Francia

 

¿Giro a la derecha o
más polarización social y política?

Por Flor Beltrán
Corresponsal en Francia
Socialismo o Barbarie, periódico, 10/05/07

El triunfo electoral de Sarkosy es, por supuesto, un hecho que no debe subestimarse. Sin embargo, hay que dimensionarlo en sus reales proporciones, comenzado por el hecho de que Ségolène Royal no presentaba un programa alternativo más que en sus “modales”, menos brutos que los de Sarko.

Las conclusiones más equivocadas –y que interesadamente la mayoría de los medios se hace eco– son, por un lado, las que caracterizan la victoria electoral de Sarkosy como un vuelco categórico de la sociedad francesa hacia la derecha y, por el otro lado, las que dan ya por hecho el triunfo del proyecto de Sarko, que es imponer en Francia una brutal contrarreforma neoliberal al estilo de la que hizo Margaret Thatcher hace 20 años en Gran Bretaña.

Pero, en verdad, la situación es muy diferente. En la sociedad francesa se profundiza una polarización social y política, que a nivel electoral se expresó en el triunfo de Sarko porque su “polo de izquierda” (Ségolène) era un fraude completo, ya que en el fondo sostenía también un programa neoliberal no muy distinto al de la derecha. Con toda razón, el “nuevo” PS de Ségolène y su marido Hollander ha sido comparado al “New Labour” de Tony Blair.

Pero más importante aun es saber que si bien ha habido una importante victoria electoral derechista, falta lo más difícil para la derecha y la burguesía: bajar ese triunfo desde las alturas “electorales” al terreno de las relaciones entre las clases.

Eso es lo que han intentado hacer los sucesivos gobiernos de derecha (y sus mellizos “socialistas”) desde hace más de una década... y no lo lograron por completo. Desde 1995, fueron tropezando con una dura resistencia obrera y juvenil, que fue poniendo en crisis un gobierno tras otro. Aunque pudieron imponer muchas medidas neoliberales, estuvieron muy lejos de un triunfo rotundo y total estilo Thatcher. Es decir, de un cambio radical de las relaciones de fuerza entre las clases.

La misma campaña electoral fue precedida y acompañada de fuertes luchas obreras. Y tiene el precedente cercano de la gran movilización estudiantil y de trabajadores que desbarató el intento de imponer los “contratos-basura”, el Contrato Primer Empleo (CPE). ¿Ahora Sarko lo va a poder establecer sin protestas de los jóvenes, por obediencia al sagrado voto “republicano”? El hecho es que cada vez hay más jóvenes que se radicalizan y entran en política precisamente bien a la izquierda, como lo han demostrado las ultimas movilizaciones y también el voto por Besancenot.

Los jóvenes saben lo que les espera si se imponen las reformas de Sarkosy. Por eso, algunos salieron más rápido que inmediatamente a protestar, después de conocer el resultado. Esto fue algo nunca visto en un país donde “los viejos” –de derecha y de “izquierda”– practican con fervor la religión del sacrosanto respeto a la democracia burguesa electoral y “republicana”.

Es por todo eso que los patronos de la Francia y de toda Europa claman contra “la excepción francesa”. ¡Se escandalizan, por la Francia “ingobernable”, por “el país de las huelgas”, “el país de las revoluciones”!

En verdad, ahora uno de los más grandes problemas va a ser no tanto los resultados electorales, sino las direcciones sindicales traidoras, que siempre tratan de vender las luchas cuando no pueden impedirlas. Gracias a sus traiciones, se bajaron las pensiones de los trabajadores retirados [jubilados] en el 2003, y el gobierno logró aumentar los años de trabajo necesarios para recibir pensión completa en el sector público.

Entonces, no hay que prepararse para irse del país, como dicen tantos chistes que circulan aquí. No hay un “fascismo triunfante”. Estamos al principio de una gran lucha, no al final. ¡Hay que preparase para luchar rabiosamente!

Y Sarkosy tiene sus problemas. A diferencia de Margaret Thatcher, Sarko sale a escena no en el amanecer del neoliberalismo sino en su ocaso, cuando las críticas y las protestas redoblan en Europa y en todo el mundo... y en un país donde ningún político burgués se atreve a proclamarse  “neoliberal” (aunque lo sean casi todos). Por eso, para ganar a sus votantes, Sarko tuvo que apelar a cualquier cosa: desde el racismo anti-inmigrante (para satisfacer a los fachas de Le Pen), hasta las promesas de terminar con el desempleo (para confundir a los trabajadores y las clases medias).

Sus promesas racistas puede tratar de cumplirlas... pero acabar con el desempleo es otra historia. Allí se acaba la demagogia de la derecha.