Estados Unidos

 

La central sindical estadounidense AFL–CIO y la guerra de Irak

Por James Petras
Rebelión, 02/08/05
Traducido para Rebelión por LB

La confederación sindical estadounidense AFL–CIO atraviesa una profunda crisis. Tras una reciente escisión perdió más de 3 millones de afiliados, pasando así a representar solamente a un 9% de la población trabajadora y al 7% del sector privado.

La crisis de la AFL–CIO es consecuencia de la política, incluidas las políticas de colaboración con los empresarios y de oposición a las organizaciones militantes de base. Durante los últimos 50 años los burócratas sindicales de la AFL–CIO han actuado en contra de los sindicatos militantes locales, han renunciado a conquistas pasadas para evitar enfrentamientos con los empresarios, han aceptado pasivamente cierres patronales y deslocalización de empresas a zonas de bajos salarios y se han negado a organizar a las decenas de millones de trabajadores con bajos salarios en el sector minorista y en otras ramas del sector de servicios.

Los privilegios salariales y los “beneficios” de los jefes sindicales de escala superior y media superaron por término medio los 300.000 dólares anuales, sin mencionar las múltiples pensiones y la gestión corrupta de fondos de retiro por valor de miles de millones de dólares. La clave de la corrupción interna de la AFL–CIO la constituyen sus antiguos vínculos estructurales con el imperialismo estadounidense, incluyendo el papel que ha desempeñado en empresas conjuntas con la CIA para derribar regímenes democráticos y para adiestrar y financiar a “funcionarios sindicales” afectos al mundo empresarial.

La AFL–CIO ha apoyado todas las grandes guerras imperialistas de los EEUU (Corea, Vietnam, Afganistán, Yugoslavia e Irak), así como todas las grandes intervenciones estadounidenses (Guatemala 1954, Chile 1973, Guayana 1955, Venezuela 2002, Irán 1955, Panamá 1980 y Granada 1983).

La AFL–CIO ha socavado sindicatos obreros legítimos y allanado el camino al poder a regímenes favorables a los intereses corporativos estadounidenses, facilitando así el traslado y reubicación de las multinacionales estadounidenses desde los EEUU a países clientes de los EEUU con bajos salarios y sindicalismo proscrito.

Fiel a su tradición como cómplice de las guerras imperialistas estadounidenses, la AFL–CIO ha apoyado la invasión estadounidense de Irak y de Afganistán y continúa adquiriendo bonos israelíes por valor de miles de millones de dólares a pesar de que menos del 0,5% de sus afiliados son judíos.

A la altura de julio del 2005 más de la mitad de la población estadounidense está cuestionando la invasión y ocupación estadounidenses de Irak. La mayoría de las principales organizaciones religiosas tradicionales se oponen a la guerra. Más de 25.000 soldados estadounidenses sufren algún tipo de discapacidad por causa de heridas psíquicas o físicas y 1.800 soldados estadounidenses y más de 100.000 civiles iraquíes han muerto como consecuencia de la guerra estadounidense. En su reciente congreso ”escisionista” (25–28 de julio del 2005), la AFL–CIO de forma característica rehusó condenar la guerra y exigir la inmediata retirada de las tropas, a pesar de que muchos estadounidenses se están moviendo en esa dirección.

Una lectura minuciosa de la resolución de la AFL–CIO sobre la guerra de Irak aprobada en su último congreso revela que la organización sindical sigue reproduciendo la agenda militar de Washington, a pesar de las alegaciones realizadas por parte de numerosos “izquierdistas” y “progresistas” en el sentido de que la resolución representa una victoria para el movimiento antibelicista.

El párrafo inicial proclama de forma descarnada su apoyo a la ocupación estadounidense de Irak... en todas las ramas de las fuerzas armadas, que deben incluir a los “hombres” y “mujeres” dedicados a torturar a iraquíes en Abu Ghraib... La declaración prosigue reclamando mas armamento y líderes militares más fuertes para la ocupación.

