Estados Unidos

 

Logros y concesiones innecesarias

Una breve muestra del poder obrero

Socialist Worker (de EEUU), 06/01/06
Traducido por Álvaro López y Héctor Reyes

La huelga del transporte público pasmó a Nueva York, con una muestra del poder obrero en el siglo veintiuno, provocando una respuesta de los políticos y los medios de comunicación al estilo del siglo diecinueve, que destacó la división de clases en Estados Unidos.

La huelga derrotó las demandas de la gerencia de concesiones sobre las pensiones y despidos. Sin embargo, el acuerdo final hace grandes concesiones sobre el seguro médico y aumentos de salario flojos–lo que impulsó a disidentes dentro la unión a promover su rechazo. [1]

No obstante, al desafiar las leyes anti–huelgas del estado y al paralizar la ciudad, los transportistas hicieron evidente la potencial fortaleza del poder obrero.

Y es precisamente por eso que el multimillonario alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, denunció a los huelguistas como “bandidos”, la mayoría de ellos Afroamericanos y latinos. El gobernador George Pataki declaró que los trabajadores iban a ser multados porque la huelga era ilegal, y los periódicos New York Post y New York Daily News reclamaron la destrucción de la unión y el encarcelamiento de sus líderes.

“Pataki y Bloomberg deben pedirle a un juez el encarcelamiento de [el presidente de la Unión de Trabajadores del Transporte (TWU en ingles), Local 100, Roger] Toussaint y sus obstinados tenientes” y “que le imponga multas a la TWU que se dupliquen diariamente y que sean tan grandes como para quebrar a la unión en días”. vociferó en un editorial el periódico Daily News.

Para no quedarse atrás, el periódico New York Post publicó una foto falsa de Touissaint tras las rejas, con el titulo “Encarcélenlos”.

Los dos tabloides mejor hubieran republicado un editorial del viejo periódico New York World, el cual condenó la huelga ferroviaria de Pullman del 1894 como “una guerra contra el gobierno y contra nuestra sociedad”.

Por su parte, el periódico New York Times fue un poco más reservado, pero el mensaje fue el mismo. “Las trabas contra las acciones obreras de los transportistas de Nueva York han sido establecidas, por ley, fuera de su alcance por buenas razones”, dijo el diario, tomando una línea dura que haría sentir feliz a los viejos burócratas del Partido Comunista de Polonia en 1980, cuando prohibieron las huelgas del movimiento sindical Solidaridad.

Según el New York Times, “el señor Toussaint no debe tener la habilidad de secuestrar a la cuidad”–una versión más cortés que su opinión durante la huelga ferroviaria de Pullman del 1894, cuado su editorial declaró que el líder de la huelga, Eugene Debs, era un “infractor de la ley, y enemigo de la raza humana”.

Si la huelga transportista provocó un frenesí de tonterías histéricas en las páginas de los diarios y discursos de políticos que querían destruir el sindicato –en Nueva York que supuestamente es liberal– es porque el paro reveló la crueldad de la guerra de clases desatada por el presidente Bush, y las viciosas demandas anti–obreras de los patrones.

Fue en Nueva York cuando en 1975 las grandes empresas aplicaron por primera vez a gran escala la práctica que ahora se conoce como “negociación concesionaria”–usando como pretexto la crisis fiscal de la cuidad para justificar una gran cantidad de despidos.

Los líderes sindicales accedieron a estas concesiones, en lo que se llegó a conocer como el “contracto social” – sobre la premisa de que era temporal. En cambio, los políticos pidieron más y más –y cuando los transportistas se tiraron a una huelga ilegal en 1980, las autoridades impusieron multas masivas para forzar a los trabajadores a regresar a sus trabajos con contractos concesionarios.

Al año siguiente, Ronald Reagan procedió de la misma forma a nivel nacional cuando despidió 11,000 controladores de tráfico aéreo que salieron a la huelga desafiando las leyes laborales. Desde entonces, el estado se ha mantenido firmemente del lado de los patrones en huelgas y cierres patronales provocados por las interminables demandas por concesiones de las corporaciones estadounidenses.

Desde el apoyo que la policía otorga a guardias privados rompehuelgas, a la prohibición de huelgas en los muelles de la costa oeste, al desmembramiento de los fondos de pensiones de los trabajadores de aerolíneas aprobado por la corte de bancarrotas, los patrones han usado repetidamente la ley para imponer su guerra de clases unilateral. En casi todos los casos, los líderes sindicales se han arrodillado frente a estas leyes... asegurando así la derrota.

