Estados Unidos

 

Hubo graves imprevisiones antes del huracán y falta de medios y descoordinación tras el desastre: para el presupuesto del 2006, el Gobierno recortó 71 millones de dólares del presupuesto para medidas de protección contra inundaciones en Nueva Orleans. No había planes para alimentar y alojar a los agentes de protección civil

Bush regateó fondos para reforzar los diques

Por Eusebio Val
Corresponsal en EEUU
La Vanguardia,  02/09/05

Los ahorros y la imprevisión han pasado una onerosa factura. Condicionada por las restricciones presupuestarias y el énfasis en otras prioridades, como la guerra de Iraq y la obsesión antiterrorista, la Administración Bush ha regateado durante años los fondos para obras de infraestructura básicas como el reforzamiento de los diques en la desembocadura del Mississippi. Después del 11–S, el principal temor era otro macroataque devastador de Al Qaeda contra un gran núcleo urbano. Nadie se imaginaba que un fenómeno natural como el huracán Katrina provocaría un crisis nacional de esta magnitud.

Las inversiones en los diques y en los gigantescos sistemas de bombeo que había en Nueva Orleans en previsión de lo que finalmente ocurrió han sido objeto de un largo tira y afloja entre la Administración Bush, los congresistas de Luisiana y el cuerpo de ingenieros del ejército. Como recordó ayer The Wall Street Journal –un periódico de línea editorial muy conservadora–, el presidente despidió en el 2002 al propio jefe del cuerpo de ingenieros, el ex congresista de Mississippi Michael Parker, por considerar que propugnaba proyectos demasiado faraónicos, incluido un dispositivo de bombeo de envergadura para el delta del gran río norteamericano.

Ahora ha trascendido que, para el presupuesto del 2006, el Gobierno federal había logrado recortar 71 millones de dólares en los presupuestos para las medidas de protección contra inundaciones en Nueva Orleans. Es de suponer que, tras la tragedia, el Congreso se replantee por completo el dinero que quiere gastar. Los expertos calcularon que proteger la ciudad del jazz de un huracán de fuerza 5 –Katrina fue de fuerza 4– habría costado 2.500 millones de dólares. Entonces pareció una cifra desorbitada. Si se hubiera hecho, el beneficio habría multiplicado varias veces esa cifra, amén de haber salvado muchas vidas y haber evitado un trauma social indeleble.

Más allá del regateo de dinero, parece cada vez más evidente que los preparativos ante la llegada del huracán fueron deficientes, que hubo errores de coordinación y que fallaron los dispositivos de respuesta. Pasadas las primeras horas, cundió la impresión de que se había superado bien el trance, pero al romperse los diques y empezar a anegarse la ciudad, la reacción fue lenta e inadecuada. Los miembros de protección civil se quejaron de que no había planes sobre cómo serían alimentados, cuándo y dónde dormirían.

Uno de los problemas más graves fue la comunicación. Según The Wall Street Journal, la multiconferencia telefónica que trató de man–tener el lunes la gobernadora de Luisiana, Kathleen Blanco – una ex maestra que llegó por sorpresa al cargo–, con los servicios de emergencia a nivel local resultó un fiasco. Cuando la policía y la agencia de protección civil trataban de comunicarse, había serias dificultades por la diferencia de frecuencias y el fallo en la telefonía móvil. La senadora Mary Landrieu comparó los problemas a los que sufrieron policía y bomberos en Nueva York durante el 11–S. En muchos lugares se echó en falta una intervención más rápida de la Guardia Nacional para asegurar el orden y proporcionar agua potable y alimentos.

En general, faltó una cabeza visible que infundiera fuerza y confianza vista como la persona que estaba al cargo de la situación global. El escenario fue muy distinto en los huracanes de Florida del 2003. El gobernador Jeb Bush fue rápido de reflejos. Ello contribuyó a la reelección del republicano y ayudó a su hermano en las presidenciales.

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