Estados Unidos

 

Falla la Suprema Corte contra poderes extraordinarios de Bush

Declara ilegales los tribunales para Guantánamo

Por David Brooks
Corresponsal en Estados Unidos
La Jornada, 30/06/06

Nueva York, 29 de junio. En un revés para los poderes extraordinarios que se atribuye la presidencia de George W. Bush, la Suprema Corte falló hoy que el mandatario excedió su autoridad legal cuando ordenó la creación de tribunales especiales –las llamadas "comisiones militares"– para detenidos en Guantánamo.

En esencia, el fallo establece que el presidente no cuenta con la autoridad para hacer lo que desea con los detenidos, y que éstos sí tienen ciertos derechos legales básicos bajo la ley federal e internacional, ya que están en manos estadounidenses.

El caso particular fue presentado a nombre de Salim Ahmed Hamdan, ciudadano de Yemen, quien trabajó de chofer para Osama Bin Laden; ha estado detenido durante cuatro años en Guantánamo y estaba por ser sujeto a los tribunales militares establecidos por el gobierno de Bush. La Suprema Corte falló hoy que estos juicios son ilegales bajo las leyes estadounidenses, en particular las establecidas por la ley castrense y las Convenciones de Ginebra.

El caso es una segunda derrota para las medidas aplicadas por el gobierno en su lucha "antiterrorista", ya que hace dos años la Suprema Corte rechazó argumentos del gobierno de que cuenta con la autoridad para detener a sospechosos de "terrorismo" y negarles indefinidamente el derecho de acceso a tribunales o abogados.

Aunque el fallo no afecta de manera directa la detención de Hamdan y otros en Guantánamo, sí obliga a que se les otorguen garantías básicas establecidas por la ley para enjuiciar a los prisioneros. El presidente enfrenta ahora varias opciones, incluyendo presentar los casos ante tribunales militares establecidos o ante tribunales federales, o buscar que el Congreso le otorgue la autoridad legal para proceder con los tribunales militares especiales.

De hecho, el liderazgo republicano del Senado, al conocerse el fallo, anunció de inmediato su intención de formular una legislación para otorgar la autoridad al presidente a establecer los tribunales militares especiales.

Buscan revertir dos siglos de jurisprudencia

En comentarios iniciales sobre el fallo, Bush indicó que examina esta última opción, al declarar que está dispuesto a trabajar con el Congreso para establecer un tribunal para los detenidos, y acatar a la vez el fallo de la Suprema Corte.

Con todo, defendió sus acciones, y reiteró: "estamos en guerra contra el terror; estas personas fueron detenidas en campos de batalla, y yo protegeré al pueblo y, a la misma vez, me conformaré con el fallo de la Suprema Corte".

El caso, a la vez, revela la reinterpretación radical de la Constitución y del derecho internacional que ha realizado el gobierno de Bush para atribuir poderes extraordinarios a la rama ejecutiva desde el 11 de septiembre, la cual, según abogados dentro y fuera del gobierno, no tiene precedente en la historia de Estados Unidos.

Con su incesante repetición de que "estamos en guerra contra el terror" y, por tanto, toda autoridad está depositada en el Ejecutivo, el gobierno de Bush ha logrado ampliar el poder presidencial a niveles alarmantes, opinan varios expertos.

En un amplio reportaje publicado por The New Yorker esta semana, esta estrategia legal tiene un nombre: "el Nuevo Paradigma". Esta visión legal, sostiene la revista, "se fundamenta en una lectura de la Constitución que pocos comparten: que el presidente, como comandante en jefe, tiene la autoridad de hacer caso omiso virtualmente de todos lo límites legales previamente conocidos, si así lo demanda la seguridad nacional. En ese contexto, estatutos que prohíben la tortura, la detención secreta y la vigilancia sin orden judicial han sido hechos a un lado".

