Estrategias
latinoamericanas
Acción
directa de clase
versus política electoral populista
Por
James
Petras
Rebelión, 07/04/04
Traducido
para Rebelión por Laura Abad
La
historia reciente ha sido testigo de levantamientos populares masivos
que han derrocado a políticos de derechas neoliberales en Bolivia
(octubre de 2003), Argentina (201), Ecuador (2000) y Perú (2001). Sin
embargo, en posteriores elecciones, han alcanzado el poder diferentes
políticos burgueses, entre los que se incluyen Da Silva en Brasil,
Kirchner en Argentina, Mesa en Bolivia y Toledo en Perú la izquierda
marxista se enfrenta, una vez más, con el "viejo debate" de
si el liderazgo en la lucha contra el neo-liberalismo y contra el
imperialismo puede estar dirigido por la "burguesía
nacional" o por una alianza de clase que incluya a campesinos,
cocaleros, funcionarios, parados, subempleados, trabajadores rurales
sin tierra y otros grupos de la clase trabajadora.
A
lo largo de los últimos veinte años, políticas neoliberales han
sido aplicadas por "socialistas" (Chile),
"populistas" (Argentina), socialcristianos(Venezuela) y
conservadores (México). Las decisivas fuerzas de clase internas que
han apoyado las retrógradas políticas de privatización, austeridad
selectiva, desnacionalización y ataques masivos a la legislación
laboral y social, han sido las de la burguesía en todas sus grandes
variantes -la banca, la industria, la agro-exportación, el comercio y
el negocio inmobiliario. La burguesía no se opuso, en ningún país,
a las absorciones imperialistas -fue la burguesía nacional, en
Argentina, quien vendió las empresas públicas a Estados Unidos y a
multinacionales europeas. Todos los regímenes electorales, sea cual
sea su supuesta etiqueta, basaron sus estrategias de desarrollo en
asegurar el apoyo del capital local. Esto condicionó su cooperación
en la puesta en práctica de políticas neoliberales, puesto que todos
los sectores de la burguesía latinoamericana son parte esencial de
los circuitos internacionales financieros, comerciales y tecnológicos
dominados por el imperialismo estadounidense y europeo. Como
resultado, los "capitalistas trasnacionales" de Latinoamérica
no respaldaron ninguna campaña que se opusiera a los programas del
FMI -al contrario, los apoyaron. En consecuencia, las únicas fuerzas
sociales que actuaron para bloquear, resistir e incluso derrocar los
regímenes neoliberales fueron las de los movimientos de clase
-incluyendo aquí a los campesinos indios, los comités urbanos
vecinales de parados, trabajadores rurales sin tierra, trabajadores en
condiciones precarias, campesinos, funcionarios (del petróleo, de la
electricidad, de la sanidad, profesores, etc.) y los autónomos
pobres. Sólo en contados casos excepcionales se sumaron a la guerra
de clases los trabajadores industriales organizados en sindicatos
privados. Lo que es crucial es que estas luchas no fueron
protagonizadas ni dirigidas por la burguesía, ni nacional ni
internacional. La exitosa oposición a la privatización del agua en
Cocachamba (Bolivia) y de la electricidad en Arequipa (Perú), fue
llevada a cabo y apoyada por movimientos de masa populares ante la
impotencia política o complicidad de los partidos electorales
nominalmente "populistas" o "socialistas". En
diciembre de 2001, movimientos populares masivos de la clase media
baja, en Argentina, se aliaron con los desempleados para expulsar a
varios posibles presidentes en cuestión de días. En Ecuador,
movimientos similares de indios y funcionarios organizaron el
derrocamiento del titular del cargo de presidente Mahuad, en enero de
2000 -y amenazan ahora con hacer lo mismo con Lucio Guitiérrez, que
abandonó a sus partidarios campesinos indios para acoger a la
"burguesía nacional" de Guayaquil. En octubre de 2003, los
cultivadores de coca de Yungas, los mineros de Guanín, los
desempleados urbanos y los subempleados de El Alto, junto con los
manufactureros y autónomos de La Paz y Cocachamba, hicieron caer al régimen
neoliberal de Sánchez de Losada -un destacado cliente capitalista de
Washington, respaldado por la "burguesía nacional" de Santa
Cruz.
Conviene
señalar varias observaciones: la evidencia empírica e histórica
demuestra que los movimientos sociopolíticos de acción directa de
clase han sido las únicas fuerzas políticas capaces de resistir,
cambiar e incluso derrocar los regímenes y políticos neoliberales.
No hay ninguna prueba de ningún régimen electoral en el que la
burguesía nacional jugara un papel esencial, que haya desafiado al
neoliberalismo o al acuerdo neocolonial patrocinado por los Estados
Unidos, el ALCA.
