Brasil bajo Lula

 

El debate sobre el gobierno Lula y las perspectivas de la izquierda

Movimento de Esquerda Socialista
20 de noviembre de 2002

El mundo asiste al Brasil en fiesta. No es el Carnaval de febrero y las conmemoraciones de la copa del mundo ya se acabaron. Es noviembre del 2002. Centenares de millares de personas en las calles, en los bares, en los mítines, en las esquinas, todas con sus banderas rojas. El pueblo conmemora el resultado de las elecciones presidenciales. Las urnas confirmaron lo que ya estaba viéndose en los locales de trabajo y viviendas: ahora es Lula presidente. 

Fueron 52.793.364 votos digitados al principal líder y fundador del PT, partido surgido al calor de las huelgas del ABC paulista en Sao Paulo en el inicio de la década de 80, proyectando por primera vez en la historia del Brasil un candidato con origen en el movimiento sindical y en la izquierda para el cargo público más importante del país. Se trata de una conquista incontestable, un cambio histórico, político y cultural. Es una derrota del monopolio de los medios de comunicación y de los banqueros que apostaron por el candidato José Serra, del PSDB, apoyado por el actual presidente Fernando Henrique Cardoso. 

Un voto de oposición y por los cambios, a pesar de las alianzas con la burguesía

¿Cómo se explica esa victoria?, ¿Cuáles fueron los movimientos de las clases sociales?, las perspectivas del nuevo gobierno y el papel de la izquierda son algunos interrogantes abiertos. Es evidente que la base principal del triunfo petista fue la clara voluntad de la población trabajadora brasileña de cambiar el país. Por eso la mayoría del pueblo escogió el PT. Su historia está vinculada a las luchas de los trabajadores, a la defensa de la ética en la política y a la oposición al actual modelo económico. La parte más consciente de los trabajadores y de la juventud han hecho esta elección desde 1989. Un electorado que crece en cada elección. La victoria del PT y de Lula, por tanto, ha sido esperada y batallada desde 1989, siendo resultado sobre todo del desgaste del neoliberalismo en Brasil, como en el resto de América Latina.

Aunque, esta vez, las posiciones "light" dominaron totalmente el discurso de Lula. Recibió así, una situación nacional inestable pero sin ascenso de las luchas del movimiento de masas, el apoyo de sectores que en otras elecciones no le confiaron el voto. Muchos de los que votaron en FHC, ahora dan una posibilidad al PT, decepcionados con ocho años de gobierno tucano, cuyos resultados son un estancamiento crónico de la economía, un desempleo de 20% y una deuda pública que se multiplicó y hoy ya supera el 60% del PIB. 

Además del voto claramente de oposición, base fundamental de la fuerza de Lula, una parte importante de la burguesía se adhirió a su campaña. Tal adhesión representó un aval para sectores de la clase media alta y para las parcelas más atrasadas del pueblo. Primero, fue la alianza del PT con el Partido Liberal y el senador José Alencar, magnate del ramo textil. En seguida, el ex-presidente Itamar Franco, gobernador de Minas Gerais y la familia Sarney, representante de la oligarquía del Maranhão, estado donde el 60% de la población es indigente, embarcaron en la candidatura petista. En el segundo turno, aún más en los días que antecedieron el pleito, a más del apoyo de Ciro y Garotinho, la candidatura Lula contó con la adhesión de la oligarquía de Bahia, vía ACM, y la mayoría del empresariado ya le trato como presidente, con la FIESP y el mismo Bovespa presentando propuestas conjuntas con el núcleo dirigente del PT.

El discurso de centro-izquierda

Tales apoyos burgueses fueron posibles porque la campaña de Lula del 2002 dio un salto cualitativo en relación a todas las tentativas anteriores en lo que dice respecto a la integración del PT en el régimen político. No lo estamos comparando apenas con el 1989, cuando Lula se postuló defendiendo una serie de medidas anticapitalistas. Ni en 1994, ni en 1998, el programa de Lula fue tan claramente capitalista. La alianza con un partido de derecha fue apenas el símbolo en este giro. La defensa del acuerdo con el FMI fue su expresión más importante, aunque no haya sido la única. 

