Francia

 

Llamado anticolonialista

Refundar el antiracismo

Por Sadri Khiari (*)
Socialisme International, N° 12, primavera (boreal) de 2005, Paris
Traducido por Flor Beltrán para Socialismo o Barbarie

“La colonización es el padre vencido
y el yo humillado” (Jacques Berque)

Hace algo más de veintiún años, el 3 de diciembre de 1983, se realizó una gran manifestación de más de 100.000 personas. La Marcha por la Igualdad inauguraba un nuevo ciclo de luchas de la población originaria de los países colonizados por Francia, impulsando una dinámica marcada por primera vez por la participación de una gran franja de jóvenes de su “segunda generación".

Era un momento fundacional porque, además de sus exigencias particulares, este movimiento expresaba una gigantesca demanda de dignidad. Los hijos de los antiguos colonizados no marchaban para que se les concedieran algunos derechos. Querían más. Nuestros padres fueron vencidos y humillados. Les impusieron la vergüenza de ser ellos mismos. Les impusieron el silencio y la invisibilidad. Ser visibles, romper el silencio, borrar la vergüenza eran las verdaderas exigencias de los manifestantes por la igualdad.

Pero rápidamente el optimismo de la rebelión chocó con sus propias contradicciones. La súbita aparición de SOS-Racisme, organización impulsada por un sector del Partido Socialista, aumentó las confusiones y divisiones. El espacio de la rebelión fue ocupado por un antirracismo blandengue, consensual y moralista.

El movimiento entusiasta de "malandros" de los barrios pobres (banlieu) se convirtió en un movimiento cínico, que buscaba movilizar los jóvenes de origen inmigrante para servir a los intereses electorales del Partido Socialista. Aun suponiendo que fuera oportuno, la integración de la extrema izquierda a SOS-Racisme fue inútil para revertir la decadencia del antirracismo, el despedazamiento del movimiento de los jóvenes de los barrios, la atomización de las luchas, la parálisis de las mejores organizaciones barriales.

Las luchas autónomas (contra la doble pena, por la regularización de los sin papeles, contra las brutalidades de la policía...) se enfrentaron a la intransigencia de una estado que hacia de la lucha contra la inmigración una prioridad. Frente a la dramática situación que viven los habitantes de los barrios más pobres, la política de "seguridad" reemplazó a la demagogia social. Los jóvenes "venidos de" son presentados como el enemigo interior contra el que es urgente montar una nueva "unión nacional", aunque sea dejando de lado las luchas contra las políticas neoliberales.

Después de los atentados del 11 septiembre, la ofensiva aumentó. Unidos a los propagandistas de la Casa Blanca, los ideólogos tanto de derecha como de izquierda han propagado el tema de la “amenaza islamista”, identificando indecentemente a los jóvenes de los barrios y a toda persona de cultura musulmana con los integristas que querían importar a Francia la "guerra de civilizaciones".

El racismo antiárabe se convierte en islamofobia. La "cuestión del foulard" [1] y la campaña contra intelectuales como Tarik Ramadan radicalizan las posiciones. Una franja de la izquierda mete la pata, repitiendo los sospechosos temas de la “defensa de la República” y del “laicismo”, supuestamente amenazados por los jóvenes árabes "no civilizados" y las hordas bárbaras "antisemitas" del Islam.

Como toda crisis, puso al desnudo el centro del problema. Oponiendo una República mistificada, portadora de los Valores de lo Universal, al fantasmagórico "comunitarismo" de los musulmanes incompatible con la "civilización", la crisis reveló la verdad de esta República.

El racismo que padecen los inmigrantes y sus hijos no son la simple expresión del odio al "otro" que es diferente. El racismo tiene sus raíces profundas en la historia colonial de la República. Discriminaciones sociales y políticas, desigualdad ante la ley, ghetos para esa población, control de los barrios prolongan sin mitigarlo el famoso status del "indigena" que hacía de los pueblos colonizados ciudadanos de segunda, ciudadanos sin derechos. Es verdad que hoy los "indígenas" no son masacrados en masa como pasó durante la “gran” época colonial. Pero los lazos no se han roto entre esa historia y su actual relegación a los márgenes de la sociedad.

Entonces combatir el racismo es combatir todas esas herencias coloniales que continúan irrigando las instituciones y las practicas políticas y administrativas (y no sus "representaciones mentales").

La República en cuestión no es la de los manuales escolares sino la República realmente existente, tal como ella se ha constituido históricamente en los conflictos de clase pero estrechamente unida a la empresa colonial.

Esta noción de continuidad colonial es el eje del Llamado para el Encuentro (Assises) del Anticolonialismo Postcolonial. Ella no excluye los otros conflictos, pero expresa la particularidad de la opresión de los "postcolonizados". Al igual que la opresión de la mujer, atraviesa el conjunto de la sociedad y es una línea divisoria transversal en la lucha de clases. La opresión postcolonial no corresponde perfectamente a la oposición entre las clases, sino que la cruza y la aumenta a la vez. ¿Si no, cómo explicar la histeria republicana en el seno de la izquierda y del movimiento antirracista tradicional?

La especificidad de la opresión postcolonial impone una autonomía política ( y no "étnica") de la lucha anticolonial. Pero la relación estrecha entre ésta y las otras formas de explotación y opresión obliga igualmente la búsqueda de un "todos juntos" anticolonial verdadero ( y más extensamente antiimperalista), antiliberal, feminista y democrático.

Resolver esta ecuación no será fácil. Pero a través de la nueva reflexión sobre las relaciones entre República, colonialismo e inmigración. Impulsar esa dinámica es el objetivo del Encuentro.


(*) Miembro del comité de redacción de la revista Contre-temps y uno de los iniciadores del Llamado para el Encuentro (Assises) del Anticolonialismo Postcolonial.

Notas:

[1].- Se refiere a la campaña racista e islamofóbica impulsada por el gobierno de Chirac mediante la “ley contra el velo”. El “voile” (velo) o “foulard” es el pañuelo que usan las mujeres de cultura musulmana para cubrirse la cabeza. Ver en Socialismo o Barbarie N° 17/18, “La cuestión del ‘velo’ en Francia: La República imperialista contra los inmigrantes árabes y musulmanes”, por Isidoro Cruz Bernal, con la colaboración de Flor Beltrán, http://www.socialismo-o-barbarie.org/europa/041024_b_lacuestiondelfoulard.htm

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