Brasil bajo Lula

 

Seis meses de Lula - 2

Un “banco de pruebas” político

Por Roberto Ramírez
Socialismo o Barbarie (periódico) 27/6/03

Decíamos que lo de Brasil iba a ser un “banco de pruebas” de alcances políticos globales. En primer lugar, se verifica si en los marcos del capitalismo de hoy “otro mundo es posible”..., como sostienen las corrientes que mayoritariamente animaron el Foro Social de Porto Alegre. El PT (y su futuro gobierno) eran el arquetipo mundial de ese proyecto alternativo de “otro capitalismo” frente al capitalismo “neoliberal salvaje”.

Hoy los hechos están hablando por sí mismos. La cosa no va más allá de lo que Michel Chossudovsky define acertadamente como neoliberalismo con un «rostro humano»[1] o, nosotros, como reformismo de la miseria. O sea, ningún cambio de fondo en el modo de acumulación ni en los patrones de consumo, que tenga como resultado revertir la creciente polarización social, empobrecimiento, exclusión y desempleo. Y menos que menos en nuestros países latinoamericanos, en tren de recolonización y encadenados a la deuda.

A esa situación que no se pretende cambiar substancialmente, se le añade como novedad el asistencialismo relativamente barato de los Planes Jefes y Jefas, como en Argentina, o del Plan Hambre Cero de Lula. En Brasil, este reformismo de la miseria no sólo cumple un papel preventivo, sino que también busca hacerse de una base social y electoral prebendaria entre los más pobres, al mismo tiempo que se ataca y pauperiza a las capas trabajadoras y de clase media algo más privilegiadas.

La “democracia participativa”, otro muerto sin sepultura

Pero hay otras cuestiones estratégicas que fueron planteadas al activismo social y político, y que resonaron mundialmente en la perspectiva de un gobierno del PT en Brasil.

Los cambios económico-sociales prometidos por el PT vendrían de la mano de la “democracia participativa”, cuya experiencia básica era el famoso “presupuesto participativo” del municipio de Porto Alegre y del Estado de Rio Grande do Sul.

En la democracia representativa burguesa, la gente se limita a votar cada tanto para elegir representantes... que luego hacen lo que quieren. Con la nueva “democracia participativa”, se abría su “participación” en las funciones del Estado (burgués), al principio discutiendo la asignación de una parte del presupuesto municipal y estadual. Esto llevaría progresivamente a la “socialización de la política” y la “socialización del poder”, transformando el mismo Estado, lo que conduciría finalmente “hacia la sociedad poscapitalista autogestionaria”.[2]

Los hechos volvieron a ratificar la simple verdad marxista: que por dentro del Estado burgués y por medio de él, no se puede construir ningún poder de los trabajadores y el pueblo, ni menos que ese Estado se “socialice” y conduzca a una sociedad que traspase el capitalismo. El poder de los trabajadores y el pueblo (sin el cual sería imposible el tránsito a una “sociedad poscapitalista”) sólo puede construirse independiente del Estado burgués, por fuera de él y luchando contra él hasta aniquilarlo.

Ahora, del “presupuesto participativo” ya ni se habla, y no sólo porque el PT perdió las elecciones en su misma cuna, Rio Grande do Sul. Una vez instalado el PT en el gobierno del Estado federal, quienes “participan” en la discusión del presupuesto, son el FMI, los banqueros y los grandes capitalistas.

Ni reformas ni revolución

Reforma o revolución fue (y será) otra de las cuestiones que han estado presentes en los debates de la vanguardia, íntimamente ligada a los dos puntos anteriores.

Tratando de defenderse de las redobladas críticas y de “explicar las mudanzas programáticas del partido”, José Genoino, antiguo guerrillero y hoy presidente nacional del PT, planteó que “no tenemos más la idea de hacer la revolución a partir de las fuerzas acumuladas”.[3] En el PT no hay, entonces, derecho a protestar porque eso quedó claro desde muchos años atrás, cuando el partido descartó la “idea de revolución” porque perdía las elecciones y adoptó “un proyecto de perfeccionamiento de la democracia, aliado a fuerzas poderosas que no son del PT” para poder ganarlas. Entonces, concluye Genoino, “nadie en el PT puede decir que fue tomado de sorpresa...” Estas cínicas justificaciones nos llevan, sin embargo, a algunas verdades...

