Asia - Pacífico

 

La industrialización acelerada, el partido y el campesinado

¿El fin del romance?

Por Walden Bello [1]
Kaos en la Red, 09/06/07
Traducción de Alicia Porrini y Alberto Villarreal

La corrupción, que se multiplicó entre los cuadros del partido lo que contribuyó a empeorar la relación ya de por sí volátil entre los campesinos y el partido, y cuando se vio a los funcionarios locales del partido apoyar o mimar a elementos mafiosos aumentó el enojo de los campesinos contra aquellos a quienes parecían considerar ahora como sus nuevos señores feudales. (Kaos en la Red)

Los politólogos han descrito en ocasiones la revolución china como el producto de una alianza entre los intelectuales de clase media y el campesinado. En su revisión innovadora de la teoría marxista-leninista, Mao Zedong transformó al campesinado, clase desdeñada por Marx, en la "fuerza principal" de esta revolución antifeudal y antiimperialista. Aplicada en la práctica por el Partido Comunista, dirigido y dominado por la intelectualidad revolucionaria, esta reformulación demostró ser la clave del triunfo comunista de 1949.

Pero la relación entre el Partido Comunista de China (PCC) y el campesinado chino nunca fue sencilla. De hecho, podría describirse mejor como una relación tumultuosa.

Una visión desgastada

La visión que le valió al Partido Comunista el apoyo de millones de campesinos –aquella que hablaba de un campo donde la tierra de los terratenientes sería cultivada por millones de pequeños agricultores propietarios– siguió siendo precisamente eso: nada más que una visión. La transformación agraria dirigida por el partido adoptó la forma de la requisición del superávit de grano para cumplir la política de Mao de priorizar a la industria. Los campesinos vieron como se recortaban aún más sus libertades cuando a mediados de la década de 1950 se colectivizó la producción. Luego, durante el Gran Salto hacia adelante de 1958 a 1961, el partido hacinó a los campesinos en comunas (más de 26.000 en toda China) en las que su vida se transformó en una noria en torno al trabajo pesado, persiguiendo así estimular la producción y una requisición más efectiva del superávit por encima de las necesidades de supervivencia de los campesinos para sostener la campaña de superindustrialización de Mao. En su fascinante biografía "Mao: the Unknown Story" (New York: Random House, 2005), Jung Chang y Jon Halliday describen a los cuadros del partido que realizaban la micro-gestión de la producción, manteniendo a los campesinos "encerrados en sus poblados" para impedirles "robar" su propia cosecha.

Después del desastre en el que se sumió este experimento social que determinó la muerte de unos 30 millones de personas –en su mayoría campesinos–a causa de la desnutrición y el hambre, la balanza de la lucha por el superávit se inclinó hacia el campesinado. Se bajaron las metas de requisición, y como destacan Chang y Halliday: "En muchos lugares se permitió a los campesinos arrendar tierras de la comuna, lo que les permitió volver a ser agricultores individuales. Esto mitigó el hambre y motivó la productividad".

El campesinado y la gran revolución cultural proletaria

Los especialistas en la China rural tienen opiniones encontradas sobre el impacto que produjo sobre el campesinado el siguiente gran evento, la Revolución Cultural. Para Chen Guidi y Wu Chantao, autores de "Will the Boat Sink the Water? (New York: Public Affairs, 2006), una crónica conmovedora del sufrimiento campesino bajo el dominio del partido, la Revolución Cultural fue un "desastre" para el campesinado:

"Un campesino podía ser acusado de 'optar por la vía capitalista' si en su casa había dos pollos o si plantaba algunas verduras para vender en el mercado". En contraste, para Roderick MacFarquhar y Michael Schoenhals, la Revolución Cultural, que comenzó de lleno en 1966, significó un alivio para el campesinado. Debido a la autodestrucción que implicó para el partido la purga realizada por Mao de los "seguidores del capitalismo" enquistados en todos los niveles del partido, la capacidad de las autoridades de requisar grano se vio debilitada. Como describen en su trabajo magistral "Mao's Last Revolution" (Cambridge: Harvard University Press, 2006):

"El deseo secreto de muchos campesinos era que los dejaran en paz, y cuando los recaudadores de impuestos del Estado dejaron de presentarse a tiempo y en gran número por estar ocupados en luchas internas, los campesinos estaban satisfechos. En algunas zonas de la China rural, ese subproducto no deliberado de una burocracia estatal disfuncional fue aclamado como un fenómeno nuevo y muy importante. En el condado de Shehong, en Sechuán, a los campesinos se les dijo que "la Revolución Cultural significa que ya no habrá que entregar más grano al Estado!".