Lo que sigue a continuación es la solitaria frase a la que se aferran los “progresistas” para demostrar su “victoria”. La frase dice así: “Lo que es más importante aun, ellos (los soldados estadounidenses) merecen que los líderes de nuestro país se comprometan a traerlos a casa rápidamente”. Esta es una declaración que no difiere de lo que Bush, Blair o Rumsfeld han prometido: devolver a casa a nuestros soldados “tan pronto como la seguridad lo permita”, “tan pronto como los puedan defender su democracia”, y “tan pronto como entrenemos a sus soldados para que puedan reemplazar a nuestros hombres y mujeres”.

De hecho, el día en que la AFL–CIO aprobó esta resolución el Pentágono anunció que esperaba poder reducir las tropas estadounidenses que custodian a los 16.000 iraquíes detenidos en campos de concentración en una fecha tan temprana como la próxima primavera, cuando supuestamente se podrá confiar en los iraquíes como carceleros mercenarios de sus propios compatriotas. El calendario de la AFL–CIO es un trasunto del calendario de Bush/Rumsfeld: ambos son vagos en cuanto a tiempo y espacio. Las razones que alega la AFL–CIO para una eventual retirada no tienen nada que ver con los estragos y destrucción provocados por una guerra colonial, sino con los presupuestos de una empresa imperialista a escala global.

La frase siguiente dice así: “Una presencia militar indefinida provocará la pérdida de vidas y recursos, minará la seguridad de nuestra nación y debilitará a nuestras fuerzas armadas”. En otras palabras, ¡el ejército estadounidense enfrentado a una guerra prolongada en Irak no podrá combatir a “insurgentes” en otras partes!

El párrafo siguiente menciona los 1.700 soldados estadounidenses muertos y alude de forma vaga a los civiles iraquíes evocándolos mediante la expresión “a millares” para, a continuación, en un alarde de hipocresía y parcialidad, echar la culpa a la “insurgencia” (resistencia), que “ha dirigido su terror contra la población iraquí”. Los masivos bombardeos estadounidenses de Faluya, Bagdad, Samarra y otras ciudades, el asesinato diario e indiscriminado de cientos de civiles –más de 100.000 muertos hasta el año pasado, según la publicación médica británica The Lancet— no aparecen mencionados por ningún lado. La AFL–CIO acusa a la resistencia de los crímenes cometidos por “nuestros líderes”.

La AFL–CIO elogia las elecciones orquestadas por Washington bajo su ocupación militar colonial y controlada por sus acólitos del exilio como un ejemplo de las aspiraciones democráticas de Irak, omitiendo señalar que más del 80% de los iraquíes piden que los militares estadounidense se vayan de Irak .. ¡ayer! Una vez más, la AFL–CIO reproduce el discurso de Bus/Rumsfeld sobre la ocupación, las elecciones, la resistencia y la Constitución.

En sintonía con la abrumadora mayoría del público estadounidense, que reconoce que Bush mintió en la fase que condujo a la guerra, la AFL–CIO omite denunciar las mentiras y el robo de miles de millones de dólares en bienes iraquíes que se han producido durante la ocupación. Todo lo que los capos sindicales pueden ofrecer es su apoyo “para que se exija a los congresistas que establezcan patrones (?) en las zonas claves de la seguridad, gobierno, reconstrucción e internacionalización”. Solicitan el establecimiento de “patrones” (sea cual sea el significado de esa palabra) cuando existe un montón de detallados informes oficiales sobre los actos de pillaje perpetrados en los gastos de reconstrucción, en la privatización y entrega de miles de millones de dólares procedentes del petróleo a multinacionales estadounidenses (“internacionalización”, según el eufemismo utilizado por la AFL–CIO) y cuando se trasladan prisioneros a Guantánamo para ser torturados de forma indefinida (he ahí un espléndido “patrón de seguridad”).

