Economía
mundial

 

Turbulencias en los “mercados financieros”

¿Bailando sobre el Titanic?

Por Claudio Testa
Socialismo o Barbarie, periódico, 22/06/06

Como si hubieran querido darle la razón a los supersticiosos, el pasado martes 13 fue un verdadero “martes 13” para las bolsas del mundo.

Ese día fue la culminación de un mes de desplome de los mercados de valores en todos los países. En poco tiempo, los índices de Wall Street llegaron a perder todo lo que habían subido este año. Aunque no es significativa a nivel mundial, lo mismo sucedió con la Bolsa de Buenos Aires, que, además, en un día tuvo la mayor caída desde noviembre del 2004.

Un cuadro parecido hubo en las bolsas más importantes del mundo. En Tokio, se registró la mayor baja desde el día del atentado a las Torres, el 11 de septiembre del 2001. La cosa no anduvo mejor en Londres y otros mercados europeos. Y dentro de este panorama, se produjo también la acostumbrada fuga de inversores desde las bolsas de los llamados “mercados emergentes” (Brasil, Rusia, India, China, etc.).

Luego de este negro “martes 13” –definido como “un día de pánico vendedor en los mercados financieros mundiales” [1]– las cosas parecieron calmarse y las cotizaciones volvieron a subir, aunque no a su nivel anterior.

¿Por qué tanta angustia?

Uno de los innumerables “expertos en finanzas” de la prensa especializada –en este caso de Londres–, se pregunta perplejo: “La economía está en buena forma, entonces ¿por qué tanta angustia?... Cuando la gente se inquieta sobre la economía, me pregunto a veces de qué se quejan. Los restaurantes están repletos, los supermercados estallan repletos de productos y comidas exóticas, y millones están pasando en el exterior sus vacaciones de verano...” [2]

Claro que estos “millones” que llenan los restaurantes de las grandes ciudades, compran “comidas exóticas” y veranean en el extranjero son apenas el 10 ó 15% de la población mundial. El resto está dedicado a actividades menos agradables, como sobrevivir sin tener empleo o con salarios de hambre. Sin embargo, la “salud” de la economía capitalista no se mide por el bienestar de la mayoría de la gente, de los trabajadores y los pobres, sino por el monto de las ganancias que hacen la minoría de capitalistas, sobre todo las grandes corporaciones, encabezadas por las de Estados Unidos.

Y en eso, aparentemente, la mayoría (de los capitalistas) no tendría de qué lamentarse. Las “turbulencias” financieras han tenido por epicentro a Estados Unidos. Sin embargo, el monto de las ganancias de las corporaciones estadounidenses desde la superada recesión del 2001 se ha duplicado, gracias a las políticas de Bush, como las de reducir los impuestos a los más ricos, subir los gastos de guerra (“keynesianismo militar”), etc. Asimismo, las economía estadounidense y mundial crecerían este año, según pronosticó el Banco Mundial en mayo, entre un 3,5 y un 4% respectivamente, la de Asia–Pacífico, un 8,3% y la de América Latina, un 4,6. ¿Entonces, de qué se quejan? ¿Por qué tanta “angustia” y pánico?

Estamos bien, pero vamos mal...

Por supuesto, no se trata de problemas psicológicos de los operadores financieros de Wall Street, Londres y Tokio. Sus temores tienen sólidas razones.

Años atrás, en Argentina se acuñó una frase-consuelo, para que la gente aguantara las privaciones de los ajustes y (contra)reformas neoliberales. Se decía: “Estamos mal, pero vamos bien”. Gracias a algunos “sacrificios momentáneos” e “inevitables”, estábamos mejorando el conjunto de la economía. Ahora, los capitalistas que se “angustian” en Wall Street (y hacen bajar las bolsas) podrían decir lo contrario: “Estamos bien, pero vamos mal...”

En efecto, la economía mundial, centrada en EEUU, presenta desequilibrios, “desbalances” cada vez mayores y más preocupantes. Y nadie sabe cómo se podrá solucionar esto sin atravesar por una crisis, que algunos predicen catastrófica. Apelando a una figura manoseada pero correcta, podríamos decir que estos capitalistas sienten que están bailando en la cubierta del Titanic. En efecto, mientras arriba sigue la fiesta, por abajo hay “agujeros” cada vez más serios.

Los “fundamentals”: EEUU, cero en conducta

Estos desequilibrios están en el centro de la economía capitalista mundial, que desde el fin de la Segunda Guerra son los Estados Unidos. Pero este papel central en la economía mundial jugado por EEUU era muy diferente en esa época que ahora. Lo que está en el fondo de este proceso y los problemas es el deterioro de Estados Unidos como potencia económica mundial. Hagamos una breve comparación.