Sacudidos por la lucha entre facciones, los agentes del partido y el gobierno no podían cobrar los impuestos a tiempo ni en su totalidad. En realidad, en las "dos regiones subprovinciales de Suzhou y Zhenjiang, en Jiangsu, los impuestos agrícolas equivalentes a 200 millones de jin [100 millones de kilos] de grano simplemente nunca se cobraron. La situación fue similar en las regiones subprovinciales de Enshi y Xiangyang, en Hubei, donde no se cobraron los impuestos equivalentes a unos 60 millones de jin".

No resulta para nada sorprendente entonces que la producción aumentara durante toda la Revolución Cultural de 214 millones de toneladas en 1966 a 286 millones de toneladas en 1976. Con los problemas de cobranza y transporte, el aumento de la producción no benefició a las ciudades sino que fue absorbido por los hogares campesinos. Pero el aumento de la producción no fue la única consecuencia del afloje de la mano de hierro del partido. Los años de la Revolución Cultural vieron, en algunas zonas de la China rural, "un resurgimiento de la agricultura familiar, que preferían los campesinos. En la prefectura de Yibin, en Sechuán, 8.355 de 49.349 equipos de producción pasaron hacia fines de 1969 a redistribuir tierras a hogares individuales, subcontratando la producción a los hogares individuales…, permitiendo así que los intereses privados 'tomarán el control de la economía colectiva'".

La época dorada

El cambio en la correlación de fuerzas a favor de los campesinos pareció consolidarse con las reformas iniciadas por Deng Xiaoping después de la muerte de Mao en 1976. Los campesinos querían el fin de las comunas y Deng y sus reformadores los complacieron introduciendo el "sistema de responsabilidad familiar por contrato". Según este sistema, cada familia recibía una parcela de tierra para cultivar. De lo producido, la familia podía quedarse con lo que quedara después de venderle al Estado una porción fija a un precio fijado por el Estado, o pagando simplemente en su defecto un impuesto en efectivo. El resto lo podía consumir o vender en el mercado.

Existe consenso entre los especialistas de China de que ésta fue la época dorada del campesinado. Ese sentimiento de grandes expectativas es evocado por Chen Guidi y Wu Chuntao en su informe sobre los conflictos agrarios en la provincial de Anhui:

"Cuando finalmente la Revolución Cultural se estancó después de la muerte de Mao en 1976, se intentó aplicar el sistema de contrato familiar en la provincia de Anhui y resultó ser todo un éxito. Desapareció el letargo de los años anteriores. Era común ver a tres generaciones de una familia trabajando juntas en el marco de uno de esos contratos, en busca de una vida mejor. La reforma aumentó en 15 por ciento el ingreso per capita entre los años 1978 y 1984. Fueron los años de la recuperación".

Se ha caracterizado a la reforma rural como una reforma "explosiva", cuyas consecuencias se hicieron sentir en toda la economía. El superávit generado por la reforma, destaca Minxin Pei en su ensayo "China's Trapped Transition: the Limits of Developmental Autocracy (Cambridge: Harvard University Press, 2006) "permitió a los gobiernos rurales invertir en nuevas actividades industriales, lo que eventualmente se convirtió en una fuente esencial de finanzas públicas".

Después de estudiar las transformaciones económicas de Taiwán, resulta imposible obviar las similitudes entre el período de la reforma de 1978-84 y la década de 1950 en Taiwán, donde la reforma agraria radical transformó y consolidó a los agricultores arrendatarios en una próspera clase de pequeños agricultores propietarios, cuya demanda de implementos agrícolas y otros productos manufacturados disparó y sostuvo la temprana industrialización de la isla por medio de la sustitución de las importaciones.

El gran retroceso

Pero al igual que en Taiwán, la época dorada del campesinado llegó a su fin y la causa fue idéntica: la adopción de una estrategia de industrialización centrada en la ciudad y orientada a la exportación, fundada en la integración rápida a la economía capitalista mundial. Esta estrategia, promulgada en el XII Congreso Nacional del Partido en 1984, básicamente significó la construcción de la economía industrial urbana sobre "los hombros de los campesinos", como afirman Chen y Wu. La acumulación primitiva de capital adoptó principalmente la forma de la requisición del superávit campesino a través del cobro de impuestos altos. Y como en el Gran Salto hacia adelante, la maquinaria del partido en el campo jugó el papel de supervisor de la nueva estrategia.