La estrategia de democratización del Estado burgués que había sido adoptada hace muchos años ahora se materializa en un nuevo contrato social. En este proceso Lula intenta colocarse como árbitro, haciendo, en estas condiciones, compromisos con todos los sectores, razón por la cual todos los sectores tenderán a cobrarle. Según Lula los cambios en el país deben ser realizados a través de negociaciones, acuerdos, y no en el enfrentamiento entre las clases, no a través de la lucha. Está es la posición oficial. Según la campaña, la reforma agraria, por ejemplo, se hará a través del diálogo entre los sin tierra y los latifundistas, ahora llamados por Lula productores rurales. Si Lula se coloca como árbitro, intentando asumir una posición por encima de las clases, su conciliación de intereses apenas existe en el terreno del imaginario, no en el terreno real, de las clases sociales con sus intereses antagónicos y sus luchas. 

Este giro del discurso hacía el centro-izquierda anula la voluntad de los que votaron por Lula para cambiar el país. Pero si el PT venció en las elecciones con una campaña de conciliación de clases es precisamente porque la situación nacional no estaba marcada por un ascenso de las luchas de la clase trabajadora. Al contrario, durante la década de 90, la ofensiva de la globalización tuvo incidencia en el Brasil y en la vida del PT, que se fue adaptando a las clases dominantes sin que los trabajadores ofreciesen una resistencia realmente fuerte al curso cada vez más electoralista y oportunista adoptado por el partido y expresado en el abandono de las banderas históricas, como la suspensión del pago de la deuda externa, el apoyo de las ocupaciones de tierras, así como una política ofensiva contra el dominio de los bancos y de las grandes empresas. 

Estas características "moderadas" ya se estaban manifestando antes del pleito electoral, como señalaba el diario de la más importante corriente de la izquierda petista del Rio de Janeiro. El PT "de defensor de las reformas amplias y radicales, pasa a ser un partido remendado, intentando aquí y allá remediar las consecuencias de la existencia del propio régimen capitalista" (Jornal del Refazendo - editorial - número 01). La cúpula petista anunció por la voz del marketing que maduró. "Es eso, lo que piensan los empresarios, inclusive aquellos que en 1989 amenazaban con abandonar el país. Es eso a lo que juegan los banqueros, menos preocupados con lo que pueda acontecer en caso de una victoria petista". Esta explicación se mantiene actual para explicar el apoyo de los empresarios al PT y expresa el nuevo curso del partido. Pero la explicación no termina aquí: "La cúpula petista piensa poco, no basta la cotidianeidad de la conciliación. Quieren predicarla. Es así que fabrican un programa que no ejecuta reformas estructurales. Por eso, quieren combatir el hambre con cupones y con reformas" ( ídem ). Y aún más adelante, el editorial remata: "Confianza, es lo que defiende nuestra cúpula. Confianza no para las bases sociales de trabajadores pero si para los dominantes del país" (ídem).

Este carácter conciliador, entretanto, no agota la razón por la cual un sector importante de la burguesía adhirió al candidato petista. Sin la crisis del neoliberalismo esta división de un sector de la clase dominante seria inviable. Diez años de aplicación de un modelo de privatización desenfrenada, apertura comercial y impuestos elevados han estrangulado a sectores de la burguesía nacional que buscan en una alianza con el PT mejores condiciones para invertir en el país, apostando en mejoras sectoriales en la economía, sobre todo en el crédito estatal vía BNDES, fondos de pensión y los ahorros de los trabajadores, como FGTS y FAT. Este es aún un sector minoritario de la burguesía nacional, pero ya bastante vinculado con el PT. 

Otro sector, que da apoyo de última hora o por el menos dispuesto a colaborar delante de la victoria petista consumada, apuesta sobre todo en el compromiso de mantenimiento de las políticas económicas fundamentales del gobierno FHC - superávit fiscal, acuerdo con el FMI, Banco Central con autonomía. Se trata de un sector que está lejos de cualquier tipo de entusiasmo, aunque acepte la victoria de Lula. Por eso, delante de esa victoria trabaja en para mantenerse ahí, pero colabora y hasta empuja para que Lula busque mejores condiciones en la incorporación de Brasil al ALCA. 

