Francia

 

¿Sarkozy es una señal de que Europa se escora
hacia la derecha?

Por Alex Callinicos
Socialist Worker, Londres, 19/05/07
Sin Permiso, 20/05/07
Traducción de María Julia Bertomeu

Según Alex Callinicos, las ofensivas neoliberales del presidente francés chocarán con una  resistencia firme. "Las protestas organizadas por los jóvenes el pasado año, lograron frenar las leyes neoliberales del empleo en Francia."

Entre las clases dominantes europeas el humor está cambiando para mejor. Confían en que el triunfo de Sarkozy en las elecciones presidenciales francesas del pasado mes, sea una señal de un viraje a la derecha de toda la Comunidad Europea.

La línea política dominante de los EEUU pronto se unirá con la Alemania de Angela Merkel, la Francia de Sarkozy y la Gran Bretaña de Gordon Brown.

Todos ellos están firmemente dispuestos a una alianza con los EEUU, y fuertemente comprometidos con políticas económicas neoliberales.

Merkel y Sarkozy proyectan revivir la Constitución Europea que fue rechazada hace dos años en los referenda de Francia y Holanda.

Creen posible introducir "de contrabando" una versión simplificada, que no sea sometida al voto popular.

Los resultados de Francia y Holanda trajeron a la memoria la pesadilla de una visión de Europa dividida entre elites que impulsan políticas neoliberales y poblaciones que se sublevan. Ahora parece que esas pesadillas se han esfumado.

Es bien cierto que la derecha del libre mercado está firmemente arraigada en la política oficial. Pero en la Europa continental dichas fuerzas aún no han logrado tener el mismo éxito que tuvo, en Gran Bretaña, la reforma neoliberal iniciada por Margaret Thatcher y continuada por Tony Blair.

Falta de apoyo

Las elecciones federales alemanas del año 2005 pusieron en evidencia la falta de apoyo popular de los dos partidos mayoritarios -la Social Democracia y la Democracia Cristiana- ambos comprometidos por igual con el neoliberalismo. Se vieron obligados a realizar una "gran coalición" gubernamental que les hace muy difícil acordar sobre "reformas" significativas del libre mercado, para no hablar de lo complicado que les resulta ponerlas en marcha.

Las megaempresas italianas confiaban en que la coalición de centroizquierda de Romano Prodi –elegida hace un año- sería más confiable en punto a producir una reforma económica, que una derecha errática, como lo fue la conducción de Silvio Berlusconi. Pero el gobierno de Prodi resultó jaqueado a causa de su estrecha mayoría parlamentaria y de sus divisiones internas.

Es muy probable que lo que ocurre en Francia tenga un efecto decisivo sobre una posible ruptura de este equilibrio continental.

La última gran embestida de medidas neoliberales en Francia fue en el año 1995. Esto provocó una masiva huelga del sector público y fue el inicio de una serie de explosiones sociales que frenaron esos planes.

Estas protestas sociales también incluyeron las huelgas de profesores que en mayo de 2003 se opusieron a los sistemas de pensión, y las revueltas estudiantiles del pasado año en contra del Contrato de primer empleo (CPE), que pretendía avanzar sobre los derechos laborales de los trabajadores jóvenes.

Si Sakozy tiene éxito, si lograra vencer esa resistencia y consiguiera imponer su programa de reformas del libre mercado, su victoria tendría repercusiones mucho más allá de las fronteras francesas. Pero no cuenta con una base popular tan fuerte.

En la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de la pasada quincena, Sarkozy se impuso frente a la candidata Socialista Ségolène Royal por un 53 % frente a un 47%.

Es ésta la misma proporción que se ha registrado en todas las elecciones francesas desde 1974. Francia es un país dividido entre izquierda y derecha, y un viraje relativamente pequeño de la opinión es suficiente para inclinar la balanza hacia uno u otro de los bandos.

En esta ocasión, la debilidad de la campaña de Royal y el caos de la poderosa izquierda radical francesa fueron suficientes para inclinar la balanza del lado de Sakozy quien, por otro lado, hizo una campaña efectiva y bien enfocada.

Francoise Bayrou –el candidato de la centro derecha- se autoproclamó como el candidato que estaba "por fuera" del sistema político existente, y obtuvo más de un 18 por ciento de los votos en la primera vuelta. Síntoma de la extendida insatisfacción con ambos candidatos principales.

Pero como apuntó el periódico de derecha Le Figaro: "A pesar de los esfuerzos por ganarse al electorado popular -a quien cortejó especialmente en su carrera presidencial- Sarkozy prácticamente no tuvo éxito en lograr apoyo fuera del clásico territorio de la derecha.

Perfil del voto

"El perfil sociológico del voto a favor de Sarkozy fue incluso más estrecha que el de Chirac, cuando fue electo presidente por primera vez en el año 1995.

"Sarkozy sólo obtuvo el 40 por ciento de los votos de los jóvenes entre 18 y 24 años, un 15 por ciento menos que los que obtuvo Chirac en esa misma franja electoral".

