Turquía

 

Crisis política en Turquía: conflicto por la elección de presidente

El pulso turco

Por Txente Rekondo (*)
La Haine, 03/05/07

El camino hacia el “Çankaya” (palacio presidencial turco) para Abdullah Gül parece que se cierra de momento. El candidato del gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) ha visto cómo el Tribunal Constitucional de aquel país anulaba la primera votación para elegir al presidente, un hecho que no había sucedido hasta la fecha. (LH)

En los medios de comunicación occidentales se tiende a presentar en las últimas semanas un panorama desolador de la realidad político social turca, cayendo en ocasiones en lecturas simplistas o llenas de malintencionadas intenciones. Estamos asistiendo a un verdadero pulso entre dos concepciones de la política del país, entre las viejas élites formadas en torno “al ejército turco y a los burócratas del aparato estatal, junto a buena parte de las direcciones de los partidos de la oposición y algún que otro segmento de la sociedad civil”, y esas nuevas élites que representan los sectores del AKP. Todo ello estaría aderezado además con lo que algunos analistas califican como una importante “crisis de identidad nacional”.

La sucesión de acontecimientos estos días nos ha mostrado que para esa batalla ambos contendientes están utilizando su artillería pesada y han diseñado los movimientos de fichas en defensa de sus respectivas estrategias. La más que posible elección de un presidente del AKP había puesto muy nerviosos a los estamentos ligados al status quo, de ahí esa cadena de acontecimientos impulsados por éstos. Las maniobras de la oposición (que fue borrada del mapa parlamentario en las últimas elecciones), el pronunciamiento del todopoderoso ejército turco, y ahora la sentencia del Tribunal Constitucional, son las aportaciones de una de las partes al proceso presidencial.

Por su parte, el AKP, y más concretamente el primer ministro Recep Tayyip Erdogan, también han sabido maniobrar. Muchos medios señalaban que el propio primer ministro sería el candidato de su formación política, y que gracias a su mayoría parlamentaria lograría hacerse con el sillón presidencial. Sin embargo, Erdogan y el AKP, han mostrado una importante cintura política, al optar por el ministro de exteriores, y otro de los pesos pesados del partido, Abdullah Gül, para el cargo. Así, mientras que para unos este movimiento respondería a una cesión ante las presiones militares, otros señalan que el mismo respondería a una ingeniería política más profunda. Y a la vista del desarrollo de los acontecimientos parece que se confirmaría esta segunda lectura, ya que probablemente, con el adelanto de las elecciones parlamentarias, el AKP logre una mayoría que posteriormente le pueda permitir una reforma de la Constitución que abriría el paso a la elección presidencial en referéndum popular. Y tal vez éste sea el objetivo que han perseguido los estrategas del AKP.

En los cinco últimos años, el gobierno presidido por el AKP ha logrado “doblar la renta per cápita, ha reducido sustancialmente la deuda pública, y ha conseguido un relativo clima de estabilidad que ha facilitado también las inversiones extranjeras”. Frente a ello las ofertas de la “oposición” no parecen aportar nada nuevo (corrupción, mantenimiento del status quo…) y una intervención del ejército significaría el portazo definitivo a la Unión Europea (algo que parece estar deseando algunos estados de la misma), el fin de las inversiones extranjeras y una grave crisis económica.

La nueva encrucijada turca se encuentra con los mismos fantasmas del pasado, la bota militar que siempre se ha mostrado como una solución cortoplacista, donde esa institución dice defender el sentido secular y democrático de la República Turca, que irónicamente “es puesto en peligro por la voluntad de su propio pueblo”, una cruel ironía del destino.

El miedo al cambio, el temor a perder las privilegiadas situaciones, son el núcleo que unen a los diferentes sentimientos “anti” (anti– occidental, anti–UE y anti–democracia). Todo ello se adereza con el disfraz de la supuesta defensa del secularismo o el laicismo como columna vertebral de la identidad turca, sin embargo se asemeja más a una doctrina basada en el elitismo político y el autoritarismo, “que legitima el papel del ejército como garante de esa situación”.

Las amenazas de intervenciones militares, definidas como “un zombi inmortal con un espíritu muerto, muestran que para esos sectores la legitimidad política del sistema no reside en la voluntad popular sino en el estado y en el ejército. Frente a esta posición, otros sectores apuntan que el “secularismo sin democracia no es más que una ilusión”, un sistema donde encontraríamos ciudadanos de primera y de segunda categoría.