Esta estrategia de desarrollo orientada hacia el desarrollo industrial urbano tuvo severas consecuencias. El ingreso campesino, que había crecido a un ritmo del 15,2% anual entre 1978 y 1984, cayó a un 2,8% por año entre 1986 a 1991. Hubo cierta recuperación a principios de la década de 1990 pero la última parte de la década se vio marcada por el estancamiento del ingreso rural. En contraposición a lo anterior, en el año 2000, el ingreso urbano (que ya era más alto que el campesino a mediados de los años ochenta), era en promedio seis veces más alto que el ingreso campesino.

Las razones clave del estancamiento del ingreso rural fueron los costos cada vez más altos de los insumos agrícolas, la caída de los precios de los productos agrícolas y el aumento de los impuestos, factores todos que actuaron transfiriendo ingresos del campo a la ciudad. Pero el principal mecanismo para la extracción de superávit del campesinado fue el incremento de los impuestos. En 1991 el Estado central cobraba impuestos sobre 149 rubros de productos agrícolas, pero esto resultó ser una parte de una tajada mucho mayor, ya que los estamentos inferiores del gobierno comenzaron a cobrar sus propios impuestos, gravámenes y cargos. Actualmente, las diversas capas del gobierno rural imponen un total de 269 tipos de tributos, además de toda suerte de gastos administrativos a menudo fijados de manera arbitraria.

Si bien se supone que los impuestos y gravámenes no debían superar el cinco por ciento del ingreso de los agricultores, el monto real probablemente fuera mucho más alto, al punto que según algunos estudios del Ministerio de Agricultura, la carga impositiva que sobrellevaban los campesinos era tres veces superior al límite oficial, es decir del 15 por ciento.

Ese incremento de los impuestos quizás podría haber sido soportable para los campesinos si hubieran recibido algo a cambio, como mejoras en la salud y la educación públicas y más infraestructura agrícola. Ante la ausencia de beneficios tangibles, para los campesinos sus ingresos estaban subsidiando lo que Chen y Wu describen como "el crecimiento monstruoso de la burocracia y la metástasis del número de funcionarios" que no parecían tener otra función que sacarles cada vez más.

Aparte de verse obligados a pagar precios más altos por los insumos, de cobrar precios menores por sus mercancías y de pagar impuestos más altos, los campesinos también pagaron de otras maneras el costo de la orientación industrialista de la estrategia económica. Según "China: the Balance Sheet" (Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales y el Institute of International Economics: Washington, DC, 2006), "40 millones de campesinos han sido forzados a dejar sus tierras para construir carreteras, aeropuertos, represas, fábricas y otras inversiones públicas y privadas, a los que se agregan dos millones más que serán desplazados cada año".

La amenaza de la liberalización del comercio

Pero el impacto de todas estas fuerzas puede resultar incluso insignificante en contraste con el compromiso efectuado por China de eliminar los cupos o cuotas agrícolas y reducir los aranceles al ingresar a la Organización Mundial del Comercio (OMC). Estos compromisos fueron, como lo destaca "China: the Balance Sheet", de gran magnitud:

"El desafío de administrar el sector agrícola se ha multiplicado en virtud de los compromisos asumidos por la China en materia de agricultura en la OMC, que son mucho mayores que los de otros países en desarrollo y que en ciertos aspectos superan los de países de altos ingresos. El gobierno chino ha aceptado reducir aranceles e implantar otras políticas que amplían significativamente el acceso a los mercados; aceptó restricciones estrictas al uso de subsidios agrícolas; y prometió eliminar todos los subsidios a la exportación agrícola –compromisos que superan los que hicieran otros participantes en las negociaciones de la Ronda Uruguay que llevaron a la creación de la OMC".

El acuerdo de la OMC refleja las prioridades actuales de China. Si la dirección del partido ha optado por poner en riesgo grandes segmentos de su agricultura como el sector sojero y algodonero, es porque el partido desea abrir o mantener abiertos los mercados mundiales para sus exportaciones industriales. Las consecuencias sociales de este toma todavía no se han hecho sentir del todo, pero es probable que haya favorecido la drástica desaceleración del ritmo de reducción de la pobreza durante el período de 2000 a 2004.

¿Los nuevos señores supremos?

