Atentados en Londres

 

Sus cuerpos como armas

Socialist Worker, 06/08/05
Traducción de Pepe Paco Lope de Aguirre

Para desmentir que los hombres–bomba suicidas son simplemente individuos trastornados, se ignora el evidente trasfondo político, sostiene Kevin Ovenden.

La única explicación que permite Tony Blair para las atrocidades en Londres es una que sólo se la cree él. Los terroristas son simplemente el producto de una “ideología diabólica” que, de forma misteriosa, ha entrado bruscamente en un mundo “tranquilo”.

Esta ideología ha llegado gracias a los musulmanes, que sobre los que cae la responsabilidad de su erradicación. George Bush, hablando días antes del primer atentado de Londres, en un esfuerzo para contrarrestar el sentimiento antibélico en EEUU, se expresaba de idéntica forma.

Dijo, “Muchos terroristas que matan a hombres, mujeres y niños inocentes en las calles de Bagdad son seguidores de la misma ideología asesina que acabó con las vidas de nuestros ciudadanos en Nueva York, en Washington y en Pennsylvania.”

“Sólo hay una forma de actuar contra ellos –atacarlos en el extranjero antes de que ellos nos ataquen en casa.”

Pero un nuevo estudio realizado por un profesor de Chicago, cuyo equipo de investigadores es el único en el mundo que tiene meticulosamente documentado los casos de ataques suicidas, termina con el intento de utilizar las muertes en Londres para justificar la guerra contra el extranjero.

Robert Pape, autor de “Morir para ganar”, analizó 315 ataques suicidas terroristas entre 1980 y 2003.

Escribe, “Lo que casi todos los ataques terroristas suicidas tienen en común es un objetivo secular específico y estratégico: forzar a las democracias modernas a retirar sus efectivos militares de los territorios que los terroristas consideran que son sus hogares.”

“En raras ocasiones es la religión la causa originaria, aunque es frecuentemente usada como reclamo por las organizaciones terroristas en el reclutamiento.”

La preocupación de Pape no es acabar con el dominio de EEUU en Oriente Medio, sino cómo asegurarlo. Sin embargo, él escribe: “La supuesta conexión entre el terrorismo suicida y el fundamentalismo islámico es errónea. Los EEUU, fomentando éstas políticas internas y externas, probablemente empeora su situación y daña a muchos musulmanes innecesariamente.”

En el período que cubre su estudio, el mayor número de ataques suicidas, 76, era cometido por un grupo nacionalista y secular –los Tigres Tamiles de Sri Lanka.

Fundamentalismo

El igualmente secular Partido de los Trabajadores del Kurdistán, usó a terroristas suicidas 14 veces en Turquía. Pape atribuye a los grupos islamistas la mitad de los ataques desde 1980 hasta 2003. En una entrevista reciente, Pape explica:

“Si el fundamentalismo islámico fuera la principal causa, entonces deberíamos ver algunos de los países fundamentalistas más grandes, como Irán, con 70 millones de personas –tres veces la población de Irak y tres veces la población de Arabia Saudi– con algunos de los mayores grupos activistas de terroristas suicidas contra los EEUU.”

“Sin embargo, nunca ha habido un terrorista suicida de Al Quaeda de Irán, y no tenemos pruebas de que haya algún terrorista suicida desde Irak hasta Irán.”

“Sudan es un país de 21 millones de habitantes. Su gobierno es extremadamente fundamentalista islámico… Pero tampoco ha habido nunca ningún terrorista suicida de Sudán.”

“Tengo el primer informe completo de datos sobre todos los terroristas suicidas de Al Quaeda desde 1995 hasta el comienzo del año 2004, y los terroristas no son de los países fundamentalistas más grandes del mundo. Dos tercios de ellos son de países en donde los EEUU ha ubicado duras tropas de combate desde 1990.”

En cuanto al último país que tiene un gran número de tropas estadounidenses sobre su territorio, añade, “Antes de nuestra invasión, Irak nunca había tenido ataques suicidas en su historia. Nunca. Desde nuestra invasión, el terrorismo suicida ha estado escalando posiciones rápidamente con 20 ataques en el 2003, 48 en el 2004, y sobre 50 en sólo los primeros cinco meses de 2005.”

“El año que EEUU envió 150.000 soldados de combate en Irak, el terrorismo suicida dobló su número”.

Dos informes recientemente publicados describen la misma situación. Los servicios de inteligencia saudíes descubrieron que algunos de sus ciudadanos están yendo a combatir a Irak porque “la mayoría hicieron caso a las llamadas de clérigos y activistas para echar fuera de tierras árabes a los infieles.”

Un reportaje israelí descubrió que “la gran mayoría de los árabes no iraquíes muertos en Irak nunca habían tomado parte en alguna actividad terrorista antes de su llegada a Irak.”

El ataque de Londres del 7 de julio fue el trabajo de personas educadas en Gran Bretaña.

Odio

Blair quiere asociarles con terrorismo extranjero y, al mismo tiempo, desechar las explicaciones racionales que Pape y otros dan para ese tipo de terrorismo.

Por eso, comentaristas pro–bélicos se han volcado en la vida de los hombres–bomba de Londres, en un esfuerzo para encontrar algún supuesto rasgo de carácter psicótico o, en el caso de los periódicos de derecha, para promover e incitar el odio contra los solicitantes de asilo.

Pero por su educación y posición en la sociedad, los rasgos más obvios de los hombres–bomba de Londres son los mismos que comparten con aquellos que han cometido ataques similares en el extranjero.