* EEUU no sólo producía la mitad del producto bruto mundial, sino que estaba en todas las ramas muy por delante de la productividad y la tecnología del resto del planeta. Hoy, su PBI es mayor que el de Japón y los países europeos, pero no a una distancia sideral. Sin embargo,  mucho más importante es que (salvo en la esfera militar) EEUU no lleva ninguna ventaja significativa en productividad y tecnología. Por el contrario viene siendo derrotado en ramas como la del automóvil, que fueron el símbolo del capitalismo yanqui. Hablando en términos marxistas, su ventaja en el “desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo social” era abrumadora hace 60 años. Hoy ya no lo es.

* EEUU era el acreedor del mundo. Hoy es el mayor deudor del planeta. La deuda sumada del estado, las corporaciones norteamericanas y los particulares llega hoy al 350% del PBI. Es decir que, si fueran a pagarla de inmediato, EEUU debería estar tres años y medio produciendo sin consumir nada. Y con Bush, el endeudamiento crece a ritmo enloquecido.

* EEUU exhibía hace 60 años números impecables en sus “fundamentals”; es decir, en sus cuentas nacionales y demás parámetros importantes de su economía y finanzas. Hoy pasa lo contrario. Tiene, en primer lugar, un déficit colosal de Cuenta Corriente que llega al 6,4% del PBI, –un rojo de casi 800.000 millones de dólares – complementado por déficits no menos importantes del presupuesto federal, de los estados y los municipios. A través del FMI, EEUU pretende dar lecciones de “disciplina financiera” a todo el mundo, pero él es el primero en gastar mucho más de lo que le ingresa. Esto se cubre en buena medida mediante un endeudamiento galopante. EEUU necesita que le entren más de 2.000 millones de dólares diarios para que no se venga abajo la estantería.

* Las ganancias de las corporaciones yanquis, a pesar de haberse recuperado desde fines de los 80 y ahora con Bush al superar la recesión del 2001, no llegan sin embargo a las tasas de posguerra. Sin embargo, quizás lo más importante es que la reciente recuperación que ha tenido origen en mecanismos “peligrosos”: como la rebaja de impuestos (que ha aumentado aceleradamente el déficit federal) o la “burbuja” especulativa en la propiedad inmobiliaria. No es porque EEUU y sus corporaciones hayan reconquistado el lugar mundial que ocupaban en la inmediata posguerra.

* Acompañando este desmadre (y también en contraste con 60 años atrás), en Estados Unidos el ahorro privado es prácticamente cero. Todo el mundo gasta más de lo que gana, y la diferencia la cubre endeudándose.

* EEUU sigue siendo el emisor de la “moneda mundial”, el dólar. Pero hace 60 años el dólar tenía respaldo oro (regulado en los Acuerdos de Bretton Woods, al finalizar la Segunda Guerra). Hoy, el dólar es, en principio, papel impreso. Hasta ahora, todo el mundo lo acepta por bueno, pero cada vez se plantean más “dudas”.

No hagan olas...

Si cualquier otro país del mundo presentara las mismas cuentas de EEUU (como por ejemplo el 6,4% de déficit de cuenta corriente o el endeudamiento del 350% del PBI entre el estado, las empresas y los privados), hace tiempo que hubiese estallado una crisis financiera, comenzando por una crisis cambiaria; es decir, una corrida contra la moneda, como la de Argentina en el 2001. Entonces, las “angustias” en Wall Street, Londres y Tokio están más que justificadas.

¿Pero por qué –hasta ahora– no pasa lo mismo con EEUU? Ello se debe a varios factores. A nivel financiero, el más importante es que EEUU sigue siendo emisor de la moneda mundial, el dólar. Este es un elemento decisivo. EEUU se endeuda en dólares y paga con dólares... que él mismo emite.

El rojo de la cuenta corriente es tapado, por ahora, mediante préstamos. ¿Quién presta a EEUU? En el fondo, directa o indirectamente, todo el mundo, pero principalmente China y Japón. Buena parte del superávit de su comercio exterior con EEUU se “esteriliza” en bonos de deuda pública u otros valores. Y ni China ni Japón quieren “hacer olas”, porque una crisis financiera de EEUU automáticamente los arrastraría también a ellos al abismo, no sólo porque sus arcas están repletas de dólares y valores estadounidenses, sino porque eso implicaría una recesión (o algo peor) de su principal comprador. Por supuesto, algo así tendría también repercusiones en todos los países del mundo.

¿Qué va a pasar?

