Estados Unidos

 

Crece la inquietud en la Casa Blanca

El 'caso Plame' encara a los gurús de Bush y Cheney. Rove acusa a Libby de haberle revelado el nombre de la agente encubierta de la CIA. Los demócratas reclaman al presidente que clarifique qué sabe sobre el escándalo

Por Mercedes Hervás
Corresponsal en Nueva York
El Periódico, 21/10/05

Mientras la Casa Blanca aguarda en vilo el posible anuncio de procesamientos a alto nivel por parte del fiscal especial, Patrick Fitzgerald, ayer se supo que Karl Rove, cerebro político del presidente de EEUU, George Bush, trató de protegerse declarando que Lewis Scooter Libby, mano derecha del vicepresidente, Richard Cheney, pudo ser quien le reveló que Valerie Plame era una agente de la CIA, según fuentes cercanas a la investigación.

Rove y Libby están en el punto de mira del fiscal Fitzgerald, quien debe anunciar su decisión en los próximos días.

El gurú político de Bush hizo esta afirmación durante una de sus cuatro comparecencias ante el gran jurado que investiga si hubo una conspiración al más alto nivel para revelar la identidad de Plame como castigo a su esposo, el exembajador Joseph Wilson, quien denunció que era falso que Sadam Husein hubiese tratado de adquirir uranio en Níger para fabricar armas nucleares. Éste fue uno de los principales argumentos de Bush para invadir Irak.

Según fuentes cercanas a la investigación, Rove, arquitecto de las victorias electorales de Bush, explicó que habló con Libby días antes de que el columnista Robert Novak hiciese pública identidad de Plame, el 14 de julio de 2003. Durante la conversación, que tuvo lugar el 11 de julio, los estrechos colaboradores de Bush y de Cheney hablaron de sus contactos con diversos periodistas sobre Victoria Plame.

Contradicciones

Por su parte, Libby declaró ante el gran jurado que comunicó a Rove la información que obtuvo sobre Plame del periodista Tim Russert, de la cadena televisiva NBC. Sin embargo, Russert contradijo después esta afirmación, y aseguró que sólo se enteró de la identidad de Plame cuando fue hecha pública, días después de su conversación con Libby, por lo que él no pudo revelársela.

El fiscal Fitzgerald está tratando de penetrar en esta maraña y dilucidar si esos contactos formaron parte de una conspiración para revelar ilegalmente la identidad de la espía. También investiga si algunos de los implicados en la trama han ocultado información o han declarado en falso durante los 22 meses que lleva de pesquisas con ayuda de un gran jurado, cuyas sesiones concluyen el próximo día 28. Incluso Bush y Cheney han prestado declaración en el marco de esta investigación sobre el peor escándalo que acecha al presidente republicano en sus cinco años en la Casa Blanca.

Escurriendo el bulto

Ayer, Bush trató de escurrir el bulto cuando le preguntaron si le preocupan los posibles procesamientos del fiscal Fitzgerald. "Aquí hay mucho ruido de fondo, mucho comentario, mucha especulación, y yo tengo un trabajo que hacer", respondió cortante. Pocas horas antes, prestigiosas figuras de la oposición demócrata le exigieron que clarifique qué sabe de las conversaciones entre su mano derecha, Rove, y la mano derecha de Cheney, Libby, sobre Valerie Plame.

Según The New York Daily News, Bush se enfureció al enterarse, en el 2003, de que Rove había hablado de Plame con periodistas. Sin embargo, fuentes cercanas a Rove aseguraron ese mismo mes que no le había dicho nada al presidente. Según estas versiones, Rove se limitó a informar a Bush, en el otoño del 2003, de que no participó en ninguna operación de castigo a Wilson revelando el trabajo de su esposa.


El gurú de Bush sopesa dimitir para protegerle del 'caso Plame'

El escándalo puede acabar también con la carrera del jefe de gabinete de Cheney

Por Mercedes Hervás
Corresponsal en Nueva York
El Periódico, 19/10/05

Soplan vientos huracanados sobre la Casa Blanca, donde Karl Rove, cerebro político y arquitecto de las victorias electorales del presidente de EEUU, George Bush, tiene intención de dimitir si llega a ser procesado por participar en una conspiración de alto nivel para castigar al exdiplomático Joseph Wilson por oponerse a la guerra de Irak, revelando que su esposa, Valerie Plame, era agente secreta de la CIA.

Según fuentes legales y oficiales citadas por el semanario Time, Rove no es el único que se plantea la dimisión, que tendría como objetivo evitar que el presidente resulte salpicado en el mayor escándalo que ha sacudido Washington desde la llegada de Bush al poder, en el 2001. También Lewis Libby, jefe de gabinete del vicepresidente, Dick Cheney, está sopesando dimitir o pedir una excedencia si es procesado por el fiscal Patrick Fitzgerald, que está al frente de las investigaciones de un caso que está sacudiendo hasta los cimientos a la Casa Blanca.

Tras dos años de investigación, se espera que Fitzgerald revele pronto, tal vez hoy mismo, si imputará algún delito a algunos de los altos cargos de la Administración de Bush por revelar que Valerie Plame era agente secreta de la CIA.

El procesamiento de Rove o de Libby sería otro duro golpe para Bush, precisamente cuando la popularidad del presidente está en su momento más bajo debido a la sangrienta posguerra de Irak, la desastrosa respuesta a los estragos del huracán Katrina y la subida del precio de la gasolina.

Según el último sondeo hecho público ayer por Gallup, sólo un 39% de los estadounidenses aprueba la gestión de Bush, la cifra más baja desde que llegó a la Casa Blanca.

Corrupción en el congreso

El malestar de los ciudadanos hacia el presidente se acentúa con los escándalos que protagonizan sus hombres en el Congreso, donde los dos principales líderes republicanos están empantanados en casos de corrupción. Tom DeLay, líder de la mayoría de su partido en la Cámara de Representantes, tuvo que dejar su cargo el mes pasado al ser procesado por blanqueo de dinero con fines políticos. Bill Frist, que encabeza la mayoría republicana en el Senado, está citado judicialmente por posible uso de información privilegiada en una venta personal de acciones.

La confluencia de escándalos sobre Bush "parece la tormenta perfecta", comentó a The Washington Post el republicano y exfiscal especial Joseph di Genova. "La gente no tiene ni idea de lo que pasa cuando se inicia una investigación, porque no sólo distrae, sino que debilita, es como un puñetazo en el estómago", añadió Di Genova.

Ese debilitamiento es patente ya en la Casa Blanca para muchos analistas, quienes esgrimen como prueba el apresurado nombramiento de la exabogada personal de Bush, Harriet Miers, para ocupar un puesto en el Tribunal Supremo. Los sectores ultraconservadores se han rebelado contra este nombramiento, que no lleva el sello de Rove.

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