Estados Unidos

 

Dice el director de cine Spike Lee

"Alguien debe ir a la cárcel; fue un acto criminal"

Por David Brooks
Corresponsal en EEUU
La Jornada, 29/08/06

Nueva York.– El desastre natural más pronosticado –y por lo tanto, más prevenible– sigue azotando Nueva Orleáns y la región del Golfo un año después, a pesar de las promesas gubernamentales de rescatar la zona. Algunos dicen que el desastre es más bien resultado de un modelo neoliberal, que de los vientos, lluvias e inundaciones que la mañana del 29 de agosto de 2005 castigaron esa costa.

Esta tarde, el presidente George W. Bush regresó a la zona del desastre que marcó el principio del declive de su presidencia en la óptica de su pueblo, y que junto con Irak, han perseguido su mandato como fantasma. Bush inició una gira de dos días por la región para intentar rescatar su propia imagen, pero para otros, sólo recordó el trágico fracaso de su gobierno en responder a los gritos de los abandonados por el huracán.

"Alguien debe ir a la cárcel", exclamó el director Spike Lee. "Lo que ocurrió en Nueva Orleáns fue un acto criminal", dijo al New York Times remarcando los efectos que las decisiones gubernamentales tuvieron sobre los pobres, los negros y los más débiles en términos políticos. Esa es su conclusión después de filmar un documental de cuatro horas que se proyecta por televisión en este aniversario.

Las imágenes de cadáveres flotando en las calles inundadas de los barrios pobres de Nueva Orleáns, de casas marcadas para indicar que adentro había un muerto, de viejos y niños pidiendo auxilio a gritos desde los techos, mientras Bush sobrevolaba la región sin hacer escala, con los gobiernos local, estatal y federal asegurando que era imposible llegar, mientras que cámaras de televisión, reporteros y héroes anónimos demostraban que sí era posible hacerlo, permanecen en la memoria colectiva de este país. Muchos aún no pueden entender cómo estas escenas que habían visto en países pobres ocurrían en una de las grandes ciudades del país más rico del mundo.

Nueva Orleáns sobrevivió al huracán Katrina, pero no al fracaso de años de negligencia respecto de la infraestructura –los diques– y las políticas implementadas que generaron las catastróficas consecuencias que sigue sufriendo la ciudad. Todo mundo sabía que esto sería la causa de una gran inundación.

Años antes de Katrina, la revista National Geographic y un extraordinario reportaje seriado del diario local, New Orleáns Times Picayune, habían advertido con gran precisión, justo lo que ocurrió, con 80 por ciento de la ciudad bajo agua. Y nadie hizo nada.

Un año después: Nueva Orleáns, devastada más por un modelo neoliberal que por Katrina

Ahora, el presidente Bush hace lo que no hizo durante la tormenta y los días posteriores: viajar a la zona para visitar Nueva Orleáns y otras partes de Luisiana, Alabama y Mississippi para marcar el aniversario. Hablará de los 110 mil millones de dólares en fondos federales destinados para la zona y de cómo cumple con su compromiso de septiembre de 2005 para resucitar la ciudad en "uno de los esfuerzos de reconstrucción más grandes que el mundo haya visto jamás". Los líderes locales y estatales harán lo mismo.

Pero pocos estadounidenses creen que el gobierno ha hecho lo necesario. Una reciente encuesta de CBS News, reveló que la abrumadora mayoría cree que las acciones del gobierno federal, estatal y local fueron "inadecuadas" (17 por ciento opina que la respuesta del gobierno federal fue adecuada), y que el gobierno no ha "aprendido las lecciones" para mejorar su capacidad de respuesta ante un desastre. Sólo 32 por ciento cree que las agencias federales hacen lo necesario para ayudar a las víctimas, y menos de la mitad aprueba los esfuerzos de Bush en la asistencia de las víctimas.

El impacto económico de Katrina en la región afectada se calcula en unos 150 mil millones de dólares. Pero el costo social es incalculable, no sólo el desplazamiento de decenas de miles de refugiados que ahora conforman una diáspora por todo el país, sino la destrucción de comunidades, de tejido social, las múltiples tragedias que un año después siguen provocando ira, lágrimas y trastornos sicológicos.

