Brasil bajo Lula

 

El Partido de los Trabajadores (PT) está muriendo. En él ya no queda ningún espíritu transformador, ninguna autenticidad, ningún impulso vital. El PT no tiene, ni quiere tener más, proyecto de sociedad. Apenas tiene proyecto de poder. Hablar de "un gobierno en disputa" era un error hace nueve meses.
Hoy, es apenas complicidad con los charlatanes.
 

El triunfo de la razón cínica

César Benjamin (*)
Traducción de Ernesto Herrera
Noviembre de 2003

La crisis del PT es la más profunda crisis de la izquierda brasilera. Para bien o para mal, el PT fue la vanguardia de nuestra izquierda en los últimos veinte años. El Partido de los Trabajadores está muriendo. En él ya no queda ningún espíritu transformador, ninguna autenticidad, ningún impulso vital. No tiene principios a defender. No tiene mas referencias sobre cosa alguna, pues sus posiciones históricas -sobre la Previsión, los transgénicos, la política económica, el FMI o cualquier otro asunto- están siempre prontas a ser sacrificadas en el balcón donde se hacen las negociaciones del momento. El PT no tiene, ni pretende tener, proyecto de sociedad. Apenas tiene proyecto de poder.

Esa voluptuosidad desenfrenada, sin ideal, crea el ambiente propicio al cinismo, la corrupción creciente a que estamos asistiendo, pues es la mejor manera de mantenerse arriba y copiar a los poderosos aliándose con ellos. Hoy, el militante del PT precisa lo que la dirección valoriza: el carrerista obsecado por el éxito rápido y la trayectoria meteórica, dispuesto a decir amén, pronto a desmentir mañana -bajo cualquier pretexto- aquello que defendía hasta hoy. Los que construyeron el partido y no se corrompen, no tiene mas lugar. Se tornaron un obstáculo. Son expulsados. Sustituídos por afiliados vía Internet y por gente acarreada por esquemas políticos tradicionales. Esquemas caros, como se sabe, pero vaciados de la militancia voluntaria que impulsó al partido cuando era jóven.

Para financiar esa operación y ese nuevo modo de ser, cada vez mas tenue, del andar por arriba, de la separación entre política y negocios. Candidatos a diputados, hasta ayer simples asalariados, hablan abiertamente en recolectar 10 o 20 millones de reales para sus campañas, y se sabe de que forma. Candidatos a cargos mas altos se aventuran en todos los tableros. Son las reglas del juego. No existe mas el pudor. Todos caminan desnudos por los salones. Valores olvidados. El PT se convirtió en una vía de ascenso individual para la afluencia material y de poder. Se multiplican las personas que subitamente se creen importantes, sin tener historia ni biografía. Pobres de espíritu, siempre ocupados en las articulaciones del momento -para la próxima Convención, la próxima nominación o la próxima elección- no leen un libro, no se dedican a conocer ningún asunto, no son solidarios a las dificultades del pueblo brasilero, no pretenden ser fieles a una idea de Nación. Sus lealtades se agotan en los límites del grupo de interés al que están vinculados. Valores como humildad, perseverancia e ideal están definitivamente fuera de moda.

Todo es cálculo ahora. Liberado para florecer, el oportunismo tiene prisa. Tiempo de poder. La crisis del PT es la crisis más profunda de la crisis de la izquierda brasilera. Para bien o para mal, fue el PT la vanguardia política de nuestra izquierda en los últimos veinte años, y dentro de ella, fue vanguardia la Articulación (Redacción: corriente mayoritaria del PT). Más allá de perseguir con coherencia una estrategia política y controlar con competencia los principales aparatos de poder, ella proponía a toda la izquierda una forma de lucha estratégica que, una vez victoriosa, sería capaz de abrir un período nuevo de acción política en nuestro país: la elección de Lula a la presidencia.

Participamos de múltiples iniciativas militantes en lo cotidiano, y cada cuatro años renovábamos nuestra esperanza en una posibilidad real, la de colocar a Lula allá. Duró menos de un año la transición de un auge a una crisis. Hoy, la Articulación tiene un poder como la izquierda nunca tuvo, pero no es vanguardia de nada, ni para bien, ni para mal. Es simplemente otra cosa: un grupo que ocupa posiciones de mando en un Estado corrompido y conservador, fuerte para premiar y sancionar, débil para trasformar. Adaptado a el, utiliza esas posiciones para negociar todo con todos.

