Arde Bolivia

 

Crisis y luchas

El Alto nuevamente de pie

Socialismo Revolucionario nº 0, marzo 2005
Periódico de Socialismo o Barbarie Bolivia

Bolivia se ha polarizado. Por un lado está Mesa, los partidos tradicionales de la ex megacoalición, la burguesía cruceña, los sectores reaccionarios de las clases medias, más Bush, Kirchner y Lula. Por el otro, los explotados y oprimidos. Entre ellos, se ha vuelto a destacar el valor estratégico de la ciudad de El Alto., el epicentro del levantamiento de Octubre, que está una vez más en el centro de la actual crisis. Sin duda, los bloqueos en el resto del país han sido de gran importancia. Pero al ocurrir en zonas agrarias o del interior, no pueden tener el mismo impacto que cuando ocurren en el centro político del país.

El Alto es lo que hemos definido como una “comuna” de trabajadores, popular y originaria. Esto es, el centro de radicación de una nueva clase trabajadora, independientemente de que en el reciente Paro Cívico la clase trabajadora no logró expresarse como tal, sino más bien disuelta en otros sectores populares, como vecinos, y centralizada por una institución barrial o territorial como es la Fejuve. Por su parte, la propia COB se mostró mayormente ausente a lo largo de la crisis de estas últimas semanas.

Ya habíamos señalado con anterioridad esta particularidad de la ciudad, de casi un millón de habitantes: “Para nosotros se trata de una comuna de trabajadores, popular y originaria. Pero, ¿de que sé trata la ‘forma comuna’? A nuestro entender, consiste en una forma social en la cual las clases sociales no se expresan directamente en sus relaciones de producción, sino indirectamente, en el territorio en el que viven como ‘vecinos”(...). Este carácter de ‘vecinos’ y / o territorial del levantamiento no puede agotar la cuestión (...). [Octubre] no se trató de un mero levantamiento ‘indígena’, sino de una población trabajadora que efectivamente es culturalmente aymará e indígena, pero que al vivir masivamente en las ciudades ha dejado de ser campesina o está en tránsito a dejar de serlo (...). Este problema ‘sociológico’ es parte del debate estratégico, dado que mayoritariamente los distintos analistas y corrientes intelectuales y políticas de la vanguardia han tendido a ocultar o desestimar el análisis a partir de las relaciones de producción y reproducción de la vida de los vecinos de El Alto (es decir, el análisis de clase), para hacer hincapié en la mera identidad ‘indígena aymará’ de la ciudad”. [1]

En este mismo sentido: “Las empresas han aprovechado el régimen de ‘libre contratación’ basado en el nefasto artículo 55 del DS 21060 y otras normas legales impuestas en los últimos años, para imponer una verdadera dictadura en las fábricas (...). La precarización laboral, la flexibilización, la tercerización de algunas actividades, así como la amenaza del desempleo, han sido utilizadas para aumentar la explotación, dividir las filas obreras y trabar su resistencia (...). Esta situación es también evidente en El Alto, que ya es quizás la más importante concentración obrera del país. Según datos, hay más de 50.000 fabriles, muchos de ellos jóvenes y mujeres, casi 200 grandes firmas están registradas en la Cámara Nacional de Industrias y hay quizá unas 1500 empresas pequeñas y medianas. Esta inmensa fuerza dormida, sin embargo, está poco organizada. Pese a la combatividad de los trabajadores alteños –y muchos participan desde sus barrios, a través de las juntas vecinales– la difícil situación que atraviesan les ha impedido hasta ahora jugar un papel propio. En efecto ¿por qué no hay ni una fábrica parando ni vemos a los obreros peleando en forma organizada junto al resto del pueblo alteño?” [2]

Refundar la COB

En estas condiciones, la COB ha tenido un papel por demás deslucido a lo largo de la crisis. Esto tiene que ver con que Solares sólo ha venido planteado como salida la necesidad de elecciones generales para que “venga un hombre honesto a gobernar”... O sea –al igual que el MAS–, otra variante de una salida enteramente por dentro del régimen de democracia de los ricos (y blancos). Por otra parte, la reciente huelga general de los días 15 y 16 de marzo fue un nuevo fracaso.

Esto es así por razones de fondo: la primera es que la dirección de Solares sigue la tradición histórica lechinista (de Juan Lechín, burócrata de la COB durante décadas) de no plantear la perspectiva de una salida independiente de todo sector patronal por parte de los explotados y oprimidos.

En segundo lugar, Solares, más allá de bravuconadas y palabras altisonantes, se niega a convocar a instancias de verdadera democracia de bases, asambleas, mandatos, plenarios, etc, que puedan establecer auténticos mecanismos de democracia obrera.

Al mismo tiempo, es un hecho que la COB no ha sabido o no ha querido dirigirse hacia la nueva clase trabajadora boliviana tal cual es hoy, que tiene en El Alto un nuevo componente de inmensa importancia. Y que si bien es difícil organizarla, esta tarea es estratégica en la perspectiva de una salida socialista al actual proceso revolucionario, estableciendo una nueva alianza obrera, originaria, campesina y popular en el país.

La ausencia de esta orientación facilita el reiterado cuestionamiento que desde los sectores originarios y campesinos (Morales, Quispe, Mamani y Olivera) se le hace a la COB como institución que resume la historia y tradición inmensa de la clase obrera boliviana, y que se conecta con su total menosprecio del rol que puede llegar a cumplir la nueva clase trabajadora boliviana en el actual proceso revolucionario.

Parte de la orientación reformista que el MAS, el MIP, la Fejuve de El Alto e intelectuales de importancia como Álvaro García Linera tienen frente a la actual crisis de conjunto es que entienden que la rebelión en curso se trataría de un proceso meramente “democrático”. Esto es, que sólo está planteado el problema del acceso de la población originaria a la vida política por intermedio de una nueva constitución política que garantice que Bolivia sea un Estado multiétnico y multicultural.

Sin duda, es una tarea crucial en Bolivia acabar con la opresión nacional sobre la mayoría originaria. Pero para lograrlo hay que imponer la transformación completa del país, no sólo de sus instituciones políticas, sino social: acabar con el capitalismo e imponer una Bolivia socialista. Sólo así Bolivia podrá ser verdaderamente multiétnica y multicultural, porque para llevar adelante estas tareas no alcanza con las Federaciones Cocaleras de Morales o con la CSUTCB de Quispe: hace falta una COB refundada que ponga en el centro del proceso a la nueva clase trabajadora, parte importantísima de la cual se encuentra en la comuna revolucionaria de El Alto. Lo que a su vez plantea la importancia del trabajo de las corrientes socialistas revolucionarias en esa ciudad.


Notas:

1.- “Critica del romanticismo ‘anticapitalista”. En Socialismo o Barbarie 16, abril 2004.

2.- Palabra Obrera Nº 8.

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