La campaña fue una primera señal de lo que será el gobierno 

Las expectativas son enormes. ¿Cómo será el nuevo gobierno? ¿Cuales serán sus primeros pasos y su composición de clase? Nunca como ahora, por el menos en las últimas décadas, la política despertó tantas esperanzas en sectores de las clases trabajadoras del Brasil. Sobre las perspectivas como mucho podemos trazar algunas tendencias. Lo que ha hecho hasta aquí sirve de parámetro. No creemos, por ejemplo, que la campaña Lula sea una y el gobierno sea el opuesto. Lula hizo una campaña en la línea de lo que será su gobierno. La defensa del pacto social entre el capital y el trabajo, entre el latifundio y los sin tierra, entre el Brasil como nación dependiente y el FMI. 

De esa caracterización de la campaña se deriva ya la caracterización del gobierno: será un gobierno compuesto por dirigentes históricos de la izquierda y de la clase trabajadora, pero el poder social de la burguesía estará intacto. Aunque el presidente y una parte importante del equipo ministerial no serán políticos oriundos de la burguesía, o sus representantes directos, hay nombres cotizados para los ministerios y para los equipos económicos que ya ejercieron funciones claves en los gobiernos burgueses anteriores y son parte directa de la elite política y económica de la clase dominante: Ricupero, Sayad, los integrantes del equipo del Plan Cruzado, algunos integrantes del actual gobierno, representantes de empresas como la Globo y un abanico de banqueros dentro de los cuales, todo indica, será escogido la presidencia del Banco Central. Todos estos elementos demuestran que hay un sector de la burguesía firme con Lula y con peso en el gobierno. 

Aunque el discurso de Lula tenga asumido un contenido claramente de conciliación de clases, y hasta de defensa del lucro justo y del choque de capitalismo, las contradicciones del Brasil con el imperialismo norteamericano son reales, no están resueltas y pueden expresarse inclusive en conflictos entre un futuro gobierno petista y el gobierno de los EUA, precisamente en una coyuntura en que los EUA sufren un cuestionamiento muy superior en nuestro continente, después sobre todo de la experiencia argentina, intensificada con la posibilidad de victoria de Lúcio Gutíerrez en el Ecuador y la continuidad de la polarización en Venezuela. 

El ALCA, rechazada por sectores de la propia burguesía brasileña puede ser - y probablemente será - un tema de conflicto, bien con la creciente intervención militar de los EUA en el continente, como expresa el Plan Colombia, en cada uno de estos conflictos, es urgente el apoyo a cualquier medida progresiva adoptada por el gobierno y la apuesta en profundar la resistencia. Nuestra caracterización, sin embargo, es que el gobierno puede tener fricciones y contradicciones con el imperialismo, pero no apostará por las movilizaciones de personas para enfrentarlo. Se apoyará en sus acuerdos con la burguesía nacional y medirá sus fricciones por la disposición de la burguesía en acompañar al gobierno. Lo imponderable es la reacción de los EUA delante de la tímida resistencia petista, reacción que puede ser mayor que la resistencia y obligar el PT a decidir por una línea de enfrentamiento mayor o de capitulación completa. 

Ruptura o continuidad con el modelo neoliberal

Con la política de pacto social - apoyada por las direcciones mayoritarias del movimiento sindical, en particular de la CUT - y estos apoyos de la burguesía, el gobierno petista puede conseguir algún margen de maniobra para progresos sectoriales, mejoras sociales secundarias, parciales, pero basadas en medidas compensatorias y casi nada cimentado en reformas sociales. No vemos, por tanto, un escenario que camine hacía una crisis como la ocurrida en la Argentina, por el menos en el corto plazo. Y sobre todo, debido a la diversidad de la exportación brasileña, por el peso mayor de la industria, por el carácter fluctuante del cambio, pero también porque las medidas del gobierno no serán de cuño neoliberal como las adoptadas por De La Rua. Las privatizaciones serán contenidas y una política de substitución de las importaciones deberá ser estimulada. Aparte de eso, y no es menos importante, el PT es un partido con historia de luchas y no el principal partido burgués del país, como era la UCR de De La Rua.

