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Euskal Herria (País Vasco)

Reflexiones andaluzas tras las elecciones vascas

Andalucía Libre N° 262, 20/04/05

Las elecciones del 17 de Abril en la Comunidad Autónoma Vasca han abierto una nueva fase política en la situación de Euskadi. Aún cuando, dada especialmente la condición laberíntica de la política vasca, sea siempre arriesgado aventurar previsiones, es posible que sus resultados provoquen consecuencias cuyas repercusiones bien podrían llegar hasta Andalucía.

Estas elecciones se convocaron en condiciones de excepción antidemocrática. Las sucesivas ilegalizaciones de las fuerzas políticas representativas de la mayoría de la izquierda abertzale [1] impidieron presentarse a los comicios tanto a Batasuna como a su sustituta, la plataforma AG. El resto de las fuerzas políticas vascas que habían rechazado formal y públicamente esta discriminación (PNV, EA, Aralar) no respondieron a esa situación de flagrante vulneración de las garantías y derechos democráticos civiles y políticos en la forma coherente y consecuente a sus propios pronunciamientos. Al no contemplarse por parte de PNV–EA y Aralar siquiera la posibilidad del boicot –actitud que hubiera deslegitimado absolutamente las elecciones y abierto una crisis política para España dificilmente superable– y al admitir –tiempo ha– concurrir en unas elecciones truncadas, estas fuerzas se situaron por debajo de los mínimos democráticos exigibles. La izquierda abertzale tenía pues todo el derecho a usar todos los medios a su alcance para intentar sortear esta exclusión y poder así intervenir y refrendar su representatividad.

El recurso adoptado por la izquierda abertzale fue presentar a las elecciones tres candidaturas. Junto a la de la ilegal Batasuna y a la de la luego también prohibida plataforma de electores AG –sobre la que concentró la atención– registró sin alharacas previas la lista de un virtual Partido Comunista de las Tierras Vascas (Euskal Herrialdeetako Alderdi Komunista – EHAK, en sus siglas en vasco); inscrito en el registro un par de meses después de la aprobación de la Ley de Partidos en 2002 y mantenido en el congelador hasta la fecha.

Ciertamente, la izquierda abertzale cuidó al máximo sus requisitos y su imagen, para no provocar innecesariamente por adelantado la proscripción de su marca EHAK. Pero también es verdad que el hecho de que pudiera finalmente concurrir a las elecciones –aún con una permanente espada de Damocles pendiendo sobre su legalidad– derivó de una opción política consciente por parte del Gobierno español del PSOE. Es seguro que si hubiera sido otra su decisión, EHAK hubiera acompañado en la ilegalidad a sus precedentes, por aberrante que fuera su ilegalización incluso desde la doctrina jurídica demo–liberal; circunstancia que sólo recuerda que todo el discurso oficial y oficioso sobre el Estado de derecho es pura demagogia para alucinar a los ingenuos e hipocresía al servicio de los cínicos.

¿Por qué se ha producido esta circunstancia de coincidencia de intereses entre el PSOE y la izquierda abertzale?. Algunos –sea desde el PP, el PNV o desde EB; sea directamente o desde sus respectivos aledaños– insinuaron interesadamente en campaña la existencia de un 'acuerdo secreto' entre ambos; pacto expresa y reiteradamente desmentido por Batasuna. Sin engolfarse en especulaciones para las que no hay datos y que en todo caso quedan a cuenta del trabajo de historiadores futuros, lo que resulta evidente es que al PSOE no le interesaba electoralmente a priori ni facilitarle al PNV–EA alcanzar una mayoría absoluta, por la vía de la concentración en su beneficio del voto abertzale que le diera alas y amplia libertad de maniobra ni mantener tampoco una situación bloqueada en Euskadi sin interlocución en la izquierda abertzale, que lo encadenara estatalmente como en la etapa anterior al discurso españolista–exterminista del PP.

Esto no significa que el PSOE sea "más democrático" que el PP; plantear así la cuestión sería situarla en un plano equivocado. Es conveniente recordar al respecto –sin remontarnos demasiado atrás– no sólo la negativa conceptual del PSOE a reconocer y respetar el derecho a la autodeterminación sino también que la iniciativa del Pacto Españolista PSOE–PP partió del mismo PSOE y que tanto la ley de partidos como todos los procesos político–judiciales que se han iniciado contra la izquierda abertzale han contado con su amparo y apoyo y que este se mantiene hoy, sin retractación alguna. A la hora de las explicaciones basta con tener en cuenta que el PSOE, como equipo y aparato político de gestión del Estado español, tiene sus intereses propios, que no son exactamente los mismos que los del PP del que le diferencia –y no es poco– su natural ambición a mantenerse en el Gobierno; lo que incluye también tanto aprovecharse de las contradicciones internas del PNV como explorar que puede sacar en limpio –desde su punto de vista– a partir de la formulación por la izquierda abertzale de lo que se conoce como Propuesta de Anoeta.