Las
tácticas del régimen de Da Silva
En
noviembre de 2003, una encuesta realizada a la elite empresarial
latinoamericana concluyó que el presidente brasileño Da Silva era el
"mejor Presidente" de Latinoamérica, por encima de la
segunda opción, el presidente chileno Ricardo Lagos, con un amplio
margen (39% y 20%). Tanto en Estados Unidos como en Latinoamérica
(aunque en mucha menor medida), izquierdistas, periodistas y académicos
progresistas todavía se refieren a él como un líder popular de
"centro- izquierda". Para analizar las opuestas percepciones
y expectativas de capitalistas e izquierdistas, es necesario seguir
una serie de procedimientos metodológicos:
1.
Transformación histórica del PT -cómo ha evolucionado en los últimos
25 años.
2.
Las relaciones entre el PT y los gobiernos nacionales, estatales y
municipales en los que ha ostentado poder o sobre los que ha tenido
influencia legislativa.
3.
La naturaleza mutante del programa del PT.
4.
La campaña electoral, las alianzas políticas y los pactos económicos
durante las elecciones presidenciales de 2002.
5.
La "imagen" y la realidad de un candidato.
6.
La identidad, el trasfondo y las prácticas de los funcionarios
ministeriales y económicos clave del régimen de Da Silva.
7.
Las decisiones político-económicas y las prioridades estratégicas
de los primeros 14 meses del régimen.
A
principios de los años 80, el PT estaba estrechamente vinculado a los
movimientos Sociales. En su interior había un variado debate y
distintas tendencias políticas -de marxistas a socialdemócratas y
había un liderazgo colectivo. A principios de los 90, el PT se
convirtió en un instrumento electoral cada vez más dedicado
exclusivamente a las elecciones y con una creciente tendencia a la
"verticalidad" en su estructura decisoria. El margen de
debate se limitó y los dirigentes elegidos oscilaban entre las políticas
social-democráticas y social-liberales. Para las elecciones de 2002,
el partido ya estaba fuertemente centralizado y dirigido por Da Silva
y su camarilla personal. Más del 75% de los delegados en el congreso
del partido eran funcionarios, profesionales, dirigentes y el resto
eran, en su mayoría, burócratas sindicales a tiempo completo. El
programa adoptó políticas de ajuste estructural, flexibilidad
laboral, pagos totales de la deuda exterior y privatizaciones. El
partido ya no era el "partido de los trabajadores" en lo que
se refiere a su programa, estructura y liderazgo (Da Silva lleva fuera
de las fábricas como funcionario a tiempo completo un cuarto de
siglo).
Desde
principios de los años 80 y hasta 2002, el PT mantuvo varios cargos
de gobernador y gobernó en muchos municipios -incluido Sao Paulo. El
balance fue una mezcla de políticas social-liberales y social-democráticas
con poco apoyo activo a la lucha por la reforma agraria de los Sin
Tierra y ningún esfuerzo por municipalizar los servicios públicos.
El tan cacareado "presupuesto participatorio" de Porto
Alegre, según el cual los grupos vecinales dentro de un municipio se
unirían para tomar decisiones sobre las prioridades de gasto, afectó
sólo a una pequeña porción del presupuesto de la ciudad -que fue
acordado pro el consejo municipal. A finales de los años 90, los
dirigentes del PT elegidos privatizaron empresas públicas locales,
aplicando impuestos regresivos sobre los pensionistas e imponiendo una
austeridad presupuestaria. La campaña electoral presidencial de 2002
puso de manifiesto el autoritario giro del PT hacia la derecha. No se
consultó ningún asunto al partido, ni mucho menos a los movimientos
sociales, por no hablar ya de la población urbana, o los pobres del
campo. Da Silva y su camarilla personal eligieron a un millonario de
la industria textil del derechista Partido Liberal como candidato a la
vicepresidencia, acordaron un pacto con el FMI para reducir las
pensiones, los salarios y los programas sociales y destinaron un
excedente de 4,5% del PIB para pagar la deuda externa. Da Silva se negó
a permitir que el PT participara en un referéndum sobre el ALCA
organizado por los movimientos sociales y la iglesia progresista. La
campaña de Da Silva fue financiada, en su mayor parte, por grandes
contratistas, mafiosos y capitalistas industriales -mostrado en parte
en un vídeo hecho público en febrero de 2004, en el que se veía uno
de los mayores mafiosos de Río realizando un pago a uno de los
recaudadores de fondos para la campaña de Da Silva de 2002.