Pero no dirigirse a una situación como de la Argentina en el próximo año y en el siguiente, no significa superar la crisis económica ni mucho menos la social. No vemos una insolvencia y una parálisis completa de la política económica en el corto plazo, pero afirmamos que eventuales progresos sectoriales, manteniendo los acuerdos con el FMI, ni tienen condiciones de superar la crisis social y económica del país. No tienen condiciones de revertir el desempleo en masa, la miseria, el subdesarrollo y la dependencia externa. También creemos que los compromisos con el fondo, aunque puedan ser mantenidos en el 2003, tendrán muchas dificultades de estar garantizados más adelante. El riesgo de la moratoria del pago es real y el acuerdo con el FMI puede venir a representar un esfuerzo inútil para recuperar el crédito internacional. 

Con el mantenimiento de este acuerdo, además, el desgaste del nuevo gobierno será inevitable, porque sus compromisos con las metas del gobierno anterior inviabilizan cualquier cambio profundo, sin el cual no se puede superar la crisis social actual. Se trata, por eso, de un gobierno que rompe apenas parcialmente con el modelo neoliberal, como manifiestan precisamente sus compromisos con un superávit primario draconiano, cuyas metas son incompatibles con una política de distribución de rentas lo que ya es visible en la discusión presupuestaria que comienza antes de la posesión. El PT siempre votó en contra, ahora votará a favor de un presupuesto donde la mayor parte de los recursos es drenada para los bancos. 

Además de eso, ya se inicia una discusión sobre la autonomía del Banco Central que peligrosamente puede quitar al ejecutivo el poder sobre la política monetaria. Son apenas ilustraciones de que el gobierno petista ensaya en una política de reformas pero económicas y sociales favorables al pueblo, pero se adapta al modelo actual. Esa es su más grave contradicción: la tentativa parcial de cambiar el modelo y su compromiso con el mantenimiento de los acuerdos firmados que lo amarran y, en el limite, lo inviabilizan. Eso es demostrativo de que los márgenes de maniobras, aunque existentes, son pequeños. 

En primer lugar, por la crisis económica mundial. La globalización concentra poder y riqueza en los países centrales y escoge sectores minoritarios de la población de los países dependientes para participar en el reparto del botín. No en vano el economista Celso Furtado identificó siempre en las expresiones de la adopción de los patrones de consumo de los países centrales en la cultura de las elites brasileñas, una de las raíces fundamentales del subdesarrollo. En nuestra opinión esa cultura no se rompe por la vía del Pacto Social, porque sus cimientos se encuentran en la lógica de la acumulación del capital, razón de ser de las grandes empresas. 

En segundo lugar, los márgenes de maniobra son estrechas porque ambos sectores burgueses - los que apoyan de Lula y los que aceptan su victoria con "espíritu democrático" y ahora quieren colaborar - tienen interés en mantener la congelación salarial, sobre todo los sectores hegemónicos de la burguesía brasileña, sin excepción, defensores de la intensificación de la explotación como elemento competitivo fundamental para disputar parcelas del mercado mundial. Para fracciones fundamentales de la burguesía tampoco una reforma agraria efectiva es deseada, porque la superpoblación trabajadora en las ciudades es un factor de presión para la reducción de los salarios y para la disminución de los conflictos sindicales. 

Esperanzas y frustraciones - en el camino hay una piedra

De cualquier forma, el triunfo de los trabajadores es real porque la derecha política y los partidos de la gran burguesía fueron derrotados, abriéndose de hecho mejores condiciones para que los trabajadores conquisten algunas de sus demandas. La lucha por la tierra, por ejemplo, tiene un terreno mucho más propicio para ser desarrollada, porque aunque la burguesía no quiera una reforma agraria de acuerdo con los intereses del MST, el nuevo gobierno tiene relaciones más próximas con los movimientos campesinos, es más susceptible a las presiones y tiene real interés en avanzar más en la distribución de tierras, al menos por interés político en evitar conflictos en el campo.