En realidad, nadie reclama al PT (y menos dentro de ese partido) que “haga la revolución”. Sería pedirle peras al olmo. Las protestas provienen de que no cumple ni con las menores reformas largamente prometidas. Por ejemplo, aumentar satisfactoriamente el salario mínimo. O generar empleo. O rebajar los impuestos a los pobres y hacerles pagar más a los ricos. Por el contrario, Lula intenta contrarreformas, sacarle a los trabajadores viejas conquistas, como la Previdência y las leyes laborales.

Entonces, el PT no abandonó “la idea de hacer la revolución” para adoptar “la idea de hacer grandes reformas”. Simplemente se adaptó al capitalismo actual, que no ofrece mayores márgenes de reformas ni concesiones. Ni revolución ni reformas. Ése es el verdadero lema del PT (y de sus congéneres de todos los países).

Derechos mínimos (como trabajar, comer, cobrar un salario que cubra las necesidades elementales, etc.), el capitalismo los niega cada vez más. Hasta para poder lograr esas “reformas” elementales hoy se hace imprescindible la lucha de clases más aguda, cuya lógica implica en última instancia la revolución. Es decir, que los trabajadores asuman todo el poder y el control de la sociedad. ¡Sí! ¡Hacer la revolución para lograr la mínima “reforma” de comer bien todos los días! En ese trance nos pone el capitalismo de hoy. Es una de las razones por las que la “idea de revolución” vuelve a reverdecer en más de una cabeza.

Sin darse cuenta, el sinvergüenza de Genoino, nos remite a otra antigua y comprobada verdad marxista. Que las más elementales “reformas” y conquistas son el subproducto de la lucha revolucionaria e independiente de los trabajadores.

Lula: ¿un obrero metalúrgico en el gobierno?, ¿un enemigo a combatir?, ¿un amigo equivocado?, ¿un nuevo caso del Dr. Jekill y Mr. Hide, que se puede definir haciendo “presiones”?

Como todo gobierno que sube apoyado por los trabajadores llenos de esperanzas e ilusiones, el de Lula vuelve a suscitar viejos debates, aciertos, errores (y hasta horrores), entre quienes se dicen socialistas y revolucionarios. A seis meses, hagamos un breve repaso.

En primer lugar, la caracterización del Lula antes de las elecciones y después de su gobierno. Acertaron quienes hicieron (e hicimos) una caracterización de clase, estimando el programa, la política y las alianzas realizadas por la burocracia del PT con importantes sectores de la burguesía y sus acuerdos con el FMI y el imperialismo ya antes de las elecciones. Más allá de si es un gobierno de “frente popular atípico” (como lo define el PSTU) o un gobierno capitalista común y corriente, lo cierto es que se trata de un enemigo de los trabajadores, sobre el que no se puede depositar ninguna confianza y a quien es imperativo combatir. Las inmensas esperanzas e ilusiones populares son un hecho muy importante, pero no para cambiar esa caracterización y política, sino para ver tácticamente las formas de pelear contra él.

Por el contrario, se equivocaron por completo las corrientes de izquierda (muchas dentro del PT), que no hicieron sus caracterizaciones acerca de Lula y luego de su gobierno, en base a este criterio marxista, de clase, sino tomando cualquier otro elemento, desde lo que fueron Lula y el PT en el pasado lejano hasta el hecho del innegable apoyo e ilusiones de los trabajadores.

Una de las tonterías que se repitió incansablemente fue que con Lula “un obrero metalúrgico llegaba al gobierno”. Esto lo decía no sólo el periodismo superficial, sino que encabezaba las caracterizaciones de muchas corrientes, como por ejemplo la UIT, de la que en Brasil forma parte la CST del diputado Babá y en Argentina el MST. Así olvidaban que alguien puede haber sido obrero hace 30 años y hoy ser social y políticamente otra cosa. A este respecto, fue más marxista la Embajadora de EE.UU. en Brasília, quien mucho antes dijo que Lula era la personificación en Brasil del “American dream” (el “sueño norteamericano”). La historia del pobre inmigrante que finalmente llega a millonario (o sea, que deja de ser trabajador y se transforma en capitalista).