Cerradas las urnas, destaca ante todo el éxito político y electoral de la izquierda abertzale. No es pequeña cosa haber obtenido bajo condiciones de persecución e ilegalidad más de 150.000 votos, proyectados además sobre una marca desconocida de tan exótica denominación como EHAK; aumentando incluso su porcentaje (12,5%), votación absoluta y representación parlamentaria en relación a su anterior y ultima comparecencia legal como EH, hace cuatro años. Estos resultados, obtenidos en tan desfavorables circunstancias, están al alcance de muy pocas fuerzas. Denotan la solidez de su implantación social, evidencian su capacidad de resistencia y manifiestan hasta que punto, primero Anoeta y luego su opción por facilitarle el curso parlamentario al Plan Ibarretxe, han servido para mantener su cohesión y darle perspectivas a su base social, en el contexto de una actuación de ETA de bajo perfil. En el ámbito institucional, la izquierda abertzale mantiene y aún aumenta su papel determinante como fuerza fiel de la balanza. A otro nivel, su votación explicita cual es el reparto de influencia social en el seno de la izquierda abertzale entre el componente mayoritario identificado con Batasuna y quienes desde la minoría, configuraron separadamente Aralar(2,3%).

En estas elecciones las fuerzas soberanistas vascas han incrementado su apoyo –del 52,8 al 53,4%– frente a las fuerzas españolistas. Sin embargo, la coalición PNV–EA ha retrocedido y fracasado en relación a sus expectativas. De entre todas las posibles causas que se reflejan en los análisis postelectorales, hay una que parece crucial, que está en la propia esencia de la posición y estrategia adoptadas por el PNV–EA. Se resume bien en una frase muy del gusto del Lehendakari Ibarretxe refiriéndose a Euskadi y su relación con España: "Derecho a decidir; obligación de pactar". ¿Qué ocurre cuando el que tiene la fuerza –España– sólo admite "pactar" bajo sus condiciones?. ¿Donde queda entonces ese "derecho a decidir" vasco?. PNV–EA no han querido ni sabido explicar con coherencia y credibilidad qué ofrecían para salir del carrusel planteado por su mismo discurso. Queriendo evitar provocar inquietudes entre la prospera sociedad vasca por los posibles costes de la opción soberanista, han pretendido mantener abiertas todas las vías y al renunciar a promover movilizaciones y dinámicas que pudieran descontrolarse, han terminado dilapidando ese capital de concreción política que venia inserto en el diseño del nuevo Estatuto aprobado por el Parlamento vasco y rechazado por el Parlamento español. El voto de Batasuna en el Parlamento vasco les dio la oportunidad histórica de hablar en nombre de la Nación vasca y de su Soberanía Nacional en Madrid, pero al minuto de terminar su momento de gloria, se quedaron huérfanos de discurso y sobre todo sin saber qué hacer y quiéranlo o no, así lo han transmitido. Ni se les pasó por la cabeza entonces ofrecer incorporar a la izquierda abertzale al Gobierno vasco y convocar de inmediato la prometida consulta popular. Por contra, disolvieron su Parlamento y llamaron a elecciones esperando confirmarse como mayoría, queriendo aprovecharse de esa coyuntura que incluía la entonces prevista exclusión impuesta a la izquierda abertzale. Toda su retórica sobre su compromiso con el Plan Ibarretxe ha sonado hueca; cuestionada por el discurso e insinuaciones del sector michelines del PNV que encabeza su hoy Presidente Josu Jon Imaz. Más aún, al transigir y admitir descender desde la legitimidad de la mayoría democrática vasca que los avalaba a la aceptación de la imposición del veto español –presentado desvergonzadamente como "consenso"– y al reconvertir lo que era entendido y presentado inicialmente como "mínimo" –el Plan Ibarretxe– en un "máximo", abierto a las rebajas, han resucitado y nutrido la propuesta de reforma estatutaria constitucional publicada a penúltima hora por el PSOE, desmovilizando y desorientando a su propia base social.

Los resultados del 17 de Abril permiten formar una mayoría holgada soberanista con PNV–EA–EHAK–Aralar (39), que si se sumará EB para no quedarse fuera de la pomada, ascendería incluso a 42 escaños y que a poco que se definiese socialmente, contaría con el sostén de la mayoría sindical vasca (ELA+LAB), dando por supuesta la declaración de una tregua indefinida por ETA. Unai Ziarreta, secretario general de EA, ha declarado decantarse por esta propuesta, lo que al margen de cual sea el énfasis de su apuesta y de si es seria o mera finta, demuestra su factibilidad política.

