Imperialistas
llorones
Por
Saul Landau
Progreso Weekly, 07/04/07
Dos
tipos de lloriqueos imperiales han llegado a dominar la discusión de
política exterior. Uno se relaciona con la excesiva extensión
militar de las fuerzas por Bush, de manera que no se pueden desplegar
las tropas en otros lugares donde su capacidad letal es
desesperadamente necesaria. Otros tienen fijación con la
“credibilidad norteamericana”. Si nos retiramos, declaró un
editorial de The Washington Post del 22 de octubre de 2006,
renunciamos a nuestra “obligación moral”. Después de todos los
sacrificios de los iraquíes y de los militares norteamericanos, EEUU
no debe permitir un colapso, el cual ocurriría “sin el apoyo de los
140 000 (ahora 170 000) soldados de EEUU.”
Al
marcharnos, plantea este argumento, abrimos la puerta a un mayor
horror en esta pobre tierra. Bush puede que haya cometido un error al
invadir y ocupar, pero como nación debemos a los iraquíes mantener
las tropas allí hasta que los propios iraquíes puedan asumir las
responsabilidades de seguridad.
Algunos
moralistas–realistas admiten que hasta 650 000 civiles iraquíes han
muerto desde la invasión norteamericana en marzo de 2003 (Lancet,
11 de octubre de 2006). Ni tampoco discuten las aseveraciones de
Caritas Internationalis y Caritas Irak (una confederación de 162
organizaciones católicas de ayuda, desarrollo y servicio social) que
muestran que la tasa de desnutrición ha aumentando en Irak de 19 por
ciento antes de la invasión encabezada por EEUU a un promedio
nacional de 28 por ciento cuatro años después (26 de marzo de 2007).
Caritas también asegura que las causas del hambre creciente se
relacionan con altos niveles de inseguridad, colapsados cuidados de
salud y de otra infraestructura, incremento de la polarización entre
diferentes sectas y tribus y aumento de la pobreza.
Ellos
informan que más de 11 por ciento de los bebés iraquíes nacen bajos
de peso, comparados con una cifra de 4 por ciento en 2003. Antes de
marzo de 2003, Irak ya tenía una tasa significativa de mortalidad
infantil debido a la desnutrición por las sanciones de 13 años de la
ONU ––promovidas por Washington. Además de los cientos de miles
de muertos, heridos y desplazados, aproximadamente uno de cada ocho
iraquíes ha huido a Siria, Jordania, Irán y otros estados vecinos.
Debido
a estos brutales hechos de la vida en Irak bajo la ocupación de EEUU,
la responsabilidad moral de alguna manera se traduce en que soldados
norteamericanos continúan creando aún más caos. ¿No conocen estos
piadosos moralistas a algún equivalente liberal del viejo reverendo
Billy Graham para hacer la pregunta: ¿Qué carajo significa la
obligación moral para una nación que ha destruido a otra nación? ¿Cuándo
termina tal obligación de manera que los iraquíes que queden puedan
comenzar a manejar sus asuntos sin una fuerza ocupante armada y
beligerante? En términos no religiosos y más bien prácticos, Bush
ha utilizado a los militares norteamericanos como su herramienta
moral. Para llevar la democracia a Irak destruyeron al país. Ahora,
según el presidente y sus moralmente responsables aunque renuentes
patrocinadores, las fuerzas norteamericanas deben entrenar a los
militares y policía iraquíes que luego asumirían la responsabilidad
de la seguridad.
El
truco “lógico” emerge cuando nos enteramos que entrenamiento por
EEUU significa que la policía y militares iraquíes aprendan métodos
mejorados para usar armamento y explosivos suministrados por EEUU,
para así matar mejor a sus rivales religiosos y étnicos y a las
tropas norteamericanas. ¡Vaya seguridad!
A
pesar de tales apabullantes estadísticas de destrucción y
desesperanza, Peter W. Galbraith declara que “excepto un número
relativamente pequeño de árabes sunníes, correligionarios de Saddam
Hussein que trabajaban para su régimen, los pueblos de Irak se
encuentran hoy mucho mejor de lo que estaban bajo Saddam Hussein”. (New
York Review of Books, 13 de mayo de 2004)
Para
algunos de los que siguen el camino imperial, el miasma de Irak
engendra un tipo de ansiedad diferente. No es solo la elite la que
observa cómo se deteriora la reputación y el tesoro de EEUU sino,
expresó un titular de The Washington Post del 18 de
marzo, ha surgido una queja imperial más seria: “Los Militares Están
Mal Preparados para Otros Conflictos.” Este gran titular debió
haber hecho sonar la alarma en los salones de reunión de la seguridad
nacional de elite y de las corporaciones transnacionales.
Las
preguntas en los clubes privilegiados de Washington son ahora: “¿Ha
revelado este idiota en la Casa Blanca las debilidades del mayor
imperio del mundo con sus estúpidas aventuras en Irak? Como el
“impacto e intimidación” no doblegaron la resistencia iraquí, ni
tampoco los cuatro años subsiguientes de brutal ocupación militar,
¿no es hora de retirarse?”
Los
medios han informado que las tropas han comenzado a mostrar señales
de desmoralización. La tasa de suicidios ha crecido, así como las
cifras de deserciones. (Independent, 19 de agosto de 2006) Los
artículos hablaban del Cnel. Ted Westhusing, un estudioso de West
Point que dejó una nota cuando se suicidó para sus jefes en Irak,
incluido el Gral. David Petraeus, quien encabeza el actual refuerzo.
