Estados Unidos

 

No habrá un mañana

Por Bill Moyers (*)
ZNet, marzo 2005

Uno de los cambios de más envergadura en la política de mi tiempo es que las creencias descabelladas han pasado de ser propias de determinados grupos marginales a tomar asientos de poder en el despacho oval (oficina del presidente) y el Congreso. Por primera vez en la historia de EEUU la ideología y la teología ejercen un monopolio en las altas esferas de Washington.

La teología se fundamenta en postulados que no se pueden demostrar. Los ideólogos se aferran a una visión mundial a pesar de contradecirse con lo que comúnmente se acepta como la realidad. Cuando la ideología y la teología se emparejan, su descendencia no siempre es mala pero sí ciega. Y ahí está el peligro: votantes y políticos no conscientes de los hechos.

¿Recuerdan a James Watt, el primer secretario de interior del presidente Ronald Reagan? Mi publicación medioambiental favorita en Internet, la estupenda Grist, nos recordó recientemente que James Watt dijo en el congreso de los EEUU que proteger los recursos naturales carecía de importancia ante el inminente advenimiento de Jesucristo. En declaraciones públicas llego a declarar que "después de que se tale el último árbol, Jesucristo retornará".

Las élites de Beltway hacen el ridículo. Los periodistas no entendían de qué estaba hablando, pero James Watt lo decía completamente en serio, de igual forma que muchos de sus compatriotas a lo largo y ancho del país. Son los que creen que la Biblia es literalmente cierta; un tercio del electorado estadounidense si atendemos a un reciente sondeo de Gallup. Durante las pasadas elecciones varios millones de piadosos y decentes ciudadanos fueron a votar creyendo en el "índice del Arrebato".

En efecto, el "índice del Arrebato". Búsquenlo en Google y verán que los libros más vendidos actualmente en EEUU son los doce volúmenes de la serie "Left Behind" ("Dejados atrás"), escrita por el fundamentalista cristiano y guerrero de la derecha religiosa Timothy LaHaye. Estos creyentes verdaderos veneran una teología fantástica inventada en el siglo XIX por una pareja de predicadores inmigrantes que tomaron diversos pasajes de la Biblia y los fusionaron en una narrativa que ha cautivado la imaginación de millones de estadounidenses.

Se trata de una idea bastante simple, y estrafalaria (el escritor inglés George Monbiot hizo recientemente una brillante disección de la misma y estoy en deuda con él por ayudarme a comprenderla): una vez que Israel haya ocupado el resto de sus "tierras bíblicas", las legiones del Anticristo la atacarán provocando el enfrentamiento final en el valle del Harmagedón.

Mientras los judíos que no se hayan convertido son quemados, el Mesías volverá para el Rapto. Los verdaderos creyentes serán despojados de sus vestimentas y transportados al cielo, donde, sentados a la derecha de Dios, contemplarán a sus oponentes políticos y religiosos sufrir plagas de forúnculos, llagas, langostas y ranas durante los años de la Gran Tribulación que seguirán.

No me lo estoy inventando.

Al igual que Monbiot, he leído la literatura al respecto. He informado sobre esta gente, llegando a seguir a algunos desde Texas hasta Cisjordania. De forma sincera, seria y educada, explican que se sienten llamados a ayudar al advenimiento del Arrebato como cumplimiento de la profecía bíblica. Por eso se han declarado solidarios con Israel y los asentamientos judíos, contribuyendo con dinero y voluntarios. Para ellos, la invasión de Irak fue una especie de calentamiento, profetizado en el Libro de las Revelaciones donde se dice que cuatro ángeles "ligados al gran río Éufrates serán soltados para aniquilar a un tercio de la humanidad". Una guerra contra el Islam en Oriente Medio no es algo que temer sino que acoger, una conflagración esencial en el camino a la redención. La última vez que lo busqué en Google, el índice del Arrebato se mantenía en 144 – tan sólo un punto por debajo del umbral crítico en el que todo se desatará, el hijo de Dios retornará, los buenos entrarán en el cielo y los pecadores serán condenados al fuego eterno.

Por lo tanto, ¿qué relación tiene esto con la política y el medioambiente? Accedan a Grist para leer un admirable reportaje del periodista Glenn Scherer –"El camino al Apocalipsis Medioambiental". Léanlo y verán cómo millones de fundamentalistas cristianos pueden creer que no sólo hay que hacer caso omiso de la destrucción medioambiental sino además recibirla con alegría e incluso precipitarla ya que es un signo del inminente Apocalipsis.

