Atentados en Londres

 

Violaciones a los Derechos Humanos en Inglaterra

En caso de duda, 5 tiros a la cabeza y chau

Por Emilio Marín
La Arena, 25/07/05

La cínica historia anglosajona presumió siempre de respeto por derechos y garantías de las personas, cuna del liberalismo económico y político. Sin embargo barrió bajo esa alfombra las tropelías contra su propia gente y en las colonias, como los argentinos comprobamos durante la guerra de Malvinas. Tras los atentados terroristas del 7 de julio, se acentuó la persecución y hasta el crimen por parte de Scotland Yard. Como George Bush, también Anthony Blair sacrifica los derechos humanos.

Tirar primero

La policía metropolitana, como el resto de la policía en el Reino Unido, nunca fue un dechado de virtudes. Los espías del MI5 y sus colegas del MI6, orientados hacia el extranjero, tampoco. Las fuerzas armadas, menos que menos, solamente si se toma en consideración su rol de invasor en el sur de Irak o antes en Irlanda del Norte, donde cometieron asesinatos de militantes del IRA (Ejército Republicano Irlandés).

La máxima de esos organismos fue tirar primero y preguntar después. Esta directiva ha sufrido cambios regresivos, que no se originaron el 7 de julio último, cuando en Londres estallaron bombas en tres líneas de subte y un colectivo matando a 56 personas. Venían de mucho antes, al compás del sesgo represivo que George Bush impuso en su país luego del 11 de septiembre de 2001 y exportó con fanatismo al resto del mundo. Su principal aliado, el premier británico, adoptó al toque la moda antiterrorista.

En el período anterior, los policías tenían autorización para disparar dos tiros al pecho de su blanco. Luego de los atentados en las Torres Gemelas, Scotland Yard adoptó otra: varios tiros a la cabeza. Su ex jefe, John Stevens, explicó lo que hizo en 2001: "mandé equipos a Israel y a otros países víctimas de atacantes suicidas, donde aprendimos una terrible verdad; hay una sola manera segura de parar a un suicida: destruir su cerebro instantáneamente, completamente. Lo que significa dispararle con poder devastante en la cabeza, matarlo inmediatamente".

Eso es lo que hicieron el viernes 22 los agentes de una rama especial de Scotland, SO19, que vestidos de civil y con armas en la mano persiguieron a una persona, que cayó al piso en la estación de subte Stockwell y fue rematado allí de cinco tiros a la cabeza. El muerto no estaba armado ni llevaba explosivos encima. No era paquistaní ni profesaba la religión islámica. Era un brasileño que residía legalmente en Londres desde hace años y trataba de hacer una diferencia económica para volver a sus pagos de Gonzaga, Minas Gerais, a comprarse un terreno y criar algunas aves.

Durante los primeros días, los jefes policiales mantuvieron la versión oficial y la coartada de sus agentes: el abatido estaba relacionado con los dos atentados en la capital. Recién en los diarios del domingo 24 se pudo leer que el peligroso terrorista era un inocente electricista brasileño.

Ninguna autocrítica

Los padres del muerto hicieron declaraciones contrarias a esa metodología de los efectivos británicos, pero no tuvieron eco de las autoridades. Hasta ayer el canciller brasileño Celso Amorim no había sido recibido por su colega Jack Straw sino por el vicecanciller, quien le expresó su pesar pero no le dio fecha de envío del ataúd ni sobre el pago de alguna indemnización a sus familiares.

Peor fue escuchar de labios de Straw, del ministro del Interior Charles Clarke y del jefe de Scotland Yard Ian Blair una reivindicación de la metodología antiterrorista (léase terrorista de Estado) empleada. Declararon que lamentaban el error puntual pero que disparar a la cabeza de los sospechosos es la mejor forma de salvar vidas inocentes. Que así proceden Israel y Sri Lanka con experiencia en conjurar atentados terroristas. Etc.

De esas afirmaciones surgió nítido que los agentes del S019 volverán a actuar igual tantas veces como les parezca necesario. "Ante la duda es preferible matar" dijo sir Blair, homónimo del primer ministro. Sin pestañear, agregó: "más personas pueden ser baleadas". Cabe aclarar que esa política de "gatillo fácil" está vigente no sólo en Londres sino en todo el Reino Unido.

El canciller Straw respaldó a la autoridad policíaca con el argumento de "asegurar que la policía pueda afrontar una matanza terrorista".

Esos laboristas presumieron de que los atentados del 7 de julio no cambiarían su enfoque político-social pero habían adoptado como propias todas las manías del neonazi George W. La mentira de que habían abatido a un terrorista y luego la justificación del crimen para preservar otras vidas, es un calco de la teoría del texano sobre los "daños colaterales". Cualquier similitud con que el fin justifica los medios no es mera coincidencia. Para colmo sus fines son tan malos como los medios.

