Brasil bajo Lula

 

Después de la caída de Palocci, continúa la misma política económica

Lula pone el piloto automático

Por Eduardo Andrés Aller
APM (Agencia Periodística del MERCOSUR), 02/04/06

Luego de la caída del ministro de Hacienda Antonio Palocci, Lula Da Silva designó en las vacantes ministeriales a nombres de bajo perfil pero que aseguran continuar con el modelo político–económico.

El presidente Luiz Inácio Lula Da Silva decidió confirmar la continuidad del modelo económico y político para superar la crisis institucional que se desató en el seno de su Gobierno la última semana, cuando la oposición minó de denuncias de corrupción su círculo de confianza. Para eso, designó a hombres de predominante perfil técnico y bajo perfil político para reorganizar su cartera de ministros, la cual se vio debilitada con la renuncia de Antonio Palocci, primero, y con las ocho vacantes que dejaron aquellos que serán candidatos en las elecciones de octubre, después. El mandatario también tendrá que afrontar un pedido de juicio político y un clima enrarecido por una inesperada expresión de malestar militar.

Quien reafirmó la idea de una continuación con el esquema ortodoxo diseñado por Palocci fue el nuevo ministro de Economía, Guido Mantega, al asegurar que será un continuador, en líneas generales, de la obra de su antecesor. "La política económica no cambiará por que es la más exitosa de los últimos 15 o 20 años", dijo Mantega al momento de su designación.

Mantega siempre se mantuvo disciplinado a su jefe político, resultando un funcionario 'comodín'. Fue así que ocupó la cartera del Ministerio de Planificación desde enero de 2003 hasta noviembre de 2004, cuando Lula Da Silva lo designó presidente del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) en el marco de una anterior reorganización de gabinete.

Si bien Mantega, un académico del oficialista Partido de los Trabajadores (PT), se comprometió a llevar adelante políticas amistosas hacia los mercados, en el pasado criticó el actual enfoque de política económica. De hecho, marcó claras diferencias: "Brasil tiene que tener tasas de interés civilizadas, que permitan estimular la producción y el consumo; la inflación está bajo control y nada impide la baja de las tasas".

Y aunque la presión para que bajen las tasas implica una modificación, la misma era esperada. El flamante titular de Economía destacó que en Brasil hay "unanimidad en que las tasas podrían ser más bajas" para "estimular la producción y el consumo" y, consecuentemente, el crecimiento económico.

Dentro del elenco de candidatos a ocupar el Palacio de Hacienda fue escogido el de menor expresión política: Mantega, a diferencia de Palocci, que contaba con respaldo de banqueros y empresarios, llega al poder como soldado de Lula, que no pretende apartarse del libreto ortodoxo aplicado hasta el momento, aunque manteniendo cierta autonomía.

Médico y ex dirigente trotskista, Palocci, de 43 años, se convirtió durante los casi tres años y medio del gobierno de Lula en el garante firme de la responsabilidad fiscal y el cumplimiento de los contratos ante los sectores económicos y financieros.

Palocci perteneció a una de las corrientes de extrema izquierda del PT, pero que al asumir como intendente giró hacia el centro y privatizó empresas. Ya como ministro, conquistó a los sectores financieros y a organismos de crédito como el Fondo Monetario Internacional (FMI) con un discurso "ortodoxo". La sociedad en general aprobó su estilo personal de conducción y valoró la estabilidad económica. Pero sectores sindicales, empresarios y desarrollistas criticaron la tasa de interés que impide un mayor crecimiento de la economía.

La era Palocci en la economía brasileña se distinguió por tres elementos: altas de interés, superávit fiscal muy elevado, pago de la deuda externa y un crecimiento limitado del producto bruto interno. También trajo un aumento sustancial de la presencia brasileña en el comercio internacional. Y representó una estabilidad económica como no se vivía en el país desde hacía más de una década.

Si la política económica fue de corte neoliberal, ésta no le impidió a Lula cumplir con sus programas sociales. Por el contrario, bajo el gobierno del actual presidente brasilero, 40 millones de brasileños se incorporaron al mercado gracias a los subsidios recibidos en alimentación.

