles, lo que se terminó imponiendo fue la derrota de Ibarra y del propio K por la vía distorsionada e “indirecta” de la Legislatura, hecho que, en sí mismo, no menoscaba en nada el triunfo obtenido, aunque esté al servicio de limitar y mediar sus efectos. ¿Cómo? Es claro: ya asumió Telerman, ya se están rasgando las vestiduras por las elecciones del 2007 y, además, Ibarra no sufrió ninguna inhabilitación. Las podridas instituciones de la democracia siguen en pie. Por esto mismo, dejar claro este balance contra el confusionismo es ahora de suma importancia, porque las fuerzas burguesas ya se han lanzado de lleno a intentar distorsionar la cosa para el lado de la relegitimación institucional.

Hacer el balance para decidir cómo seguir

De la caída de Ibarra se desprenden una serie de conclusiones o tareas. Por un lado, hay una más general: en lo inmediato, hay que hacerla valer con todo en el sentido de que “la lucha paga”. Más ante la actual coyuntura, en la que el gobierno ha intentando avanzar en una serie de frentes, pero se ha topado en cada caso con una firme vanguardia. Hay que hacer valer esto en el sentido que es un golpe político contra el gobierno nacional que debe ayudar al desarrollo de las luchas en curso y a su triunfo, ante un gobierno que no se querrá exponer –en este momentos– a nuevas derrotas.

Por ejemplo, es ahora el caso clave del conflicto de petroleros del Sur, que está en estado latente, que va a una jornada nacional el 13 de marzo y en el que el gobierno hasta ahora ha venido pretendiendo ignorar los compromisos asumidos con los trabajadores y pasarlos por arriba con la Gendarmería y las detenciones por la muerte de Sayago. También está el desafío de hacer del 24 de marzo una jornada multitudinaria y antigubernamental..

Por otra parte, se trata de la continuidad de la lucha de Cromagnon. Lo más inmediato y evidente es la pelea por que Chabán se pudra en la cárcel y por la apertura del juicio penal al propio Ibarra. Pero hay más: está el problema, como decía un familiar, de la continuidad de Telerman y del resto de los partidos de la Legislatura que “hasta aquí llegaron”: van a trabajar activamente para que el castigo político no vaya más allá de Ibarra. En este sentido, hay que continuar la pelea, también respecto de las responsabilidades que excedieron el ámbito de la ciudad y rozan el ámbito nacional. Es decir, el gobierno de Kirchner, que se borró de la escena de la masacre refugiándose en Santa Cruz, algo que ningún familiar olvida. Son los familiares y organizaciones muy progresivas como es el caso de AVISAR, que estamos apoyando desde nuestra juventud del Ya Basta, las que se deben reunir, discutir el balance de lo obtenido hasta aquí y fijar los próximos objetivos.