Algunas cifras ofrecen idea de las dimensiones del desastre, según medios nacionales, cifras oficiales y datos de coaliciones sociales locales, entre 160 mil y 275 mil viviendas fueron dañadas o destruidas en Nueva Orleáns, con más de 12 millones de toneladas de escombros (siete veces más que lo producido con la destrucción de las torres gemelas en Nueva York). Aunque decenas de miles de millones de dólares ha sido gastados, casi un tercio de los escombros del huracán en Nueva Orleáns permanecen ahí. Antes de la tormenta residían unos 450 mil habitantes, un año después se calcula que sólo 171 mil habían regresado (38 por ciento del total). Sólo 60 por ciento de los residentes cuenta con energía eléctrica, y 40 por ciento tiene gas. La mitad de los hospitales siguen cerrados y se calcula que 38 por ciento de los estudiantes regresará a clases este año académico (unos 80 mil de un total de 128 mil menores de edad antes de la tormenta, no han regresado a la ciudad).

Hoy, según Chris Kromm, director del Instituto de Estudios Sureños, organización que acaba de realizar un diagnóstico de la zona un año después, declaró: "a pesar de promesas de líderes nacionales de hacer lo necesario para reconstruir el Golfo, muchos en la región han sido abandonados con trágicos resultados. Sin un compromiso nacional audaz, la gente no podrá regresar al Golfo".

Por cierto, hay propuestas explícitas de "expertos" para evitar el regreso de grandes sectores de la población. Hay debates sobre una reconstrucción que, a propósito, busca desplazar permanentemente a los pobres de Nueva Orleáns y otras zonas, con la idea de que sea desarrollada en torno a los intereses del sector privado y sus políticos. Algunos sostienen que es imposible que "regrese" la vieja Nueva Orleáns y que, por lo tanto, la tormenta ofreció una "oportunidad" para que la ciudad lograra deshacerse de sus graves problemas de pobreza, crimen y miseria.

Es por eso que desde las primeras horas del desastre hasta ahora, el rescate de Nueva Orleáns se realiza por dos vías: la infraestructura de negocios, de turismo y de los sectores más ricos ha sido prioritarios para el gobierno federal y local; el rescate del pueblo es encabezado por iniciativas sociales desde abajo.

Mientras las burocracias de las más grandes agencias federales y del sector de ONG como la Cruz Roja desperdiciaban millones de dólares, los más pobres alimentaban, ofrecían techo y calor humano a miles de los desplazados.

Coaliciones locales con redes de apoyo a nivel nacional se han ocupado de rescatar la región. Bajo lemas de "solidaridad sí, caridad no" surgidos desde los primeros días ante la incompetencia y fraude de organizaciones "caritativas".

Las prioridades de los poderosos

Adolph Reed, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Pennsylvania, uno de los intelectuales afroamericanos más reconocidos e hijo de Nueva Orleáns, recuerda que las decisiones políticas aun antes de la tormenta demostraban cuáles eran las prioridades de los poderosos en su ciudad. Señala que el alcalde Ray Nagin decidió que el gobierno municipal no contaba con los recursos para evacuar a unos 100 mil habitantes que no tenían transporte propio o recursos para dejar la ciudad en caso de emergencia. "Esa decisión... revela las fuentes reales de la devastación de Nueva Orleáns" como el muy lento ritmo de su recuperación, sostiene Reed en su artículo en The Progressive. "El fetiche de gobierno 'eficiente' –palabra en clave para políticas públicas diseñadas para servir a los intereses del sector privado y los prósperos– es la causa final de la devastación de la ciudad", subraya. De hecho, una investigación sobre las fallas de infraestructura concluyó que "la seguridad fue canjeada por eficiencia y costos reducidos".

"La noción de que los servicios gubernamentales son derrochadores e innecesarios –la idolatría neoliberal de que el mercado puede encargarse de todo lo que se necesita– fue expuesto como la farsa que es", acusa Reed al evaluar la devastación de su ciudad un año después.