También los trabajadores de empresas estatales tienen razón de alimentar esperanzas. El Banco del Brasil, la Caixa Económica Federal, el control estatal del petróleo, los Correios, son empresas y políticas defendidas por el nuevo gobierno. Nada de despidos en masa como ocurrió en otras estatales privatizadas, como el Meridional. Estos son triunfos claros como el día.

En la coyuntura actual, como era previsible, el movimiento de masas en conjunto, no sólo los trabajadores estatales, está repleto de expectativas en un eventual gobierno Lula. Aceptan sus posiciones más conciliadoras, pero como un raciocinio táctico. Una parte de las masas está ganada para la línea de colaboración de clases. Creen que con eso pueden conseguir los cambios que hace décadas ambicionan. El carácter de la campaña, por sinal, relativazo la propia victoria del movimiento de masas, precisamente porque fue fundamentada también en una conciencia falsa acerca de la viabilidad de cambios profundas en el Brasil por intermedio de una política de pactos, conciencia no surgida naturalmente, pero alimentada todos los días por una campaña de conciliación con el imperialismo y de colaboración de clases.

No podemos perder de vista, sin embargo, que en medio del camino hay una piedra. La alianza con el FMI y con la burguesía nacional imposibilita reformas estructurales en el país y más pronto o más tarde harán que las expectativas acaben en frustraciones. Una parte de las masas que hoy votan por Lula mañana estarán desilusionadas con el PT y su gobierno caso de que el partido no rompa sus acuerdos con la burguesía, hipótesis que no será la más probable. En este sentido vale la pena recordar las derrotas del PT en las elecciones estaduales, después de gobiernos petistas, en el Distrito Federal, en el Espírito Santo, después del gobierno de Buaiz, también en 1998, y finalmente en 2002, en Rio Grande do Sul, con Olívio Dutra. Este pronóstico acerca de la reducción de las expectativas y de frustraciones de una parcela del pueblo está basado en un dato: la crisis económica no va a ceder y las demandas reprimidas seguirán insatisfechas. Por más expectativas que las masas tengan en el gobierno, sin solución al brutal desempleo, al hambre, a la miseria y a la inseguridad, el apoyo popular al gobierno irá perdiendo fuerza.

Hay dos variantes que contrapesan esta tendencia: las medidas de estímulo de la economía, por un lado, y la adopción de reformas políticas democráticas o contra los privilegios de los políticos tradicionales, como ocurrió en Venezuela, por otro. En cuanto la primera, aunque puedan representar progresos económicos sectoriales, concesiones parciales, pero no creemos que consigan detener la evolución de la crisis global. Las medidas compensatorias como bolsa-escuela, renta mínima, cupones de alimentos pueden atenuar, pero no son capaces de detener el proceso de desencanto de parcelas significativas del pueblo. En cuanto a las reformas políticas de tipo Chávez, no son esas las intenciones de Lula.

La ruptura de las masas con el gobierno petista, no será, necesariamente, por la izquierda. El hecho de que no tengamos una situación revolucionaria ni que tengamos una situación de ascenso del movimiento de masas, factor fundamental para explicar la facilidad con que Lula giró a la derecha, dificultará también que las masas giren a la izquierda en una futura ruptura de una parte de ellas con Lula. La confusión será el factor que prime. Desilusión, descrédito con la política, factores que pueden hasta abrir espacio para sectores de la derecha.

Aunque la tendencia mayor sea un aumento de la confusión política, inclusive en los sectores organizados de la clase trabajadora - los sectores que de hecho tenderán a ser más pacientes con el gobierno Lula - creemos que la izquierda socialista tendrá también un importante espacio para crecer. La politización de la sociedad de conjunto también juega a favor de la izquierda. Una politización en sólo derivada de la disputa electoral, sino de la propia historia de la izquierda brasileña, hoy transmitida al vivo y en colores por los grandes medios de comunicación. Una politización que en el decorrer de los próximos años puede expresarse con más fuerza, por la actividad de la juventud y de las nuevas generaciones formadas en el calor de un intenso cambio político y cultural.