La corrupción, que se multiplicó entre los cuadros del partido en el clima de "hacerse rico es glorioso" de la era post-Mao, contribuyó a empeorar la relación ya de por sí volátil entre los campesinos y el partido, y cuando se vio a los funcionarios locales del partido apoyar o mimar a elementos mafiosos –muchos de ellos a su vez miembros del partido–aumentó el enojo de los campesinos contra aquellos a quienes parecían considerar ahora como sus nuevos señores feudales. El libro de Chan y Wu es una sombría crónica de esta transformación del partido de cuadros dedicados y respetados a una auténtica clase gobernante rural que actúa como dueña y señora de los campesinos. Vale la pena citar en su totalidad su descripción de cómo esta clase ejerce uno de sus "privilegios":

"La verdad es que el vasto campo chino se ha convertido en el paraíso de los glotones. Como una nube de langostas, los funcionarios con sus apetitos a cuestas descienden al campo y con una inventiva sin fin despliegan mil excusas para comer y beber: cenas para inspectores, cenas para conferencias, cenas para la mitigación de la pobreza rural; cene si se puede dar el lujo y si no puede también; cene a crédito, cene con un préstamo, celebre cenas desde que empieza el año hasta que termina, desde el amanecer hasta que caiga el día; disfrute de una cena cuando asume un cargo y también cuando lo deja".

"Un proverbio popular sobre la costumbre de comer y beber a expensas de los fondos públicos dice: 'No se gana nada con no comer, porque es gratis. Entonces ¿por qué no comer?' Comer gratis se ha convertido en un signo de estatus, en un indicador de posición social. La calidad de una cena puede determinar la aprobación de un proyecto, el éxito de una transacción o encaminar un ascenso. Se ha convertido en parte de la cultura política".

Ante el predominio de ese tipo de prácticas, no es para nada sorprendente que se hayan multiplicado las protestas. De las 8.700 que el Ministerio de Seguridad denominó en 1993 como "incidentes grupales masivos" se pasó a 87.000 en 2005, y la mayoría de estas manifestaciones ocurrieron en el campo. Además, la participación en estos incidentes viene aumentando: de 10 personas o menos en promedio a mediados de los años 1990 se pasó a 52 por incidente en 2004.

Una forma de protesta muy extendida es la resistencia a pagar los impuestos. Minxin Pei de la organización Carnegie Endowment for International Peace afirma que en Xinjiang en 2001, según los informes, la resistencia a pagar los impuestos era una práctica frecuente en el 40 por ciento de los poblados estudiados. En ese mismo estudio, cerca del 70 por ciento de los cuadros del partido en esos poblados afirmó que el cobro de los impuestos era la tarea más difícil. Como demuestran Chen y Wu, es común el uso de la policía para obligar a los campesinos a pagar. Y en muchas zonas, los funcionarios del partido, según Pei, "reclutaban matones como agentes de cobro. Esta práctica ha tenido como consecuencia el encarcelamiento ilegal, la tortura y la muerte de campesinos que no podían pagar".

¿Podrá el PCC recuperar la confianza del campesinado?

Las relaciones entre el partido y los campesinos hoy atraviesan quizá su peor momento. A lo largo de su turbulenta relación de 75 años, el partido siempre ha logrado recuperarse y volver a ganar la confianza del campesinado después de la aplicación de políticas desastrosas como el Gran Salto hacia adelante y la Revolución Cultural. ¿Tendrá acaso la suficiente flexibilidad para volver a lograrlo?

Emulando la antigua tradición de apelar al centro imperial para detener los abusos de los señores locales, los campesinos han enviado delegaciones a Beijing para presentar sus quejas contra las autoridades locales. Pero las respuestas positivas desde el centro, que se traducen en el procesamiento de los cuadros corruptos y la detención de las prácticas abusivas, son erráticas y poco sistemáticas. Hay gente en el partido, como se desprende del relato de Chen and Wu, que se preocupa por los campesinos y que quiebra una lanza por ellos. El problema es que la inercia, la corrupción, la burocracia y la indiferencia atentan contra toda reforma interna seria del partido.

¿Es posible una renovación ideológica que pueda revitalizar la vieja relación? Al deshacerse de su visión socialista –aun cuando mantiene la retórica socialista- el partido ha debido construir una ideología alternativa de legitimación para la era de desarrollo capitalista rápido. Esto se plasma en una visión que Dennis Lynch describe en su libro "Rising China and Asian Democratization" (Stanford: Stanford University Press, 2006) como un "retorno a la grandeza nacional liderado por el PCC", fundado en el logro y ejercicio de un "poder nacional general" y la "refocalización de la civilización china". Las nuevas clases medias urbanas en expansión que se han beneficiado del desarrollo con énfasis urbano y orientado a la exportación predominante en las dos últimas décadas se han inclinado a apoyar esta visión. Sin embargo, no es muy probable que esta ideología resulte atractuva para los campesinos, los trabajadores migratorios y los trabajadores despedidos de las empresas estatales que han sido los que han pagdo los costos de la industrialización acelerada de la China.

