Europa

 

España

Las poblaciones africanas que huyen de sus países tienen una base principal: no quieren morirse de hambre

Efecto huída, efecto imparable

Por Txema Alegre
La Vanguardia, 29/09/05

La crisis de la valla que separa Ceuta y Melilla de Marruecos no es consecuencia de una buena, mala o regular política migratoria, ni tan sólo una cuestión de orden público o de legalidad vigente en materia de entrada a la Unión Europea por la puerta del Sur. No hay un efecto llamada porque España acoja a la inmigración subsahariana, sino un efecto huída que ya resulta imparable, una verdadera invasión, algo más que una avalancha humana.

Es un problema que incumbe directamente a España y a Marruecos, pero que supera sus capacidades y afecta de lleno a toda la Unión Europea y el modelo de economía del bienestar que le ha dado paz y prosperidad desde la segunda guerra mundial. Un reclamo.

Primero fueron las pateras, pero la presión marroquí logró un descenso de este sistema para saltar de África a Europa. Ahora los emigrantes se han organizado y asaltan las vallas. Pero doblando su altura, el Gobierno español no parece distinguirse por estar a la altura del problema.

Los emigrantes viven una situación de extrema desesperación: ven cómo crecen las vallas, son hostigados por Marruecos y repelidos por España -cuando puede- justo con la llegada del mal tiempo. No les queda margen de retorno porque la "llamada europea" que reciben las poblaciones africanas que huyen de sus paises tiene una base principal: no quieren morirse de hambre.

Ni las políticas migratorias aciertan con eficacia ante la realidad migratoria, ni las vallas podrán frenar ese chorro humano. La inmigración es ya imparable.

Es probable que si para redistribuir la riqueza se ha tenido hasta ahora presente a las personas de un territorio, deba ahora pensarse más en la necesidad de abordar la redistribución de riqueza entre territorios y que la Unión Europea y los paises occidentales alimenten (inviertan) en las áreas deprimidas para resolver de base y raíz, en el lugar de origen, el motor de la emigración: la pobreza.

Esas huídas resultan imparables, te desbordan. Así cayó primero el Muro de Berlín y luego, por descompuesto, todo el régimen soviético. Es el signo de la historia caminar hacia adelante, siempre paso a paso, pero en ocasiones lo hace a saltos agigantados.

Zapatero tiene ante sí una prueba del nueve para hacer política en mayúsculas y compaginar la teórica de su propuesta Alianza de las Civilizaciones con la praxis de cómo soportar el chorro de subsaharianos, o de europeos del Este, sin recurrir a la manida fórmula de cuadruplicar la altura de las vallas o alinear regimientos de infantería para frenar y escupir personas, y evitar el problema. Ni la Unión Europea puede encogerse de hombros, o mirar hacia otro lado, para soslayar la crisis y reducir el tema a la "puerta del Estrecho". Deben afrontarlo para intentar resolverlo.


Una travesía desesperada

Los inmigrantes necesitan meses de duras marchas para acercarse a Ceuta y Melilla

Los tramos más complicados del recorrido por tierra se concentran en Argelia y Marruecos

Por Carla Fibla
Rabat, Servicio especial
La Vanguardia, 30/09/05

Cuando los inmigrantes subsaharianos, como los llegados a Ceuta y Melilla, pisan territorio español expresan su satisfacción por estar en Europa, en algunos casos después de años de dura travesía. Pero evitan pronunciar una palabra. La mayoría puede comunicarse de forma f luida en inglés o francés, pero el miedo a delatar con el acento su procedencia les hace ser cautos.

En los últimos dos años, el régimen marroquí ha asumido que existe un grave problema de inmigración clandestina. Las autoridades explican que además de ser un país de emigración, Marruecos se ha convertido en un paso de un importante flujo de inmigrantes, pese a que las características del territorio deberían hacerlo impermeable a las mafias de seres humanos.

Pero la mayoría de esas redes operan desde las principales ciudades del reino marroquí, como Casablanca, Rabat o Tánger, donde subsaharianos con los papeles en regla organizan los traslados a España. Dependiendo de la colaboración hispano-marroquí - que este verano se ha demostrado f luida logrando una importante reducción de las pateras- y del operativo marroquí contra la inmigración clandestina - ahora, 7.000 agentes, según el Ministerio de Interior-, las mafias varían sus recorridos u obligan a los inmigrantes a esperar durante semanas para viajar.

Fuentes europeas estiman que los subsaharianos llegan a España a través de varias rutas: una desde Senegal y Mauritania; tres recorridos desde Mali - de donde junto a Camerún proceden la mayoría de los inmigrantes que intentan acceder a Melilla y Ceuta- y cruzan Mauritania, Argelia y Marruecos; tres desde Nigeria vía Mali, Níger y Argelia; y otros ya llegan a Marruecos por la ciudad de Uxda, en la frontera con Argelia, o el aeropuerto de Casablanca con visado de estudiante o turista.

Los tramos más complicados del recorrido por tierra se concentran en Argelia y Marruecos. Las mafias introducen a los inmigrantes por el sur de Argelia hasta Tamanraset, desde donde, con vehículos de los traficantes, les llevan a la capital. Allí son escondidos en condiciones infrahumanas, hasta que se decide la salida hacia Orán. Pese a que las autoridades argelinas expulsan sólo de forma esporádica a los inmigrantes clandestinos, éstos deben esconderse durante todo el trayecto.

En Orán, se las ingenian para que el conductor de un taxi colectivo o de un autobús de línea les permita ocupar un asiento a la ciudad fronteriza de Maghnia, a apenas 100 kilómetros pero en los que hay una docena de controles. Muchos subsaharianos relatan con angustia este trayecto.

En Maghnia, en campamentos en un antiguo río seco, reponen fuerzas, hacen pequeños trabajos de mecánico o agrícolas, e incluso van a la ciudad para comprar comida, retirar el dinero que les mandan sus familiares o ir a la mezquita.

La frontera entre Marruecos y Argelia está cerrada desde 1994, pero el contrabando de mercancías y de seres humanos es f luido. Cuando todo está preparado para dar el último salto hacia Europa, un guía conduce a los inmigrantes a Uxda a cambio de una tarifa que suele rondar los 100 euros y, como en Marruecos son detenidos en cuanto les detectan, emprenden cuanto antes viaje a Nador, Rabat, Casablanca o Tánger para ponerse en contacto con las mafias locales. La espera en los bosques de Benyunes (lindante con Ceuta) o de Marihuari (junto a Melilla) suele prolongarse meses, incluso años, aunque las recientes entradas masivas significan un cambio de estrategia que responde a la desesperación.

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