Gran Bretaña

 

La política del miedo

Por Txente Rekondo (*)
Rebelión, 18/08/06

Las detenciones de hace unos días en Londres, el caos aéreo provocado posteriormente y la enorme sensación de miedo y desconfianza componen la lectura del “día después” de los acontecimientos. Las diferentes hipótesis y algunos intereses no declarados también han podido contribuir a enmarañar todavía más el escenario internacional y la campaña “contra el terror” de Washington y Londres.

Y sin caer en lecturas conspirativas, lo cierto es que tras el telón informativo se han podido entrever algunos movimientos muy preocupantes, y que podrían guardar relación con la utilización política de este tipo de amenazas, algo que en el pasado se ha repetido en diferentes países.

La mayoría de los discursos que han venido pronunciando Bush, Blair y alguno de sus aliados en torno a la llamada “guerra contra el terror” han caído en tópicos y en ocasiones se ha demostrado que estaban repletos de mentiras intencionadas, de ahí que las afirmaciones de estos días en torno al supuesto complot para derribar varios aviones en vuelo, pueda enmarcarse en experiencias anteriores.

Además, cuando esos dirigentes mencionan que al hilo de su política de agresión por todo el mundo, éste “se ha convertido en un sitio más seguro”, la mayoría de la opinión pública reacciona con estupor. Los datos son más que elocuentes y muestran hasta qué punto esa política es errónea. Desde que se puso en marcha la campaña “contra el terror”, el número de ataques catalogados como “terroristas” ha aumentado, los intentos para acabar con los dirigentes de al Qaeda, a quien no dudan en señalar coyunturalmente como la fuente de todos los males, siguen en libertad, y el sentimiento de ser víctima de un atentado indiscriminado ha aumentado en muchas partes del mundo, sobre todo en los países cuyos dirigentes siguen el guión neoconservador de Washington.

Londonistán

La situación de la comunidad musulmana en Gran Bretaña lleva varios años sometida a una importante presión tanto mediática como policial. Fruto de esta situación buena parte de la misma se muestra cada vez más alejada de las políticas del gobierno británico. No obstante sería un error englobar a la mayoría de la misma en las corrientes ideológicas más radicales del islamismo político.

Para comprender mejor la radicalización de las nuevas generaciones de musulmanes en Londres y otras ciudades, es necesario prestar atención a una serie de factores que interrelacionados entre sí pueden explicar mejor “esa rabia y frustración” que manifiesta en ocasiones parte de esa comunidad. En primer lugar es evidente que la política de Blair de apoyo a los planes de Bush en Palestina, Iraq o Líbano ha creado un importante rechazo entre los jóvenes musulmanes británicos. Por otro lado, la marginación económica y política ha consolidado la percepción de esos mismos protagonistas que no se ven “integrados en la sociedad británica”. Si a todo ello le añadimos los ataques contra el Islam desde algunos políticos occidentales y el papel de determinados clérigos que promueven unas lecturas reaccionarias y conservadoras del Islam, obtendremos el cóctel necesario para entender mejor la situación.

Desde algunos sectores se ha venido utilizando el término “Londonistán” para intentar presentar la comunidad musulmana como la raíz de un movimiento internacional ligado a al Qaeda, una especie de cantera de candidatos a cometer atentados por todo el mundo bajo la bandera de la citada organización. Sin embargo, la mayoría de grupos y organizaciones islamistas que operan en Londres y que tienen un marcado carácter radical, no representan más que una minoría del conjunto de musulmanes de la ciudad.

Ello no es óbice para remarcar aspectos preocupantes en la coyuntura actual. El fracaso de las políticas gubernamentales han radicalizado a buena parte de esa comunidad, un ejemplo es la transformación de buena parte de la juventud de la comunidad de Bangladesh, que de militar en organizaciones de izquierda han pasado en buena medida a participar en otras de claro carácter islamista.

Pakistán

La conexión pakistaní es otro de los ejes de la reciente operación policial. Y como ocurre con los anteriores protagonistas, a la hora de analizar la participación de Islamabad no debemos perder de vista una lectura en clave interna. Los intereses del general Musharraf han influido a la hora de materializarse esta operación.

La compleja situación de Pakistán, con enfrentamientos en Waziristan entre las tropas gubernamentales y las tribus locales, la rebelión separatista en Baluchistán, el acoso político de toda la oposición contra el presidente, la radicalización islamista, hacen que política y socialmente, el país penda de un hilo.

