Economía
mundial

 

Informe secreto franco–ruso

¿Se atreverá la Unión Europea a establecer una alianza energética con Rusia?

Agencia RIA–Novosti / Red Voltaire, 11/07/06

La seguridad energética será el tema predominante en la cumbre del G8, en San Petersburgo, en momentos en que los anglosajones ocupan Irak para apoderarse de su petróleo. Lo cierto es que la paz solamente será posible si las grandes potencias militares tienen garantizados los recursos energéticos. En el marco de esa óptica, Rusia –primer exportador mundial en ese sector– tiene la intención de presentar una serie de soluciones posibles entre las que se encuentra el establecimiento de una alianza económica entre la Unión Europea y Rusia, alianza que garantizaría el desarrollo pacífico de ambos bloques. De ello trata un informe secreto elaborado conjuntamente por Total y la Academia de Ciencias de Rusia, informe al que tuvieron acceso nuestros colegas de la agencia Ria–Novosti.

La compañía francesa Total y el Instituto de Previsiones Económicas de la Academia de Ciencias de Rusia (RAN) presentaron un informe sobre el tema Rusia y Europa: alianza económica o conflicto energético. Poco antes de la celebración de la cumbre del G8 en San Petersburgo, este estudio da una idea más precisa de las relaciones presentes y futuras entre proveedores y consumidores de petróleo y gas.

Desconfianza recíproca

El académico Viktor Ivanter, director del Instituto de Previsión Económica (IPE), y el vicepresidente principal de Total, Menno Grouvel, subrayan que el precio de la gasolina en las estaciones de servicio y el monto de las cuentas de electricidad, de gas, calefacción y agua caliente dentro de un cuarto de siglo dependerá de lo que estamos haciendo hoy.

La estrategia y la previsión a largo plazo en el sector de la energía se hacen necesarias para definir los enfoques adecuados en lo tocante a la extracción de hidrocarburos y de creación de líneas de transporte. En la actualidad, Rusia obtiene sumas considerables provenientes de la exportación de materias primas y de productos energéticos. Sin embargo, las insuficiencias institucionales, la falta de voluntad política, la desconfianza recíproca del mundo de los negocios, el Estado y la sociedad no permiten dinamizar las inversiones, a pesar de las reservas que se han ido acumulando tanto en el sector privado como en el estatal.

Después de la crisis de 1998, la economía rusa no sufrió restricciones energéticas ya que la demanda de energía no constituía un sector que limitara el crecimiento económico. Sin embargo, ¿produce Rusia petróleo y gas en cantidades suficientes como para garantizar las necesidades energéticas de su propia economía? ¿No sería quizás necesario reducir las exportaciones para poder satisfacer la creciente demande interna?

Por otro lado, ¿cuánto costará la tonelada de petróleo dentro de 25 años si se agotan los yacimientos conocidos y si nos vemos obligados a extraer el petróleo en las plataformas continentales de los mares septentrionales y en Siberia oriental y a crear una infraestructura al costo de miles de millones de dólares?

Los gastos de extracción no se encuentran entre los problemas que preocupan al Estado ruso. A causa de la preocupación sobre una posible caída de los precios del crudo, el dinero se acumula en el Fondo de Estabilización creado en el extranjero ya que las autoridades desconfían de su propia economía y de su propio sistema bancario. Pero, como subrayan Grouvel e Ivanter, otro aspecto del problema tiene más actualidad en este momento: ¿Qué pasará si no bajan los precios del petróleo, si se agotan los yacimientos rentables y se hace necesario extraer el petróleo y el gas más caros ya que hay que extraerlos de la plataforma continental?

En los últimos tiempos, Gazprom adoptó la táctica de la negociación conflictual, amenazando a la Unión Europea con dirigir los recursos hacia Oriente en vez de a Europa mientras que la UE invocó por su parte la necesidad de salir de su dependencia estratégica de Rusia.

En el marco de esa estrategia conflictual, se producen periódicamente intentos de impedir el acceso de las empresas rusas a las redes de distribución dentro de la UE así como de obstaculizar el acceso de las compañías extranjeras a los recursos rusos. Estamos siendo testigos de un enfrentamiento entre las ambiciones de los burócratas europeos y las del monopolio ruso del gas: los primeros quieren convencer a la opinión de que la monopolización del mercado europeo por Rusia implica grandes riesgos mientras que el segundo afirma que Europa impondrá sus propios precios a los proveedores de productos energéticos y que eso implicará una pérdida de ganancias para Gazprom.