Da
Silva y su camarilla liderada por Jose Dirceu (conocido como el
"comisario" dentro del PT por su estilo autoritario) eligió
a los que debían tomar decisiones económicas dentro del régimen
-muchos de ellos firmes neoliberalistas millonarios, de los cuales la
mayoría nunca habían votado por el PT. Henrique Meirelles, ex
presidente del Fleet Boston Global Bank, fue nombrado director del
Banco Central. Antonio Palocci, ex trotskista convertido al
neoliberalismo fundamentalista, fue nombrado ministro de Economía.
Luiz Fernando Furlon, director del gigante de la alimentación Sadia,
fue nombrado ministro de Desarrollo y Comercio. Roberto Rodríguez,
presidente de la Brazilian Agribusiness Association, fuertemente
vinculada a Monsanto, fue nombrado ministro de Agricultura. Estos
ministros y asesores de Da Silva establecieron los parámetros
socioeconómicos y la estrategia del régimen, que después aprobó el
72% del partido. A la "izquierda" del PT se le concedió
varios ministerios con presupuestos y personal reducidos para trabajar
en un marco de "libre mercado". El mayor problema dentro del
régimen fue el del grado de apoyo a capital financiero exterior y doméstico
y los agro-exportadores y el capital industrial. En el mejor de los
casos, se ignoraron los intereses de los trabajadores, los Sin Tierra
y los funcionarios. En el peor, se les dañó gravemente.
Las
políticas del régimen de Da Silva
Dada
la evolución del PT, la estructura y composición del régimen y las
alineaciones políticas con el FMI y los grandes negocios locales, se
puede entender la total aceptación de la agenda neoliberal de Da
Silva.
Política
macroeconómica
El
régimen del PT impuso una política de pago de la deuda que superó a
la del acuerdo del ex presidente Cardoso con el FMI. Aumentó el
excedente del presupuesto al 4,25% del PIB, destinando 150 billones de
reales (aproximadamente $50 billones) a entidades de crédito
extranjeras y nacionales en 2003. Para ello, redujo los pagos de
pensiones a los funcionarios en más del 30% incluso para los
retirados con ingresos medios y bajos. Las políticas estrechamente
financiadas, la explosión de inversión especulativa y los pagos de
la deuda llevaron a tasas de desempleo en Sao Paulo (donde se
concentra el 40% de la industria brasileña) a un histórico 21%. Los
salarios se cayeron en un 12% cuando Da Silva promovió la moderación
salarial para incentivar la "competitividad". Al mismo
tiempo el capital financiero, local y extranjero, con unos tipos de
interés de entre el 22% y el 18%, experimentaron una buena fase. Los
especuladores del mercado bursátil doblaron sus ingresos mientras la
BOVESPA (la bolsa brasileña) subió un 98% durante 2003.
Política
y reforma agraria
El
agro-negocio compartió esa bonanza. Los agro-exportadores crecieron
un 20%, mayoritariamente gracias a la floreciente demanda china de
soja, algodón y otros artículos de primera necesidad, así como por
la política del régimen de canalizar la mayoría de los créditos y
financiar este sector. Mientras se beneficiaba el 10% de la elite
agricultora, la masa de trabajadores sin tierra fue ignorada -los
beneficiarios de la distribución de tierras disminuyeron muchísimo
con Da Silva. Antes de ser elegido, Da Silva prometió beneficiar a
60000 familias, mientras que el Movimiento de los Trabajadores Sin
Tierra (MST) demandaba 120000. El ex presidente Cardoso (estrecho
aliado de Bush) estableció una media de 40000 familias al año
durante sus ocho años de mandato. El régimen de Da Silva sólo
estableció a 10000 familias -la cifra más baja desde el régimen
militar veinte años antes.
El
régimen de Da Silva ha puesto sobre la mesa una "reforma"
laboral para 2004, además de la privatización de las
infraestructuras, una mayor desregulación, la apertura de nuevas
regiones del Amazonas para su explotación, la aprobación del ALCA
"suavizado" (comercio libre paso a paso y con reciprocidad).
En política exterior, Da Silva critica el ALCA porque la administración
Bush no aplica consistentemente políticas de libre mercado en relación
a la agricultura. Como ha señalado Da Silva repetidamente, "los
mercados libres traen prosperidad si se respetan por todas las
partes". Brasil ha intervenido en contra del régimen progresista
de Chávez, organizando un grupo apodado de "Amigos de
Venezuela", compuesto por regímenes derechistas hostiles a Chávez
(Chile, México, España, Estados Unidos y Brasil). Cuando Venezuela
pidió que se añadiese un país con más simpatías por Venezuela, el
ministro de Exteriores brasileño Celso Amorin se negó. Como dijo
entonces Fidel Castro: "con amigos así, quién necesita
enemigos". El servilismo de Brasil es aún más evidente en el
envío de policía militar a Haití en apoyo del golpe, patrocinado
por Estados Unidos, que derrocó al presidente Aristide. Da Silva
visitó al presidente Bush cinco veces durante 2002 y 2003,
coordinando políticas y buscando el respaldo de Wall Street y de
Washington a su modelo de desarrollo basado en el imperio (descrito
por sus ideólogos como "la inserción de Brasil en el modelo de
la globalización).
