Movimiento de inmigrantes en EEUU

 

Un acontecimiento de alcance mundial

Por Claudio Testa
Socialismo o Barbarie, periódico, 04/05/06

La importancia de lo que está sucediendo en Estados Unidos no necesita ser subrayada. Por supuesto, tan pronto y tan desde lejos sólo hace posible un análisis muy provisional y con muchos signos de interrogación. Pero a primera vista surgen algunos puntos salientes.

Como ha sucedido con todos los imperialismos, su capacidad para ejercer total o parcialmente su dominio en el planeta está estrechamente relacionada con la situación en su “frente interno”. Es decir, en las relaciones y en el mayor o menor consenso que logre de sus propias masas explotadas. Y como EEUU no es un imperialismo cualquiera, lo que suceda en este terreno puede tener trascendentales consecuencias.

Por supuesto, el poderío relativo de un imperialismo depende de un conjunto de factores económicos, geopolíticos, militares, etc. Pero lo que sucede en su propia casa –es decir, la situación doméstica de la lucha de clases– es asimismo decisivo.

EEUU es la mayor prueba de esa “norma”. Su mayor crisis de dominación y su gran derrota militar –la de Vietnam– tienen una estrecha relación con la irrupción de grandes movimientos de masas a su interior. En sentido contrario, su recuperación y los triunfos mundiales que logra en los 80 y 90 no pueden desvincularse de las profundas derrotas que experimentaron el movimiento obrero y de masas a su interior.

Un movimiento de trabajadores, aunque levante importantes demandas democráticas

Numerosos comentaristas comparan el presente levantamiento de los inmigrantes con el movimiento de los negros por los derechos civiles en los años 60. Creemos que esta comparación es falsa.

Aunque por supuesto los inmigrantes plantean consignas democráticas y hasta “humanistas” –como “Ningún ser humano es ilegal”– es ante todo un movimiento de trabajadores. Se trata del levantamiento de la parte más explotada y oprimida de la clase obrera estadounidense. Sus reivindicaciones inmediatas se resumen en el derecho a trabajar legalmente, sin el peligro de ser encarcelados y deportados, y sin la precarización total que significa el ser “ilegal”. Las pancartas de las manifestaciones hablan de “los obreros que construimos este país”, y el día elegido para desarrollar su mayor movilización no fue el de una fecha “democrática” sino el 1º de mayo, día universal de lucha de los trabajadores.

Entra en lucha una nueva clase trabajadora joven, multiétnica y en gran medida precarizada

Desde hace tiempo venimos advirtiendo que en todo el mundo hay un proceso de recomposición de la clase trabajadora y de sus movimientos. Aunque una legión de charlatanes sigue rebuznando tonterías sobre la “era post-industrial” y el “fin del proletariado”, lo que se advierte en este nuevo siglo es precisamente lo contrario. El movimiento que ha estallado en EEUU es parte de este proceso mundial, que en cada país y región se desarrolla con características particulares. En el caso de EEUU se destacan ciertos rasgos que también se presentan en otros lugares, aunque de maneras diferentes.

La nueva clase obrera abarca principalmente a masas de jóvenes, que trabajan sobre todo en sectores precarizados, donde se da la peor explotación. La situación de “ilegal” no es sólo un status “jurídico”, sino que significa ante todo el grado máximo de precarización, la ausencia prácticamente total de los derechos conquistados en duras luchas por las anteriores generaciones de trabajadores.

Asimismo, la nueva clase trabajadora, en EEUU y otros países (especialmente en los países imperialistas, pero también en otros de la periferia) es en buena medida multiétnica. El desastre económico-social producido por el capitalismo en las dos últimas décadas ha obligado a migraciones masivas. Esto genera una compleja problemática para los movimientos de trabajadores, ya que una de las políticas preferidas de las burguesías consiste en estimular la división y enfrentamiento de los distintos sectores étnicos o nacionales de la clase. Los mitos de que los inmigrantes “roban el empleo” y/o “hacen bajar los salarios” son ampliamente difundidos, cuando en verdad la única manera de defender el salario y el empleo es la unidad de toda la clase trabajadora para luchar.