Scott Horton, profesor de la escuela de leyes en la Universidad de Columbia y jefe del Comité de Ley Internacional de la Asociación de Abogados de Nueva York, declaró a The New Yorker que los abogados de la presidencia han intentado "revertir dos siglos de jurisprudencia definiendo los límites del Poder Ejecutivo. Han hecho de la guerra un asunto de poder dictatorial".

Bruce Fein, activista legal republicano que votó por Bush y fue subprocurador general asistente en el Departamento de Justicia durante la presidencia de Ronald Reagan, comentó a la revista que este gobierno "ha asumido poderes que están a un universo más allá de cualquier otro gobierno. Este presidente ha hecho declaraciones que son bastante alarmantes", y señaló que en esencia Bush ha determinado que no hay límites sobre su poder para llevar a cabo esta guerra.

"Sus poderes de guerra le permiten declarar a cualquiera como combatiente enemigo. Todo el mundo es un campo de batalla... tiene el sentido de Luis XIV: 'yo soy el Estado'."

Es frente a todo esto que abogados y agrupaciones de derechos humanos y civiles han intentado denunciar y promover casos como el de hoy, oficialmente conocido como Hamdan versus Rumsfeld, para intentar restablecer límites constitucionales.

Michael Ratner, presidente del Centro de Derechos Constitucionales, una de las organizaciones que participó en el caso contra el gobierno y que representa a unos 200 detenidos en Guantánamo, elogió la decisión de hoy, y declaró que el fallo "dice al gobierno que ellos ya no pueden decidir de manera arbitraria qué desean hacer con la gente. (La decisión de la Suprema Corte) sostuvo el imperio de ley en este país y determinó que el Ejecutivo había sobrepasado la ley constitucional y la internacional".

Human Rights Watch también elogió el fallo, y subrayó que éste implica que las Convenciones de Ginebra sí son aplicables a la llamada guerra contra el terror, y por tanto todo detenido tiene ciertos derechos humanos garantizados, por lo cual el gobierno de Bush no puede actuar más allá de la ley.

Unos 14 detenidos en Guantánamo, incluido Hamdan, enfrentan juicios por las llamadas comisiones militares. Las autoridades estadounidenses habían informado que estaban por presentar cargos formales contra 75 detenidos más, de unos 450 encarcelados allí.


Programas de espionaje de ciudadanos revelados por la prensa

Por David Brooks
Corresponsal en Estados Unidos
La Jornada, 29/06/06

Nueva York, 28 de junio. La Casa Blanca de George W. Bush está intentando convertirse en la presidencia más poderosa en la historia moderna de este país, empleando la llamada "guerra contra el terror" como justificación de sus poderes extraordinarios y casi siempre secretos, advierten legisladores, editorialistas y analistas.

Ayer, el Comité Judicial del Senado (vale recordar que está en manos del Partido Republicano) sostuvo audiencias en donde varios senadores, incluyendo el presidente del comité, el republicano Arlen Specter, acusaron al presidente de un intento "sin precedente" de incrementar el poder presidencial. Se reveló que el presidente ha empleado un instrumento por el que se ha otorgado la autoridad para enmendar o ignorar a su discreción más de 750 leyes desde que asumió su puesto. De acuerdo con la revista Harper's, ese número de "excepciones" supera el total de todos los presidentes de la historia del país, cuyo total acumulado desde George Washington es de 568.

El mecanismo es un memorando que firma el presidente al promulgar ciertas leyes donde se otorga el derecho de no cumplir con aspectos de estas mismas normas, si él considera que podrían violar la Constitución o la seguridad nacional. Por ejemplo, criticó Specter, Bush empleó el mecanismo para reservarse el derecho de interpretar a su gusto la ley contra tortura aprobada abrumadoramente por el Congreso, también medidas para someter a supervisión legislativa disposiciones de seguridad interna contenidas en la Ley Patriota.

No sólo eso, sino los programas de vigilancia y espionaje de ciudadanos estadounidenses revelados últimamente –el más reciente, el monitoreo de transacciones bancarias internacionales y las intervenciones de comunicaciones electrónicas revelado hace seis meses– han provocado alarma entre algunos legisladores, agrupaciones de defensa de derechos humanos y libertades civiles, y de un creciente número de funcionarios de carrera del mismo gobierno (fuente de las filtraciones de éstos y otros programas secretos).