Derechos
humanos
La
Comisión Pastoral de la Tierra (CPT) ofrece los informes anuales más
fiables y exhaustivos sobre los derechos humanos en Brasil. Del 1 de
enero al 30 de noviembre de 2003, la CPT registró 71 asesinatos de
trabajadores rurales, lo que supone un aumento del 78% en relación
con el año anterior. Las agresiones graves se duplicaron, mientras
que los intentos de asesinato crecieron un 76%. Hubo un aumento del
27% en el número de familias expulsadas de la tierra por orden
judicial y un aumento del 88% en los ocupantes de tierra expulsados
por la fuerza. Varios factores explican la benigna negligencia de Da
Silva en materia de derechos humanos.
En
primer lugar y ante todo, hay que mencionar el papel estratégico que
juegan los grandes terratenientes vinculados al sector de la
agro-exportación en el del mercado de divisas para pagar la deuda. Da
Silva se muestra reticente a involucrarse en conflictos que afecten a
algún sector de los grandes terratenientes que pueda
"desestabilizar" a los agro-exportadores. De ahí el recurso
de Da Silva al subterfugio de la "jurisdicción limitada" y
la "división de poderes". Su autodefinida limitación de
poderes en cuanto a la violación de los derechos humanos no se
corresponde, sin embargo, a la privatización por decreto de los
bancos estatales -pasando por alto el Congreso.
La
violación de territorio indio ha aumentado dramáticamente, tal y
como ha registrado la agencia gubernamental de asuntos indígenas
FUNAI, que ha visto su presupuesto y personal reducido gracias al
recorte del 10% en presupuesto social realizado por Da Silva.
El
proyecto favorito de Lula, "Hambre Cero" también ha
fracasado en su intento por erradicar la pobreza -Da Silva redujo su
presupuesto en un 25% para mantener lo acordado con el FMI. Con su
habitual demagogia teatral, Da Silva proclamó a principios de su
presidencia que todos los brasileños harían tres comidas al día al
final de su mandato. Entonces, viajó a su ciudad natal, Caetes, en el
noreste, para lanzar su programa "Hambre Cero". A finales de
diciembre de 2003, el obispo Irineu Roque Scherer, cuya jurisdicción
incluye Caetes, apuntó que "Da Silva tiene un discurso precioso
con encanto que convence a la población pero el PT no lo retoma. En
consecuencia, el gobierno promete, pero nada ocurre".
El
régimen de Da Silva ha definido clara y directamente un programa de
cuatro años de profundización y extensión de políticas
neoliberales. El PT se ha aliado con algunos de los partidos más retrógrados
del congreso y las elites económicas para sacar adelante políticas
neoliberales. Su crítica a la política comercial estadounidense va
en la misma dirección -más libertad de comercio, no menos. Para
sacar adelante sus políticas, Da Silva ha eliminado y sancionado a más
de una docena de congresistas. Miles de militantes que construyeron el
PT y se involucraron en las primeras luchas han renunciado a su carnet
de socio. El PT los está sustituyendo con nuevos miembros reclutados
con relaciones de patrón y cliente. Si se analizan seriamente los
lazos estructurales entre el capital financiero y el régimen de Da
Silva y la composición clasista y políticas del régimen, lo que es
evidente es un régimen de derecha con un profundo y permanente
compromiso con el neoliberalismo. Esto supone un gran revés para los
trabajadores brasileños, empleados y trabajadores del campo. Sin
embargo, han vuelto a las únicamente verdaderas y probadas formas de
lucha -la movilización de clase organizada a través de la acción
directa, independientemente y, en todo caso, en contra de las políticas
de Da Silva.
La
ocupación tierras pasó de 176 en 2002 a 328 en 2003. El número de
familias que participaron en la ocupación de tierras creció de 26958
en 2002 a 54368 en 2003. En 2004, el régimen de Da Silva promete
mayores concesiones de capital financiero, inversores extranjeros y
superiores incentivos a los agro-exportadores. En marzo de 2004, la
resistencia popular ya ha aumentado y el conflicto de clase se
extiende de la industria al campo. Algunos comentadores se están
planteando si el régimen de Da Silva, como otros de su misma
naturaleza, se verá forzado a dimitir antes de que termine su
mandato. Una vez más, la experiencia de Da Silva demuestra que los
regímenes "populistas" apoyados por la burguesía son
incapaces de resolver los problemas de Latinoamérica: estancamiento,
desempleo, trabajadores sin tierra y pillaje imperialista.
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