Argentina

 

Miseria salarial y explotación obrera

Kirchner, la CGT y la CTA nos quieren conformar
con migajas

Editorial de Socialismo o Barbarie, periódico, 22/02/07

Se acerca una nueva ronda de negociaciones “paritarias”. En la mayoría de los gremios éstas comenzarían a mediados de marzo. Néstor Kirchner ha venido alardeando que esta ronda seria “libre, sin cupos ni techos”...

Sin embargo, hay que desconfiar: la tan promocionada “libertad” pareciera no haber durado lo que un suspiro: con los empresarios hablando de “otorgar no más de un 10%” y el gobierno deslizando que “entre un 13 al 15% estaría muy bien”, es un secreto a voces que el gremio metalúrgico –el primero que se ha sentado a la mesa– sería el encargado de poner el techo en alrededor del 15%.

A pesar de que algunos gremios hablan de porcentajes más altos, el mecanismo sería el “clásico”: reclamar una determinada cantidad para luego terminar acordando por... mucho menos. Esto, con la eventual maniobra de circunscribir los aumentos al básico en la línea de lo que quiere el gobierno (no más del 15%) e ir a un sueldo “conformado” adicionando “sumas fijas” o jugando con el aumento (en realidad, hay que plantear su eliminación) del piso del impuesto a las ganancias que haga que la suba parezca más elevada.

Inflación y recomposición salarial

Como venimos señalando, el sindicato que marcaría la pauta sería la UOM. Se está hablando de que Caló (su secretario general) firmaría por el 15% para todo el 2007. El gobierno ha dicho que la inflación de este año no llegará al 10% (el 2006 habría dado el 9.8%). Entonces, argumenta que de lo que se estaría hablando es de “aumentos reales de los salarios”. Pero esto no es más que una ficción.

Como todo el mundo sabe, días atrás se vivió el escándalo del INDEC: el gobierno lisa y llanamente manipuló el índice inflacionario según sus necesidades. En estas condiciones, la inflación de enero habría alcanzado solo el 1.1%. Pero en este índice se obviaron los aumentos de salud (sobre un 22%, solo se registró 2%). Y, sobre todo, el turismo (de tanta incidencia en los meses del verano). Sorprendentemente, en enero de este año, se midió en este rubro un aumento de solo el 3.7% (para el mismo mes del año pasado había alcanzado el 16.5%). Pero todos los que pudieron tomarse unos días de vacaciones saben perfectamente que los precios estaban remarcados en un 20 o 30% respecto del año anterior.

En consecuencia, de haberse medido la inflación tal cual fue realmente, el índice hubiera rondado el 2%, lo que proyectado a todo el año da una inflación real del 25%, muy por encima de la pauta salarial del 15% que se pretende firmar!!!

Más aún: si se consideran las canastas de indigencia (lo estrictamente necesario para alimentar una familia tipo) y de pobreza (alimentación mas algunas cuestiones básicas como el transporte) la inflación respectiva de enero alcanzó el 2.6% y el 1.6% respectivamente. Lo que proyectado anualmente, también da mucho más que el 15%.

Sin embargo, no se trata solo del índice general de los salarios: todo el mundo sabe que hay una tremenda fragmentación y dispersión en las escalas salariales dependiendo básicamente de tres situaciones laborales: los ocupados privados en “blanco”, los ocupados en “negro” y los trabajadores que dependen del Estado.

Es archí conocido que si los primeros –formalmente– le habrían “ganado a la inflación” desde el 2002 (125.98% de aumento contra una inflación del 86.7%; pero con la espada de Damocles del impuesto a las ganancias que afecta a 500.000 asalariados!), los trabajadores en negro (44% de los ocupados; casi la mitad de la población asalariada) sólo han alcanzado una “recuperación” del 57.89%; por no hablar de los estatales y docentes que solo han obtenido un miserable 45.44%. Es decir que ambas categorías siguen bien por detrás de los ya miserables salarios del 2001.

En síntesis: el porcentaje que se está hablando no alcanza –en la mayoría de los casos– siquiera a cubrir las pérdidas acumuladas por la inflación, por no hablar de los cientos de miles que siguen desocupados y que a lo sumo embolsan los miserables $ 150 del Plan Trabajar.

¿Quién se queda con la productividad?

Pero en las paritarias que se vienen hay una trampa más sutil que afecta todas las escalas salariales: se trata de las ganancias de “productividad” [1] que se han venido embolsando las patronales. Es decir, el abaratamiento de la producción producto –esencialmente– no de grandes inversiones sino del deterioro en las condiciones de trabajo que se ha venido acumulando en las últimas décadas. Es decir, las en muchos casos inhumana extensión de la jornada laboral, aumento de intensidad y ritmos de trabajo, y también una organización del proceso de trabajo en el que han desaparecido los fines de semana y las horas extras. Insistimos: de esto se habla poco y nada en las paritarias que se anuncian, cuando precisamente debe ser el otro gran eje de las negociaciones.