Amnistía Internacional (AI) Estados Unidos instó hoy al gobierno a aceptar responsabilidad por la anulación "sistemática" de derechos humanos que resultó de los fracasos del gobierno en responder y resolver las necesidades de los más vulnerables. "Acceso a la educación, vivienda decente y un medio ambiente saludable y seguro no son lujos para los privilegiados, son derechos humanos básicos, y nuestro gobierno está obligado a respetarlos", declaró Dalia Hashad, de AI. Agregó que "Katrina colocó una luz sobre la graves inequidades de raza y clase en este país", y denunció que un año después esas injusticias no han sido abordadas. En tanto, aún no hay nadie en la cárcel.


Cunden críticas a la burocracia que, a un año, impide la llegada de fondos a zonas afectadas

Bush admite que hubo errores

Por David Brooks
Corresponsal en EEUU
La Jornada, 30/08/06

Nueva York, 29 de agosto. Hace justo un año en esta fecha el huracán Katrina llegaba a Nueva Orleáns y sus vientos y torrentes de agua no sólo marcarían uno de los desastres naturales más devastadores en la historia moderna de Estados Unidos, sino también un desastre político para el gobierno de George W. Bush del cual no ha logrado recuperarse, al igual que la zona afectada.

Anoche y durante el día de hoy, Bush visitó las zonas afectadas por Katrina en Luisiana y Mississippi, ofreciendo un mensaje muy calibrado para intentar al mismo tiempo elogiar los trabajos de rescate y reconstrucción, y reconocer algunas de las fallas evidentes en la respuesta de su gobierno al desastre.

Bush reiteró en Nueva Orleáns esta mañana que "apoyaremos a los pueblos de Luisiana y el sur de Mississippi hasta que la tarea esté completa", y pidió a los habitantes regresar a la ciudad de Nueva Orleáns. Señaló que se está trabajando en la reconstrucción de viviendas, escuelas y las instituciones culturales de esta ciudad única, y convocó a que más refugiados regresen a su ciudad. "Sé que aman a Nueva Orleáns, y Nueva Orleáns los necesita. Necesita a más gente regresando a casa", afirmó.

Bush participó en una ceremonia religiosa en momentos en que las campanas de las iglesias de la ciudad sonaron para marcar el momento en que Katrina azotó esta zona hace un año. En un discurso poco después se vio obligado a reconocer que la respuesta gubernamental al desastre fue inaceptable. "Estamos abordando lo que no funcionó", dijo, y recordó que "el huracán provocó escenas que jamás pensamos veríamos en Estados Unidos. Ciudadanos ahogados en sus azoteas, madres desesperadas gritando por alimento y agua en la televisión nacional, un colapso de ley y orden, y un gobierno, a todos los niveles, que no alcanzó a cumplir sus responsabilidades". Pero en seguida habló del heroísmo, de los esfuerzos, de los fondos para primero rescatar y después reconstruir la ciudad, y de cómo el futuro será mejor.

Bush indicó una vez más que la responsabilidad para la reconstrucción no sólo es del gobierno federal, sino también de los gobiernos estatales y locales. Vale señalar que la gobernadora de Luisiana, como el gobierno municipal de Nueva Orleáns, están en manos del Partido Demócrata en un sur donde el monopolio político es del Partido Republicano.

Sin embargo, pocos creen que esta gira –Bush ha realizado unas 13 visitas a las zonas afectadas durante el último año– cambiará la percepción de la mayoría de estadounidenses de que el gobierno federal fracasó en dar una respuesta adecuada a Katrina. Luego del desastre, dos tercios de los encuestados por el Pew Research Center opinaban que Bush podría haber reaccionado de manera más rápida y eficaz. Pocos han cambiado de opinión un año después. "Lo que hizo Katrina fue poner una luz muy negativa sobre él (Bush) en un momento en que la gente había desarrollado muchas dudas sobre su competencia, y aún carga el legado negativo de eso", señaló Andrew Kohut, director del Pew Research Center, a Los Angeles Times hace unos días. Considero que esta gira "no cambiará actitudes hacia Bush, no importa qué intenten hacer... sólo revive un punto bajo para él".

