Estados Unidos

 

“Terribles terroristas” en Chicago

FBI en Liberty City: ¿a quién beneficia el show mediático?

Por Jean Guy Allard
Granma / Cuba Debate, 30/06/06

Cuando fueron incapaces, durante semanas, en el 2001, de detectar la menor presencia, a la propia sombra de sus oficinas, de Mohammed Atta y de 13 de los miembros del comando de Al Qaeda que destruyó las Torres Gemelas, el FBI de Miami arresta ahora, en un gran show televisivo, a siete presuntos conspiradores desarmados que contaban, para realizar sus planes delirantes con la sola ayuda de un agente doble del FBI.

El operativo de la policía federal que hizo los titulares en todo EE.UU., como en el mundo entero, se produjo horas después de la confesión pública de un terrorista cubano denunciando un complot millonario para atacar a Cuba y bombardear su pueblo gracias a aviones teleguiados, una noticia que no salió de los límites mediáticos del sur de la Florida.

El FBI sordo y ciego

En el 2001, la oficina del FBI de Miami, integrada por 150 detectives aguerridos, no tuvo ningún conocimiento del hecho de que por lo menos 14 de los 19 terroristas que luego lanzaron aviones contra las Torres Gemelas de Nueva York, y el Pentágono, en Washington, se entrenaban en el territorio donde controla esa agencia todo el trabajo de contrainteligencia.

Mohamed Amanullah Atta, líder del comando de Al Qaeda, fue alumno de la escuela Fuman Aviation, ubicada en Venice y se inició en el pilotaje de Boeing 727 en los simuladores del SimCenter, de Opa–Locka, base aérea predilecta de los terroristas cubanoamericanos.

Waleed Al–Shehri y su hermano Wali vivieron en Boston Beach, así como Satam Al–Suqami. Abdulrahman Al–Omari lo hizo en Vero Beach, en el vecindario de otros dos señalados, Adnan Bukhari y Amer M. Kamfar, quienes estudiaron en la Flight Safety International Academy.

Marwan Youssef Al–Shehhi vivió en Venice con Mohamed Atta; Fayez Ahmed, en Delray Beach, al igual que Ahmed Al–Nami, Nawaf Al–Hazmi, Sabed Al–Ghamdi, Molad Al–Sheri, Hamza Al–Ghamdi y su hermano Ahmed. Ahmed Al–Haznawi se radicó en Lauderdale–by–the–sea con Ziad Jarrah.

Los terroristas de Al Qaeda se encontraban por todas partes, en el sur de la Florida. Pasaportes, pasados sospechosos y comportamientos frecuentemente extraños, incluso denunciados por ciudadanos: todo para capturarlos. Pero el FBI nunca actuó.

Pedían armas, explosivos y...  zapatos

Arrestados el jueves pasado en un almacén del ghetto negro de Liberty City, en Miami, los siete "sospechosos" han sido acusados formalmente de conspiración con la red terrorista Al Qaeda.

La Torre de Chicago nunca estuvo en peligro.

El pliego de cargos incluye el plan de hacer explotar las torres Sears en Chicago y un edificio del propio FBI de Miami.

En el gigantesco show mediático que siguió el arresto, el secretario de Justicia, Alberto Gonzáles, y otros altos funcionarios del gobierno han multiplicado las declaraciones incendiarias, añadiendo más combustible al estado permanente de pánico mantenido en EE.UU. por la administración Bush.

Los inculpados, identificados como Narseal Batiste, Patrick Abraham, Stanley Grant Phanor, Naudimar Herrera, Burson Augustin, Lyblenson Lemorin y Rothschild Augustine, todos negros del barrio más pobre de la ciudad más pobre del país, creían haber tomado contacto con Al Qaeda cuando el enviado del grupo fundamentalista era un agente doble de las fuerzas de seguridad.

El subdirector del FBI, John Pistole, declaró que Batiste y sus cómplices "habían hecho un juramento de fidelidad a Al Qaeda, o por lo menos lo que ellos creyeron que era Al Qaeda".