Como deja claro Grist, no se trata de un pequeño grupo de legisladores marginales que poseen o son poseídos por estas creencias. Cerca de la mitad de los miembros del congreso de EEUU antes de las recientes elecciones –231 legisladores en total, y más aún después de ellas – reciben el apoyo de la derecha religiosa.

Cuarenta y cinco senadores y 186 miembros del 108º congreso obtuvieron índices de aprobación de entre 80 y 100 por ciento por parte de los tres grupos de presión cristianos de derecha más influyentes. Éstos incluyen al líder de la mayoría del Senado Bill Frist, a su asistente Mitch McConnell, al presidente del comité Rick Santorum de Pennsylvania, al presidente de política Jon Kyl de Arizona, al portavoz del congreso Dennis Hastert y al representante de la mayoría Roy Blunt. El único demócrata que obtuvo un 100% de apoyo de la coalición cristiana fue el senador Zell Miller de Georgia, quien recientemente citó el libro bíblico de Amos en la cámara: "Vendrán días, dijo Dios nuestro Señor, que enviaré una hambruna a la tierra". Parecía estar gozando con la idea.

¿Y porqué no? Hay consenso. Un sondeo de Time–CNN llevado a cabo en 2002 encontró que el 59% de los estadounidenses cree que las profecías del Libro de las Revelaciones van a cumplirse. Cerca de una cuarta parte cree que la Biblia predijo los ataques del 11 de septiembre. Conduzca a lo largo del país sintonizando su radio con una de las más de 1600 emisoras cristianas, o ponga en el motel uno de los 250 canales de televisión cristianos, y puede oír algo de esta cantinela apocalíptica. Y entonces entenderá porqué bajo el hechizo de semejantes profecías, no puede esperarse que la gente, como dice Grist, "se preocupe del medioambiente. ¿Porqué preocuparse por la tierra, cuando las inundaciones, hambrunas, desprendimientos y epidemias producto del colapso ecológico son signos del Apocalipsis predichos en la Biblia? ¿Porqué preocuparse por el cambio climático cuando usted y los suyos serán rescatados en el Rapto?"

¿Y para qué preocuparse por pasar del petróleo a la energía solar cuando el propio Dios que hizo el milagro de los peces y los panes puede, con una sola palabra, hacer surgir unos cuantos billones de barriles más?

Esta gente cree que hasta que retorne Jesucristo, Dios proveerá. Una de sus lecturas de referencia es un libro de Historia de instituto de secundaria titulado "La Historia providencial de América", se pueden encontrar las siguientes palabras: "El socialista o secular tiene una mentalidad de recursos limitados y ve el mundo como un pastel... que tiene que dividirse para que cada uno tenga una porción". No obstante "el cristiano sabe que el potencial de Dios es ilimitado y no hay escasez de recursos en la tierra de Dios. Mientras muchos laicistas ven el mundo superpoblado, los cristianos saben que Dios ha hecho la tierra lo suficientemente amplia y con suficientes recursos como para acomodar a todas las personas".

No es de extrañar que Karl Rove vaya por la Casa Blanca silbando el himno "Adelante soldados cristianos". Ha favorecido a millones de estos "soldados" el pasado 2 de noviembre, incluyendo a muchos de los que han hecho del Apocalipsis una de las fuerzas motivadoras de la política moderna en EEUU.

Para el periodista resulta difícil informar de un asunto como este con algo de credibilidad. Por lo que permítanme ponerlo en un plano personal. Yo por mi parte desconozco cómo estar en este mundo sin esperar un futuro mejor y sin levantarme cada mañana para contribuir en lo que esté en mi mano. Por lo tanto, siempre he sido un optimista. Sin embargo ahora pienso en mi amigo de Wall Street a quien una vez pregunté: "¿qué opinas del mercado?". "Soy optimista", me respondió. "¿Entonces porqué pareces tan preocupado?", "porque no estoy seguro de si mi optimismo está justificado".

Yo tampoco. Hubo un tiempo en que estaba de acuerdo con Eric Chivan y el Centro para la Salud y el Medio Ambiente Global en que las personas protegerían su entorno natural cuando se dieran cuenta de la importancia que tiene para su salud y la de sus hijos. Ahora ya no estoy tan seguro. No es que no quiera creerlo, es sólo que leo las noticias y voy haciéndome una imagen cada vez más clara.

