Brasil

 

Un spot que ilumina la oscura faz de 12 años de neoliberalismo

Por José Roberto Silva
De Práxis, corrente marxista revolucionária do P-SoL, 20/05/06

Los ataques del PCC (Primer Comando de la Capital) son el coronamiento trágico de un proceso de 12 años gerenciamiento de la sociedad brasileña bajo los planes del neoliberalismo.

Estos ataques pusieron al pueblo trabajador paulista en un estado de enorme temor (en algunos momentos hasta de pánico) durante cinco largos días. Y no hay certeza de la la “normalidad” haya vuelto completamente.

Rehén de las órdenes y las acciones del crimen organizado, por un lado, y de la violencia policial por el otro, asistimos a ataques a ómnibus, estaciones de policía, automóviles y banco, rebeliones en los presidios y muertes de civiles (4), policías (45) y de 115 sospechosos de pertenecer al PCC, la mayoría no identificados aún.

Estos números, comparables al día a día de Iraq, a pesar de su gigantismo, no consiguen expresar el sentimiento de inseguridad y desaliento del pueblo. Pero dio una muestra de la forma cómo las cuestiones de seguridad son tratadas. Y su similitud con la crisis en que vegeta el gobierno Lula. Su base de apoyo ahora –como en el escándalo de las ambulancias– es el dúo PSDB/PFL.. Y, en todos los casos, sobrevive gracias a la corrupción, la desfachatez y es descaro.

En la tentativa de no perjudicar en la campaña electoral a la candidatura a la presidencia de Alckmin –ex gobernador de San Pablo–, la Policía Civil, sabiendo desde hace algunas semanas de la posibilidad de ataques del PCC para el Día de la Madre [en Brasil es en mayo], trató de “esconder” el problema mediante la transferencia de 765 presos al presidio de máxima seguridad de Presidente Venceslau, y ala líder del PCC, Marcola, al de Presidente Bernardes.

En respuesta a eso –sabiendo el plan mediante la compra de una grabación de un pronunciamiento secreto en la Cámara Federal del Delegado General de Polícia de San Pablo, el PCC reaccionó ejecutando de manera contundente el ensayo de ataque que hiciera años antes a unos pocos puestos policiales. En esa época, Alckmin era gobernador, y decía a toda voz que eso no era más que una reacción tardía a la acción de la Policía paulista y que el PCC había sido extinguido.

Ahora, cuando el pueblo trabajador quedó sin transporte público, el sucesor del gobernador Alckmin, Cláudio Lembo, sólo sabía decir que “todo está bajo control”... lo solamente se dio después de la negociacición entre la Policía y el líder del PCC, Marcola.

Más que nunca, la burguesía mostró su completa indiferencia ante los problemas de población trabajadora. Pasó todo su tiempo preocupada solamente en discutir quién era el más culpable –si el gobierno federal o el del Estado de San Pablo– y de cómo “combatir el crimen en los límites de la ley”. O sea, cómo reforzar los instrumentos de represión, invadiendo los barrios pobres de la periferia paulista, atacando indiscriminadamente tanto a los trabajadores como a los bandidos... Una política que ya venía siendo aplicada gradualmente dentro de un plan de “modernización”, importado de la policía de Nueva York.

En el parlamento, junto a la acción del Senado de aprobar a marcha redoblada unos proyectos de ley endureciendo principalmente la legislación carcelaria, los componentes de la Cámara ya anunciaban que la próxima campaña electoral tendrá como punto principal la “seguridad”. Varios diputados enarbolaban “soluciones” de todo tipo, inaugurando una vez más un debate iluso e ineficaz.

La clase trabajadora y la izquierda

Pasados los momentos más difíciles, el pueblo trabajador mostraba más que inseguridad e insatisfacción, una gran apatía y descreimiento.

Junto a conclusiones acertadas –localizando las causas del problema en las políticas aplicadas por los gobiernos federal y estadual (identificándolas como iguales) y en la impunidad alimentada pro el funcionamiento de la justicia cuando se trata de acciones contra los grandes capitalistas–, la gente demostraba también un enorme desaliento con la degeneración de sus condiciones de vida, pero sin contemplar ninguna acción propia, como tomar las calles y luchar por cambios, algo debe ser realizado.

Falta de una unidad de discurso, una decisión que provenga de su propio seno, y que la gente respete y acepte. Volvió a repetirse la misma falta de movilización observada durante la crisis del gobierno Lula. El trabajador, incluso ahora, ante un ataque más directo a sus derechos, retrocedió. Va a esperar las elecciones.

Una vez más quedó demostrada la urgencia de una unidad entre todos los luchadores de izquierda realmente comprometidos en rescatar los grandes momentos de lucha que protagonizaron las masas trabajadoras.

No caben más tergiversaciones. En la estrategia de lucha por el socialismo, el aspecto más importante a ser tratado es la delimitación de los campos entre los que desean hablar el lenguaje de la clase, y aquellos que creen sólo en proyectos de reformas a través de elecciones.

Por eso la realidad exige urgentemente a los luchadores consecuentes de la izquierda, la formación de un amplio frente clasista y socialista, también para las elecciones, pero con una agenda de encuentros y movilizaciones, capaces de organizar a la clase trabajadora detrás de un programa consecuente. Los trabajadores no pueden esperar mucho tiempo más.