Pero, al mismo tiempo que todos tratan de “no hacer olas”, tampoco el capitalismo estadounidense encara medidas correctivas de estos problemas, que vienen siendo señalados con alarma por muchos economistas, y no sólo los marxistas. La solución para el gobierno de Bush ha sido más bien “patear la pelota hacia adelante”, con medidas como las que comentamos. Es que la cosa se presenta difícil. Tratar de empezar a restaurar una “disciplina financiera” precipitaría seguramente una recesión. En cuanto al problema del dólar como moneda mundial, no hay reemplazante a la vista que se imponga de hecho (por diversos motivos, el euro no da la talla). Otra posible “solución” –que las grandes economías se pongan de acuerdo en una reforma del sistema monetario y financiero mundial– es “a priori” vetada por EEUU, que lógicamente no quiere perder las ventajas de emisor nacional de la moneda mundial.

En esta situación, es muy lógico que, si estamos viviendo en una casa agrietada, cualquier crujido nos alarme en exceso. Esto fue lo que pasó en las últimas semanas. Los “crujidos” fueron en verdad insignificantes... si los tomamos aisladamente y por fuera del contexto descrito.

El crujido fue en EEUU un aumento de la inflación acompañado de una leve desaceleración de la actividad económica. Eso bastó que cundiera el pánico y algunos comenzaran a hablar de “estanflación”; es decir, una combinación de aumentos de precios y economía estancada, que caracterizó a EEUU en los años 70.

Las cifras que motivaron este pánico son ridículamente pequeñas –apenas un 0,4% de aumento de precios al consumidor en mayo– en comparación con las altas tasas de los 70. Pero bastaron para impulsar la fenomenal caída de las bolsas mundial que culminó el “martes 13”.

¿Qué perspectivas se presentan? Pensamos que es un curso inevitable de la economía estadounidense y mundial iniciar un ciclo recesivo, más tarde o más temprano. Pero hay otras dos preguntas importantes que es difícil o imposible contestar seriamente: ¿Cuándo? ¿Qué profundidad va a tener?

Las recesiones en EEUU desde la Segunda Guerra Mundial han oscilado en períodos de entre cinco y diez años. Lo que sí es indudable es que una recesión norteamericana significará igualmente una recesión mundial. ¿Pero de qué profundidad? Eso es también imposible de prever con exactitud.

Muy a grosso modo, pueden concebirse dos escenarios, ambos directamente dependientes del epicentro de la crisis en EEUU. El primer escenario es que en EEUU logren un ajuste relativamente ordenado, extendido en el tiempo y de repercusiones no muy graves. Otro escenario posible es el de una crisis breve pero fulminante, al estilo de las crisis financieras que fueron frecuentes en el Tercer Mundo, como la de Argentina, en las dos últimas décadas, o la debacle del 29–30 en EEUU.

Sobre estos pronósticos hay hoy una extensa discusión entre los economistas, principalmente los marxistas y los neokeynesianos. Pero desde ya, lo que nadie discute es que, en ambos escenarios hipotéticos, habría consecuencias semejantes en el resto del mundo.


Las turbulencias financieras

¿Y por casa cómo andamos?

Socialismo o Barbarie, periódico, 22/06/06

El “éxito” económico de Kirchner depende mucho de la coyuntura de crecimiento mundial, que le ha asegurado buenos precios a las exportaciones argentinas, en primer lugar a productos agropecuarios como la soja.

Como hemos venido señalando, la Argentina y otros países latinoamericanos, después de las crisis que cerraron la década de los 90, se orientaron –con diversas variantes– a lo que se ha llamado “el modelo exportador–dependiente”.

Aunque hay diferencias muy importantes en cada caso,  en general se conjuga el eje exportador –de commodities (materias primas) y secundariamente de industria subsidiaria– con el mantenimiento de la mayoría de la población en la pobreza, para que haya cantidad y precio de bienes exportables. Los gobiernos “progresistas” –al estilo K o Lula– combinan esto con cierto asistencialismo de la miseria (para evitar estallidos sociales) y la superexplotación de los trabajadores asalariados (para que la patronal logre buenas ganancias y además queden algunas monedas para financiar el asistencialismo).

De más está decir que el modelo exportador–dependiente se iría a los caños si se abriese una recesión mundial. La gravedad de las consecuencias estaría directamente relacionada con la profundidad y duración de la crisis en EEUU y el resto del mundo.

Dentro del desastre general, Argentina tendría quizás algunas ventajas menores en comparación con otros países del continente, lo que no significa que sería inmune al impacto. Por ejemplo, el peso de los problemas financieros y de servicio de la deuda sería menor que los que deberían afrontar otros países, como Brasil.

Sin embargo, cosas así serían detalles dentro de un marco general de graves problemas, en una economía que depende del crecimiento y de los precios del comercio mundial.


Notas:

[1].– Elliot & McCurry, “US inflation and rate rise worries cause worldwide shares sell–off”, The Guardian, 14–6–06.

[2].– Richard Wachman, “The economy in fine shape, so why all the angst?”, The Observer, 18–6–06.