Estados Unidos

 

Ataque a los gays

Bush busca una guerra que pueda ganar

Por Max J. Castro
Progreso Weekly, 08/06/06

Fue una semana desastrosa en los frentes extranjeros de guerra, pero el comandante en jefe trató de dedicar sus esfuerzos a promover la guerra cultural en el país. Considérese lo que sucedió en Afganistán e Irak.

Esta fue una semana en la que el principal periódico del país tituló su principal editorial “Afganistán se Desenreda” (The New York Times, jueves 1 de junio). Ese fue el mismo día que el Times reportó una declaración del jefe de la policía de carreteras de Afganistán, General Amanullah Gozar, que decía que en un incidente de dos días atrás soldados norteamericanos habían disparado contra un grupo de civiles. El general es un miembro poderoso de la Alianza del Norte, el principal aliado de EEUU en el país.

Los civiles afganos habían sido atacados cuando un camión militar perdió los frenos, mató a tres afganos e hirió a varios otros. El choque fue un accidente, dijo el Gral. Gozar, pero el comportamiento de los norteamericanos, que impidieron que la gente ayudara a los heridos, hizo estallar la indignación de la gente. El resentimiento generalizado entre los afganos, debido a las prácticas agresivas de conducción por parte de las fuerzas extranjeras, probablemente haya preparado el escenario para la confrontación. Antes de huir, los soldados norteamericanos dispararon contra la multitud, con lo que mataron a otras cuatro personas, según el general.

Esto provocó motines en las calles de Kabul, hasta ahora un relativo oasis de paz en un país de creciente turbulencia.  Las muchedumbres gritaban “Muerte a Estados Unidos” y quemaron edificios utilizados por organizaciones internacionales.  Las bajas humanas fueron 12 muertos y 138 heridos. El efecto político fue el de aumentar las crecientes dudas acerca de la “historia de éxito” de Afganistán.

La semana pasada fue también cuando el mundo supo que tropas norteamericanas en Irak pueden haber perpetrado una matanza de 24 civiles inocentes –la mayoría mujeres y niños– en el pueblo iraquí de Haditha, en venganza por la muerte de uno de sus camaradas.  Evidencia cada vez más abundante de un encubrimiento –el incidente ocurrió hace seis meses, pero los militares respondieron a los informes iniciales de la masacre calificándolos de propaganda– solo sirvió para dañar aún más la golpeada credibilidad de EEUU.

Puede haber abierto también la Caja de Pandora, a medida que nuevos informes de atrocidades comenzaron a surgir. Nouri al–Maliki, el primer ministro escogido por la administración Bush, habló a nombre de muchos iraquíes cuando acusó a las tropas extranjeras de conducta impropia generalizada, tal como fue reportado en un artículo de portada en la revista Time, al–Maliki dijo:  “Este es un fenómeno que se ha vuelto común en las fuerzas multinacionales. No hay respeto para los ciudadanos, se destruyen autos civiles y se mata debido a sospechas o a una corazonada. Es inaceptable”.

Cuando el más cercano colaborador comienza a hablar en contra de uno, puede ser la señal de que la suerte está echada. Como debacle política y moral, Haditha fue comparada al principio con Abu Ghraib. Más recientemente ha sido comparada con My Lai, en sí un desastre político y moral y un posible punto de viraje de la guerra.

En medio de la destrucción de dos conflictos provocados y/o mal manejados por su administración, creciente violencia insurgente y una evidencia cada vez mayor de la indignación en los pueblos de Afganistán e Irak por la prolongada ocupación, ¿a qué se dedicó el presidente de Estados Unidos? En un momento en que los soldados norteamericanos –que sufren bajas, repetidos despliegues, un enemigo duro y astuto, y nativos inamistosos– están mostrando señales de estrés extremo y pérdida de control que provoca comportamiento aberrante, ¿qué propuso su comandante en jefe? ¿Tiene él un plan para traerlos de regreso? ¿Hizo algo para garantizar que no haya más atrocidades?  ¿Realizó un gesto dramático para garantizar al mundo que EEUU no condone matar a civiles inocentes a sangre fría? ¿Actuó el presidente para evitar un golpe adicional al prestigio de EEUU ante los ojos del mundo?

No, George W. Bush no hizo ninguna de estas cosas. Simplemente dijo que estaba “preocupado” por los informes relacionados con Haditha y prometió que si la ley había sido violada habría castigo. Ya hemos oído todo eso. ¿Quién fue castigado debido a Abu Ghraib, a no ser los participantes más indefensos y patéticos? 

La semana pasada el presidente tenía otras cosas en mente. Al fomentar una cruzada para salvar el matrimonio en Estados Unidos del supuesto peligro de hordas de gays decididos a sumarse a las filas de los felizmente casados, el presidente decidió asumir el papel de demagogo en jefe en vez de asumir las responsabilidades y liderazgo del comandante en jefe.

Así que, mientras el mundo arde, el presidente se concentra en presionar a favor de una enmienda constitucional para impedir el matrimonio entre gays. Es difícil decidir que es más terrible: la odiosa naturaleza de la enmienda en sí, la decisión del presidente de estigmatizar a un grupo históricamente oprimido a fin de complacer a los más provincianos y prejuiciados de sus seguidores, el insulto de realizar esta iniciativa en el 25 aniversario del SIDA o el cinismo de proponer una medida que no tiene oportunidad de ser aprobada en el Congreso –mucho menos de ser ratificada por los estados– solo porque hay elecciones.