Francia

 

Sarkozy anuncia un ataque en profundidad a conquistas históricas de los trabajadores

Kaosenlared / La Haine, 22/09/07

Estaba cantado. Sarkozy, instrumento del gran capital, ha anunciado su plan de contrarreformas neoliberales: las 35 horas, la edad de jubilación, los regímenes especiales de pensiones, la contratación laboral, la prestación de desempleo, el salario mínimo, la financiación de la sanidad.

Se prepara un nuevo pulso entre el capital y su gobierno y la clase obrera y la juventud radicalizada. Sarkozy entra en zona de turbulencias, los sindicatos preparan una primera jornada de protesta para el 13 de octubre.

Nicolas Sarkozy puso estos días sobre la mesa una nueva batería de reformas para cambiar de arriba abajo el sistema social francés. Los sindicatos, poco convencidos ante las promesas de diálogo hechas por el presidente francés, han empezado ya a expresar su malestar y a preparar las primeras movilizaciones del otoño.

La hora de la verdad ha llegado para Nicolas Sarkozy. Tras la primera batería de reformas impulsada este verano –aprobadas todas con poca o nula resistencia por parte de una oposición desarbolada–, el presidente francés ha decidido abordar la reforma del corazón del sistema social francés, el sanctasanctórum de la V República. Las 35 horas, la edad de jubilación, los regímenes especiales de pensiones, la contratación laboral, la prestación de desempleo, el salario mínimo, la financiación de la sanidad, están desde ayer en la agenda del Gobierno de François Fillon para los próximos meses. Los sindicatos, que se lo veían venir desde el 6 de mayo, han empezado a engrasar ya la maquinaria de la movilización.

Consciente del riesgo que corre – el ejemplo de Alain Juppé, políticamente derrotado por la oleada de manifestaciones y protestas del otoño de 1995, está hoy en todas las mentes de la derecha–, Nicolas Sarkozy parece decidido a agotar la vía del diálogo y la concertación para llevar a buen fin sus reformas. "Yo creo en la reforma a través del diálogo social, ya lo he probado y voy a continuar", afirmó el presidente francés durante la presentación de su programa de reformas sociales en un acto en el Senado. "Los interlocutores sociales serán escuchados y respetados, quizá más de lo que nunca lo han sido", añadió. Se acabaron las piruetas, los descensos en picado y los vuelos rasantes. En zona de turbulencias hay que pilotar con cautela. Y con firmeza: "El diálogo social no puede ser una coartada para la inacción – advirtió–. No dejaré que el diálogo se encalle durante los próximos meses".

Sarkozy no propone retoques, sino un cambio en profundidad del sistema social del que – pese a sus flagrantes carencias y fallos– los franceses se sienten tan orgullosos. "Nuestra organización social produce hoy más injusticia que justicia, es necesario un nuevo contrato social, fundado en el trabajo, el mérito y la igualdad de oportunidades", declaró el presidente francés, quien subrayó que el actual modelo "no es financieramente sostenible, no fomenta el trabajo ni asegura la igualdad, y el resultado más visible de todo ello es el paro". El centro de la nueva política social francesa – dijo Sarkozy– será el trabajo.

El programa detallado por el presidente francés atañe fundamentalmente, en efecto, a la legislación laboral. Las principales reformas sobre la mesa son una nueva flexibilización de la semana laboral de 35 horas – en la línea de intentar que la duración del trabajo sea definida por la negociación colectiva–; la prolongación de la vida laboral – gravando fiscalmente las prejubilaciones y suprimiendo las jubilaciones de oficio antes de los 65 años–; la progresiva supresión de los regímenes especiales de pensiones – de los que se benefician las grandes empresas públicas–; la creación de un nuevo contrato de trabajo – que aúne una mayor flexibilidad para el despido con una mayor protección para el trabajador–; la reforma de la prestación de desempleo – incluyendo aquí la penalización de retirarla a los parados que rechacen consecutivamente dos ofertas de empleo–; el cambio del sistema de fijación del salario mínimo, y la apertura de un debate sobre la financiación de la sanidad pública, abriendo la posibilidad de que los usuarios asuman mayores responsabilidades a través de la instauración de franquicias.

La supresión de los regímenes especiales de pensiones – de los que se benefician 500.000 trabajadores y 1,1 millones de jubilados de empresas como la SNCF, RATP, EDF o GDF, entre otras– amenaza con convertirse en el gran caballo de batalla.

Sarkozy ha renunciado a aprobar una ley global al respecto y plantea la apertura de negociaciones empresa por empresa a partir de un marco general, pero difícilmente ese gesto bastará para apaciguar los ánimos. "No abordaremos una tercera reforma de las pensiones sin incluir los regímenes especiales", advirtió el presidente. Naturalmente, la reforma del contrato de trabajo será otro casus belli, pero esta reforma se vislumbra menos inmediata: Sarkozy quiere dejar primero que los sindicatos y la patronal intenten llegar a un acuerdo, que en tal caso sería asumido por el Gobierno. Sólo si la negociación fracasa, el Ejecutivo llevaría al Parlamento su propio proyecto de ley al respecto.