Hablar de "un gobierno en disputa" era un error hace nueve meses. Hoy, es apenas complicidad con los charlatanes. La cooptación del PT por el sistema del poder es la mas vergonzosa de todas, pues viene disociada de cualquier ganancia real para la base social que se debería representar. Al contrario, el PT aceptó ser verdugo de esa base social: podremos contar desde el inicio del gobierno Lula a febrero del 2004, un millón de nuevos desempleados, y los rendimientos del trabajo están en caída libre. La Previsión pública fue desmontada, y se anuncia para la brevedad, el ajuste de cuentas con la legislación laboral. Comparativamente a esto, la socialdemocracia europea tuvo una trayectoria brillante.

Nadie de nosotros pide que Lula haga una revolución. Nadie desconoce el escenario nacional e internacional que nos rodea. Apenas pedimos decencia, espíritu republicano y compromiso con un capitalismo regulado. Basta eso para que seamos llamados de radicales, en un país en que la política y la indecencia siempre fueron la misma cosa mas o menos, en que el Estado siempre fue un espacio de negociados, en donde prevalece el bandidaje. Insistimos en esas tres cosas, porque por menos de ellas, la política ya no vale la pena. Por menos, es mejor irse para la casa.

Lo que nos separa del PT no son posiciones adoptadas sobre tal o cual cuestión. Son valores y principios. Y ese ilimitado pragmatismo de quien, una vez en el poder, no puede correr el riesgo, ni incluso, el riesgo de decir la verdad. En lugar de la verdad el marketing, el disimulo, el engorde, una enorme operación de des-educación política del pueblo brasilero. En lugar de una acción colectiva, de abajo hacia arriba, un líder que desmoviliza y que, como todo mediocre, comienza a sentirse como un semidios. En lugar de un proyecto, vivezas, un discurso según el interlocutor. En lugar del diálogo, amenazas, chantajes, nombramientos, despidos. En lugar de la lucha de ideas, movimientos siempre en las sombras.

Es el triunfo de la razón cínica. Herencia duradera. El jefe de eso se llama Luiz Inacio Lula da Silva. Su principal herencia, para la izquierda brasilera, no será formada a partir de aciertos y errores aquí y allá, naturales en la trayectoria de cualquier persona. Su herencia mas duradera será construida por la sistemática señalización de valores negativos que él ayudó a difundir ampliamente en los últimos años.

Esto es lo imperdonable. Arrogante con "los de abajo" y sumiso con "los de arriba". Se descalifica como un líder popular del cual se espera exactamente lo contrario: que sea humilde con los de abjo y firme con los de arriba. A los pobres, "sus hijos", les pide infinita paciencia, mientras atiende rapidamente los reclamos de los ricos, los financiadores de campañas.  Desemplea a un millón de brasileros y se anuncia esto como un rescate de la autoestima del Brasil. Se considera valiente porque les quita derechos a las enfermeras y profesores, conduce los servicios públicos al colapso, mientras que se dispone a pagar puntualmente mas de 150 millones de reales en intereses a los especuladores solo en este año. Es el nuevo líder de los 300 ladrones que denunciaba. Luego les entregará a ellos mas ministerios.

Su gobierno pasará, pero su liderazgo dejará en la izquierda un extenso legado: miles de personas sin valores que aprenderán en el PT que hacer política es gerenciar negocios. Esos quedarán todavía tiempo, en la forma de una generación de gente perdida, que nunca luchó y fue derrotada. Ese es el resultado.

* César Benjamin. Por muchos años militante del PT. Economista. Autor junto a Emir Sader y el Movimiento de los Sin Tierra, del proyecto alternativo "Opción Brasileira" (Editora Contraponto, 1998). Escribe un análisis mensual de coyuntura económica en "Outro Brasil"

CORRESPONDENCIA DE PRENSA
 
[Nº 135  - Noviembre 18 - 2003]

 

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