Por su parte, Musharraf es consciente que sus únicos apoyos están en el ejército, de momento, en Washington y en los oportunistas que se arriman al poder. Y sabe también que estos apoyos suelen durar mientras se conserve el poder. El gobiernio pakistaní sabe que debe mimar estos apoyos y de ahí que en diferentes ocasiones, cuando ha visto peligrar su futuro, se hayan producido movimientos propagandísticos en la línea “de colaborar en la guerra contra el terror”.

Cuando se cita la importancia de las detenciones en Pakistán para desmonta esa supuesta trama se olvida mencionar esos intereses de Musharraf, que pueden desmontar en ocasiones la mayor parte de los que se ha venido afirmando.

El terremoto que asoló la Cachemira ocupada por Pakistán el año pasado es una de las claves de este asunto. La incapacidad del gobierno y la comunidad internacional para responder ante esa catástrofe, fue aprovechada por diferentes organizaciones islamistas que llenaron el vacío de esos otros actores y supieron dotar de ayuda y asistencia a buena parte de los afectados. Paralelamente, algunos de los voluntarios procedían del Reino Unido y militaban en grupos como Hizb ut-Tahrir o al-Muhajiroun, y no han desaprovechado la oportunidad para desarrollar su proselitismo político en la zona.

Estos movimientos habrían maniobrado para articular una respuesta conjunta contra el general Musharraf, y algunos analistas locales señalan que podrían haber contactado con algunos elementos del propio ejército pakistaní. Los poderosos servicios secretos del país no habrían tardado mucho en localizar y controlar esos movimientos, y han esperado el momento oportuno, en parte en línea con la coyuntura internacional, para poner en marcha su maquinaria.

Las mentiras y manipulaciones del gobierno de Blair en ocasiones anteriores (el supuesto ataque con veneno, la redada de Forest Gate o la muerte del joven brasileño de Menezes), el ocultamiento de información en muchos de esos casos y el seguidismo ciego de la política de Washington son factores que, según la opinión pública, juegan contra las versiones gubernamentales. Las amenazas siguen existiendo, `pero la política que han abanderado hasta la fecha Londres y Washington no han acabado con ellas, al contrario, han aumentado.

La solución a esta situación debería pasar por un cambio profundo en las relaciones internacionales y en la transformación de las situaciones que han permitido las desigualdades que fomentan reacciones violentas por todo el mundo.


(*) Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)


Terrorismo y la manipulación del miedo

La otra arma de EE.UU. y sus aliados

Por Juan C. Alfaro
APM, 15/08/06

La nueva amenaza de un “atentado terrorista” atemoriza al mundo. Pero: ¿A quiénes realmente les es útil el “terrorismo internacional?

Mientras el mundo comenzaba, paulatinamente, a cuestionar la ofensiva israelí en el Líbano, ante tanta destrucción y muerte de civiles, ocurrió algo que ya sobrepasa la casualidad y llega en momentos precisos, para justificar la llamada “guerra contra el terrorismo” implementada por Estados Unidos y sus aliados.

El 10 de agosto, fuerzas de seguridad del gobierno británico anunciaron haber frustrado los planes de una banda que quería hacer explotar varios aviones de pasajeros en su ruta desde Gran Bretaña a Estados Unidos.

En primera instancia, la policía británica detuvo a 24 sospechosos que provienen, según dijeron, de “círculos islámicos radicalizados”.

En ese sentido el “terrorismo internacional” puso en alerta máxima a todo el mundo “occidental y civilizado”, trayendo consigo el miedo en todos sus gobiernos y habitantes.

En el Reino Unido el nivel de alerta tenía una situación “crítica”. Sobre el nivel de alerta, el servicio secreto MI5 había informado en su página de Internet sobre el mantenimiento del punto máximo en la escala. Ese organismo pidió a la población "estar muy vigilante" ante eventuales hechos sospechosos, y reportar de inmediato cualquier anomalía a la Policía.

Como un virus que se expande rápidamente, emergió una paranoia en el mundo occidental aumentando los niveles de seguridad a su máxima expresión. Según los medios informativos mundiales, en varios aeropuertos internacionales optaron por cancelar viajes, realizar revisiones exhaustivas por “temores de que algunos de los terroristas involucrados aún anden sueltos”.

