Estados Unidos

 

La renuncia de Porter Goss y la guerra por el control de la CIA 

Espías en crisis

IAR–Noticias, 06/05/06

Las causas de la renuncia de Porter Goss, y sus probables sucesores en el cargo. Los planes del Pentágono para reemplazar a la CIA en el campo de las operaciones encubiertas en el exterior. Los choques de los halcones con Negroponte por el control de la inteligencia

La renuncia de Porter Goss a su cargo de director de la CIA, tras 20 meses de gestión, resume una crisis general del principal organismo de inteligencia estadounidense, y pone de manifiesto las fisuras y las luchas internas de los halcones afectados por la abrupta caída de Bush en los sondeos.

Legislador republicano por Florida y ex presidente de la Comisión de Inteligencia de la Cámara de Representantes en el Congreso antes de entrar en política, Goss pasó más de una década en Inteligencia Militar y en la CIA durante la Guerra Fría.

El propio Bush anunció la renuncia señalando que el paso de Goss al frente de la CIA fue durante un periodo de "transición"' en el correr del cual contribuyó a integrar esa agencia en la nueva comunidad de inteligencia (conducida por Negroponte), lo que era una tarea "difícil".

En cuanto a su desempeño en la agencia, Bush destacó que Goss "la dirigió con solvencia. Hay un plan de cinco años para aumentar la cantidad de analistas y miembros operacionales, lo que hará que Estados Unidos sea un lugar más seguro y nos ayudará a ganar la guerra contra el terrorismo".

No obstante los formalismos, la cadena de televisión CNN y otros medios estadounidenses fundamentaron la renuncia del jefe de la CIA en las desavenencias que mantenía con el director nacional de Inteligencia, a cargo de todas las agencias que integran la comunidad de inteligencia de EEUU, John Negroponte, un halcón del riñón de Bush.

El ex congresista republicano, de 67 años, asumió la dirección de la CIA en septiembre de 2004 en sustitución de George Tenet, que había renunciado ese mismo año sospechado por los halcones de proporcionar información confidencial que fue utilizada para la campaña electoral de los demócratas.

A los pocos meses de asumir en la dirección de la CIA, Goss fue relevado de su misión de realizar el informe diario de inteligencia para el presidente de EEUU.

El informe de inteligencia confidencial presidencial pasó a cargo del organismo conducido por Negroponte, la Agencia Nacional de Inteligencia, lo que se interpretó como una pérdida del poder de la CIA y de su director.

Medios norteamericanos venían deslizando un enfrentamiento interno entre el director nacional de Inteligencia, Negroponte, y Porter Goss, muy vinculado a Rumsfeld y al subsecretario de Inteligencia del Pentágono, el general Cambone, en materia de jurisdicciones.

Las operaciones de Negroponte para hegemonizar el control de la CIA se refleja en el hecho de que uno de los candidatos a suceder a Porter Goss es su propio jefe de gabinete, David Shedd.

Entre los probables sucesores también figuran la asesora de seguridad nacional, Frances Townsend y Mary Margaret Graham, también del equipo del director nacional de Inteligencia.

No obstante, la favorita para suceder a Goss es Frances Townsend,  la funcionaria que todas las mañanas le alcanza a Bush lo que se  conoce como el Informe Diario de Amenazas del Presidente (PDTR en inglés), o, en lenguaje burocrático, el "Palo de Golf".

Townsend es la asesora de Seguridad Interna del Presidente y jefa de operaciones antiterroristas del personal de Seguridad Nacional, y una de las candidatas con más posibilidades para suceder al renunciante (o renunciado) Porter Goss.

Frances es una trabajadora "contraterrorista" de tiempo completo, que goza de la total confianza de Bush, y hace excelentes migas con el "estado mayor" de la Casa Blanca: el trío Cheney–Rumsfeld–Condoleezza Rice.

La guerra por el control de la CIA

En febrero de 2005 la prensa norteamericana, con The Washington Post y The New York Times a la cabeza, destacaba que Bush y el Pentágono habían consolidado el control sobre las corporaciones de inteligencia, e intentaban sustituir a la CIA con fuerzas militares especiales en el campo de las operaciones encubiertas.

Se señalaba que la misión de los comandos del Pentágono, que supuestamente ya estarían actuando en Irán –al igual que la que tuvieron los grupos operativos de la CIA en Irak– consistiría en preparar el terreno y las condiciones para la invasión militar de EEUU al gigante islámico petrolero.

Sólo que esta vez –señalaban los medios norteamericanos– no será GeorgeTenet (que renunció a la jefatura de la CIA en el 2004), sino Rumsfeld y Cheney quienes controlarán y supervisarán las operaciones de inteligencia preparatorias del ataque militar a las usinas nucleares iraníes.