La cuestión decisiva que conlleva esta formula es que implica un compromiso firme por la Soberanía Nacional vasca y a la vez una confrontación ineludible con España. La pregunta implícita consecuente es también obvia: ¿está dispuesto el PNV–EA a asumir ese objetivo, esa vía y esos costes?. La respuesta del PNV parece ser ahora mismo negativa a esta pregunta. Así parece indicarlo que Ibarretxe haya afirmado ya que se inclina por gobernar "sobre la base del acuerdo del tripartito (PNV–EA–EB), con relaciones específicas con Aralar", con acuerdos puntuales con PP, PSOE y EHAK. Que además sitúe al mismo nivel al españolista PSOE y al abertzale EHAK, condicionando el establecimiento de futuros pactos a que haya un acuerdo previo general para la normalización política, no augura nada bueno para una resolución satisfactoria de las exigencias vascas.

Las otras opciones posibles para el PNV–EA son también problemáticas. Un Gobierno PNV–EA en minoría sin EHAK (29, 32 o 33 escaños; sea a pelo o sumando a EB y Aralar), como parece preferir Ibarretxe, es un Gobierno parlamentariamente frágil y políticamente provisional, que incluso para nacer requiere de la tolerancia de EHAK y de la aquiescencia como mínimo implícita del PSOE. De otra parte, un Gobierno PNV–PSOE (40 o 43 escaños, si se le sumara EB) resulta hoy inviable por prematuro, incluso para quienes lo puedan preferir en el PNV, porque entre otras razones y aún si solventara la oposición del sector Egibar, provocaría la ruptura de la coalición con EA (7 diputados de los 29), salvo que esta ultima optara por el harakiri terminal.

Las dudas –pese a lo que pudiera parecer a primera vista– no están hoy a este respecto sólo en un lado. Tambien –dado su discurso colectivo de los últimos tiempos– cabe preguntarse si la izquierda abertzale está ahora por esa apuesta por una formula de Gobierno Soberanista o responde por contra a otras prioridades. Así parece que en la mayoría de la izquierda abertzale se ha pasado de considerar al ultimo mono del campo españolista 'corresponsable de la opresión nacional', a descubrir de repente que 'todos somos vascos y todos vivimos aquí y por tanto entre todos, tenemos que pactar el futuro'.

Viniendo de donde se viene, es un progreso innegable pasar del error de la sutileza del hormigón armado al error del florentinismo extremo, pero que los costes del  ultimo sean inconmensurablemente menores que los del primero, no le quita la condición de error. Nadie puede negarle el derecho a la izquierda abertzale a no fiarse del PNV (y dirán los del PNV, a la reciproca) y también sería necio no reconocer que esta alianza no solucionaría de inmediato algunos de los costes heredados de errores anteriores –que el PNV no puede resolver– sino que los prolongaría, se quiera o no, por urgente que sea la presión para remediarlos, pero lo que resultará difícil de explicar es que sea por este recurso discursivo, sea recurriendo a Navarra, la izquierda abertzale eluda de entrada siquiera intentar explorar con decisión una senda que podría situar con nitidez a Euskadi a las puertas de ejercer su Soberanía y facilitar realmente una nueva situación política y social.

En contraste, parece más bien que lo que hay ahora mismo en Euskadi no es tanto una contraposición de estrategias como una pugna entre tres o cuatro versiones de la misma estrategia de la negociación, concretadas en una serie de partidas de ajedrez múltiples a las que estarían jugando en simultaneo, mirándose por el rabillo del ojo, los de Imaz, los de Egibar, los de EA, los de Batasuna, los de Aralar y los del PSOE (y los de Madrazo viendo a cual apuntarse sin riesgo de poder cambiarse en marcha de darse la necesidad); contando cada uno en su juego con su respectivo adonde quieren ir, hasta donde están abiertos a llegar y qué están dispuestos a pagar y haciendo cábalas sobre el de los demas.