La mayoría de los artículos publicados sobre este asesinato fueron adversos a los procedimientos del gobierno. Pero algunos medios han contrapuesto esa brutalidad con la aparente bondad de los "bobbies", policías de silbato y bastón. Todo aparato de seguridad como el que defiende a la Queen Isabel II y los restos de su viejo imperio suele tener su fachada amable. Pero detrás de esa máscara existe un mundo calcado de la CIA y el FBI estadounidenses, la Sureté gala, el Mossad y la policía secreta israelitas, etc.

Los cuadros policiales ingles son tan brutales e inescrupulosos como los mostró la historia de los "cuatro de Guilford y los siete de Maguire" llevada al cine por Jim Sheridan. En "En el nombre del padre" Daniel Day-Lewis personificó a Gerry Conlon, uno de los inocentes acusados de haber colocado bombas del IRA en 1974 y que pasó 15 años en prisión. Recién en febrero de 2005 a Gerry le pidieron perdón en una misiva; su padre Giuseppe no tuvo esa suerte pues murió en la cárcel en 1980. El brasileño Jean Charles de Menezes, asesinado en Stockwell el viernes, tampoco sabrá por qué le pegaron 5 tiros.

Menos derechos

La administración Blair no entiende razones. A contramano de lo que piensa la mayoría de los ciudadanos de Su Majestad, sostiene que su cuerpo especial de policía actuó bien y reitera que no existe ninguna relación entre el envío de 8.500 soldados a ocupar Irak y los estallidos de julio en Londres. Las encuestas de varios medios han arrojado otros resultados completamente diferentes.

Siguiendo su alienación sobre lo ocurrido cerca del Támesis y del Tigris y el Eufrates, el primer ministro ha dejado saber que profundizará esa política. No sólo los jefes de Scotland Yard dijeron que los suyos seguirán tirando a matar sino que Blair manifestó que dará más poderes a esa policía y los organismos de inteligencia. A similitud de Estados Unidos y su "Patriot Act", en el Reino Unido se aprobó en la vísperas de la Navidad pasada una "Ley de prevención del terrorismo".

Ahora se está trabajando a full para reforzar esa norma y "planean vigilar millones de llamadas telefónicas y correos electrónicos de los ciudadanos". Las compañías de telecomunicaciones y proveedoras de Internet, deberán conservar los datos por largo tiempo, como en Argentina había promovido el gobierno de Néstor Kirchner aunque la ola de protestas obligó a congelar la iniciativa.

En setiembre próximo la ley británica volverá a ser considerada en el Parlamento y se descuenta que será endurecida, con mayores penas contra delitos de preparación de actos terroristas, de incitación y formación a quienes vayan a cometerlos. En esto Londres va a la retranca de Washington pues la Cámara de Representantes dominada por los republicanos acaba de revalidar su "Patriot Act" en forma definitiva para el grueso de su articulado y por diez años en las dos secciones más neonazis.

El jefe de gobierno inglés rompió la promesa hecha tras ganar los comicios de mayo: "he escuchado y he aprendido". En los hechos no cambió nada y sus medidas son más de lo mismo. O peor, para mejor decir.

La derechización del partido laborista incluyó a su "ala progresista" encabezada por el alcalde londinense Ken Livingstone. Habitual crítico de Blair en asuntos de la guerra en Irak, "Ken el rojo" avaló el crimen del brasileño Menezes: "si uno tiene enfrente a alguien que podría detonar explosivos, es lógica una política de tirar a matar".

Si así piensan y actúan los socialdemócratas, la gente sencilla del Reino Unido debe poner las barbas en remojo. Y los inmigrantes, mucho más, sobre todo los de origen paquistaní y otros que pueden ser detenidos, torturados y aún asesinados por el delito de portación de rostro.

Detrás de las disposiciones policiales y gubernamentales, avanzan los grupos xenófobos, que al estilo israelí ya incendiaron la casa de los familiares de uno de los kamikazes. El National Front, neonazi, está agitando el espectro del "extranjero" asiático o árabe como fuente de todos los males, desde el desempleo hasta el terrorismo.

El 1,5 millón de paquistaníes que viven en Inglaterra ha sido demonizado no sólo por mentes poco cultivadas. Intelectuales fascistizantes como Oriana Fallaci han acusado al islam como la enemiga terrorista de Occidente. ¿Quién podía publicar su serie de cuatro notas racistas, la última el 20 de julio, sino La Nación, "tribuna de doctrina" del FBI?.

"Cacen al extranjero" es el lema que llegó hasta Buenos Aires pues siete ciudadanos de Qatar y dos de Egipto fueron detenidos en Laprida y Balcarce. No tenían nada que ver. La excusa por el "celo" policial es que velan por la seguridad de la Cumbre de las Américas de Mar del Plata. El mundo del revés: detienen a turistas y dan la bienvenida al mayor terrorista internacional con oficina en el Salón Oval.

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