Los trabajadores del transporte público dieron un ejemplo diferente. Al desafiar una de las leyes anti–sindicales más duras de EE.UU., ellos mostraron no sólo que la resistencia es posible, sino también que la lucha frontal es el único modo de adelantar los intereses del movimiento obrero.

Bajo amenaza de cárcel por dirigir una huelga ilegal, Touissant suspendió la huelga luego de tres días con el visto bueno del comité ejecutivo del Local 100, enviando a sus miembros a trabajar sin un contrato, algo que él había prometido no hacer. Touissant continuó negociaciones a puerta cerrada con la Autoridad de Tránsito Metropolitana (MTA), y anunció un acuerdo tres días más tarde.

El acuerdo obliga a la MTA a abandonar su planes de un sistema de pensión diferenciado y cambios en la “productividad” que hubieran eliminado miles de trabajos; la compromete a rembolsar pagos a las pensiones de los trabajadores; permite comenzar la licencia de maternidad antes del nacimiento; e incluye una revisión externa de las políticas disciplinarias drásticas del sistema de tránsito.

Sin embargo, el acuerdo contiene además importantes concesiones que han enfurecido a los miembros del sindicato: una contribución al plan médico de 1.5 por ciento del salario, impuesta por primera vez. Además, los aumentos salariales del contrato peligran en caer bajo la tasa de inflación, el sindicato entregó su habilidad de negociar un contrato que termina el 15 de diciembre (en plena época de compras navideñas), y varios de los trabajadores que se fueron a la huelga todavía enfrentan multas.

En comparación con el contrato aprobado recientemente por los maestros de la ciudad de Nueva York, este contrato es mucho mejor...lo suficiente como para que los políticos intentaran culparse mutuamente por haberse “entregado” a la TWU.

Aún así, muchos trabajadores están descontentos con Toussaint, quién desplazó a la vieja guardia de la unión por no irse a la huelga en 1999, pero que después rompió con sus aliados del movimiento sindical reformista, y ahogó a la oposición. La organización de activistas de base a través de muchos años fue lo suficientemente fuerte como para presionar a Toussaint a convocar la huelga, pero no como para tomar la iniciativa cuando la lucha fue interrumpida.

A pesar de sus limitaciones, Toussaint dirigió una huelga ilegal. Si él suspendió la huelga sin una victoria total bajo amenaza de cárcel, la culpa debe también recaer sobre los líderes de la TWU Internacional, quiénes vergonzosamente se rehusaron a apoyar la huelga del local más grande del sindicato.

Líderes locales y nacionales de otros sindicatos también presionaron a la TWU a suspender la huelga, particularmente Bruce Raynor, presidente de UNITE HERE, y Mike Fishman, líder de un local neoyorquino del Sindicato Internacional de Empleados de Servicios (SEIU), de acuerdo al New York Times.

Ambos son aliados cercanos del presidente de SEIU Andrew Stern, el actor principal en la facción “Cambio Para Ganar” que rompió con la confederación nacional AFL–CIO el verano pasado. En vez de acompañar a Toussaint y hacer de la huelga el centro de su proyecto para revitalizar el movimiento obrero, los aliados de Stern presionaron a la TWU para que cancelara la huelga.

Por su parte, el presidente de la AFL–CIO John Sweeney, quién discurso tras discurso alude a la membresía de su padre en la TWU, debió haber acompañado a Toussaint y prometido ir a la cárcel con él, y amenazado con extender la huelga a otros sindicatos a no ser que las autoridades desistieran de sus ataques.

Pero ambas facciones del movimiento sindical permanecen atados al proyecto de cooperación entre la gerencia y los sindicatos, el que corroe y posterga, pero no puede prevenir, el tipo de choque que la MTA estaba determinada a provocar.

Sin embargo, esta vez un sindicato desafió la ley, y se mantuvo firme contra su patrón y los medios noticiosos corporativos en el bastión del capitalismo estadounidense.

Este es un ejemplo para los sindicalistas de todas partes: no tenemos que someternos a los ataques de los patrones. Y es un mensaje para la vasta mayoría de los trabajadores que no están sindicalizados– que encaran el desplome de sus salarios y de su calidad de vida–que donde hay un sindicato, existe el poder para luchar.


Nota:

[1].- Este movimiento por el rechazo finalmente tuvo éxito, aunque reflejando una división en las bases. En un plebiscito realizado posteriormente, donde votaron 22,461 trabajadores, el contrato fue rechazado por 11,234 votos contra 11.227. (Nota de Socialismo o Barbarie)