Estados Unidos

 

El mayor escándalo de corrupción en un siglo sacude a la clase política de EEUU. Al menos 12 legisladores podrían ser acusados de aceptar sobornos, regalos y viajes ilícitos

El actual "es el Congreso más corrupto en la historia del país"

Por David Brooks
Corresponsal en EEUU
La Jornada, 28/12/05

Nueva York, 27 de diciembre. Una bomba está por estallar sobre Washington. No se trata de un atentado terrorista internacional ni de algo más nativo como lo de la ciudad de Oklahoma, sino de lo que podría convertirse en el escándalo de corrupción política más grande en un siglo.

Unos 12 legisladores federales, si no es que más, y sus asesores podrían ser acusados por actos de corrupción, entre ellos aceptar sobornos, regalos y viajes de manera ilícita, y entre las víctimas podría estar Tom DeLay, una de las figuras más poderosas de la cúpula política y hasta hace poco líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes.

La semana pasada el líder de la minoría demócrata en el Senado, Harry Reid, declaró que éste "es el Congreso más corrupto en la historia del país".

"Creo que esto tiene el potencial de ser el escándalo más grande en el Congreso en más de un siglo", consideró Thomas E. Mann, uno de los especialistas del poder legislativo más reconocido del país y analista del Brookings Institution, en entrevista el mes pasado con el New York Times.

El Senador John McCain, republicano también, ha denunciado que "este pueblo se ha vuelto muy corrupto, no hay duda de ello", y señaló que espera que habrá muchas acusaciones formales ya que existe evidencia de corrupción extensa de varios legisladores estadounidenses.

El analista Norman Ornstein, del American Enterprise Institute –uno de los think tanks más conservadores de la capital–, escribió: "no creo que hayamos visto algo de estas dimensiones, arrogancia y pura venalidad en nuestras vidas. Se está intensificando hacia una explosión, que podría crear daño colateral inmenso dentro del Congreso y en las próximas elecciones".

Todo empezó con Jack Abramoff, quien era uno de los cabilderos más influyentes y poderosos de Washington. El año pasado, se reveló que Abramoff y su socio Michael Scanlon lograron cobrar a tribus indígenas 80 millones de dólares por tareas para cabildear sus intereses de promoción de casinos ante el Congreso.

El "cabildeo" fue realizado con regalos, favores y viajes pagados –entre ellos, una excursión para jugar golf en Escocia– para legisladores y sus asesores que trabajaron en proyectos de ley con Abramoff.

Aunque la investigación de la corrupción comenzó desde el año pasado, todo empezó a desenredarse en las últimas dos semanas por un caso no relacionado con las actividades de cabildeo.

Abramoff enfrenta una acusación legal de fraude en el estado de Florida, donde fiscales dicen que compró una escuadra de barcos casino falsificando documentos sobre su financiamiento. Un socio se declaró culpable para aceptar una pena reducida a cambio de su cooperación en el caso, dejando a Abramoff enfrentando seis cargos criminales y hasta 30 años de cárcel.

Ahora, hay indicios de que Abramoff está por concluir un acuerdo con los fiscales, declararse culpable para recibir una pena de cárcel reducida a cambio de su cooperación, no sólo en este caso sino como testigo clave en la investigación federal sobre la corrupción en Washington.

La presión sobre Abramoff se incrementó con la decisión de su ex socio, Scanlon, de declararse culpable en octubre y cooperar con las autoridades en las investigaciones de ambos casos, el de fraude en Florida y el de corrupción en Washington.

Si Abramoff acepta volverse testigo, ofrecerá evidencia que podría marcar el fin de las carreras de por lo menos una docena de legisladores y sus asesores que son objeto de la investigación federal.

Durante los últimos meses esa investigación se ha ampliado y algunos legisladores y oficiales republicanos ya han sido advertidos que están bajo el escrutinio de los investigadores.

DeLay, el ex líder de la mayoría republicana en la Cámara baja que enfrenta ahora un juicio en Texas acusado de maniobras ilícitas en financiamiento de campañas políticas, íntimo amigo de Abramoff, podría estar entre las víctimas del escándalo con su viejo socio testificando en su contra.

El caso ya cobró víctimas. David Safavian, alto funcionario de la oficina de presupuesto y programación de la Casa Blanca, renunció justo antes de ser arrestado en septiembre pasado por mentir a investigadores federales sobre sus vínculos de negocio con Abramoff.

Se espera que sean ligados al escándalo otros funcionarios del gobierno de Bush.

Aunque esto promete ser un gran regalo de Navidad para los opositores de los republicanos, el problema para los demócratas es que a pesar de que la mayoría de los legisladores ligados a Abramoff son republicanos, también hay algunos demócratas.

Sin embargo, es un desastre potencial más que nada para los republicanos, ya que son los que se presentaban como el partido con "valores morales" y familiares".

