Europa

 

Francia

La humillación cotidiana

Por Alain Badiou (*)
Le Monde, París, 15/11/05
Traducción de Flor Beltrán, corresponsal en Francia de Socialismo o Barbarie

"Constantemente controlados por la policía." Esta es la denuncia más repetida y compartida de los jóvenes rebeldes del pueblo de este país. Es el control y detención policial en la vida diaria, un acoso sin tregua. ¿Se dan realmente cuenta de lo que significa esta denuncia? ¿De la humillación y violencia que representa?

Tengo un hijo adoptivo de 16 años que es negro. Llamémoslo “Gérard”. Él no esta entre los grupos sociales de excluidos. Su historia ocurre en París, simplemente.

Entre el 31 de marzo de 2004 (Gérard no tenía aun 15 años) y hoy, ya he perdido la cuenta de cuantas veces ha sido controlado en la calle por la policía. Innumerables, no hay otra palabra. Y las detenciones. ¡Seis! En dieciocho meses...

Llamo "detención" cuando lo llevan esposado a la comisaría, lo insultan, lo amarran a una silla, permanece allí horas, a veces una o dos días detenido. Por nada.

Lo peor de estas persecuciones son los detalles. Describo, un poco minuciosamente, la última detención:

Gérard esta delante de un colegio privado (frecuentado por chicas), acompañado de su amigo Kemal (nacido en Francia, francés, de familia turca). Son las 16 y 30 horas.

Mientras que Gérard trata de ser galante, Kemal negocia con un alumno de otro colegio vecino la compra de una bicicleta. ¡Veinte euros, la bicicleta, barata! Sospechoso, es cierto. Tengamos en cuenta que Kemal tiene algunos euros, no muchos, porque trabaja: es ayudante de cocina en un restaurante.

Tres " chicos" vienen a su encuentro. Uno de ellos muy inquieto le dice:"Esta bicicleta es mía, un chico grande me la pidió prestada, hace una media hora y no volvió”.¡Ay! El vendedor no era el dueño. Discuten. Gérard sólo ve una solución: devolver la bicicleta. Bien mal adquirido no aprovecha. Kemal se resigna. Los "chicos" se van con la bicicleta.

Entonces se estaciona, chirriando los frenos, un coche de policía. Dos de ellos saltan sobre Gérard y Kemal, los tiran al suelo, los esposan con las manos en la espalda, luego los alinean contra la pared. Insultos y amenazas: “¡Hijos de puta!”

Nuestros dos héroes preguntan qué hicieron. "¡Lo saben muy bien! ¡Voltéense!” (Los ponen esposados frente a la gente que pasa por la calle.) “¡Todo el mundo vio bien quienes son y lo que hicieron!"

Reinvención de la picota medieval (una media hora de exposición). Pero la novedad, es que ahora se hace antes del juicio e incluso antes de ser acusados. En el carro jaula les dicen: "Van a ver con lo que los vamos a agarrar del pescuezo, cuando estén solos. ¿Les gustan los perros? En la comisaría no tendrán nadie que los ayude.”

Los jóvenes les dicen: "No hemos hecho nada, devolvimos la bicicleta". Poco importa, embarcan todo el mundo, Gérard, Kemal, los tres otros chicos... y la bicicleta. ¿Sería la maldita bicicleta, la culpable? Seguro que no .

En la comisaría, separan a Gérard y Kemal de los tres otros chicos y de la bicicleta. Los tres chicos "blancos" saldrán libres rápidamente. Pero el Negro y el Turco... ése es otro problema...

Ahora viene los momentos más malos. Son esposados a la silla, golpes en las tibias cada vez que un policía pasa ante ellos, vuelan los insultos, especialmente para Gérard: "gran cerdo ","roñoso”... Se los sube y se los baja...

Eso dura una hora. Sin que sepan de qué se les acusa, son tratados como presas de caza. Por último, se les comunica que están arrestados por una agresión en grupo... ¡realizada hace quince días!

Están aturdidos, no saben a quien llamar. Son las 22. En la casa, espero mi hijo. El teléfono suena dos horas y media más tarde: "Su hijo están en detención preventiva por probable violencia en grupo.” Un policía más conciente dijo a Gérard: "tu, me parece que no eres culpable de nada, ¿que haces aquí?"

Misterio, en efecto

Tratándose del Negro, mi hijo, dicen que no ha sido reconocido ni acusado por nadie. “Esto ha terminado para él”, nos dice una mujer policía, un poco contrariada. Nos piden excusas.

¿Por qué toda esta historia? Por una denuncia parece... Un supervisor del colegio de señoritas lo habría reconocido como participante en los famosos incendios. ¿Por qué si no era él? Porque, usted sabe, un Negro y otro Negro son lo mismo... usted sabe...

Con respecto a los colegios, a los supervisores y las delaciones: les informo de paso que en la tercera de las detenciones de Gérard, injusta y brutal como las otras cinco, se pidió a su colegio la fotografía y el expediente escolar de todos los alumnos negros. Leyeron bien: de los alumnos negros. Y como el expediente en cuestión estaba sobre la oficina del inspector, debo pensar que el colegio, que se ha convertido en sucursal de la policía, ya había hecho esta "selección" interesante.

Se nos llama por teléfono después de las 22 horas para venir a recuperar nuestros hijos, que no son sospechosos de nada, y se disculpan. ¿Excusas? ¿Quién puede contentarse con eso? Y me imagino que los de los "suburbios" no tienen derecho a excusas.

La huella de la infamia que se quiere así dejar en la vida diaria de estos niños, tienen consecuencias, efectos devastadores. Y si se proponen demostrar que después de todo, puesto que se los reprime por nada, ahora se los reprimirá por algo que han hecho "en reunión”, ¿quién puede criticarlos?

Tenemos los desordenes que merecemos. Un estado para el que proteger el orden público es solamente la protección de la riqueza privada y de los sabuesos lanzados sobre los niños trabajadoras o de procedencia extranjera es pura y simplemente despreciable.


(*) Alain Badiou, filósofo, profesor emérito de la Ecole normale supérieure, dramaturgo y novelista.

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