La derecha neo–conservadora en los EEUU les gusta retratar a los terroristas suicidas como inadaptados sin educación que se encaminan contra “nuestros” valores modernos y anhelan un orden feudal y oscurantista.

Otras explicaciones falsas se han centrado en un supuesto deseo frustrado de recompensa sexual, por el cual se entraría en el paraíso aparentemente soñado tras cometer el atentado.

El periodista Christoph Reuter, autor de una historia de terroristas suicidas, desmontó el intento del programa “60 Minutos” de la cadena CBS de afirmar que tal argumento era la motivación central para el líder de los secuestradores del 11–S.

Suele ser más normal que los terroristas suicidas, en general, tengan más estudios que la simple educación primaria para ser parte del mundo moderno, aunque estén amargamente alejados de él.

Algunos han experimentado directamente la injusticia que alimenta el pantano de rencor del que emerge el terrorismo.

Eyad El–Sarraj, el fundador y director del Programa de Salud Mental de la Comunidad de Gaza, contó a Reuter que los atacantes suicidas palestinos fueron, en la mayor parte, niños en la época de la primera intifada de los últimos años ochenta.

Al mismo tiempo, el 55% de los niños vieron a sus padres ser humillados o golpeados por soldados israelíes.

La mayoría de los medios de comunicación británicos quedaron perplejos al saber que algunos de los sospechosos del atentado de Londres llegó aquí como refugiados desde un rincón de África, una de las partes del mundo más brutalizadas que la mayoría como consecuencia de décadas de intervención imperialista.

Otros, normalmente con origen en la clase media, aunque no sufriendo directamente las intervenciones de los ejércitos extranjeros, sienten que podrían ser líderes de su pueblo, que ellos podían combatir contra la injusticia, no con luchas de masas, sino con métodos terroristas.

Es una estrategia trágica acabar matando a personas inocentes, pero podrán seguir reclutando si siguen sin resolución las auténticas quejas de millones de personas de todo el mundo.

El alcalde interino de Khan Yunis en Gaza, Kamal Aqeel, contó a Reuter: “En 1996, prácticamente todos nosotros estuvimos contra las estrategias mártires. Ya no hay más… Todos nosotros sentimos que no podíamos dar la vuelta durante mucho tiempo a la situación. Sentimos que, simplemente, explotaríamos bajo esta presión de humillación.”

Y sólo disminuyendo este sentido de rabia y desesperación es posible comenzar a acabar con el terrorismo. Eso requiere, como primer paso, un giro total de las políticas que más directamente alimentan el rencor.

El primer ataque terrorista suicida fue en Líbano a comienzos de 1980. Pape contó a su entrevistador, “Hubieron 41 ataques terroristas suicidas entre 1982 y 1986, y después de que los EEUU retirasen sus tropas, Francia retirase sus tropas, y luego Israel las retirase a sólo seis millas de la zona de separación del Líbano, virtualmente cesaron.”

“Ellos no pararon completamente, pero no hubo más campaña de terrorismo suicida. Esto es sólo una evidencia más de que retirar las fuerzas militares realmente hace disminuir la habilidad de los líderes terroristas de reclutar más terroristas suicidas.”

“Esto no significa que los actuales terroristas suicidas no querrán impedirlo. No estoy diciendo que Osama bin Laden vaya a pasar página y de repente vote a George Bush.”

“Habrá un pequeño número de personas quienes estarán todavía comprometidos con la causa, pero el problema real no es el que Osama bin Laden exista. Es si alguien está dispuesto a escucharle.”

Parte de este argumento se funda en rechazar por injusta la grotesca hipocresía de afirmar que volar a personas inocentes en un tren subterráneo está mal, pero que volar a otros con la tecnología más destructiva que el mundo ha conocido está justificado.

Bombas racimo

La académica y escritora Jacqueline Rose escribió el pasado noviembre, “Los terroristas suicidas matan a menos personas que la guerra convencional; las reacciones que provocan deben, por tanto, residir en otro argumento que no es el número de muertos.”

“Da, es cierto, miedo un arma contra la que no parece haber protección ni respuesta viable: asesinados los objetivos, simplemente provoca más represalias (y el muro de seguridad de Israel ya se está demostrando incapaz de detener los ataques.”

“El horror que inspira, sin embargo, no puede ser explicado en términos de tener deliberadamente como objetivos a civiles… 100.000 personas fueron quemados hasta morir al final de la guerra mundial en el ataque aliado sobre Tokio.”

“El horror podría ser asociado al hecho de que los atacantes también mueren. Tirar bombas racimo desde el aire no sólo es menos repugnante: de alguna manera se estima como moralmente superior, al menos así lo estiman los líderes de Occidente. Es confuso el hecho de que morir con tu víctima sea visto como un mayor pecado que salvarse uno mismo.”

No se puede pretender que una masa encolerizada considere moralmente más repugnante a los hombres que lanzaron la bomba sobre Hiroshima hace 60 años que al piloto kamikaze que lanzó su bomba sobre EEUU cegado por el fanatismo.

Si hay una responsabilidad para los activistas musulmanes y para otros en Gran Bretaña que se opusieron a la guerra, esa es no caer detrás de la renombrada “guerra contra el terror” y un asalto a las libertades civiles.

La esperanza para combatir el ciclo de guerra y desesperanza es a través de una lucha militante y colectiva contra un gobierno cuyas políticas sólo profundizarán en la guerra.

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