“Reevalúense”, escribió. “Ustedes no son lo que creen que son
y yo lo sé.” Westhusing alertó acerca de la generalización de la
corrupción y los negocios ilícitos por parte de contratistas
norteamericanos en Irak. También dijo que había visto a contratistas
matar a iraquíes. (LA Times , 4 de diciembre de 2005)
La
desesperación suicida del coronel se reflejó en un informe del
general retirado Barry McCaffrey. “La población (iraquí) está
desesperada”, dijo el ex zar norteamericano de la droga. (Washington
Post, 27 de marzo) McCaffrey había realizado múltiples visitas a
Irak y conversó allí con los altos jefes militares.
Los
altos jefes en activo estaban de acuerdo con su preocupación. Ellos
consideran que Irak está acabando con el potencial militar
norteamericano. Al Ejército ya no le queda ni una brigada “para
desplegar en unas horas a un lugar crítico en el exterior”, informó
el jefe del Estado Mayor Conjunto General Peter Pace. Él mencionó a
Irán, Corea del Norte, o algún nuevo lugar desobediente como
Venezuela. Es más, Colombia podría hacer erupción, al igual que una
media docena de estados inestables en el Medio Oriente o África. ¿O
estaba sugiriendo Pace que el “despliegue” en China pudiera algún
día ser una “opción”? (Washington
Post, 18 de marzo)
Después
de provocar dudas, Pace le aseguró al Congreso que las fuerzas
armadas podrían enfrentarse a importantes contingencias. Nadie
preguntó cuál era la diferencia entre una contingencia importante y
la decisión de Bush de invadir a Irak. Pero el establishment
militar ya ha visto lo suficiente. El 16 de diciembre de 2005, John
Murtha (demócrata por Pensilvana) dijo un apasionado discurso anti–Irak
en la Cámara de Representantes. Este ex infante de Marina muy halcón
exigió que Bush retirara las fuerzas norteamericanas de Irak. Una razón
que dio fue que la guerra, que no podía ganarse, estaba acabando con
los recursos militares.
Cielo
santo, podría preguntar un temeroso ciudadano, si el experto mando
militar se preocupa y ya ellos tienen presupuestos de más de $650 mil
millones de dólares, además de inmensos arsenales y la última
palabra en tecnología mortífera, ¿qué va a ser de nosotros? Después
de todo, EEUU solo tiene2,5 millones de sus fuerzas armadas
destacados en casi 800 bases en 130 países de todo el mundo. Como los
miles de misiles nucleares y convencionales de todos los tamaños
pueden pulverizar a cualquier atacante, uno debe preguntar: ¿cuál es
exactamente el origen de que Pace no se sienta “cómodo” con la
disposición combativa? No faltan los retos por ahí para nuestras
fuerzas armadas”.
Ningún
congresista preguntó a Pace si él creía que alguna de las naciones
que él mencionó pudieran lanzar un ataque serio contra Estados
Unidos o amenazar nuestra seguridad. Es más, tal idea hubiera
parecido una broma. Entonces, ¿por qué una república tiene que
poseer unas fuerzas armadas tan gigantescas, en constante estado de
alerta para desplazarse a cualquier lugar ––o a varios al mismo
tiempo?
Las
bases norteamericanas, como nos asegura Chalmers Johnson en Némesis:
los últimos días de la república norteamericana (2007), son
plataformas para atacar a cualquier otra nación. Ese pensamiento
debiera hacernos sentir a todos muy seguros en nuestra lucha contra el
terrorismo. Pero, ¿de qué nos sirven las bases o las armas de
avanzada para luchar contra un enemigo que no nos invadirá ni enviará
su fuerza aérea? Como se recuerda, los guerreros enemigos del 11/9
usaron nuestra propia flota comercial para cambiar nuestras vidas.
El
arsenal amasado fracasó en detener el comunismo en dos guerras asiáticas;
y el Pentágono no usó las armas contra los comunistas más grandes y
peores, la URSS y China. Entonces, ¿por qué seguimos acumulando
enemigos infinitos? Pregúntenles a los que obtienen las ganancias.
Johnson,
quien fue un ardiente guerrero de la Guerra Fría, se desespera ahora
por lo que consideró una vez como defensa y ahora comprende que es
puro imperialismo. “La historia enseña que no existe una
configuración más critica e inestable que la combinación de
democracia interna e imperio extranjero. Se puede ser uno o el otro.
Se puede ser un país democrático, como hemos asegurado que éramos
en el pasado, basándonos en nuestra Constitución. O se puede ser un
imperio. Pero no se pueden ser las dos cosas… El causante es el
militarismo. El imperialismo, por definición, requiere de la fuerza
militar. Requiere de enormes ejércitos en activo. Requiere de un gran
complejo militar–industrial. Requiere de la disposición de usar la
fuerza con regularidad. El imperialismo es una forma pura de la tiranía.
Nunca gobierna por consenso, como hacemos hoy en Irak”. (www.buzzflash.com/interviews/04/03/int04013)
La
ironía de un imperio sin una carta imperial se revela en el lloriqueo
y los quejidos de los poderosos, esos que rezan y hablan de
obligaciones morales. Esa preocupación por “hacer lo adecuado para
el pueblo iraquí” se expresa por medio de retorcerse las manos. El
resultado práctico de tal moralización es que los miembros del
Congreso continúan apoyando la ocupación de Irak por Bush
¿Será
hora de verter su lloriqueo imperial en sus botellas vacías y
descorchar la cosecha republicana?
*
El nuevo libro de Saul Landau, "Un mundo de Bush y de Botox",
acaba de ser publicado. Su nuevo filme, "Aquí no jugamos
golf, y otras historias de la globalización" puede
conseguirse en DVD por medio de roundworldmedia@gmail.com .
|