La sociedad turca se enfrentará a unas semanas complicadas, algo por otra parte que no es nuevo en la reciente historia del país, pero que en modo alguno obedece a las teorías prefabricadas desde algunas capitales occidentales, que nos quieren presentar una Turquía dividida en dos, en islamistas y laicistas. La complejidad de aquel país es mucho mayor y no obedece a esos esquemas tan simples. Harían bien esos mismos analistas en mirarse de vez en cuando en su propio espejo (países occidentales oficialmente laicos, donde sus autoridades asisten como tales a actos religiosos cada día, o esos otros partidos que se definen cristiano–demócratas…).

De confirmarse la celebración de las elecciones parlamentarias próximamente (en principio programadas para noviembre de este año), y si de las mismas sale reformado el AKP, cabría preguntarse cuál será la reacción de los militares. ¿Volverían a dar otro golpe de estado, a pesar de las funestas consecuencias para Turquía?, y la llamada oposición, ¿ pondría el grito en el cielo por un sistema electoral (diseñado por ellos en su momento) que les puede volver a situar fuera del espectro parlamentario, “por la voluntad popular”? Es pronto para aventurar cuál puede ser la reacción del pueblo turco, si asumirá esos miedos que difunden algunos actores como ya lo hicieron anteriormente cuando Erdogan fue alcalde de Estambul, cuando circulaban “historias” que apuntaban que las mujeres no “podrían andar por las calles…”, y tras su gestión municipal logró liderar a su partido en la posterior victoria parlamentaria.

Turquía presenta un importante número de asuntos pendientes de resolver (Kurdistán, derechos políticos y sociales de los alevíes y otras minorías religiosas, democratización…), pero éstos no difieren mucho de los que deberían afrontar también muchos estados occidentales. Mientras tanto sigue sobre la mesa el pulso entre diferentes sectores de aquella sociedad dispuestos a conducir el país en una u otra dirección, en función de sus propios intereses, coincidan éstos o no con los de la población turca.


(*) Del Gabinete Vasco de Análisis internacional.


Crisis de Turquía

Se complicó un partido fácil

Análisis de Hilmi Toros
Inter Press Service (IPS), 02/05/07

Estambul. El Tribunal Constitucional de Turquía anuló la designación del presidente, por lo que el parlamento, a cargo de nombrar al jefe de Estado, decidió este miércoles el nuevo cronograma de votación: la nueva primera ronda será este domingo.

La segunda votación se celebrará el miércoles siguiente. Luego habrá dos instancias más, el 12 y el 15 de este mes. Pero el primer ministro Recep Tayyip Erdogan propone que se anticipen las elecciones parlamentarias, para que sea el próximo Poder Legislativo el que elija al nuevo presidente.

La designación del jefe de Estado de Turquía, un trámite habitualmente sencillo, se complicó tras la anulación de la votación por el Tribunal Constitucional, por el recurso de apelación presentado por la oposición.

Cuando el viernes se registró en el parlamento la primera ronda de votación como esta previsto en un principio, el único candidato era el canciller Abdullah Gul, un afable político de 57 años y dirigente destacado del gobernante Partido por la Justicia y el Desarrollo (AKP), de raíz islámica.

Si Gul hubiera resultado electo, habría sido el primer político de inspiración islámica con una esposa que viste el tradicional velo en ocupar la presidencia en Turquía, país regido por una Constitución laica.

Pero ante la férrea oposición de los diputados laicos, Gul obtuvo 357 adhesiones, 10 menos que la mayoría de dos tercios requerida.

La principal agrupación opositora, el Partido Popular Republicano (CHP), llevó la cuestión ante el Tribunal Constitucional alegando que Gul no sólo necesitaba 367 votos sino que esa misma cantidad de legisladores debían estar presentes en el momento de la votación.

Pero ese día hubo 358 diputados en el plenario, a pesar de que, para el partido de gobierno, siete legisladores de la oposición que se acercaron a verificar los resultados sin registrar su asistencia debían ser contabilizados.

Todas las miradas se dirigieron entonces al Tribunal Constitucional, que terminó dictaminando el martes la anulación de la primera ronda de votación en el parlamento.

Pero el país se había sacudido antes por un acontecimiento inesperado: el ejército, responsable de cuatro golpes de Estado desde 1950, intervino con un comunicado imprevisto pocas horas después lo sucedido en el cuerpo legislativo.

Las fuerzas armadas, de tradición laica, cuestionaron en ese documento el supuesto alejamiento de los valores seculares y lo que percibe como una tendencia a imponer principios islámicos en la vida pública del país.

Además, se declararon parte interesada en las elecciones, en tanto defensoras de la Constitución laica.