He leído que el director de la Agencia de Protección Medioambiental de EEUU ha declarado el nuevo mandato de Bush un mandato centrado en el medioambiente. Una administración que:

Que quiere reescribir la ley de limpieza del aire, la de limpieza del agua y la de especies en peligro que protege a plantas y animales poco frecuentes y sus hábitats, así como la ley nacional de protección de medioambiente, que requiere que el gobierno juzgue de antemano si determinadas acciones pueden dañar los recursos naturales.

Que quiere flexibilizar los límites de polución para el ozono, eliminar las inspecciones de emisión de gases de los vehículos y reducir los estándares de polución para turismos, grandes vehículos 4x4 y camiones diesel así como equipamiento pesado.

Que quiere una nueva ley de auditoría medioambiental que permita a las corporaciones ocultar cierta información sobre problemas medioambientales. Que quiere desestimar completamente el nuevo marco legal contra la polución, las plantas energéticas de carbón y debilitar los decretos que se han negociado con las compañías. Que quiere abrir el refugio nacional ártico de vida salvaje a las perforaciones petrolíferas e incrementarlas en la costa de la isla Padre, el mayor tramo de barrera insular sin desarrollar del mundo y la última zona costera salvaje de EEUU.

Esta semana he leído las noticias y he visto como la Agencia de Protección Medioambiental había planeado gastarse nueve millones de dólares, dos de los cuales procedían de los amigos del gobierno en el Consejo Americano de Química, en pagar a las familias pobres para que continúen usando pesticidas en sus casas. Aunque estos pesticidas se han vinculado a daños neurológicos en niños, en lugar de ordenar el fin de su uso el gobierno y la industria van a alentar a las familias a que sean cobayas de laboratorio ofreciendo a cada una 970 dólares, una cámara de video y ropa para los niños.

Todo esto lo he leído en las noticias.

Ayer por la noche leí en las noticias que los amigos del gobierno en la Red Internacional de Política (en inglés: Internacional Policy Network), que está apoyada por Exxon Mobil y otras compañías por el estilo, han publicado un nuevo informe donde se afirma que el "cambio climático es un mito, los niveles del mar no están subiendo" y los científicos que creen en la posibilidad de una catástrofe son una vergüenza.

No sólo he leído las noticias sino también la letra pequeña del ultimo decreto de apropiaciones aprobado en el Congreso, que incluye los siguientes oscuros (y obscenos) anexos: una cláusula eliminando todas las protecciones contra pesticidas para especies en peligro; la prohibición de la revisión judicial de un bosque en Oregón; una renuncia a la revisión medioambiental para la obtención de permisos en terrenos públicos; una cláusula exigida por los constructores que debilita la protección de hábitats cruciales en California.

Mientras leo todo esto miro las fotografías de mis nietos en mi mesa de trabajo, al lado del ordenador, y veo al futuro devolviéndome la mirada desde ellas, y digo, "perdónanos, padre, porque no sabemos lo que hacemos". Pero después me viene el pensamiento "eso no es así. Sabemos lo que estamos haciendo. Estamos robándoles su futuro. Traicionando su confianza. Saqueando su mundo".

Y me pregunto: ¿Por qué? ¿Es acaso porque no nos importa? ¿Es por nuestra codicia? ¿Es porque hemos perdido nuestra capacidad para la rabia, nuestra habilidad para mantener la indignación ante la injusticia? ¿Qué le ha pasado a nuestra imaginación moral?

En el brezal, Lear le pregunta a Gloucester: "¿Cómo ves el mundo?" Y Gloucester, que es ciego, responde: "Lo veo sintiéndolo".

Lo veo sintiéndolo.

Las noticias no son buenas últimamente. No obstante puedo decirles que como periodista sé que las noticias nunca son el final de la historia. Las noticias pueden ser la verdad que nos libere, no sólo para sentir sino para luchar por el futuro que queremos. Y la voluntad de lucha es el antídoto contra la desesperación, la cura al cinismo, y la respuesta a esas caras que me observan desde esas fotos de mi mesa. Lo que necesitamos es lo que los antiguos israelitas llamaban hochma, la ciencia del corazón... la capacidad de ver, de sentir y de actuar como si el futuro dependiera de nosotros. Y créanme, depende.


(*) Bill Moyers presentaba hasta hace poco tiempo el programa semanal de asuntos públicos "Ahora con Bill Moyers" en PBS. Este artículo está adaptado de Alternet, donde apareció por primera vez. El texto se ha tomado de los comentarios de Moyers al recibir el premio al ciudadano medioambiental global del Centro de Salud y Medioambiente Global en la Facultad de Medicina de Harvard.

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