En el párrafo sexto de su declaración la AFL–CIO defiende explícitamente la ocupación continuada de Irak, basada teóricamente en una “amplia coalición de Estados”. En un momento en el que incluso acólitos estadounidenses como Polonia, Bulgaria, Ucrania y la mayoría de los demás países están retirándose de Irak, la AFL–CIO repite como un loro la parodia John Kerry/Hilary Clinton de un ejército colonial multilateral cuando el basamento político para sustentarlo ha desaparecido.

La solución militar sigue siendo el punto de referencia más importante para la AFL–CIO: “Una mayor seguridad sobre el terreno sigue siendo un prerrequisito aún no satisfecho para que tales esfuerzos (“la construcción de un Irak democrático”) tengan éxito”. “Una mayor seguridad sobre el terreno” significa soldados estadounidenses, montones de ellos y durante mucho tiempo, debido a los “prerrequisitos insatisfechos”, eufemismo para referirse a una masiva y enérgica resistencia antiimperialista que impide en Irak la consolidación de un régimen títere.

La resolución de la AFL–CIO no dice nada sobre reformas socioeconómicas, programas de empleo y canalización de los beneficios petrolíferos hacia programas de bienestar social y hacia obras de auténtica construcción nacional, programas que demandarían la expulsión de la elite respaldada por los EEUU. En lugar de ello, la AFL–CIO reclama que el Estado adopte soluciones policiales represivas. “La AFL–CIO llama a la comunidad internacional (sic) a que ayude al pueblo iraquí a construir su capacidad para mantener la ley y el orden a través de un esfuerzo internacional conjunto para adiestrar a las fuerzas de seguridad y de policía iraquíes”. Más policía secreta, más torturadores, más mercenarios, más colaboradores... la AFL–CIO se encuentra en Irak en terreno familiar, igual que lo estuvo cuando orquestó el abortado golpe de Estado de Venezuela, el golpe en Chile y otras exitosas aventuras en “ley y orden” imperial.

Probablemente lo peor de lo peor de la apología de la ocupación imperialista estadounidense que perpetra la AFL–CIO reside en la argumentación que desarrolla sobre la destrucción de Irak y sobre los esfuerzos de reconstrucción. Toda la culpa de la destrucción de Irak la atribuye al régimen de Sadam Husein, por mucho que todos los testimonios y datos demuestran que los estándares de vida, empleo y salud eran mejores antes de la invasión estadounidense que ahora. Naturalmente, desborda la capacidad de la AFL–CIO el señalar que fueron las sanciones económicas aplicadas por los EEUU durante la Administración demócrata del presidente Clinton las que provocaron la muerte de 500.000 niños iraquíes. Y que la “rehabilitación” ha fracasado debido al masivo pillaje de los bienes iraquíes, incluidos los ingresos petrolíferos y los dólares estadounidenses devorados por contratistas estadounidenses, agencias de seguridad, funcionarios militares y una caterva de otros funcionarios igualmente rapaces.

La resolución concluye reclamando libertades sindicales tales como deducciones del salario para el abono de cuotas sindicales, sin duda es la última preocupación de los afiliados iraquíes que se tienen que enfrentar a los soldados estadounidenses de gatillo fácil y a sus “colegas de los escuadrones de la muerte integrados en los batallones especiales iraquíes. Pero las deducciones de nómina para el abono de cuotas sindicales son importantes para los capos sindicales que no luchan por sus afiliados y que no han asegurado su lealtad en la línea de piquetes. Estoy seguro de que si la AFL–CIO entrena a sus contrapartes iraquíes, los ocupantes estadounidenses acabarán por permitir que esos “sindicalistas” se embolsen el 10% del salario de hambre de un trabajador iraquí del sector del petróleo.

Conclusión

La resolución sobre la guerra de Irak aprobada en el último congreso de la AFL–CIO, exceptuando una ambigua frase incluida para apaciguar a un puñado de disidentes, se mantuvo fiel a su historia de apoyo a las guerras imperialistas y a tiranías mientras continúa perdiendo afiliados y lealtades en los EEUU por sus esfuerzos.

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