¿Qué pasa con las elecciones en los poblados tan pregonadas? Ni siquiera el más duro de los críticos de China puede negar que en las elecciones de los poblados, introducidasen la década de 1980, hay cada vez más competencia. No se debe menospreciar el papel que puede jugar la democratización rural, por más limitada que resulte actualmente, en la revitalización de la relación entre el partido y el campesinado. Pero si bien las elecciones han permitido a los pobladores rurales cierta medida de control sobre el gobierno local, las mismas han sido manipuladas con demasiada frecuencia por el partido y los funcionarios del gobierno. Además, el PCC ha bloqueado la realización de elecciones más allá del ámbito local de poblado, de forma tal que el partido continúa llenando las oficinas gubernamentales municipales y nacionales con sus propios cuadros.

En la búsqueda de una "salida" para la actual situación trabada, Chen y Wu citan las opiniones de Yu Jianrong, un destacado especialista rural del Centro de Investigación Agrícola de la Universidad Central de China: "La solución de Yu es convocar a los campesinos a formar su propia organización y reemplazar la burocracia local actual por un autogobierno de los campesinos. Para Yu, sólo una red de organizaciones campesinas podría representar verdaderamente los intereses y necesidades de los campesinos y comunicarlas ordenadamente, y evitar y mitigar las confrontacion y los conflictos".

La solución de Yu puede parecer utópica, pero refleja efectivamente las perspectivas aparentemente muy sombrías de mejoramiento de la relación entre el partido y el campesinado. Esto coloca un gran signo de interrogación sobre el futuro de China, a pesar de las altas tasas de crecimiento del país que ascienden a los dos dígitos. Es una de las ironías más grandes de la historia contemporánea que el Partido Comunista de China, tras haber llevado al pueblo chino a la victoria contra el imperialismo y de haber producido lo que sin duda es un milagro económico, se encuentre hoy tan alejado de quienes eran su soporte primario y posiblemente el más importante, a raíz de las secuelas de su decisión estratégica de cabalgar a lomos del capitalismo mundial globalizado, reteniendo al mismo tiempo el control autoritario del poder. Pocos analistas consideran al campesinado descontento como una amenaza seria para el gobierno del partido a corto y mediano plazo, pero la falta de legitimidad ante un segmento tan grande de la población sólo puede producir en última instancia consecuencias desastrosas.


Entrevista a Dale Wen

"China necesita un socialismo ecológico"

Por Walden Bello
Kaos en la Red, 09/06/07
Traducción de Alicia Porrini y Alberto Villarreal

El breve tomo de Dale Wen "China Copes with Globalization: a Mixed Review", publicado por el Foro Internacional sobre la Globalización (International Forum o­n Globalization – IFG), es probablemente la mejor introducción integral a los impactos ambientales y sociales de la vertiginosa industrialización china disponible en inglés (http://www.ifg.org ). Basado tanto en fuentes chinas como no chinas, el informe analiza detenidamente las políticas económicas de China desde Mao hasta la dirección actual, discute las consecuencias de la política económica de la época de la reforma de 1978-92, examina la globalización de la economía desde 1992, e investiga las voces alternativas de la escena china, entre ellos el movimiento ambientalista y la "Nueva izquierda".

Nacida y criada en China, Dale obtuvo su Licenciatura en Ciencias en la Universidad de Ciencia y Tecnología de China en la provincia de Anhui y su Doctorado en el California Institute of Technology (Instituto Tecnológico de California). Actualmente es miembro del International Forum o­n Globalization (IFG), y trabajó en la industria de alta tecnología de Silicon Valley antes de pasar al trabajo sin fines de lucro. Sus trabajos sobre el desarrollo y el medioambiente de China han sido incluidos en diversas publicaciones. Viaja con frecuencia a China donde mantiene estrechos vínculos con la sociedad civil china emergente.

WB: ¿Qué tan grave es la crisis ambiental en China?

DW: La crisis ambiental en China es sumamente grave. Por ejemplo, el nivel de la napa freática de la llanura del norte de China está cayendo en 1,5 metros (5 pies) por año. Esta región produce el 40 por ciento del grano de China. Es imposible dejar de preguntarse cómo se alimentará China cuando se agote el acuífero.