De entre todas, la más clara es la actual estrategia del PSOE. Al contado o a plazos, su objetivo es reconducir la situación vasca a lo que se conoce como "vía catalana" (que en Andalucía, por cierto y por lo que nos toca, deberíamos ya empezar a denominar como "vía española"), bajo el amparo, aquende el Ebro, de la consabida referencia a la "España Plural". El artilugio –justificado con las cursiladas habituales sobre 'transversalidades', 'diálogos y demás– que ya cuenta con el apoyo por adelantado de Maragall, ERC, los postmodernos de IC y los de IU, se concretaría en una relectura del Plan Ibarretxe mediante hibridación con el Plan López, que diera lugar a una Reforma estatutaria con alguna ampliación de competencias sin cuestionar la soberanía española (y el poder de Bruselas); dejándole a Euskadi sus privilegios fiscales y aún otorgándole alguna satisfacción nominal adicional. Esa sería, más o menos, la propuesta que superaría los 2/3 del Parlamento vasco que Zapatero ha dictado como listón mínimo para merecer su benevolencia, ciscandose de paso en la propia letra estatutaria.

Puestos a especular, puede que el paquete básico de este diseño –con el PNV, pero sin la izquierda abertzale– admitiera que esos diálogos se realizaran sea en sede parlamentaria, reabriendo comisiones o ponencias; sea en mesa ad hoc, para terminar siguiendo el curso institucional establecido según se pactara, tanto en Euskadi como en Madrid.

La autodeterminación, tras los consabidos tiras y aflojas, podría reconvertirse, tirando de semántica, en algo así como el derecho a decidir o algo por el estilo (o incluso podría llegarse a la autodeterminación a la americana, como sinónimo de gobierno por elecciones, aunque parece poco probable) colocándose en el preámbulo o en sitio similar, siempre y cuando no incluyera ni la posibilidad de secesión ni de autoorganización institucional ni de cuestionamiento o definición nacional del orden económico–social ni mecanismo efectivo de aplicación.

El paquete especial –con el PNV y también la izquierda abertzale– podría incluir además, previo acuerdo de disolución de ETA, primero el acercamiento de presos y luego su excarcelación paulatina o quizá más y aparte de lo dicho, puede que algún órgano de relación CAV–Navarra y puede también que un referéndum en Navarra sobre un nuevo proceso estatutario compartido con la CAV, con lo que el PSOE tendría expedito el camino hacia una mayoría triunfal en las próximas elecciones españolas y Zapatero asegurada su pagina en la historia como el Presidente español que terminó con ETA.

Sea como fuere, nada indica que el PSOE este dispuesto a regalar en ningún caso un reconocimiento real de la Soberanía Nacional vasca ni que estos preliminares impliquen que coloca todos los huevos en una única cesta. Al PSOE le interesa en todas las opciones posibles, ganar tiempo para esperar a ver, por ejemplo, si consigue o no en Galicia un Gobierno PSOE–BNG con el que reforzar su posición estatal y también darle mayor cobertura y justificación exterior a su administración del Tripartito catalán, en la perspectiva de conseguir asegurarse el papel de beneficiario principal tanto del éxito como del fracaso de estas formulas.

La vinculación de los procesos vasco y catalán puede incluso servir para el PSOE, de darse la coyuntura, como canal abierto de transferencia mutua de justificaciones: Cataluña sería para Euskadi ejemplo de realismo combinado con ventajas contantes y sonantes y de su lado, Euskadi –merced a la venta de la hipotética desaparición de ETA– justificante también del proceso español en Cataluña, ante las posibles reticencias de otras naciones del Estado.

Es lógico adelantar que el PP hará todo lo que este en su mano para dificultar este proyecto que de triunfar le condenaría a la oposición por largo trecho y que lo haga especialmente en su desarrollo en Euskadi, intentando que no prospere antes de llegar a Madrid. Tampoco hay que descartar provocaciones que aprovechen la que parece en los últimos tiempos notoria porosidad de ETA; reutilizada en ese caso del nivel operativo al plano político para hacer estallar cualquier proceso u otros múltiples imponderables.

Elecciones Parlamento Comunidad Autónoma del PAÍS VASCO

PARTIDOS

2005

VOTOS

%

2001

VOTOS

%

PNV/EA

PSOE

PP

Izq.Abertzale

EB–IU

Aralar

29

18

15

9

3

1

463.873

272.429

208.795

150.188

64.931

28.001

38,6%

22,6%

17,3%

12,5%

5,4%

2,3%

33

13

19

7

3

604.222

253.195

326.933

142.784

78.862

42,7%

17,9%

23,1%

10,1%

5,5%

Total Escaños: 75  – Participación: 69% en 2005 y 79% en 2001


1.– “Izquierda abertzale”: “Abertzale”, en vasco significa “patriota”. Este término originariamente englobaba a todos los nacionalistas, pero desde hace tiempo se hace una distinción entre “nacionalistas” (principalmente el PNV, Partido nacionalista Vasco) y la “izquierda abertzale”, que agrupa únicamente a los independentistas y dentro de ellos principalmente a sectores acusados de afinidad con ETA. (Nota de SoB)

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