Se plantea entonces el desafío de cómo se logra esa unidad de clase. En el caso de EEUU, como señala James Petras en un trabajo reciente, “el surgimiento del movimiento de mano de obra migratoria abre un nuevo capítulo en la lucha de la clase obrera en Norte y Centroamérica. En primer lugar, representa la primera lucha de la clase trabajadora independiente en Estados Unidos después de 50 años de decadencia, estancamiento y claudicación de la confederación sindical establecida [la AFL-CIO]. En segundo, revela una nueva clase protagónica como sector líder en el movimiento: el inmigrante. Mientras los sectores dinámicos del trabajo organizado en el sector privado (operarios de la industria automotriz, del transporte, del acero y de los muelles en la costa oeste) han perdido las dos terceras partes de sus miembros y ahora representan sólo un 9 por ciento de la fuerza laboral privada, millones de inmigrantes expresaron una solidaridad social que no se veía en el país desde los años 30 (…)

“La mayoría de los trabajadores anglosajones son pasivos, en el mejor de los casos, y probablemente más de la mitad perciben a los inmigrantes como una amenaza a sus empleos, salarios y vecindarios. La ausencia general de una educación antirracista y clasista por parte de la burocracia sindical dificulta la unión de la clase trabajadora. El reto es que los inmigrantes latinos logren salir a construir coaliciones con los negros y asiáticos, así como con la minoría de sindicalistas anglosajones avanzados”.

Explotación de clase, discriminación étnica y opresión nacional

Esta nueva clase trabajadora está compuesta en gran medida por inmigrantes. La mayoría de ellos proviene de países latinoamericanos, principalmente de Centroamérica y México. Es decir, de países que están en la esfera de explotación y dominio semicolonial del imperialismo yanqui, y que han sido víctimas a lo largo de la historia de las más brutales agresiones.

Así, la superexplotación como trabajadores y la discriminación étnica por ser negros, orientales o latinos se combina con el hecho de que la gran mayoría proviene de pueblos oprimidos y colonizados por el imperialismo yanqui.

En las manifestaciones de Los Ángeles, esto se expresaba espontáneamente en las pancartas que en inglés y castellano recordaban que ese territorio había sido robado a México por los EEUU. Y que, entonces, el verdadero “ilegal” es allí el estado norteamericano.

Es la “astucia de la historia”: el imperialismo yanqui, al importar trabajadores de sus semicolonias, ha “importado” también la cuestión de la lucha nacional antiimperialista.


¿Independiencia de clase o subordinación a los políticos de la burguesía?

El futuro del movimiento

En último análisis, todos los problemas y perspectivas del movimiento se resumen en esa pregunta..

Hasta ahora, el principal secreto de las inmensas movilizaciones y del éxito del paro-boicot es que el movimiento se ha venido desarrollado en buena medida por fuera de las jaulas de la burocracia sindical y del “abrazo del oso” de los políticos demócratas, los curas y los vividores de las ONGs. Sin embargo, desde antes del 1º de mayo, los oportunistas de todo pelaje se están atropellando para subirse a la mesa... y las próximas elecciones legislativas les redoblan el apetito.

A pesar de eso, parece haber un amplio sector de organizaciones y direcciones independientes (que empujaron al paro-boicot y lograron imponerlo contra los curas, los políticos burgueses y los dirigentes vendidos). Pero precisamente este gran triunfo determina que el movimiento esté ante un inmenso desafío, en una encrucijada: cómo se construye y organiza democráticamente a nivel nacional, qué programa y qué direcciones establece.

Esto se resume en la cuestión de si se constituye como un movimiento con direcciones y programa claramente independientes. Esto es crucial, en primer lugar, para las reivindicaciones de los inmigrantes.

No es por casualidad que hoy el capitalismo estadounidense pretenda establecer una legislación antiinmigrante brutal, sin paralelo en toda la historia de EEUU. Esto no se debe a la “maldad” de los republicanos más conservadores, sino a una necesidad profunda del capitalismo yanqui. Por eso los mismos demócratas no dan ninguna alternativa “reformista” en serio frente a la legislación salvaje ya votada por muchos de ellos en la Cámara de Representantes.

Lograr la única medida que puede resolver el problema de los inmigrantes –la amnistía para todos– será imposible sin una durísima lucha. Y esa lucha se puede ganar. Entre otros motivos, porque el gobierno de Bush y el mismo imperialismo yanqui están en una crisis por el fracaso de sus aventuras bélicas y la creciente oposición mundial y latinoamericana a su dominio. Ahora, la movilización de los inmigrantes agrava esa crisis.

Pero no se puede vencer en este duro combate metidos en el chaleco de fuerza de los políticos demócratas, los obispos y los burócratas de sindicatos y ONGs. Su línea no es la movilización ni menos luchar hasta el fin, sino desviar todo a las negociaciones y al lobby en las trastiendas del Congreso. Eso sería inevitablemente la derrota del movimiento.

La victoria de los trabajadores inmigrantes tiene entonces una ineludible condición: la total independencia política, programática y organizativa del movimiento. No se puede luchar con las manos atadas.