Un investigador norteamericano, Bill Van Auken, al analizar la operación policíaca que califica de "provocación con fines políticos", señala toda una serie de "incongruencias" que observó en los relatos del muy publicitado acontecimiento.

Mientras el Departamento de Justicia declaró que los arrestos ponían fin a un complot para destruir al más alto edificio de EE.UU., en Chicago, las autoridades de aquella ciudad aseguraban a sus ciudadanos que nunca la imponente estructura arquitectónica fue amenazada.

El acta de acusación depositada ante una Corte federal en Miami no menciona ningún medio para cometer el acto terrorista, cuya envergadura fuera superior al 9–11, para desmentido de la prensa sensacionalista.

El supuesto juramento de lealtad a Al Qaeda se hizo... ante el agente doble. Y para más, la única acción incriminatoria mencionada ante el tribunal fue que unos de los conspiradores tomó fotos de los cuarteles generales del FBI de Miami, con una cámara prestada por el doble agente.

Uno de los sospechosos, Narseal Batiste, es acusado de haber pedido al informante proveer al grupo con zapatos. Su solicitud fue acompañada de una lista detallada de los varios tamaños necesitados.

Pistole, el subdirector del FBI, admitió en conferencia de prensa que el complot era más "aspiracional" que "operacional". El operativo de captura —hecho para la televisión—, no pudo mostrar arma o explosivo alguno, que no fuera los que portaban decenas de agentes federales cargados de fusiles, ametralladoras y usando cascos y chaquetas antibalas.

R. Alexander Acosta, el fiscal de la Florida afirmó que los conjurados, miembros de una secta religiosa, y que vivían en el almacén convertido en templo, "habían desarrollado un odio a los Estados Unidos".

No es muy sorprendente, apunta el analista Van Auken, que alguien viviendo en el ghetto de Liberty City odie la pobreza y la opresión que ahí prevalece.

Liberty City fue la escena de los famosos motines de 1980 cuando fueron absueltos varios policías que habían matado con sus pistolas a un automovilista negro.

Van Auken concluye que a Bush le hacen falta tales operaciones, pues mantienen en el país la histeria antiterrorista que justifica la guerra en Iraq y Afganistán.

El 11 de septiembre de la FNCA

Curiosamente, fue unos días antes del 11 de septiembre 2001, que ocurrió el cisma de la Fundación Nacional Cubano Americana, cuando el terrorista Roberto Martín Pérez, su esposa Ninoska Lucrecia Pérez Castellón, sus socios Horacio García y Luis Zúñiga Rey, así como parte del clan más duro de la organización abandonaban el barco para crear su propio grupo, el Cuban Liberty Council (CLC).

En el medio de esa tropa se encontraba José Antonio "Toñín" Llama, el mismo personaje que confiesa ahora haber adelantado un millón y medio de dólares para la compra de aviones teleguiados destinados, entre otras cosas, a lanzar bombas contra la Plaza de la Revolución en Cuba, en medio de una concentración popular.

Nadie del FBI, aparentemente, jamás se interesó en penetrar el cuartel general de la FNCA ni del CLC como se infiltró la tropa descalzada de Liberty City. A pesar de todas las informaciones que apuntaban a una conspiración terrorista, desde las confesiones de Luis Posada Carriles al The New York Times hasta las repetidas denuncias del Gobierno cubano.

El espectacular operativo del jueves pasado, desplazó oportunamente de la pantalla mediática al caso Llama, con todavía más rapidez que la que acompañó la desaparición en los cintillos de la captura en California de una enorme cantidad de armas de fuego —la más grande de toda la historia de EE.UU.— descubierta en el sótano del cubanoamericano Robert Ferro, miembro confeso del grupo terrorista miamense Alpha 66.

El show de Liberty City llegó cual tabla salvadora tanto para Bush, hundido en sus guerras, como para la mafia cubanoamericana, hija predilecta de la maquinaria judicial federal.