"La interpretación islámica radical, que va contra la República y no tiene ningún objetivo más que socavar las cualidades básicas del Estado, gana terreno", reza el comunicado.

"No hay que olvidar que las fuerzas armadas turcas son parte interesada del debate y son acérrimas defensoras de la laicidad y mostrarán su posición y acciones cuando sea necesario", continúa.

También mencionó la necesidad de mantenerse "leales a los principios de laicidad en esencia y no sólo en palabras".

Gul juró lealtad como ministro a la Constitución laica, pero el diario nacionalista Cumhuriyet viene reseñando declaraciones suyas en las que cuestionó el secularismo como valor.

Los reproches del gobierno no se hicieron esperar.

"Es inconcebible que, en un estado democrático basado sobre el imperio del derecho, el Estado Mayor, sometido a las órdenes del primer ministro, se exprese contra el gobierno", declaró su portavoz Cemil Cicek.

Dado que este país aspira a integrarse como miembro pleno a la Unión Europea (UE), el comisario del bloque para la ampliación, Olli Rehn, señaló que "es importante que el ejército deje al gobierno elegido democráticamente las cuestiones de funcionamiento de la democracia".

"Ésta es una prueba para ver si las fuerzas armadas turcas respetan la laicidad y el acuerdo cívico–militar", advirtió Rehn.

El pronunciamiento castrense no impidió que Gul señalara el domingo en un canal de televisión local que su candidatura permanecía en suspenso.

Varios partidos políticos y más de 500 organizaciones de la sociedad civil reclamaron que la designación del presidente debe ser la prerrogativa del próximo parlamento, cuyo mandato concluye en noviembre.

También señalaron que el jefe de Estado, quien representa al pueblo de la Nación más que a los partidos, debe ser elegido mediante consenso y no por un partido que obtuvo 33 por ciento de los votos.

Pero tras conocer el fallo, el primer ministro Recep Tayyip Erdogan declaró que este miércoles iban a proponer al parlamento la realización de elecciones generales y llegó a proponer el 24 de junio o el 1 de julio.

El gobernante AKP había hecho caso omiso de las objeciones de la oposición y trató de colocar a su candidato de tradición islámica en la Casa Rosada, sede de la presidencia en Ankara, en virtud de la mayoría que tiene en el parlamento saliente.

Un presidente del AKP aseguraría relaciones de trabajo fluidas entre el partido y una jefatura de Estado de igual signo, en contraste con el actual punto muerto en que se encuentran los vínculos entre el gobierno de orientación islámica y Ahmet Nejdet Sezer, el actual presidente laico.

Sezer bloqueó una veintena de designaciones de altos cargos públicos por entender que el AKP trata de reemplazar a los laicos que hoy los ocupan.

La designación de Gul fue una sorpresa. El canciller es el segundo del partido detrás de Erdogan, un político combativo y popular que abandonó un partido islamista para fundar el AKP y lo llevó a la victoria en su primera contienda electoral en 2003.

Esta vez, el primer ministro desistió de su candidatura tras una manifestación de partidarios de la laicidad en Ankara que reunió a más de 350.000 personas.

También recibió presiones de su propio partido para que se mantuviera como jefe de gobierno y condujera al AKP a las próximas elecciones parlamentarias. El cargo de presidente es más bien ceremonial, sin poder político real.

A esa manifestación le siguió otra el domingo en esta ciudad que congregó a unas cientos de miles de personas, una iniciativa que se consideró una expresión de protesta contra la candidatura de Gul.

Lo que parece irritar a los defensores de la laicidad, tanto a los partidos de la oposición como al ejército, es que Erdogan y Gul están cortados por la misma tijera islámica y se llaman a sí mismos "hermanos".

Ambos son profundamente religiosos, conocidos por sus ideas favorables al papel de la religión en la política y la vida pública.

Las esposas de los dos usan velo, atuendo prohibido en universidades y en el parlamento y hasta ahora nunca utilizado en el palacio presidencial. Si Gul hubiera resultado electo, su esposa habría sido la primera anfitriona turca en recibir a sus invitados con la tradicional prenda musulmana, un hecho inconcebible en este país.

Hayrunisa, esposa de Gul, quien se caso con él aún siendo adolescente, dejó la universidad por negarse a que le tomaran una foto sin velo. Posteriormente demandó al Estado ante la Corte de Justicia Europea por violación a sus derechos.

El proceso quedó sin efecto cuando Gul se convirtió en ministro, pues de haberse mantenido en esa actitud habría demandando al gobierno integrado por su marido.