En el 2004, Bush designó a Porter Goss, congresista republicano de Florida, como sucesor de Tenet, un funcionario que había perdido la confianza de los halcones.

Pat Roberts, que preside el Comité de Inteligencia del Senado, propuso  un "plan de reorganización global del aparato de inteligencia", con el nombramiento de un superdirector de Inteligencia, cargo en el que luego fue designado el ex embajador de Irak, John Negroponte.

La presencia de Negroponte por encima de la CIA  generó una polémica con Rumsfeld y los halcones a quienes se los sindicaba como los articuladores de la maniobra con el objetivo de controlar la Agencia por medio de Porter Goss, leal a Cheney y al secretario de Defensa.

En julio del año 2004, el Congreso de EEUU –controlado mayoritariamente por los republicanos– alcanzó un acuerdo para aplicar las recomendaciones de la comisión del 11–S para reformar la CIA y los servicios de la llamada "comunidad de inteligencia" estadounidense.

La nueva  legislación, basada  en las recomendaciones de la Comisión del 11–S, creaba un nuevo cargo de director de inteligencia nacional, con amplios poderes sobre el resto de las agencias de inteligencia, incluida la CIA, y con control sobre los gastos de inteligencia.

Los superpoderes del organismo  conducido por Negroponte afectaba el poder de Rumsfeld y de los halcones del  Pentágono, quienes controlaban el 80% de los 40.000 millones de dólares anuales dedicados a inteligencia en EEUU.

Después de una intensa presión de la Casa Blanca y del Pentágono, el Congreso aprobó finalmente un proyecto que redujo el poder del nuevo director (Negroponte) , aduciendo facultades del Secretario de Defensa para mantener sus  "responsabilidades estatutarias". Esto es, mantuvo vigente el control del 80% del presupuesto al Pentágono.

En esa dirección el Presidente y sus consejeros de seguridad nacional consolidaron el control sobre el resto de  las corporaciones de inteligencia, reafirmando la posición del grupo de  neoconservadores conocidos como el lobby judío en el mando civil del Pentágono que tenía por entonces a Paul Wolfowitz (hoy presidente del Banco Mundial) como vice–ministro de Defensa, y Douglas Feith, otro prominente miembro del lobby,  como Subsecretario para la Política.

Entre noviembre y diciembre de 2004,  Times, Newsweek yThe Washington Post, entre los medios más influyentes, habían difundido información señalando que  Bush –influenciado por Cheney y Rumsfeld– había resuelto dar al Pentágono el control total sobre la estructura de inteligencia, principalmente sobre la unidad paramilitar de la CIA que tuvo a su cargo las operaciones encubiertas durante décadas.

La decisión, que habría sido  tomada por Bush antes de las elecciones de noviembre y se consolidó tras el triunfo electoral, permitiría a Rumsfeld controlar las operaciones al margen de las normas y restricciones legales impuestas a la CIA y a las otras agencias de la comunidad de inteligencia.

Conforme a la ley vigente todas las actividades encubiertas de la CIA en el extranjero deben ser autorizadas a través de una resolución presidencial, e informadas oportunamente a los comités de inteligencia del Senado y de la Cámara de Representantes para su evaluación.

Con la  nuevas reglas Rumsfeld y el general Stephen Cambone, Subsecretario de Defensa para Inteligencia, pueden enviar desde el Pentágono a los llamados " equipos de acción " en aquellos países señalados como "terroristas", o como "protectores de terroristas", caso de Irán y de Siria,  incluidos en la lista de países que Condoleezza Rice, la flamante secretaria de Estado norteamericano, calificó como "tiranías" defensoras del terrorismo, en la cual también incluyó a Cuba, Bielorrusia, Irán, Myanmar (ex Birmania), Corea del Norte y Zimbabwe.

La presencia de Porter Goss, un incondicional de Cheney y de Rumsfeld, al frente de la CIA permitió –según expertos estadounidenses– que el plan de los halcones de control de la inteligencia comenzara a desarrollarse sin fisuras.

El nombramiento John Negroponte en la cima de la inteligencia norteamericana, en febrero de 2005, comenzó a generar una fisura y una interna por el poder que afectó la estructura de la CIA conducida por Porter Goss.

Negroponte, acusado de torturas y de violación a los derechos humanos en su paso como diplomático en Centroamérica, luego súper–embajador en Irak, es considerado un halcón "pragmático" con ciertas posiciones críticas al accionar de los halcones en el entorno de Bush.