WB: ¿Cuáles son en su opinión los tres problemas ambientales más graves que enfrenta China en este momento?

DW: La escasez de agua y su contaminación, la desertificación y la degradación del suelo, y el calentamiento global y la crisis energética que se avecina.

WB: ¿Qué papel juegan en su opinión las empresas multinacionales occidentales en la actual crisis ambiental?

DW: Aprovechando la demora en la aplicación de las leyes ambientales en China, numerosas empresas transnacionales occidentales han trasladado sus fábricas más contaminantes al país y han exacerbado, o incluso creado, muchos problemas ambientales. Por ejemplo, el delta del río Perla y el delta del río Yangtze, las dos Zonas Económicas Especiales donde se encuentran la mayoría de las filiales de las transnacionales, presentan los problemas más graves de contaminación por metales pesados y contaminantes orgánicos persistentes.

WB: Hay informes (por ejemplo, en el LA Times del 26 de noviembre de 2006) que indican que el gobierno chino está considerando permitirle a los agricultores chinos plantar arroz modificado genéticamente. ¿Qué piensa sobre eso?

DW: Según el informe, el gobierno chino se está moviendo lentamente en este tema –lo más pronto que habría una decisión al respecto sería de aquí a dos años. Recuerdo que en 2005 había rumores de que el arroz transgénico se aprobaría en el plazo de un año. Me alegra que no haya sucedido. Ahora hay más tiempo y más espacio para el debate. Comprendo que el gobierno chino invirtió mucho dinero en tecnología transgénica y está buscando desesperadamente soluciones mágicas para la crisis rural. Pero tomando en cuenta la experiencia pasada de la Revolución Verde, deberíamos aprender que la tecnología por sí sola no alcanza para resolver los problemas sociales, y que algunas veces puede ser incluso contraproducente.

WB: Hay quienes afirman que el problema es el capitalismo. ¿Está de acuerdo?

DW: El capitalismo es sin duda un factor que contribuye enormemente y que tenemos que abordar. Pero no es el único factor. No debemos olvidar que la antigua Unión Soviética también tenía un historial de comportamiento ambiental deprimente. Las fuerzas progresistas deben promover una visión crítica del desarrollismo para abordar la crisis ambiental.

WB: ¿La solución de la crisis ambiental china depende de su democratización?

DW: No necesariamente. Con el tipo de democracia representativa que existe en los países occidentales, los ricos y los poderosos siempre pueden externalizar el costo ambiental a los pobres y a quienes no tienen voz; este es un problema importante del movimiento ambientalista estadounidense. El enfoque predominante de "no en mi patio trasero" a menudo conduce al traslado de la contaminación y la devastación ambiental, en vez de abordar los problemas reales. Por eso no creo que una democracia del tipo de la de EEUU pueda ayudar a solucionar la crisis ambiental en China. Una democracia verdaderamente participativa puede ayudar, si todos tienen voz, incluso las víctimas de la destrucción ecológica. Las democracias sociales del norte de Europa funcionan mejor que el modelo estadounidense y se acercan mucho más a una verdadera democracia participativa, pero también tienen mucho menos población y menos presión sobre los recursos que China, por lo que copiar el modelo en forma directa no sería una solución sencilla. China tendrá que desarrollar su propio sistema político inclusivo acorde a su historia y su propia cultura. La dirección actual destaca "la sociedad armoniosa" y el "desarrollo sostenible". Si bien es necesario profundizar los detalles de estas frases, creo que es un buen comienzo.

WB: Los ambientalistas occidentales critican a los chinos por reproducir los estilos de vida occidentales que producen impactos graves sobre el medioambiente. ¿Qué puede decirnos sobre eso?

DW: La crítica es acertada, ya que la rápida adopción de los estilos de vida occidentales que promueven las elites chinas es una triste realidad. Pero no debemos olvidar porqué sucede esto; el Occidente dominante (que incluye gobiernos, medios de comunicación e incluso algunas o­nG) ha promovido agresivamente en China la mentalidad y el estilo de vida de la clase media, porque considera que constituye la base para la democracia de tipo occidental. Los ambientalistas resultarían más convincentes para la opinión pública china si también criticaran los estilos de vida en sus propios países y la influencia de Occidente en la difusión de esos estilos.

WB: ¿Qué opina la "Nueva izquierda" de China sobre el medioambiente? ¿Tiene un programa de reglamentación ambiental? ¿Cuáles son los temas claves de su programa?