El partido gobernante subestima los sentimientos laicos existentes en la sociedad, incluido el ejército, según Ilter Turan, vicepresidente de la Asociación Internacional de Politólogos y ex rector de la Universidad Bilgi de esta ciudad.

Las elecciones parlamentarias anticipadas para evitar que el actual cuerpo legislativo elija al presidente es una estrategia válida de salida de la crisis, sostuvo Turan.

Si el ejército hubiera intervenido, una posibilidad considerada remota, habría condenado todo intento de Turquía para integrarse a la UE e implicado que la economía dejara de percibir unos 100.000 millones de dólares por concepto de inversiones, según el diario Zaman.


El empresariado tradicional se siente arrinconado por la élite religiosa

Las burguesías islamista y laica rivalizan por
el poder

Por Andrés Mourenza
Corresponsal en Estambul
El Periódico, 30/04/07

Al entrar a una librería de la cadena Moral Dünyasi uno se encuentra en un moderno local con internet inalámbrico, libros de todo tipo, decoración minimalista y un café donde los clientes pueden sentarse a ojear los productos. Pero una mirada más atenta permite comprobar que hay más libros de religión que de otros temas. De hecho, el nombre de la librería en castellano es El Mundo de la Moralidad.

Esta mezcla entre religión y modernidad es el sello característico de la pujante burguesía islámica de Turquía, procedente de las zonas rurales. Es el apoyo sólido del gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, islamista moderado). La "elite verde" –color del islam– amenaza con robar el puesto a la tradicional burguesía laica. Esta última está afincada en las grandes ciudades y la componen el alto funcionariado, los militares y los grandes empresarios. Los enfrentamientos por la elección presidencial pueden verse como la lucha soterrada entre los dos grupos que quieren controlar los resortes del Estado.

Cambios sociales

Cuando en los años 80 la antropóloga estadounidense Carol Delaney escribió su obra La semilla y la tierra sobre el modo de vida del mundo rural turco, se encontró con una sociedad que "miraba mal cualquier forma de trabajo". Veinte años después, muchos de esos pueblos se han convertido en florecientes centros industriales. "Cada vez más anatolios viven en centros urbanos y han adquirido gustos modernos. Con la urbanización y el incremento de la educación han llegado también nuevas ideas sobre las virtudes del trabajo duro y del ser emprendedor. El centro de Anatolia sigue siendo una sociedad religiosa y socialmente conservadora", explica un estudio de la Iniciativa de Estabilidad Europea (ESI) sobre Kayseri, la ciudad paradigma de este cambio.

Los héroes de este milagro económico fueron llamados por la prensa turca "tigres anatolios", en alusión a los tigres del sureste asiático, aunque ellos prefieren denominarse "calvinistas musulmanes". Y uno de los que con más orgullo lo proclama es precisamente el candidato a la Presidencia de la República y actual ministro de Exteriores, Abdulá Gul, oriundo de Kayseri.

Musulmanes y liberales

El progreso de la última década llevó también al surgimiento de una nueva burguesía negociante, que adopta esos valores calvinistas musulmanes y que se sentía poco representada por los partidos tradicionales. Es, pues, la nueva burguesía el pilar del proyecto encabezado por Recep Tayyip Erdogan, Abdulá Gul y Bulent Arinç que dio lugar al Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), de tendencia islamista moderada en lo social y liberal en lo económico.

"Los argumentos tradicionales sobre el choque de civilizaciones explican que el islam es fatalista, que se opone al cambio y es contrario al riesgo. El ejemplo de Kayseri demuestra que estas opiniones no tienen base alguna", concluye el columnista del diario económico turco Referans, David Judson.


La multitud exige la dimisión del Ejecutivo islamista y la convocatoria de elecciones generales anticipadas

Más de 700.000 turcos salen a la calle para pedir un Gobierno laico

Por Andrés Mourenza
Corresponsal en Estambul
El Periódico, 30/04/07

Cientos de miles de personas abarrotaron ayer la plaza Abide–i Hürriyet de Estambul –más conocida como Çaglayan– para pedir la dimisión del Gobierno islamista moderado del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). Entre 700.000 personas, según la policía, y más de un millón, según los organizadores, se dieron cita en un mitin que exigió del Ejecutivo de Recep Tayyip Erdogan el respeto a los principios laicos y rechazó la candidatura a la presidencia de la República de Abdulá Gul, mano derecha del actual primer ministro.

"Nos ha impuesto un candidato presidencial. Están tratando de transformar el palacio presidencial de Mustafa Kemal Ataturk en el palacio de una secta religiosa", afirmó en su intervención Turkan Saylan, la presidenta de la Fundación de Apoyo a una Vida Moderna, una de las asociaciones organizadoras de la marcha, junto a la Asociación del Pensamiento Kemalista.