Con su alejamiento, Palocci no solucionó nada. Ahora tendrá que probar ante la justicia que no recibía 50 mil reales (24 mil dólares) por mes de una empresa de recolección de residuos cuando era intendente del municipio paulista de Ribeirão Preto, hasta asumir el comando de la campaña electoral que llevó a Lula Da Silva a la victoria.

Por el momento, los mercados de Brasil operan en un escenario volátil, intentando asimilar la renuncia del ministro Palocci y su reemplazo por Mantega. El real brasileño abrió el martes pasado con una desvalorización de 2,77 por ciento en relación al cierre del lunes, cotizado a 2,234 unidades por dólar. Además, existe la preocupación de que el nuevo ministro presione para que haya tasas de interés más bajas en un intento por acelerar el crecimiento económico.

La comentarista económica Miriam Leitao dijo que "aumentó la incertidumbre del mercado con respecto al 2007" y manifestó preocupaciones en el sector financiero por la posibilidad de que a lo largo del año aumenten los gastos públicos. A esto, Mantega respondió que "los gastos están controlados y dentro de lo previsto".

Para su principal adversario, el candidato presidencial por opositor Partido de la Social Democracia Brasilera (PSDB) Geraldo Alckmin, la caída de Palocci fue vivida como un éxito. Alckmin, quien dejó la gobernación de San Pablo para dedicarse a su campaña, es un reconocido confeso de la doctrina neoliberal que buscará ocupar el lugar de confianza dentro del mercado que dejó vacío Palocci.

Quizá, los cuestionamientos más duros hayan venido de los sectores que históricamente se identificaron con Lula Da Silva. Sindicatos y movimientos sociales brasileños demandaron "cambios" en la política económica, minutos después que la oficina de Economía quedara acéfala. "Esperamos que Guido Mantega atienda las reivindicaciones auténticas de los trabajadores", expresó la Central Única de Trabajadores (CUT) en comunicado público.

La administración Da Silva recorre escenarios aun inciertos pero cuenta como nunca antes con el respaldado del PT, que luego de peleas fratricidas recuperó cierta unidad de acción para trabajar por la victoria de su líder el 1° de octubre y para que la era Mantega se la transición que preludie una política económica expansiva como marca de un segundo gobierno.

Para Lula Da Silva, la caída de su principal colaborador es un golpe considerable cuando faltan seis meses para las elecciones nacionales. Su mayor conquista, la estabilidad económica, aún sin descuidar la asistencia social, tendrá a su ideólogo fuera de escena; y no por cuestiones del destino sino por motivos non santos inocultables.

El otro frente de batalla en que Lula Da Silva estará obligado a dar pelear será el abierto por parlamentarios opositores, el cual deja entrever en un trasfondo el juicio político. Más precisamente, el senador Jorge Bornhausen, líder del ultraconservador Frente Liberal, comenzó a partir de ahora a centrar sus ataques en Lula, una vez que lo han privado de su gente más cercana.

"Es la última pieza del esquema", dijo Bornhausen refiriéndose a Lula, quien mantiene su carisma y popularidad a pesar de quedar más expuesto a los ataques, al no contar con apellidos de peso en los puestos claves del Ejecutivo.

Un comentario en la edición electrónica del Jornal do Brasil señala que "Ahora es Lula" y revela que la meta opositora es incriminar al Presidente en irregularidades cometidas por sus colaboradores durante su mandato.

Y en medio de las turbulencias que amenazan con arrastrarlo, Lula Da Silva tuvo que investir ocho nuevos ministros, en lugar de quienes dimitieron para poder aspirar a cargos en las próximas elecciones generales del 1 de octubre.

Salvo los de Relaciones Institucionales y Defensa, los designados eran viceministros o secretarios generales del Gobierno, con muy escasa trayectoria en la lucha política. Lo que habla de la poca disponibilidad de nombres que tuvo el presidente para ocupar los cargos en temporada electoral o de la intención de garantizar la continuidad de las políticas que venían desarrollando sus ex colaboradores.