Y lo ocurrido a lo largo de los últimos 12 meses no ha ayudado a mejorar estas impresiones. Cunden críticas sobre la burocracia y cómo los miles de millones en fondos federales aún no han llegado a sus destinos. Aunque se han aprobado más de 110 mil millones de dólares en fondos federales para la recuperación y reconstrucción, no han concluido los esfuerzos de limpia de la ciudad, y casi nada en reconstrucción de viviendas. Menos de la mitad de la población ha regresado a esa ciudad, decenas de miles siguen viviendo en casas móviles y otras viviendas temporales por toda la región, y de hecho, por todo el país, pero nadie sabe cuándo podrán regresar.

Por otro lado, críticos señalan que la principal agencia federal para respuesta a emergencias, FEMA –cuyo director poco después de ser elogiado públicamente por Bush fue despedido– aún no ha sido reformada para evitar la ineficacia que demostró ante Katrina. Algunos reportan que FEMA, un año después, sólo cuenta con menos de 84 por ciento del personal que tiene autorizado contratar.

Una encuesta de CNN registra hoy que 64 por ciento de estadounidenses desaprueba el manejo de Bush del desastre, 10 puntos más que un mes después de que Katrina golpeó las costas de este país.

Otros señalan que el gobierno de Bush ha demostrado la misma incompetencia en este frente como en el de la guerra en el golfo Pérsico, donde muchas de las mismas empresas han lucrado con estas crisis, pero que para todos los demás las condiciones van de mal en peor. "En Estados Unidos, como en Irak, la reconstrucción demorada es la reconstrucción negada, y Bush, una vez más, no ha cumplido con sus promesas", concluye el columnista Paul Krugman del New York Times.

Al presentar un informe elaborado por la organización CorpWatch sobre el papel de las empresas contratadas para la reconstrucción de la zona, su director Pratap Chatterjee declaró: "vemos un patrón de ganancias exageradas, desperdicio y fracaso a causa del mismo sistema de contratación y hasta algunos de los mismos jugadores (empresas) que en Irak y Afganistán".

A la vez, las decisiones del gobierno de Bush sobre la reconstrucción están provocando resentimiento y furia en las zonas afectadas, por ejemplo, la decisión de no reconstruir viviendas sólo para pobres, sino más bien armar barrios "de ingreso mixto" con la idea de que esto mejorará la calidad de vida. Sin embargo, defensores de los pobres y sus organizaciones han criticado que esto es una maniobra para desplazar a los pobres.

El asunto provocó nueva atención durante las actividades oficiales del aniversario de Katrina del gobierno federal en Nueva Orleáns, cuando en un foro de empresarios y comerciantes locales con la participación del alcalde de la ciudad y de la gobernadora del estado de Luisiana, se presentó Rene Oswin, un funcionario identificado como el subsecretario asistente del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano del gobierno de Bush, con un anuncio sorprendente.

Reconstrucción "para todos"

Desde el podio y ante cientos de empresarios y comerciantes locales, Oswin proclamó que el gobierno había decidido revertir su política de reconstrucción de vivienda y reabrir las unidades de vivienda que hasta ahora estaban por ser sustituidas por las "de ingreso mixto". El funcionario prometió "reparar Nueva Orleáns no sólo para el beneficio de unos cuantos, sino para todos". El público aplaudió y el moderador agradeció a Oswin su "dramático anuncio". Un comunicado del Departamento de Vivienda federal también fue distribuido firmado por el secretario de Vivienda del gabinete de Bush.

Pero resulta que el "subsecretario asistente", el comunicado de prensa y el "dramático" cambio de política fueron parte de una broma muy sofisticada realizada por un grupo conocido como The Yes Men (los "lame–culos") para criticar la actual política, y el Departamento de Viviendo fue obligado a desmentir el anuncio, reafirmar la política adoptada y condenar la acción de protesta como "una broma cruel" (los Yes Men han hecho cosas parecidas antes, como disfrazarse de funcionarios de la Organización Mundial de Comercio para anunciar que el desmantelamiento de esa entidad).