Veamos algunos datos. Si se compara el costo laboral en la industria manufacturera en el año 2005 respecto de 1997 (es decir, antes de la recesión 1998–2002) encontramos que mediante una combinación de salario, volumen de producción y cantidad de trabajadores, ese costo es ahora un 28.4% inferior (y un 33% más bajo, si se lo considera respecto del 2001). Solo para dar el ejemplo de algunas de las ramas mas importantes de la industria, podemos decir que en la alimentación el costo laboral bajó un 15.1%; en bebidas alcohólicas y no alcohólicas, un 30%; en las automotrices... la friolera del 54.8% [2]; y en el calzado, un 56.3%.

En el mismo sentido va el índice que muestra que para una producción industrial que ya ha superado el máximo histórico del año 1997 aumentando desde marzo del 2002 en más del 60%, la ocupación obrera todavía es un 10% inferior a la de aquel año.

Estos sencillos datos dan la pauta de las inmensas ganancias en “productividad” [3]: es decir, mayor producción con menos trabajadores y menor costo laboral. Ganancias que se están embolsando las patronales y que –como ya hemos señalado– se basan en el deterioro de las condiciones de trabajo sufridas en la década del ’90: fragmentación de los planteles en efectivos, contratados y por agencia; brutal aumento de los ritmos y accidentes de trabajo; alargamiento de la jornada laboral, etc.

La recuperación de conquistas

Por esto, junto con la necesaria pelea por enfrentar los techos salariales que nos pretenden imponer hay que dar pasos para quebrar las imperantes condiciones de flexibilización laboral, señalada base de los aumentos de productividad.

Para esto, hay que apoyarse en un proceso de inmensa importancia que se viene expresando entre la clase trabajadora y que debería ser parte de las actuales paritarias: la tendencia a la recuperación de condiciones de trabajo más “benignas”.

Es evidente: producto de los cambios operados en el país a partir del 2001, no es lo mismo aceptar condiciones de esclavitud en las circunstancias de duras derrotas como los ’90 que hoy día, después del “que se vayan todos”. También incide enormemente el hecho “material” de la importante recuperación en el nivel de empleo acompañado por la caída de la tasa de desocupación (del 20 al 10% de la población activa), sumado a la dificultad empresaria de encontrar personal “calificado”.

Todo esto ha hecho al fortalecimiento de la situación objetiva de los trabajadores en muchos lugares de trabajo: el terror al desempleo está cediendo paso a una mayor disposición de lucha.

El caso “emblemático” ha sido el del subte, donde luego de una larga década de derrota a partir de la privatización, en el 2004 logró la reducción de la jornada a 6 horas amén de importantes aumentos salariales.

Por esto no ha sido casual que ahora la Fraternidad (maquinistas ferroviarios) esté exigiendo reducciones de la jornada a 7 y 6 horas en determinados servicios, ejemplo que debería ser aplicado y seguido en el conjunto de los gremios.

Y en este terreno hay muchos más reclamos: se empiezan a abrir paso la exigencia del retorno al pago de los fines de semana al 100 y 200% (caso reciente del gremio de Comercio). O el cuestionamiento a los inhumanos “turnos americanos de trabajo continuos” que liquidan los fines de semana de los compañeros. O la exigencia de pase a planta permanente de los trabajadores tercerizados. O también las exigencias de recategorización que están a la orden del día en muchos lugares.

En síntesis, la lucha contra el techo salarial y por avanzar en la recuperación de conquistas obreras que liquiden la flexibilización laboral, son las tareas de la hora.


Para romper el techo salarial y la esclavitud laboral

Pliego de reclamos y paritarios electos en asambleas

Socialismo o Barbarie, periódico, 22/02/07

Desde el año pasado han retornado las “paritarias”. Es decir, aquellas reuniones institucionales tripartitas (gobierno, empresarios y sindicatos) alrededor de las cuales cada X cantidad de tiempo (en general, anualmente) se pactan salarios y condiciones de trabajo para cada rama de la industria y gremio en particular. Esto tendría la ventaja –en principio– de establecer un ámbito de conjunto (superando la fragmentación de cada lugar de trabajo) para una mejor negociación de las condiciones en las cuales los trabajadores desarrollarán su actividad en el próximo período. Podría –apoyándose en la democracia de bases– ser un punto de referencia para imponerle mejores condiciones a las patronales sobre la base de la lucha. Sin embargo, a todos los efectos prácticos, muchas veces esto no termina siendo así.