A todo esto también se pueden agregar los programas clandestinos de detención secreta de tal vez miles (nadie sabe) de extranjeros, investigaciones secretas sobre usuarios de bibliotecas, el empleo de tortura y otras medidas que, según algunos, violan leyes estadounidenses. En respuesta, el presidente y su equipo han insistido en que todo es legal bajo los poderes de "emergencia" que se le otorgaron a la presidencia después del 11 de septiembre.

"Desde el 11 de septiembre, el gobierno de Bush ha tomado la necesidad de mayor vigilancia contra el terrorismo y la ha transformado en una justificación para un rama ejecutiva extraordinariamente poderosa, eximida de los límites y equilibrios de nuestro sistema de gobierno", opinó hoy el New York Times en su editorial. "Ha creado nuevas y poderosas herramientas de vigilancia y rehusado, casi como asunto de principio, emplear los procedimientos que reconocen que o el Congreso o los tribunales tienen un papel de supervisión".

Ante esta acumulación de poder, quien cuestione esto es ferozmente confrontado por este gobierno. Hasta la fecha, el gobierno de Bush ha logrado invertir toda acusación de posible abuso de poder en un cuestionamiento de la lealtad e integridad de sus acusadores. Además de los "terroristas" potenciales, todos quienes revelan secretos de Estado, se atreven a rehusar órdenes y critican desde adentro o afuera el propósito del gobierno, se convierten en sospechosos y quienes "dañan" al país y su lucha contra "el mal".

Los medios, bibliotecarios en Connecticut, el embajador Joseph Wilson, el ex zar antiterrorista Richard Clarke, el representante y veterano condecorado de guerra John Murtha, la madre de un soldado muerto en Irak –Cindy Sheehan–, miles de árabes y musulmanes en este país, agrupaciones de derechos humanos, políticos que demandan el fin de la guerra, entre otros, son sospechosos de ser antipatrióticos, antiestadounidenses y hasta colaboradores del enemigo, según el gobierno de Bush.

La campaña lanzada por el presidente y su equipo contra el New York Times y los medios esta semana es parte de esta maniobra para establecer mayores poderes presidenciales y suprimir toda critica de ello, alertan periodistas. Hoy la Cámara está considerando una resolución de condena al New York Times por revelar programas secretos del gobierno.

"Lo que el presidente y sus voceros nuevamente están aseverando es que el desempeño de esta 'guerra contra el terror' mal definida y abierta es más importante que los derechos democráticos básicos en general y la constitucionalmente consagrada libertad de la prensa en particular", opina el veterano periodista Robert Scheer.

En su columna para Truthdig.com agrega: "aquí hay mucho en riesgo. Ya nos han informado que tenemos que aguantar las mentiras oficiales sobre las armas de destrucción masiva en Irak, la tortura sin precedente de prisioneros de guerra y un programa masivo de intervención de comunicaciones electrónicos y otras invasiones de privacidad. Ahora, el objetivo es más básico –la libertad de la prensa para reportar sobre estas mismas actividades nefarias del gobierno".

Scheer acusa que los argumentos oficiales en defensa de este "asalto de la libertad es el refrán conocido de los dictadores... quienes se agarran del poder a expensas de la democracia: Estamos en una guerra con un enemigo tan poderoso y engañoso que no podemos salvaguardar el gobierno transparente y que rinde cuentas".

El editor del Los Angeles Times, Dean Baquet, publicó una carta a sus lectores defendiendo la decisión de publicar información sobre el programa secreto de monitoreo de transacciones bancarias, poco después del New York Times. Señala que estaba cumpliendo el papel de una prensa independiente como lo establecieron los fundadores del país. Agrega que "la historia nos ha enseñado que el gobierno no siempre es honesto cuando cita el secreto como razón para no publicar algo". Cita al famoso juez de la Suprema Corte Hugo Black, quien presidió el caso para detener la publicación de los famosos "Papeles del Pentágono" a principios de los setenta, declarando en aquel entonces: "Mantener secretos militares y diplomáticos a expensas de un gobierno representativo informado no otorga seguridad real para nuestra República".