Las posibilidades más inmediatas de crecimiento de la izquierda socialista, finalmente, serán tanto más significativas cuanto mayor fueran las actividades del MST y del propio ascenso de las luchas urbanas, ascenso que tendrá como freno la actuación de la dirección mayoritaria de la CUT y de los sindicatos ligados a Unidade en la Luta, ahora en el gobierno.

El lugar de la izquierda del PT

En este contexto, no tiene sentido creer que la participación de la izquierda petista en el gobierno puede representar la posibilidad de disputa de su rumbo. Tal participación apenas representará una tentativa por parte del campo mayoritario de cooptación de la izquierda petista, anulando la posibilidad de un polo de izquierda en el país, necesario para las luchas de las clases trabajadoras y hasta para la conquista de eventuales reformas durante el gobierno Lula. Además, está absolutamente claro que este gobierno no representa transición de ningún tipo ni siquiera para un modelo de ruptura con el capitalismo dependiente, y menos en dirección al socialismo. Al contrario, la clase dominante mantendrá intacto su poder social. Por eso, puede querer descartar al PT después, cuando el partido pierda fuerza y pueda ser substituido por representantes directos de la elite patronal.

La mayor parte de la izquierda petista, sin embargo, tiene otra caracterización. Dicen que el gobierno es de contradicción y en ello definen su carácter de clase, hoy claramente capitalista. Así, sustentan que es necesario disputar por dentro los rumbos del gobierno, cuando está claro que toda la izquierda conseguirá no más de un ministerio, tal vez ni eso. Se conseguirá más no cambiando la esencia de la definición, pero este hecho en si mismo prueba la inviabilidad de la idea de disputa por dentro.

De nuestra parte tampoco despreciamos la disputa sobre los rumbos del gobierno y del país. Por ello lo mejor es tener una posición firme en el movimiento social. Sólo con los movimientos sociales y con las luchas de los trabajadores el país puede virar para la izquierda. Y para tener una posición firme en los movimientos sociales, que muchas veces reivindicarán del propio gobierno, no se puede estar comprometido con los cargos del gobierno. Por un lado, del punto de vista del movimiento de masas, porque limita la autonomía de la intervención. Por otro lado, en el caso que estuviésemos en el gobierno, nuestra definición de apoyo a los movimientos sociales antes de que nada comprometería la solidaridad necesaria en el interior de este gobierno concreto, que afirma una posición de árbitro, de conciliación entre las clases, en el de oposición a los grandes patrones.

No se puede, por tanto, ser intransigente en la defensa de los movimientos sociales y de las luchas de los trabajadores y adoptar una línea de solidaridad integral con el gobierno, actitud necesaria cuando se hace seriamente tal opción. Por nuestra parte, afirmamos que es muy importante trabajar con todos los sectores de la izquierda y independientes del partido que compondrán el gobierno, los sectores que quieren cambios profundos en el país, que no se acomodarán a la defensa de cargos y buscando la colaboración con todos para defender las banderas históricas del partido y las reivindicaciones de los movimientos sociales.

Nuestras responsabilidades, además, deben ser asumidas como parte de la dirección del partido, con nuestra presencia en el banco parlamentario, discutiendo siempre las políticas del gobierno en las instancias del partido. La izquierda debe defender que el partido y su dirección discutan, y no sean vaciados como fueron en la campaña electoral, donde siquiera el Directório Nacional fue convocado durante toda la campaña. Además, repetimos, la posición de no participar representa una postura responsable. La línea mayoritaria de la campaña no tiene el apoyo de la izquierda del partido, o por lo menos no tenía el apoyo que merece la denominación de izquierda del PT. No tiene sentido entrar en el gobierno y luchar por otra política que no sea la política votada. La experiencia con esa política se hará, por el partido y por el propio movimiento de masas. La izquierda debe estar en el partido haciendo el contrapunto, mostrando que los cambios deseados por las masas, no pueden ser ejecutados vía una línea de conciliación, como sustenta el campo mayoritario del PT. Cuando la opción de Lula sea la de gobernar con todo el PT y no con el PL, con los grandes empresarios, con Sarney y ACM, entonces, la izquierda estará en su puesto. Apoyaremos y defenderemos que eso sea hecho cuanto antes, que no sea hecho, más tarde.