¿Por qué? Porque –en la mayoría de los casos– los dirigentes de la CGT y el CTA terminan transformando estas reuniones en ámbitos donde se fijan techos salariales a gusto de empresarios y gobierno garantizando, a la vez, la continuidad de las condiciones de explotación.

¿Pero por qué ocurre que un ámbito que debería permitir negociar en mejores condiciones con los empresarios se transforma en lo contrario?

Sencillo: el problema es que las negociaciones están totalmente en manos de la burocracia, la que –para colmo– al pactar por plazos de tiempo que incluyen cláusulas de “paz social”, terminan poniendo un “corsé” a los reclamos de una manera que impide que afecten la marcha general de los negocios y las ganancias de los capitalistas.

Esto es un grave problema: termina distorsionando la propia paritaria y haciendo de ella un ámbito al servicio de la “normalización” de las condiciones de explotación de los trabajadores.

Prepararse para desbordar a los “dirigentes”

El gobierno K quiere “curarse en salud” de cara a las elecciones: de ninguna manera desea que haya conflictos. Y menos que menos, que los burócratas sean desbordados por las bases. De ahí que hable de que se trataría de una “negociación libre y sin techos” para facilitarle mayores márgenes de maniobras a los dirigentes.

Sin embargo, esta maniobra podría no alcanzar para evitar que se detonen conflictos de magnitud: ahí estuvo el jueves 8/2 el contundente “paro salvaje” de los compañeros de la línea 60, al que se fueron sumando los de la 71, 96, 218, 378, 180, 93, 184, 21, 96, 291, 503, 228, 203, 365 y la 22. Un impresionante parazo que expresó un inédito desborde de la burocracia de la UTA.

Esto podría ser solo la “punta de un iceberg”: por abajo hay multitud de conflictos “moleculares” por pase planta, contra despidos, contra los brutales accidentes de trabajo, por aumentos, etc. Es decir, contra la miseria salarial, la esclavitud laboral y las inhumanas condiciones de trabajo. Esto es generalizado y muestra que podría haber posibilidades de romper el techo salarial y la continuidad de las condiciones de esclavitud laboral desbordando los pactos que quieren firmar el gobierno, la CGT y la CTA.

En síntesis, por delante hay dos grandes tareas: romper el techo salarial que nos quieren imponer. Y junto con esto, dar pasos en la pelea por desmontar las condiciones de esclavitud laboral de los ’90.

Pero para esto NO se puede dejar las negociaciones en manos de los “dirigentes”. Estos están atados por uno y mil lazos al gobierno y a los propios empresarios, y ya se están sentando a negociar sin haber consultado una palabra a las bases trabajadoras.

Frente a esta realidad, no hay otro camino que imponer asambleas por la base, en los lugares de trabajo y votar en ellas el pliego de reclamos y paritarios electos desde abajo. Porque nadie mejor que los compañeros de cada lugar de trabajo para saber cuales son las necesidades y controlar que no haya “avivadas” y que nos “acuesten” en la negociación. El pliego de reclamos –que debe ser igualmente precisado por gremio– podría ordenarse así:

a) Por un básico de $ 2.300 (canasta familiar).

b) Romper el techo salarial entre los privados, en negro y estatales, impulsando para todas las escalas y todas las condiciones de contratación, un aumento general de salarios del 40%. Escala móvil de salario y horas de trabajo.

c) Impulsar los correspondientes aumentos en función de la productividad. Esto mismo requiere la puesta en pie de instancias independientes de control obrero de la producción.

d) Acabar con las condiciones de flexibilización laboral recuperando condiciones de trabajo anteriores: basta de “polivalencia” funcional; basta de tiempos de trabajo “continuos” que liquidan los fines de semana; efectivización y pase a planta de todo el personal; basta de división entre efectivos, tercerizados y contratados. Igual salario por igual tarea.

e) Imponer de la reducción de la jornada laboral a 6 horas sin reducción de salario.

f) Inmediata eliminación del escandaloso impuesto a las ganancias a los trabajadores; lo que además no debe computarse en los aumentos salariales porque ya es dinero que corresponde a los compañeros.


[1] Mayor cantidad producida sobre la base de menos personal y mayores ritmos de trabajo.

[2] Evidentemente este es el secreto de los altos salarios promedio que se pagan en las automotrices. Incluso en ellas la recuperación salarial ha estado por detrás de los efectos combinados de la devaluación sumados a los aumentos en la producción.

[3] El diario La Nación acaba de informar lo siguiente: “las ganancias globales de las empresas extranjeras llegaron a niveles nunca antes vistos. Solo en los primeros 9 meses del año anterior (2006), las multinacionales devengaron 4121 millones de dólares, cifra incluso superior a los niveles que lograban en los ’90” (18/02/07).