Sin embargo, la expansión del Poder Ejecutivo continua sin grandes desafíos hasta la fecha. Los analistas lo documentan, algunos políticos y organizaciones de defensa de derechos constitucionales y de libertades civiles no se cansan de denunciarlo, y ahora algunos medios bajo fuego defienden su derecho a publicar notas críticas o que revelan "secretos" oficiales, incluyendo posibles abusos de autoridad presidencial. Pero no hay nada que se parezca, por el momento, a una gran expresión popular en defensa de la democracia que tanto se glorifica todos los días aquí.


Bush lanza batalla contra el New York Times v por dar a conocer programa de espionaje

Legisladores piden iniciar investigación penal contra el rotativo

Por David Brooks
Corresponsal en Estados Unidos
La Jornada, 28/06/06

Nueva York, 27 de junio. Cuando el presidente George W. Bush decidió condenar al New York Times por revelar la existencia de un programa secreto comenzó otra batalla más en la guerra histórica entre el poder Ejecutivo y la libertad de expresión en este país.

Uno de los gobiernos más secretos en la historia del país enfrenta ahora a uno de los medios más poderosos de Estados Unidos, en una confrontación que a un nivel es una disputa constitucional, y en otro es parte de una estrategia político–electoral.

Bush declaró ayer, en tono agresivo: "que la gente filtre ese programa y que un rotativo lo publique hace gran daño a Estados Unidos", y añadió que "hace más difícil ganar la guerra contra el terror".

El 23 de junio pasado el Times publicó un reportaje en el que divulga la existencia de un programa secreto del gobierno de Bush para penetrar y monitorear el sistema bancario internacional con el propósito, supuestamente, de detectar traslados de fondos entre potenciales "terroristas".

El diario informó que el programa comenzó semanas después de los atentados del 11 de septiembre, y la operación coordinada por la CIA y el Departamento de Tesoro revisa la documentación financiera de transacciones bancarias internacionales de miles de estadounidenses.

Según la nota, funcionarios insistieron en que el programa se limita a aquellos sospechosos de tener vínculos con Al Qaeda, y esta operación, aseguraron, es legal bajo los poderes de emergencia del presidente a partir de los atentados.

El hecho de que todo esto sea realizado sin previa autorización judicial específica, como tampoco autorización legislativa explícita, provocó que algunos funcionarios del gobierno se preocuparan de la posibilidad de abuso y legalidad del esfuerzo, aparentemente llevando a que filtraran detalles de éste a los medios.

Aunque el Wall Street Journal, Los Angeles Times y el Washington Post también publicaron versiones sobre esta nota, el gobierno de Bush y sus aliados han decidido enfocarse en el New York Times en esta ofensiva, ya que fue el primero.

La revelación del programa, según Bush y sus colegas, ayuda al "enemigo" ya que divulga las herramientas que se emplean en la llamada "guerra contra el terror". El vicepresidente Dick Cheney denunció la publicación de la información, declarando que "algunos de los medios noticiosos deciden divulgar programas vitales de seguridad nacional... Eso me ofende".

El secretario del Tesoro, John Snow, repudió la justificación del Times para publicar la nota. Mientras tanto, el vocero de la Casa Blanca, Tony Snow, acusó al Times de poner en peligro las vidas de estadounidenses y violar las tradiciones periodísticas de mantener secretos oficiales durante tiempos de guerra.

Varios legisladores republicanos también denunciaron el hecho. El representante Peter King, presidente del Comité de Seguridad Interna, declaró que el Departamento de Justicia debe iniciar una investigación criminal contra el New York Times por violar leyes sobre espionaje. "Estamos en guerra, y que el Times difunda información sobre operaciones y métodos secretos es traicionero", y por lo tanto pidió al procurador general, Alberto Gonzales, iniciar una investigación y fiscalización del Times, incluyendo sus reporteros, editores y los dueños.

