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“El viento que agita la cebada”

Una mirada incómoda sobre la historia silenciada de Irlanda

Por Miguel Ángel De Lucas
Diagonal, 14/09/06

Experto cronista de la crisis industrial en Inglaterra, Ken Loach dirige ahora su cámara hacia la independencia de Irlanda y el nacimiento del IRA.

“Todos los imperios se comportan igual. España fue un imperio, Inglaterra también fue otro y ahora lo son los Estados Unidos. Pero la pauta es la misma: llevarse el dinero, las riquezas, seguir los intereses económicos. Ocurre siempre, el imperio conquista y la gente se opone. Hay una lucha, sangre y mucho sufrimiento. Hasta que al final el imperio se acaba retirando. Y a nosotros lo que nos toca es apoyar esa resistencia".

Con esa rotundidad se expresaba el pasado viernes 1 de septiembre en Madrid el realizador británico Ken Loach. Lo hacía durante la presentación de El viento que agita la cebada, su última película, que se estrena el 15 de septiembre en los cines y que, además de la Palma de Oro en Cannes, ya ha conseguido en Irlanda convertirse en la película independiente más vista de la historia, situarse en el podio de la taquilla francesa e incluso mantenerse entre las cintas más taquilleras del año en Inglaterra a pesar de sufrir la acusación de ser "rabiosamente antibritánica".

En cuanto a su realización, no es difícil entender los motivos del éxito. Un guión descarnadamente realista, unos personajes a los que no cuesta tomarles afecto desde la primera toma y un ritmo de enorme intensidad narrativa son las claves de una película que sabe transmitir toda la violencia de un período histórico extremadamente convulso sin necesidad de recrearse en los episodios más crueles.

Reacción histérica Sin embargo, como suele ocurrir con los trabajos de Ken Loach, la repercusión de El viento que agita la cebada ha ido más allá de las salas de cine.

El tema elegido, la lucha de los campesinos irlandeses unidos para hacer frente a las tropas inglesas encargadas de cortar de raíz cualquier tentativa independentista, ha provocado una virulenta reacción de la prensa inglesa. "Hubo críticas muy histéricas. Se ha llegado a comparar la película con el Mein Kampf de Hitler", asegura el director.

Para Loach, estos ataques han supuesto incluso una ayuda. "Da una idea del estado actual de la prensa", señala, "pero lo cierto es que nos alegramos. Si no hubiera pasado nada quizás hubiéramos debido provocar, pero no ha hecho falta, han saltado a la primera", admite con una sonrisa, consciente de que las protestas de los sectores conservadores es la mejor prueba de que el filme ha conseguido sus objetivos.

Según asegura, "se han tocado dos ideas que para la derecha británica resultan inaceptables. Hemos mostrado la brutalidad de la represión. Los conservadores se figuran el Imperio británico como si fuera una institución de caridad, y a cierta prensa le enfurece que mostremos al mundo que no fue así".

Y agrega: "lo segundo es que se ve cómo el problema irlandés se deriva de la colonización británica".

Por ese motivo a Loach no le preocupan las acusaciones de reabrir viejas heridas. "Al contrario", asegura, "lo que hacemos es poner el dedo en heridas que no han cicatrizado bien".

Debido al tema y por la forma de abordarlo, en ningún país donde se presenta la película faltan las preguntas referentes al momento político por el que atraviesa Irlanda del Norte. Y Ken Loach tiene su opinión al respecto. "No vamos a apoyar todo lo que ha hecho el IRA, pero en la película se puede ver en origen la justicia de sus reclamaciones. Ahora, con el proceso de paz, los británicos tienen la oportunidad de conceder la independencia", considera.

Antes, eso sí, advierte de que la película no se realizó teniendo en cuenta las negociaciones. De hecho, los miembros del propio equipo fueron los primeros en sorprenderse. Según su guionista, Paul Laverty, "se llevaban unos 10 años trabajando en esto. No nos guiamos por lo que pasaba".

La dignidad de la derrota

Considerado el heredero del realismo social británico, Ken Loach se ha distinguido desde sus primeras películas por mantener una señas de identidad muy definidas en cada uno de sus trabajos. El inconformismo con el discurso cinematográfico dominante le ha llevado siempre a huir de los protagonistas y poner la cámara sobre personas anónimas, de la calle, la clase de personajes en los que el cine pocas veces decide fijarse. Con una mirada ácida, Loach parte de sus historias para hacer visible el lado más sórdido de la realidad y reflejar la dignidad de los derrotados por la historia.

"El cine comercial nos ha robado las historias. Lo que cuenta no se corresponde con la realidad", asegura, recordando que su filmografía ha intentado ser fiel a los sucesos que ha vivido. "En 1970, cuando llegó la crisis, pagó la clase obrera. Después llegó Thatcher, destrozó los sindicatos y pagó la clase obrera. Ahora se ha desarticulado el estado del bienestar, y otra vez sigue pagando la clase obrera. Es lógico que mi cine no se haya vuelto más optimista en este tiempo."

Al igual que con el proceso de paz entre el IRA y el Gobierno británico, tampoco han faltado comentarios que relacionan la situación que se describe en la película con la resistencia a las tropas de EEUU e Inglaterra en Iraq. Laverty insiste, "empezamos con la película antes de la guerra", pero reconoce los paralelismos con la actualidad son comprensibles.

"Escribí el guión mientras se planeaba la guerra desde los servicios secretos", relata, "y me di cuenta que la retórica que empleaba Churchill en los años '20 no se diferencia de la que usa la gente que escribe los discursos de Bush. La tecnología ha avanzado mucho, pero las personas apenas han cambiado".

Se repiten situaciones Los paralelismos, en todo caso, no se dan sólo con la situación actual. Según reconoce el propio Ken Loach, durante el rodaje hubo momentos que le recordaron a La canción de Carla, donde abordaba la lucha de los sandinistas en Nicaragua; o Tierra y Libertad, centrada en las luchas dentro de la izquierda durante la Guerra Civil española.

"Se repiten situaciones", dijo. Como ha señalado, "movimientos con intereses divergentes se unen contra el opresor común, pero al final esas diferencias acaban provocando un enfrentamiento".

Para Loach, "el gran problema en el lado republicano fue la escisión. Y eso también pasó en Irlanda. Por eso las dos historias acaban en tragedia".

"Pero igualmente", añade, "en ambos casos podemos aprender, nos queda el optimismo de ver la determinación con la que se llevó la lucha".