DW: El concepto "Nueva izquierda" de China se refiere a cualquier que esté contra la ortodoxia neoliberal, por lo tanto no existe todavía una opinión unificada sobre el medioambiente. Algunos teóricos de la Nueva izquierda como Wang Hui, Huang Ping y Wen Tiejun, han escrito mucho contra el desarrollismo y participan activamente en los movimientos verdes emergentes en China. Sin embargo, otros teóricos de la Nueva izquierda asumen que una vez que se hayan resuelto los problemas de la igualdad, los problemas ambientales se solucionarán en forma automática. No estoy de acuerdo con esa posición. La combinación de perspectivas verdes y rojas será un desafío para la "Nueva izquierda" de China, como para muchas otras fuerzas progresistas en otras partes del mundo.

WB: China es el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo. ¿Debería China acatar los límites obligatorios de emisiones de gases de efecto invernadero en virtud de un nuevo Protocolo de Kioto?

DW: Creo que en el marco de un nuevo Protocolo de Kioto se deberían asignar las cuotas de emisión de gases de efecto invernadero sobre una base igualitaria per capita, y todos los países deberían estar sujetos a esos límites obligatorios en virtud de un sistema de topes y comercio de carbono. Si bien se puede objetar que ese tipo de programas premia la sobrepoblación de los países en los países en desarrollo, no debemos olvidar que la asignación actual de cuotas según las emisiones previas premia a los grandes emisores (es decir a los países desarrollados) que son los que generaron el problema del calentamiento global. Se podría plantear una solución de compromiso, en la cual usemos las cifras de población actuales o las de 1990 para establecer las cuotas, y después un sistema de cuotas iguales per capita, buscando desalentar tanto el crecimiento de la población como la emisión de gases de efecto invernadero.

Otro tema es que en esta época de corporaciones transnacionales, las fronteras de los Estados nación se han desdibujado. Por ejemplo, si se tala un bosque en Indonesia para suministrar madera a las fábricas chinas establecidas por compañías estadounidenses y los productos terminados se exportan para disfrute de consumidores occidentales, ¿quién es responsable por la emisión de gases en ese proceso? Yo creo que los consumidores finales deben cargar con la responsabilidad mayor.

WB: James Lovelock, el ambientalista de Gaia Fame, ha promovido la adopción de energía nuclear como parte de una estrategia para contrarrestar el calentamiento global. ¿Considera que la energía nuclear debería formar parte del programa de energía alternativa de China?

DW: No sé lo suficiente sobre las ventajas y desventajas de la energía nuclear como para contestar esta pregunta en forma directa. Pero creo que existen muchas tecnologías probadas, ambientalmente aptas, rentables y menos polémicas a disposición –que incluyen la eficiencia energética, la energía eólica, los digestores de biogás (utilizando desechos animales/vegetales y restos agrícolas), las cocinas solares, los calentadores solares, etc. Y China es el líder mundial en algunas de esas tecnologías (por ejemplo, los digestores de biogás y los calentadores solares). Espero que todas estas tecnologías probadas y seguras sean una parte importante del programa de energía alternativa de China antes de tener que depender de la energía nuclear.

WB: ¿Cuál es su opinión sobre el movimiento ambientalista en China? ¿Qué tan independientes son los ambientalistas del gobierno? ¿Qué tan eficaces son?

DW: El movimiento ambientalista está creciendo muy rápido en China. Tiene un gran potencial y al mismo tiempo se enfrenta a un gran desafío. La mayoría de los ambientalistas son bastante independientes del gobierno, pero no son suficientemente independientes de sus donantes occidentales –ni financieramente ni, lo que es más importante, tampoco ideológicamente. En mi opinión, este es el gran cuello de botella que limita su eficacia. Deben salir de su ámbito restringido de clase media para llegar a la opinión pública masiva.

WB: Las organizaciones ecologistas fueron una suerte de campo de entrenamiento para la democracia en Europa Oriental en la década de 1980. ¿Considera que ese también podría ser el caso en China?

DW: No tengo información suficiente sobre la situación real que existía en Europa Oriental. De la información limitada que tengo, los ambientalistas y sus ideas fueron fundamentales para generar los cambios. Pero sobre lo que pasó después, ni siquiera estoy segura que los cambios hayan sido para mejor. A partir de la década de 1990 han proliferado el materialismo y el consumismo y se ha marginado a los ambientalistas. He escuchado que algunos ambientalistas están muy enojados por esto o incluso sienten que fueron utilizados en los años ochenta; lo que querían era un socialismo más humano pero no el capitalismo sin barreras que existe ahora. Por cierto que NO quiero ver esa historia repetida en China. Como ya mencioné, China necesita crear su propio modelo político inclusivo acorde con su propia historia y cultura.