Según la delegada del grupo Total en Rusia, Inessa Varchavskaia, tales procedimientos no son productivos y, ante la presente situación, se hace necesario establecer una alianza energética basada en relaciones estratégicas entre proveedores y consumidores de hidrocarburos.

Resultaría constructivo buscar una alianza energética convencional capaz de garantizar la estabilidad económica y política en las relaciones energéticas entre Rusia y Europa así como la seguridad energéticas. El estudio demuestra que hay espacio para una alianza energética. Para cubrir la falta de energía en Europa mediante el suministro ruso, las compañías que extraen hidrocarburos se ven obligadas a pasar a la plataforma continental, donde la extracción de gas es más difícil y el petróleo más pesado.

El problema que se plantea entonces es el de la falta de tecnología, no simplemente el de los medios financieros. Según Total y la RAN, «Rusia necesita capitales respaldados por la tecnología y experiencia en su utilización». Partiendo de ese principio, el objetivo número uno de la nueva alianza energética no sería la obtención de beneficios inmediatos sino el establecimiento de un sistema estratégico de relaciones mutuas.

La demanda mundial de hidrocarburos

La situación que prevalece en el mercado energético mundial y las previsiones para el futuro hacen pensar que los hidrocarburos siguen siendo la base del funcionamiento de la industria y del sector energético mundiales. Los balances energéticos de las grandes economías de la Unión Europea anuncian una escasez de energía local. Por otro lado, el aumento de la demanda de energía proviene cada vez más de las naciones asiáticas emergentes. Hasta el año 2030, la demanda mundial crecerá aproximadamente un 2% anual. La RAN y Total prevén un incremento insignificante de las potencialidades del sector electronuclear y una reducción de este último en cuanto a la producción de electricidad.

Actualmente, la UE importa la mitad de los productos energéticos que necesita (el 73% del petróleo y el 44% del gas). En 2030, la importación de hidrocarburos representará el 70% (el 92% del petróleo y el 81% del gas). La importancia del gas natural aumentará sensiblemente pero disminuirá su producción local. Por consiguiente, de 180 000 millones de metros cúbicos en 2005 los países de la UE tendrán que elevar sus importaciones de gas natural a 650 000 millones en 2030. Los países de la Unión Europea son por tanto los primeros interesados en resolver el problema del aprovisionamiento en productos energéticos a largo plazo con una base transparente.

En estos momentos, cerca del 20% del petróleo y más del 25% del gas natural que consume la Unión Europea viene de Rusia. Ese país espera seguir siendo un importante socio energético de los países de la UE durante el primer tercio del siglo XXI en la medida en que el suelo ruso encierra reservas energéticas considerables.

Energía y política

Contrariamente al comercio de artículos industriales que se desarrolla en el marco de la Organización Mundial del Comercio, la venta de productos energéticos está enmarcada en reglamentos establecidos y constantemente modificados por regiones, países y asociaciones de productores y consumidores. Tomemos el ejemplo de Bolivia, país que nacionalizó totalmente su sector energético en el mes de mayo y puso la venta de sus hidrocarburos en manos de una sola empresa. Según Viktor Ivanter y Menno Grouvel, la Carta Energética, que no ha sido ratificada o firmada por los grandes países exportadores de hidrocarburos, «perjudica abiertamente los intereses de los países productores de petróleo y gas (…) El problema no es que Rusia ratifique o no la Carta Energética.

Lo que resulta incomprensible es por qué Rusia firmó ese documento inapropiado», señala el informe de Ivanter y Grouvel. Por otro lado, a pesar del carácter inaceptable de la Carta en su forma actual, el comercio de la energía no puede vivir sin reglas generales. Es por ello que los investigadores señalan que los países consumidores y los países productores de hidrocarburos tienen que establecer un diálogo, que debe llevar a su vez a la elaboración de un nuevo documento que recoja reglas generales para ese comercio.

El nivel actual de las relaciones con los proveedores de hidrocarburos, entre los que se encuentra Rusia, no permite garantizar la confiabilidad y la perennidad que debe tener el aprovisionamiento. Por ejemplo, la tensión observada en enero y febrero de 2006 en las entregas de gas a Europa se debió principalmente a la existencia de lagunas en las relaciones jurídicas entre los proveedores, los países de tránsito y los consumidores. Aún hoy, nada garantiza que una situación similar no se repita en el futuro.

La tensión política en los vínculos energéticos internacionales tiene numerosos componentes económicos. Por ejemplo, la red actual de gasoductos, que se compone de muy largas tuberías rodeadas de numerosos consumidores, con un flujo fijo y una demanda creciente, sólo puede provocar conflictos, sobre todo durante inviernos rigurosos.