Otras corrientes de la “izquierda del PT”, quizás por la influencia europea, estuvieron más finas. Así, João Machado, de Democracia Socialista (sección brasileña del Secretariado Unificado de la IV Internacional) caracteriza que el gobierno de Lula tiene, podemos decir, dos almas, la de los cambios prometidos (y que le justificaron la elección) y la de las garantías de continuidad para ganar la confianza de los mercados.[4] ¡Conmovedor! Un caso de doble personalidad como el del Dr. Jekill y Mr. Hide.[5]

Pero después de las caracterizaciones viene lo más importante: la política. Y aquí la “izquierda petista” entró en bancarrota. Se jactaba de tener un importante “espacio de poder” en el PT. Por ejemplo, de los 90 y pico diputados federales del PT, más de 30 se enrolaban en sus diversas corrientes. También contaba con varios senadores. Pero como suele suceder, esos “espacios de poder” de las corrientes de izquierda en los aparatos burocráticos y burgueses terminan en la nada ante la primera crisis seria.

El hecho es que sólo cuatro parlamentarios —la senadora Heloísa Helena (Democracia Socialista) y los diputados João Batista de Araújo Babá (CST), João Fontes y Luciana Genro (MES)—, pasaron a enfrentar más o menos abiertamente las medidas reaccionarias del gobierno, como la reforma de la Previdência. Por ese motivo, están por ser expulsados del PT.

En el otro extremo, otros dirigentes de la “izquierda petista”, como los antiguos líderes de Porto Alegre y Río Grande —¡los de la “democracia participativa”!— han traicionado por completo y forman parte del gabinete.

En el medio, se extiende el pantano de unos 30 parlamentarios disconformes con el curso de Lula, pero que no se atreven a enfrentarse y romper. Se dedican a dar “consejos” al gobierno, como el manifiesto “¡Tomar el rumbo del crecimiento, ya!” del 29 de mayo, donde ruegan “retornar al compromiso central de la campaña”.[6]

Pero desde los traidores directos (como Rossetto, Tarso Genro y otros que están de ministros o secretarios) hasta los que han tenido una actitud muy digna (como Heloísa Helena, “Babá” y Luciana Genro), pasando por el “pantano” de los 30 parlamentarios “críticos”, todos comparten —por lo menos hasta ahora— ciertos elementos de la política.

* Uno, que de lo que se trata es que el gobierno del PT “no fracase”. O, como dice Heloísa Helena, hay que rectificar el curso a la derecha porque “va a llevar al gobierno de Lula al caos”.[7]

* Dos, que para eso, la política debe ser apoyar lo positivo y criticar lo que se estime negativo. Al mismo tiempo que se hacen críticas, se establece —como decía la corriente de la diputada Luciana Genro ya antes de las elecciones— que es urgente el apoyo a cualquier medida progresiva adoptada por el gobierno.[8]

* Tres, que se puede cambiar el rumbo del gobierno, ya sea desde adentro (justificación de Rossetto y Cía.) o presionando desde afuera, como lo intentan tanto los cuatro parlamentarios “radicales” como la charca centrista de los 30 diputados. Sea con consejos o con presiones (incluso apoyadas en movilizaciones), se alienta en el fondo la ilusión de que finalmente el Dr. Jekill se imponga sobre Mr. Hide. Eso no sucede en la novela. Tampoco nunca ha pasado con este tipo de gobiernos. Pero siempre habrá alguna corriente que se diga “socialista” y “revolucionaria”, pero que también sueñe que sería posible empujar el gobierno hacia la izquierda.

La única política revolucionaria realista frente a Lula es la oposición de conjunto a su gobierno capitalista.

Notas:

1.- Profesor de la Universidad de Ottawa-Canadá y autor de La globalización de la pobreza.

2.- Démocratie directe au Sud du Brésil, Inprecor, julio-septiembre 2000.

3.- José Genoino, Não temos mais a idéia de fazer a revolução, Correio do Povo, Porto Alegre, 22/06/2003.

 4.- Las dos almas del gobierno Lula, Correo de prensa de la IV Internacional, 24/01/2003.

5.- Famosa novela de Robert Luis Stevenson. El bueno del Dr. Jekill se acostumbra a tomar un brebaje que lo transforma en el malvado Mr. Hide.

6. Tomar o rumo do crescimento, já!, 29/05/2003.

7.- Radical rebate crítica de Genoino e diz que "direita está no governo", Agencia Folha, 20/06/2003.

8.- Movimento da Esquerda Socialista, Votar a Lula es fundamental para derrotar a la derecha, Correo de Prensa de la IV Internacional, 29/09/2002

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