Hasta el momento las 24 personas detenidas serían musulmanes de nacionalidad británica. Según la inteligencia estadounidense, al menos 50 personas estaban involucradas. Al contrario de los ataques del 7 julio de 2005 (7J) en Londres, fuentes de inteligencia aseguran que existe un vínculo directo entre los detenidos y altos miembros de la red Al Qaeda de Osama Bin Laden.

Bajo este marco, a lo ancho del orbe, se registraron varias escenas de psicosis que obligó a muchas naciones del mundo a elevar sus niveles de alerta. Se informaron de aterrizajes de emergencia por platos y bandejas, o mensajes escritos. Todo está bajo sospecha.

Como es algo habitual y servicial a su estrategia, minutos después de que se diera a conocer el “frustrado plan terrorista”, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, aseguró que su país está “en guerra con fascistas islamistas”.

Bush además aprovechó para anunciar que la colaboración entre Washington y Londres ha sido “excelente” y que Estados Unidos “no está aún completamente seguro”.

“Es un error creer que no existe una amenaza para Estados Unidos”, declaró el mandatario, “este país es más seguro que antes del 11 de septiembre, pero no estamos completamente seguros”.

De ese modo, emergió un nuevo capitulo en esta trágica novela escrita por Bush y sus halcones, la cual comenzó un 11 de septiembre de 2001.

Es preciso no pecar de ingenuos y saber que resulta muy necesario profundizar esta cuestión, para dilucidar a quienes realmente les conviene esta situación.

Desde el 11S, la política exterior de Estados Unidos generó una serie de cambios y llevó a implantar de manera unilateral su “guerra contra el terrorismo”. Después del atentado del 11 de marzo de 2005 (11M) en España y del 7J en Inglaterra, Europa y gran parte del mundo occidental se sumergieron en esta senda hasta llegar a lo sucedido de esta semana.

Pero lo que gran parte de la comunidad mundial no se detiene a meditar, es cuáles son los resultados y los hechos que condicen este escenario.

Son cinco años que el mundo observa y escucha sobre "complots", "planes terroristas" y “amenazas”. En momentos en que la vista mundial se orienta hacia otros temas importantes, Bin Laden y Al Qaeda hacen su aparición mediante videos de dudosa procedencia.

La situación es por demás propicia para Bush. Tras imponer la "guerra contraterrorista global" que alberga a todas las naciones del planeta, Washington reafirma su propia doctrina de "seguridad nacional", agenda "guerras preventivas" y pretende mostrarse como el paladín del siglo XXI, necesario para terminar con esta amenaza.

Y no sólo a nivel planetario, sino también a nivel interno. Recordemos que en noviembre próximo, en el país norteamericano se realizaran elecciones parlamentarias. Según las encuestas, los republicanos pueden perder la mayoría en ambas cámaras del Congreso.

Esto derivaría en un gran golpe a la alicaída administración Bush, que podría derivar en un nuevo Watergate.

Entonces, al igual que en las elecciones presidenciales de 2004, una nueva pequeña ayuda de Al Qaeda serviría de herramienta para revertir ese panorama.

Recordemos que en ese entonces, un video de Bin Laden amenazando con "ataque terrorista a Nuevo York", permitió que Bush logrará su segundo mandato, ante una campaña electoral bastante reñida.

Una receta tan propia del estadounidense, en el caso de su aliado español José María Aznar, produjo que su rival José Luis Rodríguez Zapatero -luego de 11M, llegara a la presidencia, ante sondeos previos que daban como ganador a Aznar.

En Italia, con Silvio Berlusconi (otro aliado de Bush), se intentó la misma estrategia, con magros resultados. En marzo pasado, el entonces ministro de Defensa, Antonio Martino, señaló que "no se puede excluir" la posibilidad de que se produzca un atentado terrorista en vísperas de los comicios del 9 y 10 de abril para influir en los resultados. Tal atentado nunca existió y el partido de Berlusconi resulto gran perdedor de los comicios.

Quedó demostrado entonces, que sólo los estadounidenses fueron siempre los más beneficiados por el “síndrome del terror”y así cumplir sus cometidos.

Un estudio realizado por IAR-Noticias refleja esta situación: El 11S, el 11M, y el 7J, tuvieron como principal beneficiario político a Bush y a su administración.

