Asia-Pacífico

 

EEUU y China: cautelosos rivales

Por Immanuel Wallerstein
La Jornada, 13/05/06
Traducción de Ramón Vera Herrera

El presidente Hu Jintao, de la República Popular China, acaba de finalizar una visita a Estados Unidos. Antes de venir, el presidente George W. Bush dijo que ambos países tienen una relación "complicada". Por una vez, Bush tenía razón.

El presidente Hu hizo tres paradas importantes: Seattle, Washington y New Haven. La elección de los sitios de visita ilustra bien la naturaleza de la relación histórica entre Estados Unidos y China. La parada en New Haven, para visitar la Universidad de Yale, fue un homenaje a los más antiguos lazos entre ambos países. Los primeros estadounidenses en visitar China fueron mercaderes de Nueva Inglaterra y sus navíos clíper, en busca de comercio. Nueva Inglaterra envió también misioneros, tanto religiosos como médicos. En 1835, Peter Parker, graduado de Yale College y de la Escuela de Medicina de Yale, abrió un dispensario oftalmológico en Cantón (hoy Guangzhou), el primer hospital de estilo occidental en China. Veinte años después, en 1854, Yung Wing fue el primer chino en graduarse de una universidad estadounidense. Fue enviado a Yale por un misionero cristiano establecido en Hong Kong. Desde entonces Yale ha cultivado un interés particular por China.

La visita a New Haven, fue un reconocimiento de esta historia por el presidente Hu. Pero China no recibe ya a misioneros de Estados Unidos, sean religiosos o médicos. Hoy está comprometida en el intercambio de estudiantes graduados con Yale y otras instituciones a escala mundial. El pasado, no importa cómo lo evaluemos, es el pasado.

El presente lo representó su visita a Washington. Debemos señalar varios pequeños detalles de esta visita. Primero que nada, no fue una visita de Estado, que es lo que el presidente Hu hubiera querido, un pequeño pero significativo desaire de Bush. Segundo, el presidente Hu no visitó Crawford, Texas, que es lo que hubiera querido el presidente Bush. Supongo que Bush quería mirar a Hu a los ojos (como dice que le hizo a Vladimir Putin en Crawford) y decidir si Hu era de fiar o no. Bush tuvo que dejar pasar esta posibilidad. Este fue un pequeño pero significativo desaire de Hu.

La reunión de Washington giró en torno a una agenda de cosas que Bush quería de Hu: primero que nada, respaldo hacia una fuerte acción respecto del desarrollo nuclear en Irán, como en Corea del Norte; segundo, varias medidas económicas que podrían reducir el déficit comercial estadounidense con China; tercero, algo de clemencia para varios prisioneros políticos en China. Lo único que Hu específicamente pidió fue alguna garantía de que Estados Unidos sancionaría a Taiwán en caso de declarar su independencia.

El resultado fue cero a cero. Bush no obtuvo virtualmente nada de Hu y en respuesta Hu no obtuvo nada de Bush. Todo esto fue llevado a cabo con finura pero resueltamente. Es obvio que ninguna de las dos partes quería hacer o decir nada que transformara la "complicada" relación en una de carácter hostil, pese al hecho que cada uno de estos hombres se hallaba sometido a presiones locales para moverse en esa dirección.

Tras esta cautelosa rivalidad están algunas suposiciones de mediano plazo, para cada parte. El gobierno estadounidense ve a China como una potencia "emergente", de creciente importancia en las esferas económica, política y militar. Le gusta el desarrollo económico, pues ve en China un importante socio comercial; tiene dudas acerca de la creciente fuerza política y teme la creciente fuerza militar. Confía, pienso, en el pronóstico de que el papel económico amanse al papel militar y de que el Partido Comunista de China decaiga en influencia (o aun desaparezca del todo) en los próximos 20 años.

China también tiene una apuesta a futuro. Ve a Estados Unidos como un gigante en decadencia, una decadencia económica, una decadencia política, una decadencia militar. Cree que es necesario no provocar al gigante por ahora, y meramente espera su oportunidad para que, en 20 años, cuando la estrella estadounidense se haya opacado, su propia estrella refulja brillante.

Esto nos lleva a la tercera parada del viaje, Seattle. Esta ciudad es el locus de dos importantes industrias estadounidenses en las que China tiene gran interés: Microsoft y Boeing. No hay duda de que los chinos piensan que algún día superarán a ambas. Pero por el momento, China necesita sus productos y su experiencia técnica. Así que las cultiva (acaba de anunciar que comprará 150 aviones Boeing) y por supuesto éstas cultivan a China. De hecho, tales industrias constituyen el principal respaldo político en Estados Unidos a que continúen los vínculos con dicho país, en contra de los halcones ideológicos que abiertamente quieren proclamar enemiga a China, ahora, sin esperar al futuro.

En términos de estilo político, China ha sido siempre la tierra de los vastos horizontes y, como tal, de la paciencia. Estados Unidos ha sido siempre la tierra del progreso urgente y, como tal, de la impaciencia. Veremos cuál estilo es más apropiado para nuestra era.