"Por el contrario, Sarkozy aumentó su liderazgo entre los votantes más viejos, y finalmente logró un 64 por ciento de votos entre los mayores de 65. Del electorado que está por encima de los 50 años obtuvo un 52 por ciento de votos, comparado con el 37 por ciento de Royal".

"Confrontado con Chirac, Sarkozy perdió apoyo entre los empleados y obreros, y la izquierda obtuvo en ese electorado, respectivamente, un 57 y un 59 por ciento".

"Royal tuvo éxito y logró retener el apoyo de los estratos populares que habían votado masivamente por la izquierda en las elecciones regionales y europeas del 2004".

Por eso no se sostiene la idea que refuerzan algunos círculos de la izquierda, según la cual Sarkozy -al igual que antes Thatcher – obtuvo el apoyo de la clase trabajadora para poner en práctica un programa de "populismo autoritario".

A pesar de su demagogia anti-inmigración, sólo el 28 por ciento del pueblo francés admite que haya "demasiados inmigrantes en Francia", comparado con el 50 por ciento que sí lo admitía en 1993, y el 31 por ciento del 1997.

Le tocará a Sarkozy presidir una sociedad con una izquierda que tiene raíces muy profundas y con una hostilidad masiva frente al neoliberalismo

En efecto, en su propia campaña electoral Sarkozy trató de acomodarse a esos sentimientos. Atacó al Banco Central Europeo (ECB) por mantener demasiado altos los intereses, e hizo un llamado a la "protección" y a la "preferencia comunitaria" en favor de los productos europeos.

Como ministro de finanzas de Chirac, Sarkozy organizó un rescate de 3.2 miles de millones de euros a favor de la firma de Ingeniería francesa Alstom.

Efectivamente, el columnista del Financial Times, Martin Wolf, predice que "el triunfo de Sakozy augura luchas en Europa." Teme que Sarkozy se más un "populista intervensionista" que un "liberal económico". Bajo su gobierno es muy posible que Francia se "divida internamente y sea intransigente con el exterior", y termine bloqueando las nuevas integraciones comunitarias.

Riesgo

Wolf no es el único representante de la clase dominante europea que está preocupado porque Sarkozy pueda ser un riesgo.

En los días siguientes a la victoria electoral de Sakozy, el Financial Times informó que "los ministros europeos de finanzas advirtieron en forma conjunta a Sarkozy que cesara de echarle culpas al Banco Central Europeo por los problemas económicos franceses, prueba ésta de una defensa abierta de la independencia del banco."

Pero las limitaciones de la victoria de Sarkozy y la ambigüedades de su propia política, no nos deben llevar a subestimar el significado de su elección. Luego de la deriva y el oportunismo de los 12 años de Chirac en el poder, Sarkozy ha logrado reunir a la derecha francesa en una brigada con un liderazgo fuerte y decidido.

En parte, Sarkozy ha adoptado la retórica racista y autoritaria del líder fascista Jean Maria Le Pen, y esto le permite contener la embestida de la derecha proveniente del Frente Nacional.

El partido Socialista –especialmente durante la presidencia de Mitterrand (1981-95)— hizo un uso cínico de Le Pen para dividir y debilitar a la derecha.

Represión

Aunque el lenguaje de derecha de Sarkozy no es pura retórica. Debemos esperar un fuerte énfasis en la ley y el orden, junto con una abierta disposición a usar la represión estatal en contra de los movimientos sociales. En este punto es correcto comparar a Sarkozy con Thatcher. Esta última proporcionó a los Tories un liderazgo fuerte y decidido en el uso de una maquinaria del estado incompasiva dispuesta a enfrentar y derrotar a los principales grupos de trabajadores.

Thatcher atacó a los trabajadores del metal, a mineros, impresores y estibadores, y logró así una base política para el triunfo del neoliberalismo en Gran Bretaña.

Es posible que Sarkozy logre algo equivalente en Francia. Esto quebraría el punto de equilibrio en el que se encuentra Europa, a favor de la derecha.

Ganar una elección no es suficiente para lograr torcer la balanza de la lucha de clases. Thatcher necesitó invertir prácticamente la totalidad de sus primeras dos administraciones (1979-1987) para conseguir ese cambio en Gran Bretaña. Su victoria no significó nada inevitable. Lo mismo pasa en el caso de Sakozy. Se enfrenta con los movimientos sociales más combativos de Europa, movimientos con los que han tenido que lidiar los gobiernos, tanto de derecha como de izquierda.

La verdadera prueba en los años venideros será si esos movimientos pueden encontrar poderes para resistir, y un liderazgo fuerte y coherente capaz de derrotar a Sarkozy. Para lograrlo es preciso realizar un esfuerzo enorme, y no sólo en Francia sino también en el resto de Europa.


(*) Alex Callinicos es miembro del Socialist Worker Party (SWP) británico, editor del semanario Socialist Worker y catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de York.