El estudio hace notar que con el 11S Washington consiguió el consenso para invadir Iraq y Afganistán. Con el 11M y su impacto recreado en Estados Unidos, Bush ganó la reelección presidencial en el 2004. Y con el 7J consiguieron renovar y ampliar la ley Patriot, instrumento esencial de la "guerra contraterrorista".

Además, cabe destacar que en cada una de las invasiones militares de Washington para "terminar con el terrorismo" las corporaciones armamentistas, petroleras, tecnológicas y de servicios del Complejo Militar Industrial estadounidense obtuvieron inmensas sumas de dinero en ganancias.

En ese aspecto, Bin Laden y Al Qaeda, no son más que herramientas funcionales a las necesidades de Washington que busca de un nuevo gran enemigo que sustituya a la extinguida Unión Soviética y la amenaza del comunismo.

Y los resultados saltan a la vista. La potencia del norte esta logrando un consenso local e internacional para que avalen y justifiquen sus políticas de invasión militar en base a los diseños de su Imperio.

El “terrorismo internacional” entonces justifica la nueva "doctrina de seguridad nacional" de Estados Unidos, las “guerras preventivas”, el espionaje interno y externo y además, elaboró una nueva "hipótesis de conflicto militar".

En un escenario internacional, donde las guerras militares convencionales entre Estados no son frecuentes, el fantasma de Bin Laden sirve de pretexto para la expansión militar estadounidense y la de sus aliados.

¿Somos pocos los que nos damos cuenta de esa situación? No, para gracia de la humanidad en distintos sectores del globo las voces develadoras resuenan cada vez más.

En Estados Unidos, según un sondeo realizado en mayo pasado por el prestigioso instituto Zogby Internacional, sostiene que el 42 por ciento de los estadounidenses duda de la versión oficial sobre el 11S. Además, estiman que la comisión investigadora realizó una operación de encubrimiento. Pero también hay un 44 por ciento que piensa que Bush utilizó los atentados para desencadenar la guerra contra Iraq.

Desde otro punto, el general ruso Leonid Ivashov, quien era el jefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas rusas en el momento de los atentados del 11S, en una nota publicada por Red Voltaire sostiene que el terrorismo internacional “no existe” y que los atentados del 11 de septiembre “fueron un montaje”.

“Lo que estamos viendo no es más que un terrorismo manipulado por las grandes potencias y no existiría sin ellas”, escribió Ivashov.

Más allá de las teorías de “complot” o de “atentado real” en torno al 11S, lo cierto es que presuntamente Al Qaeda encarna una lucha islámica contra occidente. Esta apreciación es por demás desacertada, y no sólo por lo que se dice de este lado del mundo.

A principios de agosto, en medio de la agresión israelí al Líbano, un presunto video televisado de Ayman al-Zawahiri, presentado como el “número 2 de Al Qaeda”, llamó a las comunidades sunitas y chiítas a unirse contra Israel.

Interrogado por la agencia rusa Ria-Novosti, un vocero del Hezbollah declaró que el video era una falsificación preparada por los servicios de inteligencia estadounidenses e israelíes. A su vez, subrayó que el movimiento chiíta no ha tenido nunca, ni tendrá, relaciones con Al Qaeda debido a las divergencias existentes entre ambos grupos, sobre todo en lo tocante a la religión y la política.

“El Hezbollah defiende los intereses del Líbano y de todo el mundo árabe mientras que Al Qaeda hace el juego de la administración estadounidense y sus acciones no hacen otra cosa que perjudicar al Islam y a todos los musulmanes”, concluyó.

Terrorismo y miedo, la otra arma de Estados Unidos y sus aliados. O sino, cabe meditar en esto. Washington va perdiendo la guerra contra el "terrorismo islámico" en Iraq y Afganistán. Israel va perdiendo la guerra contra el "terrorismo islámico" en Líbano y Medio Oriente.

Ante esta situación adversa, como caído del cielo aparece un nuevo “potencial atentado terrorista”.

En consecuencia, hasta ahora nadie, ni Estados Unidos con la CIA aportan datos precisos de la existencia o de la muerte de Bin Laden, y todavía nadie reveló como pudo escapar del cerco militar y de los misiles en Afganistán.

Osama, el escurridizo, desapareció sin dejar rastros, a pesar de que oficialmente lo buscan por doquier todos los servicios de inteligencia del mundo, mientras tanto, la “guerra contra el terrorismo” sigue su marcha siniestra.