Inversiones oportunas en las estructuras de almacenamiento de petróleo y gas permitirían resolver buena parte de los problemas sin que estos trasciendan al plano geopolítico. Es necesario, por tanto, crear grandes reservas en los países consumidores de Europa para poder enfrentar las fluctuaciones de la demanda. La participación de Rusia en esos proyectos puede verse como un componente obligado de la alianza energética.

Las tecnologías de ahorro energético

Las empresas productoras de petróleo y gas deben tener ciertas garantías políticas para poder trazar sus proyectos inversionistas. Se impone por tanto la elaboración de una estrategia energética a largo plazo que defina las prioridades en las relaciones internacionales. Es indispensable establecer reglamentos idénticos para los inversionistas dispuestos a adquirir activos que no presenten interés estratégico para Rusia y Europa.

Inessa Varchavskaia estima que resulta indispensable definir criterios sobre la «importancia estratégica» de los activos, criterios que deben ser aceptables para Rusia así como para Francia y los demás países de la UE, para pasar así de la desconfianza recíproca a una asociación energética a largo plazo. Para Rusia, los activos estratégicos son aquellos que garantizan el aprovisionamiento estable a los consumidores rusos de combustible y de energía dentro del respeto de los compromisos contractuales.

Sin embargo, se plantea una interrogante: ¿Puede la extracción de productos energéticos en Rusia cubrir a la vez las necesidades de ese país y la demanda de Europa? La tesis según la cual la economía rusa consume mucha más energía de lo que permiten sus potencialidades debe ser interpretada como una crítica. Los investigadores señalan que las pérdidas de energía se observan sobre todo en la calefacción. La implantación de tecnologías ahorradoras de energía exige un importante reequipamiento en los inmuebles y en la red de calefacción a través de todo el país así como una revisión del esquema de producción y distribución de calor.

La falta de inversiones en la prospección y en el equipamiento de yacimientos, en la extracción y la producción, da lugar a una escasez de energía entre los consumidores internos debido a la dinámica del desarrollo económico. Recordemos que en cuatro entidades de la Federación Rusa la escasez de energía alcanza ya los 12 000 megavatios y que en pocos años 16 entidades rusas enfrentarán un déficit similar.

La base técnica y tecnológica de la economía rusa, creada en la época de la URSS, se basa en el consumo de energía barata, lo cual permite a Rusia exportar productos industriales relativamente poco caros, como el aluminio. Esto determina la lentitud de la modernización del equipamiento y un consumo de energía por artículo producido mucho mayor que en los países donde los precios de la electricidad y el gas son más elevados. Paralelamente, como el crecimiento industrial implica un aumento del consumo de energía, la industria rusa podría verse muy pronto ante una escasez general de recursos energéticos.

Esta situación exige la implantación de tecnologías ahorradoras de energía para poder contener el incremento espontáneo de la demanda energética. De no ser así, un aumento incontrolado de la demanda provocará inevitablemente un alza de las tarifas de la energía. Se trata por cierto de algo que el gobierno ruso advierte constantemente. El retraso en la implantación de nuevas tecnologías en la producción de electricidad podría hacer más lento el desarrollo de otros sectores económicos y obstaculizar el mejoramiento del nivel de vida.

Para que el gas siga haciendo funcionar la industria y la mayor parte de las centrales eléctricas, los precios de la energía se articularán con los precios internos de los hidrocarburos. Al señalar que las tecnologías mundiales de generación eléctrica se basan en gran medida en la combustión de hidrocarburos, o sea sobre la intercomplementaridad del petróleo y el gas y de inversiones relativamente poco importantes (como el paso a una utilización limpia del carbón), Grouvel e Ivanter refutan el punto de vista según el cual el establecimiento de una relación entre el precio del gas y el del petróleo no tienen ya razón de ser y sería necesario en lo adelante fijar los precios del gas a partir de los principios del mercado.

Según ellos, incluso en el marco del comercio bursátil del gas, la posibilidad de «desligar» los precios no es inmediata y sólo se hará efectiva después de la substitución de toda una generación de tecnologías.

El escenario del desarrollo de la economía rusa

Teniendo en cuenta la evaluación de la demanda de energía de la UE así como las previsiones sobre las exportaciones de energía de Rusia en el marco de la estrategia económica básica del Ministerio ruso de Desarrollo Económico y Comercio (MERT) para el periodo que termina en el 2015, el Instituto de Previsión Económica de la RAN estableció varias previsiones sobre el desarrollo macroeconómico.

