Brasil bajo Lula

 

Seis meses de Lula - 1

En enero, el PT asumía el gobierno: ya es hora de un balance

Por Roberto Ramírez
Socialismo o Barbarie (periódico) 27/6/03

La llegada de Lula y el PT al gobierno ha sido uno de los acontecimientos que más ríos de tinta han hecho gastar a la izquierda. Poco antes de la segunda vuelta que lo consagró presidente, subrayábamos aquí su importancia. También hacíamos pronósticos que chocaban con la euforia mundial de la mayoría de la izquierda y el “progresismo”.

 “Brasil —decíamos— será el «banco de pruebas» de una concepción política de alcances mundiales. Es la concepción predominante entre los organizadores del Foro Social Mundial, que no por casualidad se reunió en una ciudad brasileña, Porto Alegre...

“«Otro mundo es posible» es el lema del Foro... En eso estamos de acuerdo, pero luego comienzan las diferencias. «Otro mundo es posible... dentro del capitalismo», sostienen ellos... «Otro mundo es posible... sólo con el socialismo, destruyendo al capitalismo», decimos nosotros.

“La presidencia de Lula va a ser un test de alcances mundiales para verificar esa concepción de reforma del capitalismo... [...] En Brasil se va ensayar esa concepción, que hemos llamado «neoreformista». Como señalamos, ella dice que no es posible ir más allá del capitalismo, pero en cambio éste podría ser mejorado. El capitalismo neoliberal, centrado en la especulación financiera, sería substituido por un capitalismo «productivo» —con una nueva industrialización— que beneficiaría a empresarios y trabajadores, unidos por un «nuevo contrato social».” (Socialismo o Barbarie –periódico–, 10/10/2002)

Finalmente formulábamos un pronóstico (a contramano del que hacía gran parte de la izquierda y el “progresismo”): “el nuevo reformismo no va a conducir a ningún capitalismo humanizado, sino a un empeoramiento del existente, al compás de una crisis económica mundial que exige redoblar la explotación de los trabajadores y avanzar en la colonización de América Latina.

“Algo está quedando claro incluso antes de asumir Lula: que la dura realidad del único capitalismo posible —el que hoy existe en Brasil y en el mundo, el capitalismo imperialista globalizado— ya se impone frente a la nube de promesas electorales del PT.” (Cit.)

El “otro capitalismo” faltó a la cita

No había aún asumido Lula, cuando ya esa nube de promesas se disipaba y dejaba ver los contornos de un gobierno que en estos seis meses aplica con más dureza aun las políticas marcadas por el FMI, el capital financiero y los grupos económicos. Lo que el anterior presidente Fernando Henrique Cardoso no logró imponer, Lula lo está haciendo... o lo intenta.

Lula comenzó armando un gabinete que expresa una coalición con los mismos bancos, multinacionales y grandes grupos económicos de la industria y el agro —especialmente los exportadores— que dominaron bajo los diez años del pasado presidente. Ellos implementaron las “reformas” neoliberales que provocaron el desastre económico-social que, por repudio, hizo ganar a Lula. Ahora, con Lula presidente, siguen al timón.

Meirelles, el ex presidente mundial del Banco de Boston (que junto con el Citibank es el principal operador de la deuda brasileña) maneja el Banco Central y las finanzas. La industria la rige Luiz Fernando Furlan, de Sadia, el principal monopolio exportador de la industria alimenticia. Y del campo, para no ser menos, se encarga Roberto Rodriguez, presidente de la Associação Brasileira de Agribusiness, que agrupa a las 60 principales empresas del rubro, entre ellas la multinacional Monsanto.

Contra lo que decían los “gramscianos” de verdulería (abundantes en el “progresismo” y la izquierda), con Lula no emergió un nuevo “bloque histórico” de clases y sectores sociales distinto y opuesto al que mandaba en Brasil. Lo único “nuevo” en ese “bloque” es la incorporación a las decenas de miles de puestos políticos del Estado federal, desde ministros para abajo, de una horda proveniente de los aparatos del PT, de la CUT y de partidos aliados como el PC do B. Lamentablemente, buena parte de la “izquierda del PT” se ha incorporado también al festín, con figuras como Miguel Rossetto, “ministro de Desarrollo Agrario” y dirigente de Democracia Socialista (sección brasileña del Secretariado Unificado de la IV Internacional).

El nuevo gobierno se ha caracterizado hasta ahora por aplicar las recetas neoliberales más profundamente que el mismo Fernando Henrique. Así, para garantizar el servicio de la deuda, el FMI exigía un superávit primario del presupuesto (o sea antes del pago de intereses) del 3,75 puntos del PBI. Lula decidió ir más allá, ¡comprometiéndose a alcanzar un superávit de 4,25%! ¡Y en el primer trimestre del 2003 eso fue superado, logrando un superávit del 6,24% del Producto![1] Esto ha implicado un recorte brutal de los gastos sociales e, indirectamente, es un poderoso factor recesivo.

Los primeros seis meses de Lula han sido el paraíso del sector financiero, bancos y especuladores de la deuda pública. Con un piso del 25% anual fijado por el gobierno, las tasas de interés reales son las más altas del mundo, teniendo en cuenta que el dólar se ha depreciado y la inflación ha bajado al 1% mensual. Así, hay una descomunal transferencia hacia el sector financiero. ¡La rentabilidad media de los bancos en el 1er. trimestre fue del 32,1% contra el 17,7% del sector productivo![2] ¡Menos mal que Lula venía a acabar con la especulación para imponer el “capitalismo productivo”!