De hecho, algunas de las figuras ahora enlodadas por su relación con Abramoff incluyen a líderes del movimiento cristiano conservador como Ralph Reed, ex presidente de la Coalición Cristiana.

Y hablando de "valores familiares", algunas de las gentes bajo investigación son esposas e hijos de algunos legisladores que aparentemente se beneficiaron con el generoso negocio de Abramoff.

Entre los legisladores que están bajo investigación o sospecha, además del antes todopoderoso conservador DeLay, aparecen el representante Bob Ney, presidente del Comité de Administración de la Cámara baja, y John T. Doolittle (cuya esposa asistió a Abramoff).

Peor aún, esta semana se reveló otra faceta de este escándalo cuando dos columnistas admitieron que habían aceptado pagos de Abramoff para escribir columnas que favorecían a clientes del cabildero.

Copley News Service se deshizo de Doug Bandow –quien también renunció como catedrático de la influyente organización de estudios políticos Cato Institute– después de reconocer que había aceptado hasta 2 mil dólares por cada una de hasta 24 columnas que había escrito, después de que Business Week divulgó la historia.

Peter Ferrara, del Institute for Policy Innovation, también reconoció haber aceptado pagos de varios cabilderos, incluyendo Abramoff para escribir columnas en periódicos –Washington Times y Manchester Union Leader–; dos de los rotativos que lo publicaban han tenido que romper relaciones con él, aunque Ferrara insistió en que nada malo había éticamente en "tomar dinero de alguien y escribir un artículo".

Este no es el único caso de corrupción en Washington. La Comisión de Valores y Cambios –agencia reguladora de Wall Street– está investigando ventas de acciones posiblemente ilícitas del líder republicano del Senado, Bill Frist, mientras que el mes pasado el representante republicano Randy Duke Cunningham fue obligado a renunciar a su curul después de declararse culpable de aceptar sobornos por más de 2.4 millones de dólares para promover contratos militares.

Mientras tanto, cientos de miles de dólares fueron robados en Irak por oficiales militares estadounidenses, entre ellos un teniente coronel. Ni hablar de lo que se sospecha está ocurriendo con los contratos federales para el desastre de Katrina, y más. Pero no cabe duda que si este escándalo sigue creciendo, habrá una explosión política en Washington que se escuchará por todo el país.


Escándalos y críticas erosionan la "presidencia imperial" del mandatario republicano

Por David Brooks
Corresponsal en EEUU
La Jornada, 29/12/05

Nueva York, 28 de diciembre. El año concluye con el viejo cuento de la ropa del emperador, o sea, de repente se nota que no tiene.

El año empezó con el retorno triunfante de George W. Bush a la Casa Blanca para comenzar otro periodo de cuatro años después de su relección gozando de una mayoría suficiente en la única encuesta que cuenta –la de las urnas– y con su Partido Republicano que aumentaba su control en las tres ramas del gobierno, y con la aparente garantía de que su proyecto de nación podría implementarse por completo.

No sólo eso, además de seguir ampliando su "guerra contra el terror", el presidente había anunciado iniciativas ambiciosas para reformar el sistema del Seguro Social, una reforma migratoria, promover sus recortes de impuestos para los más ricos, desmantelar más programas sociales e impulsar el mercado y el comercio "libre" –la libertad pues– por todo el mundo.

Al año concluyó con la presidencia y el Partido Republicano en crisis. Bush ahora goza de algunos de los niveles más bajos de aprobación desde que llegó a la Casa Blanca, con la mayoría de su pueblo opuesto a la guerra en Irak, con su iniciativa para reformar el Seguro Social casi anulada y su respuesta inepta ante Katrina, lo que ha generado un huracán de críticas.

La Casa Blanca sigue bajo investigación criminal por filtrar el nombre de una agente de la CIA en un acto de venganza contra opositores a sus políticas (incluyendo cargos formales contra uno de sus más altos funcionarios y con otros más pendientes) y su política nacional e internacional está bajo intensa presión debido a las prácticas de secuestro y tortura, en momentos en que se añaden revelaciones de que Bush posiblemente violó la ley al ordenar el espionaje doméstico, sin autorización judicial, a ciudadanos estadounidenses.

Mientras tanto, sus aliados en el Congreso están bajo investigación, con el líder de la mayoría republicana en la Cámara, Tom DeLay, que espera un juicio por violar leyes electorales, el líder del Senado, Bill Frist, bajo investigación por posibles delitos en el manejo de su fortuna personal, y con la posibilidad de que en estos próximos días estalle la crisis de corrupción más grande en décadas que podría acabar con las carreras de por lo menos una docena de legisladores, incluyendo el propio DeLay.

Cuando el diario New York Times reveló la semana pasada que Bush había ordenado a la Agencia de Seguridad Nacional intervenir las llamadas internacionales de ciudadanos estadounidenses sin solicitar autorización judicial, estalló el escándalo más reciente que ha azotado a esta presidencia.