Con un aumento de la producción de petróleo y gas del orden del 1 al 1,6% anual, el consumo interno será prioritario en relación con las exportaciones, a tal punto que en 2015 varias empresas europeas darán importancia a yacimientos que las empresas rusas no habrían comenzado a explotar antes de 2030.

La lógica de esa decisión es simple: ya que las autoridades rusas tienen la intención de satisfacer la demanda de la UE, tendrán que dejar que los europeos inviertan en la extracción de los recursos energéticos rusos para que esto se traduzca en la utilización de tecnologías avanzadas destinadas a la explotación de yacimientos de explotación onerosa. Según los estimados del Instituto de Previsión Económica y Total, en 2015 las empresas europeas invertirán no menos de 450 dólares por cada tonelada de crudo extraída al año y 255 dólares por cada 1 000 metros cúbicos de gas extraídos al año.

El mantenimiento de un crecimiento económico aceptable se prevé en un escenario “económico” orientado hacia el desarrollo de la industria de transformación y el ahorro de energía. Según ese escenario, basado en un crecimiento económico de alrededor de un 7% y de un importante ahorro de energía (reducción de la intensidad energética en 3,4% anual), el déficit de las entregas de hidrocarburos rusos (diferencia entre las necesidades de Europa de energía rusa y las potencialidades de las exportaciones de Rusia hacia Europa) se situaría en 2015 entre 62 y 91 millones de toneladas de petróleo y en aproximadamente 24 000 millones de metros cúbicos de gas, en dependencia de la dinámica de la demanda europea. Para remediar ese déficit se planea destinar entre 29 000 y 46 000 millones de dólares de capitales europeos a la prospección y la extracción de hidrocarburos.

Los demás escenarios revelan probables riesgos en el periodo que abarcan las previsiones. El crecimiento económico podría verse frenado, permitiendo una reducción del consumo interno de energía para favorecer un aumento de las exportaciones. Si las tendencias actuales se mantuviesen y no hubiera inversiones importantes en el sector energético, podría producirse una escasez creciente de energía en Europa así como todo tipo de conflictos ligados a la repartición de las exportaciones de hidrocarburos en cantidades restringidas.

La política económica de Rusia en materia de energía

Durante el proceso de formación de las diversas asociaciones regionales es necesario preservar los intereses nacionales y, para ello, enunciarlos claramente ante los asociados. Actualmente, los precios del mercado interno ruso están subevaluados en relación con los precios europeos y con los precios medios mundiales. Por dos razones: debido al nivel poco elevado de ingresos de la población y a la poca eficacia de la industria transformadora. Los autores del informe estiman que los precios internos se elevarán gradualmente al nivel de los precios mundiales pero que eso no se producirá rápidamente sino a partir de decretos gubernamentales.

La dinámica de los precios será determinada por el aumento de los ingresos de la población y las leyes del comercio bursátil. Según ellos, aunque la curva tienda a subir, los precios del gas se mantendrán durante mucho tiempo en un nivel bajo a causa del bajo rendimiento energético de la producción.

Para los autores del informe, la implicación del Estado en el sector del gas y el petróleo, e incluso en el problema de la división de Gazprom, responde objetivamente a las tendencias mundiales y al nivel de desarrollo de la economía rusa. Gazprom es una empresa excepcional que dispone de reservas record de gas y es capaz de planificar su extracción a largo plazo, teniendo en cuenta los intereses del país. Su división no tendrá lugar en un futuro previsible.

Al mismo tiempo, la eficacia administrativa de Gazprom sigue siendo un problema de actualidad. Ivanter y Grouvel estiman que la descentralización de la dirección y la separación de los centros que reportan ganancias en el seno de la compañía mejorarían su rendimiento. En cuanto a la introducción de los principios modernos de gestión corporativa de una empresa pública, categoría a la que formalmente pertenece Gazprom desde que salió del mercado de valores, ambos consideran que se trata de un elemento indispensable. Y en la medida en que es el Estado el que debe determinar el papel de Gazprom en la adopción de las decisiones estratégicas y no a la inversa, la tendencia a la transformación de las grandes empresas de la energía en verdaderas empresas públicas, con una contabilidad transparente y una administración preocupada por los intereses a largo plazo de todos los accionistas, se hace irreversible.

En ese aspecto, el Estado puede estimular a las empresas nacionales y buscar formas de crear en el sector privado un interés por participar en dicho proceso. Eso es además lo que el presidente ruso, Vladimir Putin, quiso subrayar en el mensaje que dirigió al parlamento el 10 de mayo de 2006.

