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7 de mayo de 1974: otro crimen de la Triple A

Asesinan al “Indio” Fernández

Por Oscar Alba
Socialismo o Barbarie, periódico, 26/04/07

La reapertura de la causa por los asesinatos cometidos por la Triple A, en manos del juez Norberto Oyarbide, se encuentra paralizada a pesar de que distintas organizaciones son querellantes y han aportado pruebas. La causa comienza a recorrer nuevamente el camino que han recorrido tantos crímenes cometidos por el Estado y sus fuerzas represivas: el olvido y la impunidad.

El MAS se ha presentado como querellante en representación de los compañeros del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) asesinados por la organización peronista de ultraderecha, entre ellos el compañero “Indio” Fernández. No podemos confiar en la justicia ni en el gobierno de Kirchner – ya cuenta en su haber la desaparición de Julio J. López y la muerte de nuestro compañero Carlos Fuentealba–; sólo la movilización puede mover los papeles de la querella y abrir la posibilidad de castigar a los culpables.

El 1º de mayo de 1974, Juan Domingo Perón, desde los balcones de la Casa Rosada, echó a los Montoneros que, agrupados en nutridas columnas, coreaban consignas contra el entorno presidencial, encabezado fundamentalmente por su mujer Isabel Martínez  y el esotérico y siniestro ministro de Bienestar Social, José López Rega. Los grupos juveniles de la llamada Tendencia Revolucionaria del peronismo lanzaban consignas como “¿Qué pasa, qué pasa General, que está lleno de gorilas el gobierno popular?”. De esta manera, el contenido de las consignas y la política montonera no enfrentaba directamente a Perón, sino que buscaba descargar las culpas del reaccionario y represivo gobierno peronista en los ministros y funcionarios que lo rodeaban.

Ya en  enero de ese mismo año, Perón había dicho con claridad cómo iba a frenar las luchas obreras y a los sectores clasistas y revolucionarios: “Nosotros vamos a proceder de acuerdo con las necesidades, cualquiera sean los medios. Si no hay ley, fuera de la ley también lo vamos a hacer, y lo vamos a hacer violentamente” (J.D. Perón, enero de 1974) No es casualidad que poco después de estas palabras del General, la Triple A, a fines de ese mes, hace conocer públicamente su primera lista de sentenciados a muerte. Como dijimos en números anteriores, en esa lista figuraban dirigentes políticos y sindicales como Silvio Frondizi, Agustín Tosco, Raimundo Ongaro, Nahuel Moreno y los abogados Mario Hernández y Ricardo Curutchet, entre otros, y era el propio Perón quién había sido el mentor de su organización.

Ese 1º de mayo, el ataque de Perón a la “gloriosa juventud,” como él mismo la había llamado en el exilio, fue un acicate más para que las bandas de la Triple A fortalecieran sus acciones. Una semana después, el Partido Socialista de los Trabajadores va a sufrir en carne propia las consecuencias de esta política. Poco después de las cuatro de la mañana del 7 de mayo, en una esquina de la localidad de Ingeniero Maschwitz, en la zona norte del Gran Buenos Aires, cae asesinado Inosencio “Indio” Fernández, obrero metalúrgico y militante del PST.  A pocos metros de su casa, cuando el Indio se iba para el trabajo, un disparo de Itaka en medio del pecho terminó con su vida. El grupo parapolicial que lo atacó cargó su cuerpo, lo envolvió en una frazada y, horas después, lo dejó carbonizado en unos baldíos de Campana.

Nacido en Formosa, el Indio Fernández trabajaba en la fábrica Cormasa, en la localidad de General Pacheco. Era miembro de la lista de oposición a la burocracia metalúrgica de la zona, encabezada por el secretario general de la seccional Vicente López de la UOM, Gregorio Minguito.

En la zona norte existía una fuerte oposición antiburocrática y antipatronal, que día a día iba tomando fuerza en importantes fábricas como Cormasa, Corni, TENSA (Talleres Electrometalúrgicos Norte Sociedad Anónima), Del Carlo, Buffalo y otras. El PST tenía una fuerte inserción en esa vanguardia obrera, y había organizado el Frente de los Trabajadores que nucleaba a delegados y activistas de la zona. La burocracia, por su parte, permanentemente apelaba al matonaje para romper asambleas o amedrentar a los activistas. Ese mismo año, por ejemplo, en la fábrica TENSA, en determinado momento, baja la burocracia de la seccional y llama a una asamblea de fábrica. Una vez en ella y estando los trabajadores reunidos, entran matones armados y sacan a punta de pistola a los activistas de la oposición, los golpean y luego la patronal los despide. También Mario Marzoca, activista de la Juventud Trabajadora Peronista, es duramente golpeado por la patota del sindicato.

El asesinato de Inosencio Fernández es un salto en la escalada contra los trabajadores y muestra los estrechos vínculos de la burocracia sindical peronista con las bandas de la Triple A. Para el PST, va a significar un golpe que preanunciará no sólo otros más sino que la militancia cotidiana se va a endurecer, poniendo a prueba la abnegación, la solidaridad y el heroísmo de sus militantes junto al resto de la vanguardia que, a pesar de los atentados y asesinatos de la Triple A, va a seguir ampliándose en los lugares de trabajo.

La memoria del Indio Fernández debe ser honrada redoblando los esfuerzos para castigar a los culpables de su asesinato y levantando la bandera de la lucha antipatronal y antiburocrática y por el socialismo que su joven vida nos dejó.