Estados Unidos

 

El nuevo dominio racial

Por Manning Marable (*)
Znet, 25/04/04
Traducido por Pilar Ramírez y revisado por Alfred Sola

Los casi cuarenta millones de estadounidenses de descendencia africana nos encontramos en una situación sin precedentes a causa de la paulatina desaparición de la discriminación positiva. Los enemigos de la justicia social (todavía) no han vuelto a instaurar las señales de "color" y "blancos" en los servicios y restaurantes. La segregación tipo Jim Crow [nombre que se le da a la segregación racial estadounidense después de la abolición de la esclavitud, N. del T.] no está a la vuelta de la esquina. Sin embargo, algo más poderoso y mortífero parece haber entrado en el orden del día.

Hace bastantes años, en mi libro The Great Wells of Democracy: The Meaning of Race in American Life, expuse la tesis de que el complejo carcelario-industrial era el principal impulsor de esta transformación social. Ahora creo que aquella formulación era demasiado angular y ahistórica.

Un enfoque más dialéctico pondría el énfasis en la interseccionalidad entre las variables y las instituciones sociales que en la actualidad destrozan las vidas de millones de personas negras. En otras palabras, la matriz de lo que podríamos llamar el "nuevo dominio racial" es un triángulo mortal o una trinidad diabólica de racismo estructural: desempleo masivo, encarcelamiento masivo, privación masiva del derecho al voto. Este triángulo de racismo "daltónico" crea un ciclo interminable de marginalización económica y exclusión social que culmina en una muerte civil y social.

El ciclo de destrucción comienza cuando el desempleo y la pobreza se hacen masivos y crónicos. Los ingresos reales de los trabajadores pobres descendieron de manera significativa durante la segunda legislatura de Clinton. Tras la ley sobre asistencia social de 1996, la red de la seguridad social quedó prácticamente desmontada. Cuando la administración Bush subió al poder, el desempleo crónico se extendió entre los trabajadores negros del sector industrial.

A principios del año 2004, en ciudades como Nueva York la mitad de la población adulta negra masculina se había quedado desempleada. En enero de 2004 el número de familias que recibían asistencia social había descendido de los cinco millones de 1995 a los dos millones. Las nuevas normas y restricciones intimidan a miles de personas pobres que no se atreven a solicitar asistencia pública.

Es inevitable que el desempleo masivo alimente la encarcelación masiva. Cerca de un tercio de los presos estaban en paro en el momento de su arresto y otros percibieron ingresos inferiores a 20.000 dólares anuales en el año anterior a su encarcelación. Cuando se produjo la insurrección en la prisión de Attica al norte del estado de Nueva York en 1971, sólo había 12.500 presos en las instalaciones penitenciarias de Nueva York y unos 300.000 en todo el país. En el año 2001 el estado de Nueva York retenía a más de 71.000 mujeres y hombres en sus prisiones; 2,1 millones estaban encarcelados en todo el país.

En la actualidad, unos cinco millones de estadounidenses son arrestados al año y aproximadamente uno de cada cinco estadounidenses está fichado por la policía. Las leyes de sentencias mínimas obligatorias adoptadas en los 80 y los 90 por muchos estados despojaron a los jueces de sus capacidades discrecionales para dictar sentencia e impusieron términos draconianos para los delincuentes sin antecedentes o relacionados con delitos no violentos. También han aumentado las restricciones para la libertad condicional y en 1995 se puso fin a las subvenciones Pell que apoyaban los programas educativos para presos.

Aquellos afortunados que consiguen navegar con éxito por la burocracia de la jurisdicción penal y salir de prisión descubren que tanto los gobiernos federales como estatales prohíben explícitamente el empleo para ex-convictos en cientos de profesiones. El ciclo del desempleo comienza de nuevo.

En siete estados los antiguos presos convictos de un crimen pierden su derecho al voto de por vida. Aproximadamente un 15 por ciento de todos los hombres afroamericanos del país han sido privados de su derecho al voto temporal o permanentemente. En Mississippi un tercio de los hombres negros tiene prohibido votar durante el resto de su vida. En Florida 818.000 residentes no podrán votar nunca más.

La privación del derecho al voto, aunque sea de carácter temporal, fomenta la interrupción del compromiso cívico y de la participación en los asuntos públicos. Esto puede conducir a una "muerte civil", a la destrucción de la capacidad para la agencia colectiva y la resistencia. Este proceso de despolitización socava incluso las formas de organización de base popular y no electoralista. El mortal triángulo del "nuevo dominio racial" crece constante y continuamente sin que nadie lo frene.

La consecuencia social de estas políticas no queda muy lejos: una sociedad desigual, segregadora e incívica, caracterizada en primer lugar por una jerarquía de "ciudadanos" de clase media y alta, dueños de casi todas las propiedades y activos financieros y, en segundo, por una amplia base subordinada de "casi-ciudadanos" o "sub-ciudadanos" cargados con el cruel peso del desempleo permanente, los tribunales y procedimientos de sentencia discriminatorios, las prisiones deshumanizadas, la privación del voto, la segregación residencial y la eliminación de la mayoría de los servicios públicos para los pobres.

Este último grupo está prácticamente desprovisto de cualquier influencia en la política pública nacional. Las instituciones que antes proporcionaban un espacio para el ascenso y la resistencia de la gente trabajadora, como los sindicatos, han sido prácticamente desmontadas. Parte fundamental de todo esto es el racismo, a veces abiertamente vicioso y directo, pero mucho más frecuente en un lenguaje que trata la raza de forma neutra y daltónica.

(*) Manning Marable es profesor de Asuntos Públicos, Ciencia Política e Historia, y director del Instituto de Investigación en Estudios Afroamericanos (Institute for Research in African-American Studies) en la Universidad de Columbia, Nueva York. "Along the Color Line" se distribuye de forma gratuita a más de 350 publicaciones, tanto dentro como fuera de los EE.UU. La columna del Dr. Marable también puede consultarse en Internet a través de su página www.manningmarable.net.

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