Haití

 

La cuestión de las elecciones

Por Henry Boisrolin
Comité Democrático Haitiano en Argentina, enviado el 03/02/06

Esta cuestión no, por mucho tratada, está resuelta y exenta de problemas, tanto metodológicos como estratégicos, económicos, políticos, de contenidos, etc. La crisis haitiana, enmarcada dentro de la realidad latinoamericana, merece otro tipo de solución. Sin embargo, que quede claro que no pretendemos desde el Comité Democrático Haitiano en Argentina dar un modelo ni solucionar el problema, sino colaborar en la demistificación de un discurso hegemónico que perjudica no sólo a los oprimidos de nuestro país, sino también a otros pueblos hermanos solidarios con nuestra causa. Nuestro propósito, entonces, es aportar datos objetivos que ayuden a avanzar en la comprensión de una tragedia.

En efecto, por estos días, más precisamente el 7 de febrero, el pueblo haitiano será obligado a cumplir una fase más del proyecto de dominación pergeñado fundamentalmente por el gobierno norteamericano para ese pequeño país del Caribe. Esta vez, con la complicidad de varios gobiernos latinoamericanos, quienes mediante la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH), han sido reclutados desde junio de 2004 por el Consejo de Seguridad de la ONU a partir de una imposición norteamericana para arrebatarle al pueblo las esperanzas de un futuro seguramente mejor.

El 7 de febrero es la fecha de las próximas elecciones organizadas para Haití, luego de que fueran postergadas, sucesivamente, 5 fechas anteriores. Este simple dato, nos habla de las dificultades de tal proyecto, en un país cuyo pueblo no pidió elecciones, no necesita elecciones, puesto que ya eligió a un gobernante, Jean–Bertrand Aristide, le pese a quien le pese, en las urnas del año 2000.

Dificultades que se hacen más patentes cuando se toma conocimiento, sin que nos quieren engañar, de la tremenda situación de violencia, inseguridad, masacres y profundización de las condiciones miserables de existencia que padece el pueblo haitiano, sobre todo desde que a las élites haitianas, despreciables, se les puso entre ceja y ceja que Aristide, al precio que fuera, debía ser derrocado. Por supuesto, ahí estuvo la mano "amiga" norteamericana, o mejor dicho la de su amo, dispuesta a "ayudar" a tales fines, concretando el secuestro de un presidente y violando toda norma y principio impunemente. Sentando, así, un peligroso precedente.

En este punto hay que ser claros, si se quiere tomar conciencia y partido por la salvación de un pueblo que no merece padecer lo que el pueblo haitiano padece.

Las elecciones que están preparando para Haití, no sirven. No tienen validez, ni legalidad, ni nada. Sencillamente porque no serán producto de la libre y soberana voluntad del pueblo. Porque son organizadas por los enemigos del pueblo haitiano. Porque son contrarias a los intereses del pueblo. Porque son forzadas y manipuladas en un ambiente hostil, en un país ocupado.

Basta con leer las noticias recientes, en las que se denuncian que en el barrio popular más grande de Puerto Príncipe (Cité Soleil con más de 400.000 habitantes) no hay un solo centro de votación. Sus habitantes van a tener que caminar varios Kms. para emitir su sufragio.

A todas luces, son elecciones en las que la llamada "comunidad internacional" impuso el cuándo, el dónde, el cómo y, también, el candidato. No son producto del libre y normal funcionamiento de las leyes en un sistema democrático.

Uno se pregunta a esta altura: ¿adónde quieren ir con esas elecciones? ¿Qué quieren hacer después del día "D"? ¿Qué hay detrás de toda esa farsa? ¿Cuál será la estocada final?

Quizás por ello, porque hay tantas y tan graves preguntas cuyas respuestas son cruciales para el destino del pueblo haitiano, es que golpea más la conducta asumida por gobiernos de países hermanos, como por ejemplo Argentina y Brasil. Los mismos que, caracterizados de "izquierda" o "progresistas" por los deseos de algunos más que por la profunda realidad, se han alineado totalmente detrás del proyecto del imperialismo en Haití.

Los hechos han demostrado que desde que la MINUSTAH opera en Haití, con el título de fuerza "humanitaria" y de "paz", lo que menos hubo fue algo de paz, orden, o una mínima mejora en cualquiera de los aspectos de la vida diaria, de las necesidades y reclamos de la gente. Basta con recurrir a algún sitio de internet, y buscar información sobre Haití, para enterarse de los horrores que sufre el pueblo, de los asesinatos y represión a los hombres y mujeres más combativos, a los líderes de esta lucha por la supervivencia y el cambio, dentro de un sistema de dominación totalmente agotado y sin posibilidad de recomponerse con éxito.

Más bien el gobierno títere de Alexandre/Latortue, impuesto por la fuerza de las armas de los ocupantes, se ha dedicado a demostrar su total incapacidad para realizar algún acto decente. Lo único que este gobierno de facto ha demostrado es su plena capacidad para cumplir los dictámenes del imperialismo.

El pueblo haitiano no necesita nada de esto. Está cansado. Lo que necesita – y fue expresado claramente en numerosas movilizaciones– es respeto a su autodeterminación, libertad y derechos. Derecho a elegir a sus gobernantes, a sustituirlos por soberana decisión y no como resultado de maniobras en defensa de los intereses mezquinos de un pequeño sector privilegiado, sumiso, alimentado y sostenido por el imperialismo. El pueblo haitiano necesita, de una vez por todas, un Estado que le ayude a solucionar el hambre, le provea trabajo, salud, educación, seguridad, paz y justicia. Y en materia de ayuda solidaria, el pueblo haitiano ya ha expresado de distintas maneras su agradecimiento a la actitud asumida por el gobierno de Cuba enviando a centenares de médicos para trabajar en las zonas más postergadas de nuestro país.

La farsa ha de ser denunciada una y mil veces hasta derrotarla, acabar con ella.

La retirada de toda tropa armada extranjera en Haití, ha de ser reclamada una y mil veces, hasta que sólo quede en su suelo su pueblo, libre para decidir por su propia voluntad su destino.