WB: ¿Cuál es su propia propuesta ecológica y económica alternativa para China?

DW: Yo quisiera una alternativa que combine la justicia social y la sustentabilidad ecológica: una especie de socialismo ecológico o sistema socialdemócrata ecológico. Otra tarea importante para la izquierda progresista es recuperar la esfera espiritual y religiosa. Es un desafío para todos los movimientos progresistas en todo el mundo. Quienes ya se dedican a esa tarea, entre ellos los diversos emprendimientos interreligiosos en Occidente y la teología de la liberación en América Latina, pueden resultar una inspiración para nosotros. Como persona espiritual, pero no religiosa, creo que la ideología de izquierda tradicional como el marxismo ha puesto demasiado énfasis en la producción material, y eso favoreció de hecho el desarrollismo y el consumismo predominante en el siglo XX, y cedió el campo religioso y espiritual a la derecha. El materialismo secular no es la herramienta adecuada para combatir el fundamentalismo religioso que aumenta en el mundo. Debemos cultivar y promover una vida espiritual saludable y tolerante para forjar el camino hacia el futuro. Como afirman algunos indígenas Achuar, el problema de occidente es que la gente allí tiene los sueños equivocados. Los pueblos indígenas y muchos pueblos con raíces en la tierra todavía tienen una conexión espiritual muy fuerte con la tierra y el medioambiente, y debemos aprender de ellos. En el caso de China, debemos volver a examinar y aprender algunos aspectos positivos de nuestra cultura tradicional, entre ellos el confucionismo, el taoísmo y el budismo, y también aprender del resto del mundo.

WB: Usted posee una característica distintiva, por ser una ciudadana china expatriada que no obstante se preocupa mucho por el futuro de China y tiene opiniones progresistas que critican tanto al gobierno chino como al estadounidense. ¿Hay más personas como usted aquí en EEUU? ¿Qué le aconsejaría a otros expatriados chinos? ¿Considera que el gobierno chino la escucharía?

DW: Hay más gente como yo aquí en EEUU, pero la verdad es que somos una pequeña minoría. Mi consejo para otros expatriados chinos es: "Los Estados Unidos no son la totalidad del mundo, y la clase media con la que normalmente interactuamos es sólo una pequeña parte de la población mundial. Ni siquiera representa la mayoría de quienes crecen y se alimentan en Estados Unidos. Por eso debemos tomar contacto con la realidad, informarnos, no tomar nuestras experiencias de clase media en los Estados Unidos como la verdad y tratar de imponerlas en China".

No sé si el gobierno chino me escucharía, pero espero que juzgue mis ideas según su contenido, independientemente de mi situación de expatriada. Y lo que es más importante, espero que el gobierno escuche más a las bases. Un problema de la época de la reforma es que el gobierno escuchó demasiado a las elites (tecnócratas, intelectuales, expatriados, expertos extranjeros, etc.) y se desconectó de la mayoría del pueblo trabajador. En los dos últimos años se han percibido signos positivos de que el gobierno está respondiendo más a las necesidades del pueblo. Espero que esta tendencia continúe.

WB: ¿Qué tanta confianza tiene de que China cambie su curso antes de que sea demasiado tarde?

DW: No sólo China debe cambiar su curso sino también otros países. Algunos problemas, como el calentamiento global, parecen tan graves que incluso nuestros mejores esfuerzos sólo servirán para mitigarlos en el futuro cercano. Cualquier solución exigirá trabajar mucho y por largo tiempo, y esto también se aplica a China. Estos problemas no son nuevos, hace ya tiempo que se conocen y no han sido abordados en forma adecuada, pero más vale tarde que nunca, y todos debemos esperar lo mejor y trabajar para ello.


[1].- Walden Bello es profesor de sociología en la Universidad de Filipinas, director ejecutivo de Focus o­n the Global South, un instituto con sede en Bangkok, y miembro asociado del Programa de Colaboración Global del Nautilus Institute for Security and Sustainable Development. Este ensayo fue preparado originalmente para el Nautilus Institute.

Enfoque Sobre Comercio es un boletín mensual de distribución electrónica, publicado por Focus o­n the Global South, que proporciona noticias y análisis sobre las tendencias regionales y mundiales de la economía y el comercio, la economía política de la globalización y las luchas populares de resistencia y alternativas al capitalismo mundial.