Legisladores prominentes de su propio partido están por lanzar una investigación sobre si esta orden ejecutiva violó la ley, abogados y jueces han cuestionado su validez legal y algunos analistas han señalado que la revelación podría ser motivo para proceder con la destitución del mandatario.

La primera reacción de Bush y su equipo fue apoyar la decisión como necesaria para defender a la nación ante la amenaza del "terrorismo" –hasta afirmó que había refrendado la orden más de 30 veces–, y afirmó que el acto criminal, en este caso, fue la filtración de la orden ejecutiva a los medios de comunicación, ya que eso ayudaba al enemigo y que los responsables habían cometido "un acto vergonzoso".

Insistió en que cuando el Congreso aprobó la respuesta armada ante los atentados del 11 de septiembre de 2001, le había otorgado el derecho para suspender la ley relacionada con esto, y que también el presidente tiene dentro de sus poderes la autoridad de hacerlo durante tiempos de guerra.

Más aún, Bush advirtió que "un debate abierto sobre esa ley le informaría al enemigo 'aquí está lo que vamos hacer'", o sea que los que continúan insistiendo en investigar lo sucedido sólo están ofreciendo asistencia al "terrorismo".

Pero esa ley, llamada Vigilancia de Inteligencia Extranjera, no se puede suspender, señalan expertos como el profesor en leyes David Cole. La legislación tendría que primero ser enmendada, ya tal como ésta prohíbe intervenciones telefónicas de ciudadanos estadounidenses sin previa autorización judicial o legislativa.

Esa legislación, promulgada en 1978, precisamente en respuesta a los abusos de agencias de inteligencia al "vigilar" a ciudadanos estadounidenses –particularmente a dirigentes opositores y críticos del gobierno–, ahora está provocando controversia no sólo por las denuncias de los contrincantes del presidente republicano, sino por integrantes de su propio partido.

El senador Lindsey Graham, fiel defensor del presidente, declaró que "aun en tiempos de guerra uno tiene que seguir el proceso" legal. Y el senador Arlen Specter, presidente del Comité Judicial, declaró que el espionaje doméstico es "injustificable" y que es "clara y categóricamente erróneo".

Vale señalar que el New York Times informó que aunque ya contaba con la información de las órdenes secretas del presidente para autorizar el espionaje electrónico de sus ciudadanos desde hace un año, aceptó la solicitud del gobierno de demorar hasta ahora la publicación de sus reporteros.

Esto, una vez más, provocó que algunos de nuevo cuestionaran al Times y sus decisiones, al señalar que es posible que si esa información se hubiera publicado hace un año, justo en medio del año electoral presidencial, junto con otras cosas podría haber cambiado el resultado final.

En este caso, como en otros, la presidencia ha insistido en que tiene la autoridad de obrar en secreto y sin justificación legal en tiempos de guerra, y con ello afirmar el poder del Ejecutivo, o lo que algunos llaman la "presidencial imperial".

Críticos como Jonathan Schell, de The Nation, señalan que "los abusos del poder presidencial de Bush son los más extensos en la historia de Estados Unidos".

Los críticos señalan como ejemplo de estos abusos lanzar una guerra ofensiva utilizando justificaciones falsas, autorizar un sistema de tortura en violación de las leyes nacionales e internacionales, el secuestro y tortura de extranjeros, el arresto de ciudadanos y extranjeros, sin presentar cargos formales y negándoles derechos básicos como acceso a un abogado.

En todos estos casos, el presidente Bush y su equipo han insistido que es justificable bajo la autoridad del Poder Ejecutivo en tiempos de guerra.

Apenas el viernes pasado, el vicepresidente Dick Cheney continuó defendiendo el derecho de Bush a ordenar el espionaje domestico. El presidente, declaró, "necesita tener poderes constitucionales intactos... en términos de conducir la política de seguridad nacional".

Esa justificación es la misma empleada para ampliar los poderes de esta presidencia desde el 11 de septiembre de 2001. Pero tal vez esto ha llegado a su límite.

El New York Times opinó a finales de la semana pasada que "finalmente hay señales de que el sistema democrático esta intentando frenar la presidencia imperial".

A la vez, el público sigue cuestionando –y reprobando– las políticas bélicas de este gobierno, y con cada nueva revelación de abusos de poder gubernamental, junto con más investigaciones legales y más evidencia de corrupción, ahora con pruebas de que Bush y Cheney están espiando a sus ciudadanos –la imagen de Big Brother siempre es negativa entre casi toda la gama política estadounidense–, otra prenda de la ropa del emperador parece desaparecer.

Dicen algunos que cada vez está más en juego la esencia de lo que se dice es una democracia constitucional, con límites y contrapesos al poder. En 2006 se comprobara si eso es cierto.