El cambio más significativo se dio en la Secretaría de Relaciones Institucionales, en la que el ex ministro de Educación y ex presidente del PT Tarso Genro vuelve al gobierno para sustituir a Jacques Wagner, quien será candidato de esa formación a la gobernación del estado de Bahía.

Otra modificación importante fue en el Ministerio de Defensa, hasta ahora ocupado por el vicepresidente José Alencar, de quien se dice en círculos políticos que puede acompañar nuevamente a Lula en la fórmula que le postularía para un segundo mandato presidencial.

Los cambios afectan a los ministerios de Defensa, Desarrollo Agrario, Deportes, Integración, Salud y Transporte, y a las secretarías de Pesca y Relaciones Institucionales, cuyos titulares tienen rango de ministros.

Lula Da Silva habría intentado evitar que la desbandada de ministros fuera tan grande. El primer mandatario prefería que algunos de sus colaboradores permanecieran en el gobierno en un momento en que las denuncias de corrupción que se iniciaron el año pasado le hicieron perder a tres de sus laderos históricos: José Dirceu, su jefe de gabinete; Luiz Gushiken, su ministro de Comunicación, y ahora Antonio Palocci.

Según señalaron varios diarios brasileños, el presidente habría sincerado en una reunión con parlamentarios que a partir de ahora tendrá que ejercer él mismo la función de "coordinar" políticamente su gobierno. De todos modos, quedan junto a él algunos ministros clave que han demostrado enorme eficacia. Son el canciller Celso Amorim, el ministro de Justicia, Marcio Thomas Bastos, y la ministra de la Casa Civil, Dilma Rousseff. Todos están desde el principio en el gabinete de Lula.

Las elecciones convocarán a los brasileños a las urnas para elegir a un nuevo jefe de Estado y a los gobernadores de los 27 estados del país, y para renovar las cámaras de Diputados y del Senado.

La noticia más alentadora para los directivos de Planalto fue la que dio la consultora Austin Rating el último viernes. Según la firma, que utiliza las cifras actualizadas por el FMI, el Producto Bruto Interno (PBI) per cápita de Brasil el año pasado fue de 10.520 reales (unos 4.320 dólares), con un crecimiento del 0,8 por ciento en términos reales (ya descontada la inflación) con respecto al de 2004.

El aumento del PBI le permitió a Brasil subir desde el decimoquinto lugar en el 2004 al undécimo en el 2005 en la lista de las mayores economías del mundo, superado por Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, China, Italia España, Canadá y Corea. Así, la economía brasileña ahora está por encima de las de Rusia (décima segunda con 722.100 millones de dólares), México (décima tercera con 758.100 millones de dólares), India (746.100 millones de dólares) y Australia (683.800 millones de dólares).

Según las cifras de la firma de consultoría, Brasil es responsable de cerca de la tercera parte del PBI de Latinoamérica y no solo superó a México, sino que mantuvo una distancia grande frente a Argentina (177.300 millones de dólares), Venezuela (131.000 millones de dólares), Colombia (112.300 millones de dólares) y Perú (77.200 millones de dólares).

Pero si algo faltaba para completar el cuadro del conflicto, un comunicado del ejército brasilero saludó con orgullo el golpe militar del 31 de marzo 1964, considerado como la pieza del dominó que precipitó una cadena de dictaduras militares por casi toda América del Sur en las décadas de 1960 y 1970 y acarreó graves violaciones a los derechos humanos. El argumento principal para el golpe fue que el país, bajo el régimen izquierdista de Goulart, caminaba hacia el comunismo.

"Eso sucede durante un gobierno que tiene varios ministros, entre ellos la de la Casa Civil (jefatura de gabinete, Dilma Rousseff), que fueron perseguidos por el golpe militar", dijo la vicepresidente de la organización no gubernamental "Tortura Nunca Más", la ex presa política Cecilia Coimbra.

Lula da Silva fue uno de los perseguidos por la dictadura militar. Como dirigente del sindicato de trabajadores metalúrgicos de Sao Paulo encabezó huelgas masivas que por primera vez desafiaron el poder de los militares pues paralizaron la industria automotriz, uno de los motores fundamentales de la economía del país.