Además, la protesta recibió el apoyo de los partidos políticos del centro izquierda kemalista y de algunos nacionalistas. Saylan pidió a las formaciones políticas del centroizquierda y el centroderecha laicos que se unan frente al "peligro" que representa el Gobierno. En cambio, los oradores condenaron la intervención del Ejército en el debate presidencial y renegaron de la posibilidad de un golpe de Estado.

Pendientes del Tribunal Constitucional

El Gobierno turco, que había reaccionado duramente al comunicado de los militares, reconoció que la protesta de Çaglayan "respetó los principios democráticos", según sostuvo el viceprimer ministro Abdulatif Sener en una entrevista a la cadena de noticias NTV. Sin embargo, Gul –ministro de Asuntos Exteriores– descartó abandonar la carrera presidencial: "El proceso de elección ha comenzado y, por tanto, continuará. La apelación –del partido de oposición CHP– está en el Tribunal Constitucional, que hará su interpretación. Y sea cual sea su conclusión, nosotros la aceptaremos".

Tülay Tugcu, la presidenta del Tribunal Constitucional, aseguró ayer que la decisión sobre la validez de la primera votación parlamentaria para elegir al próximo presidente de Turquía estará lista el próximo martes o miércoles. El kemalista Partido Republicano del Pueblo (CHP), principal grupo de la oposición, desató la controversia política al intentar boicotear la elección ausentándose del Parlamento.

"Turquía es laica y seguirá siendo laica", "el jefe del Parlamento es un enemigo de Ataturk" o "la gente se ha despertado y el imán se ha desmayado", fueron algunos de los eslóganes que corearon los manifestantes, bajo decenas de miles de banderas turcas. Hülya, una profesora retirada, expresó a este diario sus temores sobre el "gran peligro" que corre el régimen laico de Turquía a causa del Gobierno de Erdogan. "Pero no podrá porque los kemalistas somos muchos más", sentenció.

Presión de los militares

"El AKP recibió el 32% de los votos pero gobierna con mayoría absoluta. Eso quiere decir que hay un 60% de personas que no lo quiere", afirmó Alper, un joven que hacía su propia evaluación del comunicado del Estado Mayor pidiendo al Gobierno el respeto a los principios seculares del país: "Llegó poco después de que se enviase al Constitucional la votación presidencial, lo que supone una toma de posición del Ejército, según mi opinión, de forma muy justa y acertada. Es una forma de apoyar al Constitucional para que anule la votación y así haya elecciones".

Familias enteras, grupos de amigos y parejas –apenas se veían velos– festejaban la masiva asistencia, mientras esperaban sentados en los jardines adyacentes a la plaza Abide–i Hürriyet, en barrio de Sisli, un feudo socialdemócrata.

También hubo grupos ultranacionalistas, como Kuvvayi Milliye, cuyos miembros entonaban el lema de Ataturk –"¡Qué feliz quién puede decir soy turco!"– y gritaban contra la UE y EEUU. "Antes que la democracia, está el régimen laico, que se halla en peligro", alegó Ayça, una abogada asistente a la protesta. "Pero lo importante es que el pueblo se ha despertado, porque los que estamos aquí somos el pueblo", añadió.

Una plataforma empresarial aboga por la disolución del Parlamento

La organización patronal laica Tusiad reclamó ayer la disolución del Parlamento y la convocatoria inmediata de elecciones generales, necesarias "para proteger el laicismo y la democracia". "La integridad indivisible de laicismo y democracia –subrayan los empresarios– constituye el fundamento de la República, un sacrificio de uno en favor de la otra es impensable".

El Ejército turco se considera el garante de la constitución y el laicismo

Defensor de los principios republicanos que inspiraron a Kemal Ataturk, el fundador de la Turquía moderna, el Ejército es todavía una institución muy respetada y pretende conservar su influencia en la vida política.

En cuatro ocasiones desde 1960, los militares turcos han hecho caer al Gobierno de turno, ya sea con intervenciones directas (1960, 1971 y 1980) o a través de la presión política, como en el denominado "golpe de Estado posmoderno" que en 1997 derrocó al primer ministro islamista Necmettin Erbakan.

El Estado Mayor no depende del Ministerio de Defensa sino del primer ministro. El Ejército dispuso de enormes prerrogativas hasta el 2003, cuando el Parlamento redujo el papel político de los militares para acercarse a los criterios de la Unión Europea.