Esto ha ido tan lejos, que el mismo Fernando Henrique ha salido a criticarlo por pasarse de “ortodoxo”. Y el vicepresidente José Alencar, magnate textil del Partido Liberal, también protesta: las altas tasas de interés y la consiguiente depresión del mercado interno para el cual trabajan sus fábricas, lo están perjudicando, como a otros empresarios que no son exportadores. La fiesta financiera se da en medio una creciente y amenazadora recesión: 0,1% de crecimiento del PBI en el 1er. cuatrimestre y caída del 4% en la industria en abril.[3] Y la tasa de desempleo en São Paulo alcanzó ese mismo mes el récord histórico del 20,6%.[4]

Por todo eso, el presidente del FMI alaba a Lula como el estadista del siglo. Y cuando vino a Buenos Aires a tratar con Kirchner, su exigencia fue muy simple: hagan como Lula.

Lula contra la clase trabajadora

Esto va a acompañado de una embestida contra la clase trabajadora, en primer término, contra los empleados públicos. El intento se centra hoy en imponer una “reforma” del sistema estatal de retiro (Previdência) dirigido no sólo a aumentar el superávit que va finalmente al pago de la deuda, sino también a generalizar el sistema de fondos de retiro privados. Pero aquí el gobierno ha tenido sus primeros choques, que marcan quizás el principio del fin de la “luna de miel” entre Lula y la clase trabajadora.

El 11 de junio, en su primera acción contra el gobierno, casi 30.000 trabajadores del Estado manifestaron en Brasilia contra la reforma de la Previdência. Los legisladores “oficialistas” del PT que se acercaron a la manifestación fueron hostilizados. “El presidente del PT en la Cámara, Nelson Pellegrino, fue abucheado y escupido... «¡Traidor! ¿Vas a usar [traje] de Armani toda tu vida o vas a defender nuestros derechos?», fueron algunas de las agresiones de los manifestantes. Otros le tiraban con botellas.” (Reuters, Brasília, 11/06/2003) En cambio, fueron aplaudidos los cuatro legisladores del PT llamados “radicales”, que se oponen a la reforma, la senadora Heloísa Helena y los diputados João Batista de Araújo (Babá), João Fontes y Luciana Genro. Y el próximo 8 de julio, unos 850.000 empleados públicos van a iniciar la primera huelga contra el gobierno, por el mismo motivo. 

Esto se da en un cuadro que, de conjunto, todavía es de desmovilización de los trabajadores de la ciudad y del campo, y de la juventud estudiantil, y de subsistencia en la mayoría de ellos de confianza o, por lo menos, de expectativas en Lula. Sin embargo, como muestran esos y otros hechos, parece delinearse una tendencia que no es precisamente de fortalecimiento político del gobierno.

Muchos de estos síntomas se dan aún a nivel de la vanguardia. Todo indica que allí se ha abierto un gran debate político, ante el desastre del primer gobierno nacional petista. Al interior del PT, se refleja en la crisis de su izquierda, que aludimos en otro artículo. Pero seguramente más importante y amplios son los cuestionamientos que se expresan en el activismo obrero, estudiantil y de los movimientos sociales.

Un escenario donde se reflejó algo de eso fue el último Congreso de la CUT, realizado del 3 al 7 de junio, en un clima de polarización. Por primera vez en la historia de la CUT, la presencia de Lula provocó la rechifla de una parte del Congreso que gritaba: Lula tenga decencia, no privatice la Previdência.[5] La alcaldesa de São Paulo, Marta Suplicy, el ministro de la Previdência, Ricardo Berzoini, el de Desarrollo Agrário, Miguel Rossetto, y el presidente del PT, José Genoino, no pudieron hablar por el abucheo. Aunque la CUT y su Congreso son organismos que vienen desde largo tiempo muy burocratizados, una chapa unitaria de oposición encabezada por la corriente afín al PSTU logró más del 25% de los votos. Dos semanas después, el Congreso de la Unión Nacional de Estudiantes, realizado en Goiânia, repitió un escenario parecido de polarización y debates políticos.

En circunstancias como éstas, la amarga experiencia con un gobierno que creyeron propio, y en un marco de crisis social como el de Brasil, suele generar cambios convulsivos en las vanguardias. Desde aquí, es imposible estimar y menos aún prever el curso de esos procesos. Pero digamos que, posiblemente, una de las claves de su desarrollo será si la vanguardia que está tomando conciencia acerca de Lula y su gobierno, logra agruparse en una alternativa política claramente opositora, clasista y socialista.

>>> Lea: "Seis meses de Lula - 2"

Notas:

1.- Adriano Benayon, Melhora no câmbio. Para quem?, 05/05/2003.

2.- Laerte Braga, O país dos banqueiros, 27/05/2003.

3.- Lula 'twixt inflation and recession, The Economist, 17/06/2003

4.- Medición del Dieese y la Fundação Seade.

5.- Resoluções colocam independência da CUT em xeque, Opinião Socialista, 11/06/2003.

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