Hoy un grupo de legisladores empezó a circular una carta entre sus colegas para solicitar formalmente al presidente de la Cámara de Representantes, Dennis Hastert, revoque las credenciales de prensa en el Congreso del New York Times. En la misiva, copia de la cual fue obtenida por La Jornada, se acusa que el Times "abusó" de su derecho constitucional de la libre expresión, ya que estos "son tiempos de guerra, cuando las vidas de millones de estadounidenses están en juego", y que el propósito real del periódico al publicar la información fue "para la más cínica de las razones: acabar la participación estadounidense en Irak, sin importar los costos a largo plazo en vidas y seguridad nacional".

El editor ejecutivo del Times, Bill Keller, tomó la inusual decisión de publicar en su rotativo una carta abierta a sus lectores sobre estas críticas. Al señalar que los fundadores del país enfatizaron la necesidad de un prensa independiente como un ingrediente esencial de la democracia,"rechazaron la idea de que es sabio, o patriótico, siempre aceptar la palabra del presidente, o ceder al gobierno decisiones importantes sobre qué publicar".

Desde el 11 de septiembre de 2001, indicó, "nuestro gobierno ha lanzado programas de monitoreo antiterrorismo amplios y secretos, sin buscar la legislación para autorizarlo y sin informar plenamente al Congreso". Agregó que a aunque una mayoría de estadounidenses parece apoyar estos programas, algunos funcionarios han expresado sus dudas sobre la legalidad de los mismos. "Creemos que el Times y otros en la prensa han servido al interés público al reportar con precisión sobre estos programas para que el público pueda tener una perspectiva informada sobre ellos".

Pero para algunos, lo más preocupante de la carta de Keller fue su revelación de que el Times había sostenido varios intercambios durante semanas con representantes del gobierno de Bush. Matthew Rothschild, editor de la revista The Progressive, escribió: "el presidente no merece una silla en las reuniones editoriales del The New York Times –o de cualquier periódico. No es su lugar. Es el comandante en jefe, no el editor en jefe". Agregó: "es para nosotros, los reporteros y editores, decidir qué es noticioso, no a la rama del gobierno que supuestamente estamos cubriendo".

A la vez, la decisión de la Casa Blanca y sus aliados de atacar al Times y otros medios en esta coyuntura no sorprende a muchos en Washington, ya que parte de la estrategia del Partido Republicano en este año de elecciones legislativas es precisamente atacar a los medios, acusándolos de ser parte del esfuerzo para minar la guerra en Irak. O sea, proyectar que los medios están ofreciendo una visión poca objetiva de la realidad bélica, ya que no es que las cosas estén tan mal en Irak y otros frentes, sino que los medios están distorsionando todo. Es la vieja táctica de "matar al mensajero".

Para otros, el embate contra los medios de uno de los gobiernos más secretos en la memoria reciente no es nada menos que otro ataque contra los derechos constitucionales de una Casa Blanca que ha insistido en que los "tiempos de guerra" justifican el empleo de poderes extraordinarios del Ejecutivo.

Aparentemente, éstos incluyen intervenciones secretas de comunicaciones, detenciones de miles sin otorgar derechos legales básicos, cárceles clandestinas, interrogatorios con técnicas que grupos de derechos humanos consideran tortura, y medidas de espionaje interno sin previa autorización judicial ni supervisión legislativa, todo lo cual ha sido justificado invariablemente como necesario en nombre de la "seguridad nacional".

La historia de este país está repleta de capítulos donde los medios y la libre expresión de repente son acusados de ser amenaza a la seguridad del país. Casi sin excepción, esto ocurre en momentos en que se revelan, critican o se oponen a la versión oficial de las cosas. Al parecer, esta batalla continuará ahora, y aún no se sabe quién ganará.