La creación de una alianza energética con la comunidad europea no implica solamente un aprovisionamiento fiable de hidrocarburos, transferencia de tecnologías e inversiones. Para Inessa Varchavskaia, las relaciones de alianza implican también un traslado de los procesos productivos que necesitan un gran consumo de energía hacia los lugares de donde se extraen los hidrocarburos.

Rusia desea que esas producciones, dotadas de alta tecnología, ecológicamente limpias, administradas según el principio corporativo y de la manera más transparente, se implanten en su territorio. Actualmente la mayoría de las refinerías de petróleo explotan equipos obsoletos y no tienen la capacidad necesaria para fabricar productos petroleros que puedan resultar competitivos en la UE.

Para liberar a la economía rusa de su dependencia de los hidrocarburos y de los precios que se practican en el mercado mundial del petróleo, la RAN y Total recomiendan que las empresas petroleras extranjeras sean autorizadas a operar en los yacimientos de difícil acceso y más costosos, con la condición de que procesen cantidades cada vez mayores de los hidrocarburos que allí extraigan en las refinerías rusas o, ¿por qué no?, en refinerías modernas que ellas mismas construyan. Por otro lado, los investigadores estiman que la construcción de dichas refinerías debería ser confiada en parte a subcontratistas rusos.

Grouvel e Ivanter subrayan que, si bien no resulta indispensable asociar a los inversionistas con un proveedor concretamente, es sin embargo necesario permitir que las empresas rusas tengan libre acceso a los pedidos de ofertas que lancen los inversionistas extranjeros. Esta posibilidad estimularía el sector de la construcción así como el de la construcción mecánica. Los autores del informe piensan que la posibilidad de autorizar empresas extranjeras a explotar el subsuelo y refinerías de petróleo no implicaría ningún peligro mientras que la industria rusa adquiriría tecnología moderna que también podría ser utilizada por los petroleros rusos.

También sería lógico incitar las sociedades extranjeras a construir empresas petroquímicas capaces de inundar el mercado ruso de productos modernos. Esto permitiría implantar en Rusia unidades de producción de alta tecnología. Según los autores del informe, los poderes públicos de los países miembros de la UE están directamente interesados en ello. Por ejemplo, en caso de transferir a Asia fábricas que consumen grandes cantidades de energía, el aumento de la demanda en esa región incitará a las sociedades rusas a acrecentar sus exportaciones de hidrocarburos hacia el Oriente.

La alianza en el sector energético tiene aún otro principio: la implantación por parte de las sociedades extranjeras de tecnologías ahorradoras de energía. Teniendo en cuenta el déficit previsto de hidrocarburos para la exportación resultaría admisible la entrega, en forma de concesión, de instalaciones que consumen grandes volúmenes de energía (como redes de distribución de calor y electricidad, etc.) a empresas extranjeras que dispongan de tecnologías ahorradoras de energía. Esto permitiría exportar los volúmenes de hidrocarburos ahorrados a escala nacional gracias a dichas tecnologías.

Las tecnologías generadoras de ahorro de energía podrían ser implantadas de forma prioritaria en el sector de la vivienda. En efecto, los expertos estiman que en Rusia los volúmenes más importantes de despilfarro de calor se deben al deficiente aislamiento térmico de las viviendas y de las tuberías de calefacción central.

La respuesta a la interrogante sobre si se debe autorizar o no el acceso de las empresas extranjeras al sector energético ruso y admitir inversiones europeas en la extracción de hidrocarburos en Rusia dependerá sobre todo de las condiciones que servirán de basamento a la estrategia de relaciones entre Rusia y Europa. El argumento según el cual los consumidores extranjeros garantizan la mayor parte de sus ganancias a las empresas rusas del petróleo y el gas podría dejar de ser válido en muy poco tiempo ya que, debido al alza del consumo interno de productos energéticos y de la demanda externa, las empresas rusas no tendrán ya la posibilidad, aunque los precios mundiales se mantengan altos, de aumentar sensiblemente sus exportaciones hacia Europa.

La estrategia de alianza energética es la más adecuada, tanto para los países europeos como para Rusia. El crecimiento de la economía mundial en un 3 ó 4% va acompañado del aumento del consumo de petróleo en un rango que va de 1,5 a 2%.

Actualmente existen todas las condiciones necesarias para que los lazos estratégicos entre Rusia y Europa se conviertan en un factor estabilizador para la economía de la Unión Europea y de crecimiento económico para Rusia.