Defendiendo las reivindicaciones de los trabajadores y del pueblo pobre

Es determinante participar en los movimientos sociales y presentar con claridad la defensa de que Lula y el PT realicen los cambios prometidos en la campaña y en la historia del PT. Este es el gran desafío de la izquierda petista. La lucha por el salario, por el empleo, las propuestas concretas en este sentido, como apoyar las reivindicaciones del MST de asentamiento inmediato de las 100 mil familias acampadas. La defensa de la educación y de la salud públicas serán banderas fundamentales, así como en cada sector es preciso presentar las propuestas de emergencia, no todas las demandas del pueblo, pero si las más urgentes, las inmediatas, tal como formuló el MST.

En este sentido, no se puede dejar de enfrentar la política de colaboración de clases abierta, cuya subordinación al acuerdo de FHC con el FMI es la expresión más vergonzosa. No aceptar la línea del pacto social, no porque estemos contra el diálogo y la negociación, sino porque para que los trabajadores ganen algo los millonarios y los privilegiados no pueden seguir sin perder. Defender la reforma agraria, el crédito agrícola y el MST es parte de esa política porque o se combate el latifundio o no tendremos un verdadero mercado interno de masas en el Brasil.

Además, apoyaremos las resoluciones oficiales del partido, en su último encuentro nacional de Recife. En este encuentro se definió el combate al FMI y al ALCA, parte fundamental de una política contra la dominación imperialista, señalando la necesidad de la integración latinoamericana como paso inicial en la construcción de una alternativa. Ahora, con Lula en el gobierno, siempre cuando la opción del gobierno fuera de enfrentar los intereses de la Casa Branca, tendrá nuestro apoyo, pero nuestra preparación debe ser en el sentido de defender las movilizaciones y las reivindicaciones más sentidas del pueblo.

Parte de esta batalla será la denuncia de la burguesía y sus partidos. Es preliminar, delimitador de nuestra intervención, nombrar el PMDB, el PSDB, el PFL, en fin los partidos de la burguesía como los principales responsables de la crisis que el país tiene. Pero para armar una política correcta no basta combatir a la derecha. Hay un gobierno concreto, encabezado por Lula y que todo indica estará formado por una amplia alianza con sectores burgueses. La izquierda socialista necesita de una política para responder a este gobierno, para construir una alternativa. Caso contrario, las frustraciones darán lugar al retroceso. Por eso, es tan importante para la izquierda socialista mostrar que existe y presentarse como un polo de izquierda consecuente.

Para unir al máximo posible las fuerzas de la izquierda socialista, una de las necesidades políticas de la nueva situación, con posiciones de defensa de los trabajadores y de las luchas y en la búsqueda de la construcción de un polo socialista de masas, tenemos delante una ardua tarea. De hecho ya la estamos teniendo. Hasta ahora conseguimos avanzar en el bloque de izquierda, una articulación de corrientes que no está consolidada pero que dio pasos importantes en este sentido, con la edición del periódico, con los encuentros y con la victoria de la mayoría de sus candidatos proporcionales.

Creemos que es estratégico seguir en este sentido, independiente de las divergencias que tengamos, tratando de respetarlas, permitir que se expresen con claridad y buscar siempre una actuación que potencie el bloque de conjunto. El punto fundamental, vía el cual construiremos una intervención unitaria y fuerte es la defensa de las movilizaciones sociales. Con el criterio de defender las movilizaciones, la izquierda avanzará en los sindicatos, en el movimiento popular y estudiantil, construyendo mandatos parlamentarios que sean expresiones políticas de estos sectores sociales que lucharán por sus demandas durante el gobierno Lula.

Finalmente, junto con la articulación del Bloque, buscando superar todas las dificultades, creemos importante una política para el conjunto de los diputados y senadores que se reivindican de la izquierda petista para coordinar la intervención en la medida del posible, aparte de establecer relaciones con el MST y los sectores envueltos en el plebiscito del ALCA. El trabajo, por tanto, está apenas comenzado.

 

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