Al hacer el anuncio del nombramiento de Negroponte, Bush destacó su capacidad  para el puesto de nueva creación, desde el cual coordina todo el sistema de inteligencia de EEUU, y del que responde sólo ante el propio presidente.

Negroponte asumió el mando directo sobre el presupuesto y el funcionamiento de las 15 agencias de inteligencia de EEUU, inmersas en numerosas batallas internas sobre sus competencias, caso de la CIA donde el hoy renunciante director, Porter Goss, padecía una rebelión interna después de una purga de funcionarios.

Cuando Negroponte sustituyó a Porter Goss en la provisión de la inteligencia confidencial al presidente de EEUU, el conflicto detonó en toda su dimensión hasta llegar a la renuncia de Porter Goss a la dirección de la CIA.

Tras la renuncia de Goss, se abre una nueva instancia en la guerra por el control de la CIA, con Negroponte impulsando a su  jefe de gabinete, David Shedd, como candidato para ocupar el sillón del orgnismo.

Los halcones, por su parte, intentan colocar a la experta "contraterrorista" Frances Townsend , que goza de la total confianza de Bush, y de excelentes relaciones con el "estado mayor" de la Casa Blanca: el trío Cheney–Rumsfeld–Condoleezza Rice.

Entre los probables sucesores también figuran la funcionaria de la dirección de inteligencia nacional conducida por Negroponte, Mary Margaret Graham.

No obstante, los expertos no descartan que Bush nombre al frente de la CIA a algún funcionario "neutral", con la finalidad de establecer cierto "equilibrio" entre las facciones en pugna.

La purga de espías

Goss, un espía al estilo tradicional entre 1962 y 1972, luego reconvertido en congresista republicano por Florida y presidente del poderoso Comité de Inteligencia de la Cámara baja, se hizo cargo de la CIA con la tarea de realizar una profunda reestructuración del organismo.

La CIA, como cualquier organismo de Estado en EEUU, está sujeto a los vaivenes de la política interna, de la guerra electoral entre republicanos y demócratas, y sus directivos y funcionarios se quedan o se van conforme a su alineamiento en el juego político–electoral de los dos grandes sectores del poder político.

La administración Bush –fortalecida por el triunfo electoral de noviembre– decidió  meter "mano dura" en  la CIA con la intención de extirpar a los bolsones "opositores" que han colaborado y proporcionado información confidencial a la campaña de Kerry, sobre todo en lo relativo a la ocupación de Irak.

Tras la renuncia de George Tenet, el director adjunto de la Agencia, John McLaughlin y Stephen Kappes, subdirector de operaciones, y Michael Sulick, su número dos, fueron obligados a dimitir por directa presión de la Casa Blanca, que colocó en las áreas claves a gente de su total confianza.

Los primeros movimientos de la dirección  de la CIA bajo las órdenes de Porter Goss, el sucesor de George Tenet, desataron diversas acusaciones que dicen que los halcones y la Casa Blanca estuvieron detrás de las purgas desatadas en el organismo.

Las purgas afectaban a agentes y directivos que habían estado vinculados a las diferentes denuncias e "informes" sobre torturas en Irak y los falsos argumentos utilizados por la administración Bush para derrocar a Saddam Hussein, que fueron ampliamente difundido por los consorcios mediáticos vinculados a los demócratas, y que apoyaron la candidatura de Kerry, como es el caso de The New York Times y The Washington Post, entre otros.

Los espías y directivos "purgados" tras la a llegada de Porter Goss estaban señalados por los halcones como "traidores" y vinculados con la estructura del Partido Demócrata, para cuyas campañas filtraban información clasificada del organismo, con las que luego fundamentaban las denuncias.

La central de Inteligencia estadounidense sufrió uno sus mayores escándalos en noviembre pasado cuando el diario estadounidense The Washington Post publicó que sus agentes trasladaban sospechosos de actividades terroristas a prisiones clandestinas en el exterior.

La revelación de los "agujeros negros" de la CIA, supuestamente ubicados en países europeos, promovió una escalada de acusaciones y pedidos de "explicación" por parte de la Unión Europea y de otras organizaciones a la administración de George W Bush, que todavía no las ha respondido.

La información indicaba que el "sistema encubierto de prisiones" fue establecido por la CIA hace cerca de cuatro años.

En varias ocasiones, el sistema contó con lugares de reclusión en ocho países, incluidos Tailandia, Afganistán y algunas "democracias del este de Europa", así como un pequeño centro en la prisión de Guantánamo, en Cuba.

La información, que nunca fue confirmada por la Casa Blanca, también provocó una tormenta política en varios países aliados a Washington.